"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

jueves, 29 de febrero de 2024

De Lato a Davor Suker. Los máximos goleadores de la Copa del Mundo en el s. XX (1974-1998)

Tras el fantástico torneo de México 70 que se resolvió con el triunfo de la Brasil de los 5 Dieces ante Italia, los brasileños se quedaron la Copa Jules Rimet en propiedad, ya que el reglamento del torneo establecía que se quedaría el trofeo para siempre la selección que lo ganara tres veces. Y así fue. Así que para la edición de Alemania 1974 se puso en liza un nuevo trofeo que ya no se llamaría Copa Jules Rimet, sino Copa del Mundo, a secas.

En México no sólo se quedó la Copa Jules Rimet, sino que el fútbol sufrió un cambio de paradigma que afectó, sobre todo, al caudal ofensivo de los equipos. Como si la Copa del Mundo de 1970 hubiera supuesto el cénit y a la vez el entierro del viejo fútbol que representaba la Brasil de los Cinco Dieces que, aunque se presentó en la República Federal de Alemania dispuesta a revalidar su título, no le llegó con Jairzinho y Rivellino para contrarrestar el fútbol total que proponían otras selecciones dispuestas a alcanzar el cetro.

El incremento de la velocidad en el juego, los cambios constantes de posiciones de los jugadores, las enormes evoluciones tácticas y la mejora en la preparación física convirtieron el fútbol en un deporte mucho más competitivo e igualado en el que, como contrapartida, cada vez costaba más hacer goles. De hecho, de Alemania 1974 en adelante los goleadores se fueron llevando la Bota de Oro del Mundial cada vez con menos tantos en su zurrón, pese al aumento de partidos.

El polaco Lato fue una bendita excepción. Como su selección. Una sorpresa casi inesperada. Un soplo de aire fresco. Una alumna aventajada de la escuela holandesa que empezaba a imponerse. Porque en un torneo donde el protagonismo se lo llevó la Naranja Mecánica de Cruyff y Rinus Michel y el trofeo la Alemania de Beckenbauer, Müller, Breitner, Sepp Maier y compañía, Grzegorz Lato puso la salsa de sus goles para encumbrar a Polonia al escalafón más alto del planeta fútbol y mantenerla durante casi una década.

Pero todo comenzó un poco antes para Lato y para la Polonia del mítico seleccionador Kazimierz Gorski.

***

Dos años antes de la Copa del Mundo de 1974, las Águilas de Gorski se presentaron en las Olimpiadas de Múnich de 1972 con un equipo joven y con desparpajo que era un auténtico desconocido en el continente europeo. Era difícil en aquella época saber qué se cocía al otro lado del Telón de Acero, pero Polonia descubriría pronto sus cartas.

Porque los desconocidos polacos, comandados en ataque por el ariete Lubanski y los jóvenes Deyna y Gadocha, dieron la campanada y se colgaron el oro olímpico tras dejar en la cuneta a selecciones como la RDA, Dinamarca o la mismísima Unión Soviética y derrotar en la final a Hungría, los anteriores campeones olímpicos.

Pese al aviso, nadie les prestó mucha atención. Y más cuando su estrella Lubanski se lesionó de gravedad durante la fase de clasificación para el Mundial 74. Fue en un partido contra Inglaterra en el cual el mito polaco hizo de todo: gol, asistencia y lesión grave que le haría perderse la parte decisiva de la fase de clasificación y también el Mundial. Ganaron los de Gorski (2-0) para jugarse, sin su estrella, la clasificación en el mítico estadio de Wembley.

Los ingleses estaban obligados a ganar para sacar el pasaporte a la RFA. A Polonia le bastaba un empate. Entonces fue cuando entró en juego Lato. Y también fue entonces cuando los ingleses, que deberían estar advertidos, creyeron que tenían el partido ganado y que estaban clasificados antes de jugar. Empataron a uno. Con asistencia de Lato y gol de Domarski. Y Polonia fuera de la Copa del Mundo a Inglaterra por primera vez en su historia (los Mundiales de 1930, 1934 y 1938 no los jugaron porque renunciaron a mezclarse con la plebe).

