Aunque hace ya veinte años que Brasil no ha ganado la Copa del Mundo, la verdeamarelha es la única selección que cuenta con 5 estrellas en su camiseta o, lo que es lo mismo, la única que ha levantado 5 veces la Copa del Mundo. Además, de esas cinco Copas que luce en su envidiable palmarés, ganó dos seguidas (la de Suecia en 1958 y la de Chile en 1962), se quedó la Copa Jules Rimet en propiedad al ser la primera selección que ganó 3 torneos (lo consiguió en la edición de México 1970), ganó su cuarto Mundial en Estados Unidos en 1994 y cerró el pentacampeonato obteniendo la primera Copa del Mundo del siglo XXI, que fue también la primera celebrada en el continente asiático (Japón y Corea del Sur en 2002).
Brasil comenzó su idilio con la Copa del Mundo en Suecia en 1958. Ocho años antes había sufrido la decepción más grande de su historia al perder la final de su propio Mundial en 1950 en Maracaná ante Uruguay. Una tragedia que dejó en trance a toda una nación. Pero los brasileños se sobrepusieron a esa catástrofe futbolística y fueron capaces de ganar su primer mundial en suelo europeo. De hecho, en esa particular guerra entre el continente europeo y el sudamericano, nadie había ganado en territorio enemigo desde esa victoria de Brasil en Suecia hasta que Alemania venció en el Mundial de Brasil en 2014 con Mineirazo incluido en las semifinales.
La selección de Brasil que ganó en Suecia tuvo como referentes a Pelé, un joven de 17 años que debutaba en un Mundial y que se convertiría en el mejor jugador del mundo casi ipso facto, y a Garrincha, el mejor extremo derecho del mundo, aunque disoluto en la vida privada y especialmente anárquico en el terreno de juego. Una anarquía que exasperaba a sus técnicos, pero desesperaba aún más a sus rivales y dejaba al público boquiabierto.
Cuatro años más tarde, en Chile 62, esa misma selección volvió a levantar la Copa del Mundo en uno de los mundiales más violentos que se recuerdan. Lo hizo sin la aportación de Pelé, que se lesionó en el segundo partido de la fase de grupos ante Checoslovaquia, pero Garrincha se erigió en la estrella de ese equipo que se impuso en la final por 3 a 1 a la misma Checoslovaquia a la que ya había batido en la fase de grupos. Vavá, el delantero de la verdeamarelha, marcó en la final y ya lo había hecho en la de Suecia cuatro años atrás, así que se convirtió en el único jugador en marcar en dos finales de dos Copas del Mundo. Nadie lo había vuelto a hacer hasta que Pelé marcó el tanto que abrió el marcador en la final de México 70 ante Italia. Todo queda en casa.
Ese Mundial de México 70 está considerado, por cierto, como uno de los mejores de la historia, con un juego alegre y preciosista que se tradujo en muchos buenos partidos y en un montón de goles. Fue el primer Mundial en el que entraron en juego las tarjetas amarillas y rojas y también el primero en el que se permitieron los cambios. Concretamente dos por equipo y partido.
La Brasil de los 5 dieces fue, de largo, el mejor equipo del torneo y maravilló a los aficionados imparciales a la vez que derrotaba claramente a todos sus rivales con un fútbol alegre, vistoso, rápido y preciosista. Brasil derrotó a su antítesis en la final, a Italia, que también había ganado dos mundiales hasta ese momento. Duelo de bicampeones.
Pelé marcó de cabeza en el primer tiempo de la finalísima, pero los italianos empataron antes del descanso en un error de la zaga y el meta brasilero. Pero en la segunda parte se desató la tormenta brasileña y la verdeamarelha marcó tres goles más para llevarse el trofeo Jules Rimet y quedárselo en propiedad al batir a Italia por 4 a 1.
Los brasileros se pasaron desde entonces unos cuantos mundiales sin llegar ni siquiera a disputar el título. Ni en el 74 en Alemania, ni el 78 en Argentina estuvieron a buen nivel y en España 82, con la mejor selección del torneo y una de las más brillantes de su magnífica historia, se encontraron con una Italia de dulce que les echó de la Copa en un partido extraordinario que pasó a la historia como la tragedia de Sarrià. Hubieron de esperar hasta 1994, en Estados Unidos, donde una de las selecciones más tácticas y defensivas que se recuerdan de Brasil volvería a proclamarse campeona del mundo por cuarta vez.
Claro, que esa Brasil del 94 capitaneada por Carlos Alberto Parreira desde el banquillo, táctica y, a veces, reservona, contaba en ataque con Romario y Bebeto, dos de los mejores delanteros del mundo en ese instante. Con Dunga de pivote en el centro del campo, escoltado por Cinho y Mazinho, Brasil fue solventando cada partido sin apenas sobresaltos, siendo, además, el equipo que mejor fútbol ofrecía pese a su conservadurismo.
