"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

martes, 12 de marzo de 2024

De Ronaldo a Mbappé. Los máximos goleadores de la Copa del Mundo en el s. XXI (2002-2022)

El primer Mundial del siglo XXI, el primero celebrado en Asia, el primero en ser coorganizado por dos países, es decir, el Mundial de Corea y Japón de 2002, pasará a la historia por los arbitrajes que permitieron a Corea del Sur conseguir su mejor clasificación en una Copa del Mundo, metiéndose en semifinales tras derrotar y dejar en la cuneta a potencias futbolísticas de la talla de Portugal, Italia o España.

Pero también pasará a la historia por ser el Mundial en el que Brasil se cosió la quinta estrella en su mítica camiseta verdeamarelha. La última hasta ahora. La que cerraba un ciclo grandioso de una selección maravillosa que disputó tres finales de la Copa del Mundo consecutivas y acabaría ganando dos de ellas. Aunque de eso ya han pasado más de veinte años y cinco Mundiales. Que se dice pronto…

Esa canarinha de 2002 estaba plagada de estrellas en todas sus líneas. Aún eran importantes el capitán Cafú y Roberto Carlos en los laterales, con dos centrales fuertes, contundentes y contrastados en la élite como Lucio y Roque Junior, complementados en labores defensivas por Edmilson. Y en el centro del campo jugaban juntos Ronaldinho, Rivaldo, Juninho y Gilberto Silva. Por si acaso, en el banquillo estaba un joven Kaká convocado a última hora por Scolari, que se había permitido el lujo de dejar en casa a dos jugadores extraordinarios, pero tremendamente polémicos: Romario, que estaba en una especie de segunda juventud y quería disputar el Mundial a toda costa, y Djalminha, que se estaba saliendo en el Deportivo de la Coruña, pero se le cruzaron los cables y le propinó un cabezazo a su técnico en un entrenamiento que le costó la temporada y también la Copa del Mundo.

Pero el futbolista que sobresalió por encima de todos fue un renacido Ronaldo Nazario, O Fenômeno, punta de lanza de su selección, que hizo un Mundial superlativo tras superar un calvario en forma de lesiones. Ronaldo, un futbolista destinado a levantar la Copa del Mundo para Brasil, que tuvo que superar también una historia de desamor con el torneo hasta volver a enamorarse hasta las trancas en Corea y Japón.

***

La historia de Ronaldo en la Copa del Mundo había empezado ocho años antes, en 1994, cuando fue convocado por Parreira para disputar el Mundial de Estados Unidos 94, el que ganó Brasil con los goles de Romario y de Bebeto. Pero Ronaldo, a punto de cumplir 19 añitos, no disputó ni un solo minuto en todo el torneo, por lo que nunca se sintió partícipe de la cuarta Copa del Mundo de Brasil que Dunga levantó al cielo de Los Ángeles.

Cuatro años más tarde, en Francia 98, Ronaldo ya era el delantero titular de la canarinha… y se marcó un torneo espectacular. Ya sin Romario, aunque sí acompañado por Bebeto, O Fenômeno marcó su primer gol en la Copa del Mundo ante Marruecos (3-0). Aún anotaría dos tantos más en los octavos de final ante Chile (4-1) y la única diana brasilera en las semifinales ante Holanda (1-1) que se resolverían desde el punto de penalti. 

El ariete se presentaba en la final metiendo miedo, con cuatro tantos en el zurrón y siendo el principal temor para la anfitriona Francia. Pero Ronaldo sufrió convulsiones unas horas antes del encuentro y, aunque se empeñó en jugar el encuentro, lo hizo totalmente mermado, con sus compañeros preocupados por si le pasaba algo en cada jugada. Y perdieron, claro, ante una Francia hambrienta que devoró a los brasileños para ganar su primera Copa del Mundo (3-0).

Pero en Corea y Japón, pese a las dudas que generaban dos graves lesiones previas, Ronaldo hizo las paces con la Copa del Mundo. Se llevó la Bota de Oro anotando la friolera de ocho tantos, una cifra que no alcanzó nadie desde que Gerd Müller metiera diez en México 70. De ellos, dos los hizo en la final, jugándose el título ante Alemania, en un partido que, aunque parezca imposible, nunca se había disputado en toda la historia de los mundiales.