Ya en la RFA, y sin nada que perder, los de Gorski fueron cabalgando en el torneo a lomos de los goles de Lato. Dos le hizo en el debut a Argentina, que no se esperaba semejante cachetazo (3-2). Otros dos a la debutante Haití en una de las goleadas del torneo (7-0). Y se fue de vacío en la tercera victoria seguida que, de paso, enviaba a Italia a casa (2-1).

En la segunda fase Lato siguió con la puntería afinada. El atacante polaco anotó el único gol de su equipo ante Suecia y también marcó el de la victoria en el segundo partido ante Yugoslavia (2-1). Pero en el encuentro que decidiría el finalista, pese al gran partido que se marcó Polonia, el goleador fue el de siempre, el Torpedo. Gerd Müller aprovechó prácticamente la única ocasión que tuvo para marcar el 1 a 0 que metía a Alemania en la final y mandaba a las Águilas de Gorski a jugar el tercer y cuarto puesto ante Brasil.

El resto, ya es historia. Alemania derrotó a la Naranja Mecánica (2-1) con otro gol de Müller. EL “Pancer” alemán marcó cuatro tantos en el torneo que, sumados a los 10 de México, le sirvieron para superar a Just Fontaine como máximo goleador histórico de la Copa del Mundo (aunque necesitó dos torneos para hacerlo, eh).

Un día antes Lato había certificado su brillante Mundial marcando el gol que derrotaba a Brasil (1-0) en la final de consolación. Le daba así a Polonia un tercer puesto que suponía su mejor clasificación de la historia en un Mundial y, además, se llevaba a casa la Bota de Oro tras anotar ocho goles en siete partidos.

Pero el idilio de Lato y de Polonia con la Copa del Mundo no iba a quedarse ahí. Ocho años después, en el Mundial de España 82, los polacos volverían a dar mucho que hablar.

***

En el Mundial de Argentina 78, el de la gloria y el dolor, se produjo un hecho histórico. Por primera vez en la historia, el máximo goleador del torneo levantaba también la Copa del Mundo. El 10 de Argentina, Mario Kempes, “el Matador”, fue el encargado de romper esa especie de maleficio que había acompañado a las Botas de Oro desde el Mundial de 1930.

Y lo hizo tras superar una sequía goleadora preocupante que llevaba al delantero a mal traer. Porque Mario no había marcado un solo gol en ninguno de los tres partidos de Argentina en la primera fase. Una primera fase en la que la albiceleste jugó con fuego ante la mirada desesperada de su hinchada. No hizo goles Kempes en la apretada victoria ante Hungría (2-1). Ni tampoco en el triunfo por la mínima ante Francia (2-1). Ni mucho menos en la derrota con la que cerraron la primera fase ante Italia (0-1) que obligó a los de Menotti a abandonar Buenos Aires y trasladarse a Rosario para jugarse el pase a la final ante Polonia, Brasil y Perú.

En la previa del partido ante Polonia que abría la segunda fase del torneo, Menotti habló con Kempes. Seriamente. De tú a tú. Para quitarle la responsabilidad de encima.

—Mario, si en Valencia no jugaba con barba ni bigote, ¿por qué no se afeita de una vez en Rosario y se acuerda de hacer goles?—. Así, sin más, rasita, cortita y al pie.

El Matador se afeitó. Faltaría más. Pero pasó una cosita más. Pasó que con empate a cero en el marcado un remate de Polonia había superado a Fillol y Kempes se lanzó en una estirada espectacular para sacar el balón con la mano. Hoy, penalti, roja y expulsión. Entonces, penalti y amarilla. Fillol detuvo la pena máxima y Kempes, bien afeitado y rasurado, marcó los dos goles que le dieron la victoria a la albiceleste (2-0) y que liberaron al astro del Valencia CF.

Así se escribe la historia.

