"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

lunes, 9 de junio de 2008

La vergüenza de Gijón

Austria y Alemania nos ofrecieron uno de los peores momentos, una de las peores imágenes, uno de los espectáculos más bochornosos que se recuerdan en un Campeonato del Mundo.

Fue en el Mundial de España, en 1982, cuando ambas selecciones compartían el grupo B en la primera fase de la competición junto a Argelia y Chile. Los argelinos sorprendieron a todo el mundo derrotando a los alemanes en el debut (2-1), mientras que los austriacos hicieron los propio con los chilenos (1-0). Los germanos se presentaron al segundo encuentro ante los sudamericanos con la necesidad imperiosa de ganar, y lo hicieron con facilidad (4-1), mientras sus vecinos austriacos les echaban una mano ganándole a los argelinos por 2 a 0.

El problema vino en el tercer encuentro, el que decidía las dos selecciones que pasarían a la segunda fase. En el 82, no jugaban los equipos implicados a la misma hora, ni siquiera el mismo día, y alemanes y austriacos saltaron al césped del estadio de El Molinón sabiendo que Argelia había vencido por 3 a 2 a Chile. Las cuentas estaban muy claras: Austria sumaba 4 puntos, los mismos que Argelia, mientras que Alemania contaba con 2. Una victoria alemana igualaría a todos con 4 puntos y entrarían en juego los goles. El uno a cero para los germanos clasificaba a los dos equipos europeos.

El partido se acabó a los once minutos, justo el tiempo que tardó el gigantón Hrubesch en poner por delante a Alemania. A partir de ese instante, el meta Schumacher se plantó una gorra blanca en su cabeza atestada de rizos y nadie hizo nada por aproximarse a la portería rival. Los 79 minutos restantes fueron un sonrojante rondo en el centro del campo del que participaron los dos equipos.

Impropio de unos y de otros, antideportivo, vergonzoso, pero sobre todo por parte de los alemanes, quienes siempre habían mostrado un respeto absoluto por este deporte. Y su propia afición también lo entendió así, ya que les abuchearon hasta la saciedad, les pidieron explicaciones en su propio hotel después del partido y, además, no dudaron en tildar el episodio como “la vergüenza de Gijón”.

En el estadio, el público imparcial (los asturianos que se dieron cita en el Molinón) se dejaron las gargantas cantando el “¡Que se besen, que se besen!, los argelinos mostraban billetes al aire y buscaron a los alemanes a la salida del estadio para tirarles huevos, pero eso no cambió la historia: austriacos y alemanes pasaron a la segunda fase. Los germanos avanzaron hasta la final, después de ser primeros en su grupo ante españoles e ingleses y de superar a Francia en los penaltis en una de las semifinales más apasionantes que se recuerdan en la historia de la Copa del Mundo. La final la perdieron ante Italia por 3 a 1.

En cambio, a los austriacos la farsa les duró bastante menos. El equipo que entrenaba Georg Schmidt y que capitaneaba Krankl cayó ante Francia y empató ante Irlanda del Norte en la segunda fase y hubo de hacer las maletas.

“La vergüenza de Gijón” fue investigada por la FIFA, quien concluyó de modo grotesco que en ese partido se cumplieron estrictamente las reglas del juego y que este organismo no podía entrar en tácticas ni sistemas ni nada de nada. Lo que sí hicieron fue decidir que, a partir de ese instante, todas las últimas jornadas de la fase de grupos se disputarían a la misma hora (además, el ejemplo del 6 a 0 de Argentina a Perú en el mundial del 78 ya les había puesto en sobreaviso, pero ése es otro post).

El caso es que la prensa alemana cargó contra sus propios jugadores y se mostró implacable contra el fraude, contra lo que ellos consideraron un ataque al orgullo de toda la nación alemana: “Traición al juego limpio”, “Fraude legal” o “Pornografía futbolística” fueron algunos de los titulares de los medios germanos.

Pero, sin duda, el mejor titular fue el de un diario gijonés, El Comercio, que, en un alarde de ingenio y originalidad, dio la noticia en las páginas de Sucesos con este titular: “Unas 40.000 personas presuntamente estafadas en el Molinón por 26 súbditos alemanes y austríacos”.

Uno de los principales instigadores del amaño fue Jupp Derwall, el seleccionador alemán en aquel momento, quien había tomado las riendas de la selección después del Mundial de Argentina ’78 y se había coronado campeón de Europa en Italia en 1980. Derwall, fallecido el 28 de junio de 2007, justo tres días después de que en Alemania se recordara con sonrojo el vigésimo-quinto aniversario de “la vergüenza de Gijón”, nunca entendió qué había de malo en lo que sucedió en el Molinón el 25 de junio del 82: “Nosotros queríamos clasificarnos, no jugar al fútbol”. Ni los aficionados desplazados hasta España ni los que se quedaron en Alemania viéndolo por televisión eran de esa opinión. Tanto es así, que Derwall emigró a Turquía para entrenar al Galatasaray después de que fuera cesado tras la eliminación de Alemania en la Eurocopa del 84, disputada en Francia.

Ni ser campeón de Europa y subcampeón del Mundo, ni permanecer 23 partidos seguidos ganando le sirvieron para ser considerado como un héroe nacional: “la vergüenza de Gijón” pesó demasiado.

PD. Estos fueron los protagonistas de aquel fraude perpetrado un ya lejano 25 de junio de 1982 en el estadio de El Molinón (Gijón)

República Federal de Alemania: SCHUMACHER, BRIEGEL, BREITNER, FOERSTER, DREMMLER, LITTBARSKI, HRUBESCH (FISCHER ‘68), RUMMENIGGE (MATTHAEUS ‘66), MAGATH, STIELIKE y KALTZ.
Entrenador: Jupp Derwall

Austria: KONCILIA, KRAUSS, OBERMAYER, DEGEORGI, PEZZEY, HATTENBERGER, SCHACHNER, PROHASKA, KRANKL, HINTERMAIER y WEBER.
Entrenador: Georg Schmidt.