Ronaldo pasó a la posteridad en Yokohama levantando la Copa del Mundo con su nuevo corte de pelo y sumó ocho goles a los cuatro que había hecho en Francia. Cuatro años más tarde, en Alemania 2006, O Fenômeno cerraría su idilio con los mundiales con tres tantos más para superar en ese momento a Gerd Müller como máximo goleador de la historia del torneo con 15 tantos. Aunque, precisamente en Alemania, la Bota de Oro se la llevaría Miroslav Klose, que estaba destinado a destronar al gran Ronaldo en un futuro no demasiado lejano.

Pero no adelantemos acontecimientos… Todo llegará.

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De momento, como decíamos unas líneas más arriba, en el Mundial de Alemania 2006 Klose se convirtió en el sucesor de Ronaldo como Bota de Oro de la Copa del Mundo.

El delantero alemán presentó muy pronto su candidatura a máximo goleador, con un doblete en el encuentro inaugural ante Costa Rica (4-2) y otro en el tercer choque ante Ecuador (3-0). Entre ambos choques, su compañero en ataque Oliver Neuville dio el triunfo a los teutones ante Polonia en el descuento (1-0) para certificar un pleno de victorias en la primera fase que auguraba grandes alegrías para los pupilos de Jurgen Klinsmann.

Sin embargo, en las eliminatorias el peso del ataque germano recayó en otros jugadores. En los octavos de final ante Suecia fue Lukasz Podolski quien resolvió el choque con dos golazos en el primer cuarto hora de juego (2-0) para meter a la Mannschaft en cuartos.

Ahí esperaba Argentina, entrenada por Pékerman y con un jovencísimo Leo Messi sentado junto a él en el banquillo. Pero los argentinos que cortaban el bacalao en aquella selección eran otros: Ayala en defensa, Maxi Rodríguez y Mascherano en el centro del campo, Riquelme en la zona de creación y arriba Hernán Crespo y Carlos Tévez.

El partido entre dos de las máximas favoritas se disputó el 30 de junio en el Olímpico de Berlín. Y tras una primera parte de tanteo, al inicio de la segunda Riquelme sacó desde la esquina y metió un centro al corazón del área. Allí apareció Ayala, que se tiró en plancha ante dos rivales para meter la cabeza a media altura y rematar a gol ante el silencio de una grada atenazada por los nervios.

Como la selección alemana, que no acababa de encontrar el camino de una hipotética remontada. Quizá se lo facilitó la Diosa Fortuna y un poco Pékerman, también. La Fortuna porque el Pato Abbondanzieri se lesionó a falta de veinte minutos para el final y tuvo que dejar su sitio bajo palos a Leo Franco. Y Pékerman porque decidió sentar a Riquelme para meter a Cambiasso a falta de un cuarto de hora para el final. Cuatro minutos después, el técnico argentino también quitó a Tévez para meter a Julio Cruz. Y justo tras el cambio, el balón le llegó a Ballack en la banda derecha, centró al borde del área y Podolski prolongó de cabeza para que apareciera Klose a su espalda, le ganara la posición a Heinze y cabeceara a la red para empatar el encuentro, llevar los cuartos de final a la prórroga y, después, a los penaltis.

Desde los once metros pasó Alemania, mientras daba la vuelta al mundo la imagen de un Messi cabizbajo y solo en el banquillo. El rosarino se marchaba a casa tras debutar en una Copa del Mundo con 18 años recién cumplidos. Debutó el segundo partido contra Yugoslavia y jugó el cuarto de hora final. Se estrenó anotando su primer gol mundialista. El sexto de Argentina ante los balcánicos (6-0). Se marcó del Mundial llorando. Pero su historia en la Copa del Mundo apenas empezaba a escribirse.

La de Klose seguía su camino, de momento. Porque Italia venció a Alemania en semifinales en un auténtico partidazo que nadie sabe cómo acabó sin goles. En la prórroga los transalpinos marcaron dos golazos por medio de Grosso y Del Piero y se citaron con la Francia de un rejuvenecido Zidane en la final.

Alemania y Klose disputaron y ganaron el tercer y cuarto puesto ante Portugal (3-1), pero en un equipo muy coral le tocó el turno de sobresalir a Schweinsteiger, que marcó dos tantos soberbios. Miroslav Klose se quedó en 5 tantos, pero fueron suficientes para llevarse la Bota de Oro.

Y para seguir sumando en una cuenta goleadora en los Mundiales que alcanzaría los 16 tantos en el Mundial de Brasil para superar a Ronaldo y, además, levantar una Copa del Mundo que rozó siempre que la disputó: finalista en Corea y Japón, tercero en Alemania, tercero en Sudáfrica y campeón en Brasil. Y marcando en todos ellos... ¡Nada menos que 16 goles!