Porque Kempes, que a partir de ese momento se afeitaría antes de cada encuentro -ya se lo recordaba Menotti por si acaso-, y se quedó sin marcar en el empate sin goles ante Brasil, pero les hizo otros dos a Perú para meterse en la final del torneo (6-0) y le dio la Copa a los suyos marcando el gol que abría el marcador en la final ante Holanda y también el que ponía por delante a Argentina en una prórroga que cerró Bertoni casi a la limón con el Matador (3-1).

Los seis goles de Kempes no sólo le sirvieron para llevarse la Bota de Oro, sino para que Argentina levantara al cielo del Monumental su primera Copa del Mundo. Seis goles cosecha Mario Kempes: con clase, con carácter, con fuerza, con personalidad, con garra, con fe, con determinación… y con muchísima humildad. Como siempre fue Kempes en la vida.

***

En el Mundial de España 82, Paolo Rossi se empeñó en emular a Kempes en todo y lo consiguió. Como el 10 argentino, Rossi no anotó ni un solo tanto en la primera fase. Como el astro argentino, Rossi recuperó el olfato goleador en el momento que su equipo más lo necesitaba. Como el Matador, Il Bambino abrió el camino del triunfo en la final del Mundial. Y, como su antecesor, hizo seis goles que valieron una Copa del Mundo y una Bota de Oro. Pero Paolo Rossi no llegó al Mundial como Kempes al suyo. De hecho, estuvo a puntito de no jugarlo.

Porque Paolo Rossi fue condenado a dos años de inhabilitación por un caso de apuestas ilegales en el calcio y nadie apostaba porque el ariete entrara en la lista definitiva de Bearzot tras semejante parón y con semejante mancha en su expediente. Pero a Bearzot le resbalaron las críticas y se lo llevó a España. Y más teniendo en cuenta que Roberto Bettega, su acompañante de siempre en el ataque azzurro, estaba lesionado.

Así que Italia, como tantas otras veces antes, comenzó el campeonato acaparando todos los focos por cuestiones extradeportivas. Además, como muchas otras veces antes, dio una imagen lamentable en una primera fase en la que estuvo a punto de quedarse fuera. Pasó sin pena ni gloria y con muchísimo sufrimiento. Sin ganar ni un solo encuentro (y sin perder ninguno tampoco), con dos goles a favor y dos en contra en tres insulsos empates ante Polonia, Perú y Camerún. El ariete italiano no sólo no se había estrenado, sino que no olió ni una pelota.

Pero en la fase de cuartos de final, un grupo de tres selecciones de las cuales sólo la primera se clasificaría para las semifinales del torneo, la azzurra se transformó. Había caído en un grupo complicadísimo por deméritos propios, y había de enfrentarse a la defensora del título, la Argentina de Kempes y Maradona capitaneada por Menotti desde el banquillo, y a la gran favorita, la Brasil de Telé Santana, con Zico, Sócrates, Falcao, Toninho Cerezo y Júnior bailando la samba sobre el césped. Pero entonces el monstruo competitivo que duerme en las entrañas italianas se despertó. Y con él llegó una victoria que pocos esperaban ante Argentina, que también fue batida por Brasil, y que dejaba el pase a semifinales a tiro de una victoria contra la canarinha. Palabras mayores.

Pero Italia es Italia.

Y su delantero centro titular no se había estrenado en cuatro partidos.

Demasiados motivos como para que los brasileños no se anduvieran con precauciones.

Pero la Brasil de Telé Santana no especulaba. Y eso a Italia le vino de perlas.

A los cinco minutos, Paolo Rossi ya había abierto el marcador ganándole la espalda a su par para remachar de cabeza en el segundo palo un buen centro de Cabrini, aunque la alegría trasalpina duró poco, porque Sócrates igualó el choque siete minutos después tras culminar una pared larga y maravillosa con Zico rematando raso y duro al palo del portero. Pero Rossi ya se había quitado de encima el peso de la sequía y apareció de la nada cuando Cerezo se equivocó dando un pase al centro y envió el balón al fondo de las mallas con un soberbio disparo desde la frontal. Italia estaba muy viva al descanso y el delantero de la pólvora mojada había hecho ya dos goles. Pero aún quedaba lo mejor.