El partido de cuartos de final ante Holanda fue un espectáculo (sobre todo la segunda parte, donde se marcaron todos los goles) y una especie de final anticipada que se llevaron los brasileños por 3 a 2. Romario y Bebeto adelantaron a Brasil y parecía que habían resuelto el choque, pero Bergkamp y Winter lograron empatar el partido a falta de 14 minutos para el final. Fue finalmente Branco, que marcó con un tremendo disparo de falta desde muuuuy lejos, quien decantó la balanza para Brasil.
En las semifinales, los de Parreira vencieron por uno a cero a Suecia para plantarse en la final ante la Italia de Roberto Baggio, el centrocampista que había sostenido a su equipo con sus goles en el tramo decisivo del campeonato. El italiano llegaba tocado a la final, pero, por el contrario, el líbero Franco Baresi volvía al equipo, del que había salido en la primera fase por culpa de una lesión. Ambos serían los protagonistas involuntarios de la final al fallar sus penaltis en la tanda (también fallaría Massaro). Porque esa final del 94 fue la primera de la historia que acabó sin goles y la primera de la historia que hubo de resolverse en los penaltis. Se la llevó Brasil al vencer en la tanda por 3 a 2.
La última Copa del Mundo para Brasil la levantó Cafú en Corea y Japón en 2002, después de haber caído en la final ante Francia en 1998 con un equipazo tremendo que no supo afrontar bien el último partido, seguramente influenciado por el episodio que había padecido Ronaldo poco antes de la final, y no pudo contrarrestar el ánimo, la intensidad, las ganas y la determinación de la Francia multicultural capitaneada por Zidane que ganó el partido claramente por 3 a 0. Pero tanto Ronaldo como algunos de sus compañeros se desquitaron en el continente asiático cuatro años después.
La selección la entrenaba Luiz Felipe Scolari en 2002, que también siguió la línea táctica, dura y férrea de Parreira, contaba en su equipo con Ronaldo arriba en plenitud y con hambre de Copa del Mundo, con el mejor Rivaldo y con un Ronaldinho que empezaba a apuntar lo que después sería: un auténtico fuera de serie. Cafú y Roberto Carlos se mantenían en los laterales, mientras que Roque Júnior y Lucio completaban una zaga prácticamente inexpugnable. Denilson era el duodécimo hombre, mientras que Kaká era demasiado joven y formaba parte del equipo, pero no jugó. A Scolari no le hizo falta.
Los brasileños fueron muy superiores a sus contrincantes en el Mundial y se clasificaron primeros de grupo tras derrotar a Turquía (2 a 1), a China (4 a 0) y a Costa Rica (5 a 2). En octavos le tocó el turno a Bélgica, que cayó por 2 a 0, mientras que en los cuartos de final se vieron las caras con Inglaterra. Un tanto de Owen puso por delante a los ingleses en la primera mitad, pero Rivaldo empató en la prolongación del primer tiempo y Ronaldinho marcó un golazo de falta a los cinco minutos de la reanudación que nunca sabremos si fue una auténtica obra de arte o una auténtica cagada de Seaman, el meta inglés de largos bigotes. Ocho minutos después el mismo Ronaldinho fue expulsado y Brasil acabó sufriendo un poco para ganar el partido.
Las semifinales ante Turquía fueron más duras de lo esperado, pero Ronaldo desequilibró el choque a los cuatro minutos de la segunda parte con una jugada marca de la casa para meter a los de Scolari en la final ante Alemania.
Y aunque parezca mentira, tras 17 ediciones mundialistas, Alemania y Brasil se iban a enfrentar por primera vez en una Copa del Mundo. La fiabilidad alemana, con Oliver Khan en la portería firmando un torneo sensacional, contra el ataque brasileño. Y ganó el ataque brasileño, que acabó por hundir al mismísimo Khan, quien tras realizar un torneo casi perfecto no fue capaz de atajar un remate al centro de Rivaldo, que Ronaldo se encargó de transformar en el uno a cero a los 22 minutos de la segunda mitad. El astro brasileño cerró la final doce minutos más tarde con otro tanto para convertir a Brasil en pentacampeón del mundo y alzarse además con la Bota de Oro tras anotar 8 dianas en el torneo.
Desde entonces, Brasil no ha podido asomarse a los títulos. No pudo pasar la barrera de los cuartos de final en Alemania 2006 ni en Sudáfrica 2010 y cayó con estrépito en las semifinales de su mundial en 2014 ante Alemania (7 a 1) en una de las mayores goleadas de la historia de los Mundiales. En Belo Horizonte, los brasileños revivieron el Maracanazo de 1950 con un moderno Mineirazo que también pasará a la historia de los mundiales.
En Rusia 2018, Neymar y compañía cayeron de nuevo en cuartos de final en un gran partido de Bélgica, así que los astros brasileños, los magos del balón, cumplirán en Catar 20 años sin levantar una Copa del Mundo que añoran, desean, anhelan y que han alzado 5 veces. ¿Será éste su sexto mundial? Lo veremos. De momento, en Catar volverán a lucir con orgullo las cinco estrellas en su camiseta amarilla.
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