Aunque esos 16 goles de Klose se antojan pocos para la fuerza con la que viene el vendaval francés Kylian Mbappé, que ya lleva 13 tantos en sólo dos ediciones con 25 años.

Pero lo que va delante, va delante.

Y Miroslav Klose, de momento, va delante.

***

En el Mundial de Sudáfrica de 2010 los goles estuvieron muy repartidos y fueron cuatro los jugadores que acabaron el torneo con cinco tantos en su casillero. Cuatro futbolistas de cuatro selecciones distintas que consiguieron auparlas muy, pero que muy arriba en el torneo.

David Villa fue el delantero milagro de una España que levantó su primera Copa del Mundo con el inolvidable gol de Iniesta a falta de cuatro minutos para el final de la prórroga ante los Países Bajos. Y el tremendo cabezazo de Puyol había metido a los españoles en la final tras la semifinal ante Alemania. Pero antes había sido el turno del Guaje Villa, que fue ganando partidos trascendentales con sus goles decisivos.

El 7 del Valencia CF inauguró su casillero ante Honduras, en una final para los ibéricos tras su traspié en el primer partido ante Suiza. El ariete asturiano hizo los dos tantos que le dieron la primera victoria y la tranquilidad a los de Del Bosque (2-0). En el último partido ante Chile, Villa volvió a abrir el marcador e Iniesta marcó el gol que metía definitivamente a España en octavos de final (2-1). Allí se vieron las caras con sus vecinos portugueses, y el Guaje volvió a marcar el único gol del partido para acceder a los cuartos de final.

Paraguay era el escollo en una fase maldita para España, pero a David Villa las maldiciones se la traen al pairo y marcó un gol inolvidable que golpeó en los dos palos antes de meterse en la portería guaraní y clasificar a España para las semifinales. Los cinco tantos de Villa sirvieron para que España pudiera hacer historia, aunque él no pudiera rubricar su excelente torneo con algún gol más. Aunque la verdad es que ya había metido bastantes. Y todos ellos decisivos.

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El rival de España en la final, Países Bajos, también aportó a otro de los goleadores del torneo. Fue un centrocampista, Wesley Sneijder, quien sumó sus tantos a los de Robben para meter a los tulipanes en una final 32 años después.

Sneijder se estrenó como goleador en el segundo partido de la fase de grupos ante Japón, cuando anotó el tanto de la victoria de su equipo (1-0). En los octavos de final ante Eslovaquia, Robben adelantó a La Oranje y Sneijder certificó el triunfo a falta de seis minutos para el final, un gol que hizo inútil el tanto de los eslovacos en el descuento (2-1).

Pero aún le quedaban al centrocampista del Inter de Milán dos grandes encuentros en los que sus goles serían protagonistas. El primero, el de cuartos de final ante Brasil, cuando anotó los dos tantos que dejaban fuera del Mundial a la canarinha. El segundo, en semifinales ante Uruguay, cuando anotó el segundo tanto de Países Bajos. Un gol que deshacía el empate momentáneo y que acabó de espolear a los neerlandeses. Robben hizo el tercero dos minutos más tarde y el tanto de Maxi Pereira ya en el descuento no fue suficiente para la Garra Charrúa (3-2). Ese fue el quinto tanto de Sneijder en un torneo extraordinario en el que Países Bajos volvió a quedarse a las puertas de la gloria.

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El tercer futbolista que anotó cinco tantos en Sudáfrica fue un debutante que se llevó a casa el premio al Mejor Jugador Joven. Era el alemán Thomas Müller, que se destapó como un goleador insaciable desde el primer encuentro, cuando hizo el tercero de su equipo en el debut ante Australia (4-0).

Los otros cuatro tantos llegaron en la fase decisiva de la competición y ante rivales de órdago: le hizo dos a Inglaterra en octavos de final (4-2), otro más a Argentina en la goleada de cuartos de final (4-0) y cerró su participación abriendo la cuenta ante Uruguay en el partido por el tercer y cuarto puesto (3-2). Una actuación memorable de un joven delantero que aún habría de escribir páginas muy brillantes en la historia del torneo.

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El cuarto futbolista capaz de anotar cinco tantos en Sudáfrica fue también nombrado Balón de Oro del torneo y fue capaz de llevar en volandas a una selección que pocos esperaban. Se llama Diego Forlán, era el capitán de Uruguay y su Mundial fue directamente para enmarcar.