Tras el descanso, Brasil salió dispuesta a encerrar a Italia hasta conseguir como mínimo el empate que la metía en las semifinales del torneo. Y así lo hizo, aunque la azzurra parecía sentirse cómoda en su papel de resistente. Hasta que en el minuto 22 Falcao llegó a la frontal del área con la pelota controlada y se sacó un zurdazo extraordinario para meter el balón en la escuadra de Dino Zoff. La canarinha parecía haber pasado el mal trago y sólo tenía que mantener el marcador durante los últimos 20 minutos de encuentro ante una Italia que no parecía tener más recursos para darle la vuelta al partido.

Pero el fútbol no entiende de lógicas. Y Brasil no sabe jugar a defender. E Italia siempre tiene un conejo guardado en la chistera, por si acaso. Y Brasil, por si no había quedado claro, no sólo no sabe jugar a defender, sino que le molesta defender. Así que Italia botó su primer córner de todo el segundo tiempo. Lo hizo Cabrini, muy abierto, pasada la frontal del área, donde dos defensas brasileños saltaron al unísono junto a un centrocampista italiano y dejaron la pelota muerta en la bocana del área grande. Allí apareció Tardelli para golpear sin pensar el balón suelto, que salió raseado sin aparente peligro. Hasta que apareció la bota de Rossi, que cambió la trayectoria de la pelota para batir por tercera vez a Waldir Peres.

Faltaban once minutos para el final y Brasil lo intentó hasta el último instante, a sabiendas de que un gol volvía a meterle en semifinales. Pero la cerrada defensa italiana no permitió que los brasileños la inquietaran demasiado. 

Y el choque acabó con victoria italiana por 3 a 2.

Así es el fútbol.

Así es Italia.

Y así es Rossi, que, de repente, todo lo que toca lo convierte en gol. Como en las semifinales ante Polonia, que fue precisamente el rival ante el que los trasalpinos abrieron el campeonato. En aquel primer choque disputado en el estadio Balaídos de Vigo empataron sin goles. En aquel primer partido Paolo Rossi no estaba tocado aún por la varita. En éste, una semifinal de la Copa del Mundo disputada en el Camp Nou de Barcelona, Il Bambino metió un gol en cada periodo para clasificar a su selección para la gran final doce años después. Cinco goles en dos partidos tras no olerla en los cuatro anteriores. Así se forjan los héroes.

Un héroe al que aún le quedarían fuerzas para abrir el marcador en la final ante Alemania y poner a Italia en la senda del triunfo. Eso después de que su compañero Cabrini errara un penalti en el primer tiempo, el primero, y hasta ahora el único, que alguien ha fallado en la final de un Mundial. Pero no había problema, el héroe apareció en la segunda parte, justo cuando más lo necesitaba su equipo. Gentile metió una rosca envenenada desde la derecha al corazón del área y allí que fueron a buscar la pelota Altobelli, con su par alemán, en el primer palo y Rossi, con su defensor colgándole de los tobillos, al segundo. Efectivamente, el balón llegó al segundo palo y Rossi lo metió en la portería de un cabezazo picado al suelo. Después Tardelli y el mismo Altobelli redondearon una goleada que maquilló Paul Breitner desde el punto de penalti.

Y así fue como Italia levantó su tercera Copa del Mundo y Paolo Rossi escribió su nombre en la lista de los máximos goleadores de la historia de los Mundiales para pasar a la posteridad y limpiar definitivamente su nombre, que ya nadie asociaría al caso Totonero, sino al Mundial de España 82, donde Italia volvió a recuperar la gloria 44 años después.

***

En México 86 Maradona decidió que había llegado el momento de ajustar cuentas con el mundo. Con todo el mundo. Y se erigió en el líder absoluto de su selección y del torneo, eclipsando con su juego, con sus goles, con sus pases y con su liderazgo a todos los demás futbolistas que participaron en la Copa del Mundo de 1986.

