"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

jueves, 7 de febrero de 2008

Brasil en Francia 38: Las confianzas matan

Copa del Mundo de Francia, año 1938. Brasil es el único representante sudamericano en un torneo que uruguayos y argentinos quisieron boicotear, aún molestos por la incomparecencia de la mayoría de equipos europeos a la primera Copa del Mundo celebrada en Uruguay y, además, considerando que la organización del torneo correspondía a Argentina y no a Francia. 

El campeonato está marcado, además, por la situación política, en intenso clima de pre-guerra. Austria se había clasificado, pero no acudió al Mundial y algunos de sus jugadores fueron "anexionados" a la selección de Alemania, mientras que España se desangraba en la Guerra Civil y, evidentemente, tampoco participará.

Los brasileños, que entonces aún jugaban de blanco, se presentaron en territorio francés con un equipo de lujo que comandaba en ataque el gran Leonidas

Brasil se mide a Polonia. Leonidas está junto al seleccionador.

En la primera eliminatoria se enfrentaron a Polonia y empataron a cuatro. Sí, sí. ¡Cuatro a cuatro! De hecho, la prórroga se saldó con un 6 a 5 para Brasil con Leonidas jugando parte de la misma descalzo. Al final, la rutilante estrella brasileña anotó tres tantos. Y el delantero polaco Willimowski... ¡cuatro!

Los cuartos de final midieron las fuerzas de Brasil y Checoslovaquia, y nunca mejor dicho: el partido degeneró en una tángana monumental con el saldo de tres expulsados (dos brasileiros y un checo) y cinco heridos (dos de ellos fueron hospitalizados por rotura de brazo). El partido acabó en empate a un gol y la prórroga, en esta ocasión, no resolvió nada. Ese encuentro se recuerda como "la batalla de Burdeos", casi nada.

Hubo un partido de repetición con los ánimos un poco más calmados y ahí Brasil remontó el gol inicial de los checoslovacos para vencer por 2 a 1 y meterse en semifinales.

Leonidas marca un gol en el desempate ante Checoslovaquia.

A esas alturas de competición, Leonidas llevaba seis goles en tres partidos.

En las semifinales, el actual campeón del mundo, Italia, esperaba a los brasileños. En parte por cuestionar la legitimidad de su título (Italia ganó el Mundial de 1934 jugando en su país y con Mussolini presionando), en parte para intimidarlos, el seleccionador brasileño, Adhemar Pimenta, cometió una de las osadías más grandes que se recuerdan: dejó fuera del partido a Leonidas y a Tim, sus dos mejores futbolistas, en una época en la que no estaban permitidos los cambios.

La versión aparentemente más realista explica esta decisión en el hecho de que los jugadores brasileños más técnicos estaban tocados y renqueantes tras la prórroga ante Polonia y los dos encuentros ante Checoslovaquia y Pimenta prefirió apostar por algo más de frescura y físico.

Otra versión apunta directamente a la prepotencia de Adhemar Pimenta, de quien dicen que, además, afirmó alto y claro: "los reservo para la final". Lo que sí parece real es que la federación brasileña había reservado los billetes de avión para volar a París a disputar la final del torneo. 

Y que los brasileños estaban, en general, bastante convencidos de su victoria. 
Al menos, eso decía la prensa.

A Noite consideraba favorita a Brasil.

Lástima. 

Los italianos sí alinearon su equipo de gala y ganaron cómodamente por 2 a 1 con goles de Colaussi y Meazza, de penalti, ya que Romeu sólo le dio emoción a la recta final del partido al marcar en el minuto 87. Los transalpinos no necesitaron siquiera los goles de Silvio Piola, que anotó en todos los partidos del Mundial menos en éste.

Italia dejó en la cuenta a Brasil sin muchas dificultades.

Brasil acabó tercera, tras derrotar por 4 a 2 a unos suecos que se habían adelantado por dos a cero con 2 tantos ¿de quién?... Sí, de Leonidas, que, al menos, se coronó como máximo goleador del torneo al acabar con 8 dianas. 

Y el campeón fue Italia, que venció a Hungría en la final por 4 a 2 y se convirtió en la primera selección en conseguir dos títulos y, además, hacerlo de modo consecutivo.

Eso sí, los brasileños aprendieron de su error: nunca volvieron a caer en unas semifinales de una Copa del Mundo: siempre que alcanzaron esa ronda accedieron a la final. Hasta que llegó el Mundial de Brasil 2014 y los alemanes les propinaron la mayor paliza de su historia y les ganaron por 1 a 7 en Belo Horizonte en un partido que pasaría a la posteridad como el Mineirazo

Por cierto, lo de la confianza y el menosprecio al rival sí se había repetido antes, pero no en las semifinales, sino en la final: fue en su propio Mundial, el de 1950. 

Sí, sí, el del Maracanazo ante Uruguay.

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