La Garra Charrúa empezó empatando sin goles ante Francia, un resultado que había que hacer bueno en los dos siguientes encuentros contra Sudáfrica y México. Forlán hizo dos goles en la importantísima victoria ante Sudáfrica en la segunda jornada (3-0) y Suárez dio el pase definitivo a la celeste con su tanto ante México.

En los octavos de final el héroe volvió a ser Suárez con dos tantos (2-1) y en cuartos de final ante Ghana se repartieron los papeles. Forlán hizo el tanto de Uruguay, mientras que Suárez hizo la parada del siglo que le costó la expulsión pero valió una clasificación en penaltis (1-1). Ya en semifinales, el capitán Forlán mantuvo a los suyos en el partido con el gol del empate ante Países Bajos, aunque la Garra Charrúa acabó sucumbiendo ante el poderío neerlandés y se tuvo que conformar con disputar el tercer y cuarto puesto. En Puerto Elizabeth, ante Alemania, Uruguay perdió, pero Forlán escogió para despedirse el mejor gol del torneo y sumó cinco dianas para igualar a Villa, Sneijder y Müller al frente de la tabla de goleadores.

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En Sudáfrica, al contrario que en el Mundial de Estados Unidos, la FIFA no compartió la Bota de Oro. Se habían establecidos unos criterios para desempatar en caso de empate a goles entre varios futbolistas. Tras los tantos anotados, cuentan las asistencias realizas y, en última instancia, los minutos disputados. A más goles en menos minutos, mejor.

Así que con esos criterios, la Bota de Oro del Mundial de Sudáfrica se la llevó el delantero alemán Thomas Müller, seguido por el Guaje Villa y el neerlandés Wesley Sneijder. Forlán quedó en cuarto lugar, pero se llevó a casa el Balón de Oro que lo acreditaba como mejor jugador del Mundial.

Pudiendo elegir… que cada cual elija lo que guste.

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La exhibición de Alemania en el Mundial de Brasil 2014, la primera vez que una selección europea levantaba la Copa del Mundo en suelo americano, vino acompañada por el récord de goles de Miroslav Klose, que anotó sus últimos dos tantos en un Mundial (uno ante Ghana en la primera fase y otro en el Mineirazo de semifinales ante Brasil) para superar a Ronaldo y convertirse en el máximo goleador de la historia de los Mundiales con 16 tantos.

Aunque en cuanto a goleadores, la cita brasileña encumbró a un futbolista que no jugaba de delantero ni defendía los colores de las grandes favoritas a vencer en la Copa del Mundo. Fue el Mundial del centrocampista colombiano James Rodríguez, quien además de marcar seis goles, los convirtió en auténticas obras de arte. Vamos, que el joven jugador del Mónaco, con apenas 22 años, ganó la Bota de Oro a base de golazos.

El primero llegó en el descuento del primer partido ante Grecia (2-0). Los cafeteros ganaban ya por dos a cero cuando el balón le llegó a James en la frontal del área, se lo acomodó a la pierna izquierda y soltó un latigazo raso al palo largo. Inalcanzable para Orestis Karnezis.

El segundo llegó mediada la segunda parte del segundo encuentro ante Costa de Marfil. Con empate a cero en el marcador, un córner botado desde la izquierda del ataque colombiano lo remató James de cabeza entrando desde detrás. A lo Zidane en Francia 98. Colombia ganaba por primera vez dos partidos seguidos en un Mundial y hacía soñar a su gente (2-1). Y james, también, con dos goles en dos partidos.

El pleno de victorias colombiano llegó ante Japón, cuando los de Pékerman vencieron por cuatro goles a uno. El técnico había dado descanso a algunos titulares y metió a James en el campo en el descanso. En cuarenta y cinco minutos le dio tiempo a asistir a Jackson Martínez en el tercer tanto cafetero y a rubricar su soberbia actuación con un golazo en el último minuto. Dribló a su marcador hasta dejarlo sentado y la picó un poquito ante la salida del meta para anotar su tercer gol en tres partidos y, de paso, contribuir a completar la mejor fase de grupos de la historia de la selección colombiana.

En los octavos de final, Colombia se vería las caras con la Garra Charrúa, un rival temible que no sólo venía de llegar a semifinales en Sudáfrica 2010, sino que ganó la Copa América 2011 y, además, había sobrevivido en el grupo de la muerte, dejando en la cuneta a Italia e Inglaterra y acompañar a la sorprendente Costa Rica a la fase eliminatoria.

Pero James Rodríguez estaba tocado por la varita mágica y ante Uruguay en Maracaná se convirtió en el auténtico héroe del partido (2-0). Casi a la media hora de juego controló un balón con el pecho de espaldas a la portería rival, unos diez metros fuera del área. Se dio la vuelta y, sin dejar caer la pelota, lanzó un zurdazo que golpeó en el larguero antes de meterse sin remisión en la portería de Fernando Muslera. El gol del torneo que adelantaba a Colombia ante la Garra Charrúa. 

En la segunda parte certificó el pase de los suyos a los cuartos de final con otro golazo, el quinto de su cuenta. Esta vez Cuadrado metió la cabeza en la línea de fondo para evitar que un centro se escapara y, a la vez, meterlo al corazón del área celeste. Donde hace daño. Porque por allí apareció James para rematar al fondo de las mallas y citarse con Brasil en cuartos de final.

Y hasta ahí llegó Colombia. Hasta los cuartos de final. En Fortaleza los de Pékerman no pudieron hacer frente a los anfitriones y se vieron superados en el juego y en marcador. Aún así, James no se quería ir del Mundial de cualquier manera y recortó distancias al transformar un penalti cometido sobre Bacca a diez minutos del final. No le dio a Colombia para empatar el marcador y poner en aprietos a Brasil, pero lo cierto es que los cafeteros firmaron su mejor actuación en una Copa del Mundo y James Rodríguez se llevó la Bota de Oro por sus 6 goles en 5 partidos. Una auténtica barbaridad para un centrocampista que, además, ¡marcó en todos los partidos que disputó!

Evidentemente, esa brutal actuación en tamaño escaparate sirvió para que los grandes de Europa se pegaran por sus servicios y James acabó dejando el Mónaco para fichar por el Real Madrid. Allí tuvo destellos de gran jugador, pero nunca se acercó al futbolista decisivo que deslumbró al mundo en el Mundial de 2014.

Sea como sea, en Brasil todos pudieron disfrutar de la magia y los goles de James Rodríguez.

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Cuatro años más tarde, en Rusia 2018, no hubo prácticamente rastro de James, que fue seleccionado por Colombia, pero llegaba renqueante por una lesión que se reprodujo en el último encuentro de la fase de grupos y no le permitió ni siquiera vestirse en el cruce de octavos de final ante Inglaterra. Y ahí precisamente, en Inglaterra, estaba su sucesor por la Bota de Oro: el delantero del Tottenham Hostpur Harry Kane.

Para el Mundial de Rusia no se clasificó Italia, presente en todos los torneos excepto en Suecia 58, la única vez en su historia que no había logrado clasificarse para la cita. Sesenta años más tarde, el mundo asistía atónito a la eliminación de la Azzurra, incapaz de superar a una rocosa Suecia en la repesca europea. Increíblemente, cuatro años después Italia volvía a caer en la repesca ante Macedonia del Norte. Un auténtico drama para los italianos.

Tampoco lo hicieron los Países Bajos, subcampeones del Mundo en 2010 y terceros en 2014, que ni siquiera alcanzaron la repesca europea en un grupo francamente complicado en el que quedaron por detrás de Francia y de Suecia. Un auténtico varapalo para los neerlandeses.

A Rusia sí acudió Alemania a defender su título, pero le golpeó de lleno la maldición del campeón y tuvo que hacer las maletas las primeras de cambio tras quedar última en su grupo tras Suecia y México (clasificados) y Corea del Sur (tercera y también eliminada). Increíblemente, cuatro años después Alemania volvía a caer en primera ronda ante Japón, España y Costa Rica. Un auténtico golpe para los germanos.

Brasil se topó con Bélgica en cuartos de final y una Argentina irreconocible hizo una primera fase lamentable y lo pagó cruzándose con una Francia desatada en octavos de final que la envió para casa en un partido precioso (4-3).

Así que, de repente, los favoritos al título ya no eran los clásicos, sino la Bélgica de Hazard, Lukaku y De Bruyne; la Francia de Griezmann, Pogba y un jovencísimo Mbappé que empezaba a asombrar al mundo; la Inglaterra jovencísima de Harry Kane, Raheem Sterling o Dele Alli comandada desde el banquillo por Gareth Southgate y la sorprendente Croacia de Modric, Rakitic, Perisic y Kovacic.

En ese contexto, el delantero centro de Inglaterra fue sumando tantos en su casillero para convertirse en el máximo goleador del torneo. Hizo los dos primeros ante Túnez, el segundo en el descuento para sacar a los Pross de un primer gran apuro (2-1). Ante Panamá, con la tranquilidad de la primera victoria, los de Southgathe vencieron cómodamente (6-1) y Kane contribuyó con tres tantos (dos desde el punto de penalti).

La derrota ante Bélgica (0-1) mandó a los de las Tres Rosas a la parte “asequible” del cuadro, y Kane adelantó a los suyos de penalti ante Colombia en octavos, aunque Yerry Mina mandó el choque a la prórroga en el descuento y los ingleses acabaron alcanzando los cuartos de final desde los once metros. Era el sexto tanto del delantero inglés en el torneo y en ese instante nadie pensó que podía ser el último.

En cuartos, los de Southgate tuvieron un partido plácido ante Suecia, que resolvieron con goles de Maguire y Delle Alli, pero en unas semifinales históricas para Inglaterra, los Pross cayeron contra todo pronóstico ante Croacia en un partido que encauzó Trippier a los cinco minutos y que fueron incapaces de cerrar. Los croatas creyeron en sus posibilidades a medida que avanzaba el encuentro y Perisic empató el choque y lo mandó a la prórroga mediada la segunda mitad. Y allí, en el momento supremo, cuando todo el mundo esperaba que los cracks ingleses resolvieran, apareció Mandzukic para hacer historia y meter a Croacia en la final. Inglaterra, que no había pisado unas semifinales de una Copa del Mundo desde 1966 (las únicas de su historia) se quedaba sin el premio gordo.

En el partido por el tercer y cuarto puesto, una Inglaterra deprimida volvió a caer otra vez ante Bélgica (0-2) y acabó cuarto en el Mundial. Harry Kane se llevó la Bota de Oro por sus seis tantos, pese a que no marcó ninguno en los últimos tres partidos. Kane fue el segundo inglés, tras Gary Lineker en México 86, en conquistar una Bota de Oro que seguro que cambiaba con los ojos cerrados por haber disputado la final del Mundial ante Francia.

Pero así son las cosas.

Y los galos acabarían levantando el trofeo y ganándose su segunda estrella de campeones del mundo a lomos de un caballo joven y desbocado llamado Kylian Mbappé, que debutaba en un Mundial a los 19 años y se marchaba con la Copa bajo el brazo, cuatro goles en el zurrón y la admiración del mundo entero.

La historia de Mbappé en la Copa del Mundo acababa de empezar a lo grande.

Pero sólo acababa de empezar…

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Porque en Catar, con 23 años y convertido en el emblema de una Francia campeona del mundo, Mbappé habría de echarse de nuevo el equipo a la espalda en la parte ofensiva. Porque en la concentración de la campeona del mundo las malas noticias se iban acumulando a marchas forzadas.

Ya no llegaron a tiempo a la cita mundialista por lesión ni Pogba ni Kanté, que no entraron en la lista de Deschamps, pero ya con los futbolista definitivamente elegidos se cayó Kimpembé primero y Nkunku después. El seleccionador galo los sustituyó a ambos, pero ya en Catar hubo de lidiar con la misteriosa lesión de Benzemá, Balón de Oro de la temporada, que partió para casa en extrañas circunstancias antes de empezar el torneo al resentirse de una dolencia física. Deschamps no lo sustituyó por nadie (incluso se especuló con que el delantero podría recuperarse y jugar en rondas más avanzadas). Y en esas, en el primer encuentro del torneo ante Australia, el lateral del Bayern de Múnich Lucas Hernández se rompió los ligamentos.

Pero lo cierto es que Mbappé, sin hacer grandes partidos, solventó con sus goles los primeros compromisos de los galos. En el debut hizo el cuarto tanto de un partido plácido ante Australia (4-1) y en el choque decisivo ante la Dinamita Roja anotó los dos goles de su equipo para doblegar a los rocosos daneses (2-1) y certificar el pase del campeón a los octavos de final. De hecho, en el partido ante Túnez que cerraba el grupo, Deschamps le dio descanso a su terceto atacante (Mbappé, Griezmann y Dembelé). Y Francia cayó 0 a 1. Pero Mbappé, de momento, había cumplido con tres tantos.

Mientras tanto, la Argentina de Messi y Scaloni había sufrido de lo lindo para pasar a los octavos de final como primera de grupo tras un primer traspié ante Arabia Saudita (1-2), solventado con mucho sufrimiento con victorias ante México (2-0) y Polonia (2-0). Pese a ello, Messi se había disfrazado de Maradona, se había echado el equipo a la espalda en una situación comprometida, estaba jugando muy bien al fútbol y había acabado la primera fase con dos goles. Había que tener muy en cuenta a Argentina para la fase decisiva.

Y más viendo cómo Alemania se iba para casa de nuevo en la primera fase, tras caer ante Japón, empatar con España y pese a derrotar en su último partido a Costa Rica.

O contemplando cómo Marruecos daba la primera sorpresa de su particular recital dejando fuera a la potente Bélgica y metiéndose como primera de grupo en la fase final del torneo.

O vislumbrando la caída de Uruguay, que se estrelló en un grupo complicado con Portugal, Ghana y Corea del Sur y no pudo golear en la última jornada a Ghana para seguir compitiendo. La Garra Charrúa se iba también para casa a las primeras de cambio.

Aún quedaban selecciones importantes como Brasil, Inglaterra o Países Bajos, que habían dado la talla en la primera fase, e incógnitas como Portugal, España o Croacia, que estaban en octavos, pero sin convencer a casi nadie.

Pronto íbamos a salir de dudas.

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Porque Argentina volvería a sufrir, pero se metería en cuartos de final tras derrotar a Australia con otro gol de Messi (2-1) y Francia también ganaría sin problemas a Polonia (3-1) con dos tantos de una Mbappé que seguía sin jugar excesivamente bien, pero que se estaba hinchando a marcar goles y ya sumaba cinco en el torneo.

También cumplieron los otros grandes con solvencia. Brasil goleó a Corea del Sur (4-1), Portugal a Suiza (6-1) e Inglaterra a Senegal (3-0). Aún podría haber más invitados a la fiesta de Messi y Mbappé. Aunque no serían españoles, porque los ibéricos cayeron en los penaltis ante una rocosa Marruecos que empezaba a soñar con hacer algo grande en el Mundial.

Y lo haría definitivamente en cuartos de final, cuando los magrebíes apearon a Portugal con un encuentro muy serio en el que aprovecharon un zarpazo de En-Nesyri al final de la primera mitad para secar a los lusos y resistir para hacer historia. Bélgica, España y Portugal habían sucumbido ante los marroquíes.

La otra sorpresa la dio Brasil, que cayó sorprendentemente ante Croacia en un partido en el que la fe de los balcánicos pudo más que la samba brasileira. El partido había acabado con empate a cero, pero Neymar parecía que solventaba la papeleta con un gol en el descuento de la primera parte del tiempo extra. Nadie contaba con las siete vidas de Croacia, que mostró ya en el Mundial de Rusia y volvió a mostrar en Catar. Petkovic empató cuando nadie lo esperaba y Brasil cayó en los penaltis. Gloria a los croatas y adiós a los brasileños... un Mundial más.

Así las cosas, todo quedaba en manos de Mbappé y Messi. El francés no hizo acto de presencia ante Inglaterra y su equipo estuvo a punto de pagarlo carísimo. Tchouameni adelantó a los galos en la primera mitad, pero una buena Inglaterra empató con gol de Kane desde los once metros. Entonces apareció Giroud para volver a adelantar a Francia y poner a los Pross contra las cuerdas. Los británicos se rehicieron del golpe y fueron a por el empate. Encerraron a Francia y dispusieron de un penalti para alargar el choque. Pero Kane lo falló. Y Francia se citó en semifinales con Marruecos.

Messi, en cambio, se vistió de nuevo de Maradona en todos los sentidos y lideró a la albiceleste ante Países Bajos en un encuentro que Argentina tenía ganado y se dejó remontar en los últimos minutos (2-2). La prórroga tuvo claro color albiceleste, pero el marcador no se movió y el Dibu Martínez decidió en los penaltis que Argentina sería semifinalista.

*

Ahora sí que parecía que, definitivamente, el Mundial estaba en los pies de Lionel Messi y Kylian Mbappé.

Curiosamente, el 10 de Les Blues volvió a desaparecer en semifinales. Y a Francia le costó bastante más doblegar a Marruecos de lo que dice el dos a cero final que reflejó el marcador. Theo Hernández adelantó a Francia a los cinco minutos y desde ese instante Marruecos jugó contra corriente para intentar empatar. Y los marroquíes jugaron seguramente su mejor partido en el torneo, pero acabaron sucumbiendo ante la pegada de los galos, que hicieron el segundo a diez minutos para el final por mediación de Kolo Muani. De Mbappé, ninguna noticia. Se lo guardaba todo para la final.

Messi, por el contrario, no se dejó nada en ningún partido. Y ante Croacia volvió a liderar a su equipo. Abrió el marcador en la recta final de la primera parte, manejó el juego a su antjo, asistió a sus compañeros y dejó para el recuerdo una jugada memorable en la que sentó a un montón de croatas antes de darle la pelota a Julián Álvarez para que hiciera su segundo tanto, el tercero y definitivo de Argentina en el partido. 3 a 0 y a la final. De todas formas, gloria para los croatas, que volvieron a competir más que dignamente. Pero no podían evitar de ninguna de las maneras la cita de Messi con la historia. Ni la cita entre los dos mejores futbolistas del momento.

*

Fue el 18 de diciembre de 2022 en el estadio de Lusail. Y ambos equipos y sus másximos estandartes nos ofrecieron un espectáculo memorable que pasará a la historia de las finales de la Copa del Mundo.

Argentina maniató a Francia en la primera parte. Le quitó el balón y la asfixió constantemente. Además, cada vez que los argentinos se plantaban en campo galo daban muchísima sensación de peligro. Tanto, que no tardaron en trasladar su superioridad al marcador. Fue en el minuto 23, cuando Di María castigó la inconsistencia defensiva de Dembelé, le hizo un traje y el delantero galo lo derribó. Penalti claro que Messi transformó en el 1 a 0. Era el quinto tanto del astro argentino en un Mundial para enmarcar.

Unos 13 minutos más tarde, y con Francia totalmente noqueada, Di María redondeó una actuación fantástica anotando el segundo gol que parecía sumir a la actual campeona del Mundo en la desesperación más absoluta. Y de Mbappé aún no había noticias.

La segunda mitad discurría por los mismos derroteros, con Argentina bien plantada y sin pasar demasiados apuros en defensa. Y con una Francia que no encontraba el camino hacia la portería del Dibu. Hasta que el espíritu de la final de Méxixo 86, cuando los alemanes igualaron en dos minutos una final que tenían perdida, hizo acto de presencia. Esta vez el fantasma se le apareció a Otamendi, que cometió un penalti sobre Lolo Muani que podía haber evitado. Y Mbappé apareció para coger la responsabilidad y convertir la pena máxima para meter a Francia en la final. Lo hizo pese a la estirada del Dibu, que tocó el balón con la yema de los dedos. 

Y volvió a aparecer el crack galo un minuto después para culminar una jugada vertiginosa de la delantera francesa con un remate precioso desde el vértice del área que empataba el partido. Séptimo tanto de Mbappé en el torneo. Casi nada.

Ya en la prórroga, Argentina, que estaba jugando mejor, volvió a adelantarse con otro tanto de Messi, que volvía a parecer definitivo. Pero Mbappé no se rindió y un remate suyo desde la frontal golpeó en el brazo de Montiel. Otra vez penalti. Otra vez lo tiró Mbappé. Otra vez batió al Dibu, esta vez sin tanto suspense. La tercera vez en la final de un Mundial. Y empató el encuentro, que se fue irremisiblemente a los penaltis porque Lloris primero y el Dibu después atajaron milagrosamente una ocasión clarísima por parte de cada equipo.

Y en los penaltis ganó Argentina. Para robarle el cetro a los franceses y quedárselo Messi en propiedad, que lo andaba buscando desde que lloró solo en el banquillo lamentando no haber tenido la oportunidad de pelear en la eliminación de la albiceleste en el Mundial de Alemania 2006.

Mbappé vendió muy cara su derrota y sus tres goles en la final le metieron directamente en las páginas más épicas de la historia de la Copa del Mundo. Seguramente fue poco consuelo para él, pero se llevó la Bota de Oro con ocho tantos, una cifra estratosférica para los tiempos que corren, que nadie había sido capaz de igualar desde que Ronaldo Nazario lo hiciera en el Mundial de Corea y Japón en 2002.

Además, convendría no olvidar que Kylian Mbappé ha disputado dos Mundiales y en ambos ha alcanzado la final. Ganó la primera y perdió la segunda. Y marcó goles en las dos. El astro galo suma 12 tantos en dos Copas del Mundo y, si no pasa nada, afrontará en Mundial de 2026 con 27 años y la vitola de ser uno de los mejores futbolistas del mundo. Así que es un firme candidato a superar todos los registros de la Copa del Mundo.

Con permiso de Miroslav Klose, claro.

Que lo que va delante, va delante.