Aún así, por las rendijas que dejó el Barrilete Cósmico se colaron los goles de Lineker, para convertirse en el primer inglés en llevarse la Bota de Oro de un Mundial. Lo hizo además disputando apenas 5 partidos, ya que Inglaterra caería en cuartos de final ante Argentina, derrotada por el gol de Dios y por la Mano de Dios. Por las dos cosas.

Pero al genial delantero británico le bastaron esos cinco partidos para anotar seis tantos que le convirtieron en el máximo goleador del torneo de Maradona. Bueno, en realidad le bastaron 3 partidos, porque en los dos primeros encuentros no vio puerta y su selección se complicó muchísimo su participación en el torneo.

Inglaterra había quedado encuadrada en un enigmático grupo junto a Portugal, que no jugaba un Mundial desde Inglaterra 66, cuando Eusébio es exhibió en el debut de los lusos en una Copa del Mundo; la desconocida Marruecos, y Polonia, tercera en España 82, pero con una selección bastante renovada.

El debut de los ingleses ante Portugal no pudo ir peor para los inventores del fútbol. Los ingleses se pasaron todo el primer tiempo intentando llegar por banda y sacar centros peligrosos para Lineker y Matt Hateley, pero Manuel Bento, portero y capitán luso, no pasó por demasiados apuros y los ingleses se fueron diluyendo. En la segunda mitad, el guion siguió por los mismos derroteros, aunque Lineker dispuso de dos remates francos de los que no suele fallar. En el primero golpeó muy mal a la pelota y el segundo lo sacó un defensor portugués casi en línea de gol.

Los ingleses empezaban a desesperarse y los portugueses, creyéndoselo, a desperezarse. Hasta que a falta de un cuarto de hora para el final, Diamantino llegó a línea de fondo en una contra y puso el balón raso al segundo palo para la entrada de Carlos Manuel totalmente solo. Era el único gol del encuentro que derrotaba a Inglaterra. En ese momento parecía que Portugal iba a ser una de las grandes sorpresas del Mundial e Inglaterra iba a caer en uno de sus acostumbrados fiascos… pero el fútbol da muchas vueltas. Vaya si las da.

El caso es que Inglaterra afrontó el segundo partido ante Marruecos con la obligación de, al menos, no perder, ya que marroquís y polacos habían empatado sin goles en su primer envite y eso dejaba a los británicos como colista del grupo. El choque no tuvo historia. Los nervios atenazaron a los de Bobby Robson y nadie fue capaz de romper la igualada. Por suerte para Lineker y sus compañeros, Portugal había empezado a dar la de arena y cayó por un gol a cero ante Polonia. Inglaterra seguía cerrando el grupo, pero dependía de sí misma en la última jornada. Tenía que ganar a Polonia para seguir en el torneo.

Entonces apareció Lineker. Justo cuando su equipo más lo necesitaba. El ariete del FC Barcelona tardó nueve minutos en marcar el primero para aliviar a su selección, que respiró y jugó mucho más relajada. Un gol típico del inglés, que se adelantó a su par para rematar casi en el área pequeña un centro raso desde la derecha. Cinco minutos después hizo el segundo para Inglaterra casi de la misma forma. Centro desde la izquierda y aparece el goleador en el segundo palo, llegando unas milésimas antes que su par a la pelota y rematando a bote pronto al fondo de las mallas. Y solventó el partido y la clasificación con un tercer tanto a los treinta y cuatro minutos. El marcador ya no se movería más. Ni falta que hacía (3-0).

Mientras, en el otro partido del grupo, Portugal, inmersa en un sinfín de problemas extradeportivos, naufragaba ante Marruecos y caía por 3 goles a 1 para decir adiós al Mundial por la puerta de atrás. Los marroquís, en cambio, hacían historia metiéndose al superar por primera vez la primera fase de una Copa del Mundo. Además, se metieron en octavos de final como primeros de grupo, por delante de la mismísima Inglaterra. Sin embargo, no tuvo demasiada suerte Marruecos, que se emparejó con la RFA, mientras que Inglaterra se vería las caras con Paraguay. Marruecos plantó cara, pero cayó ante Alemania Federal con un gol de Matthaus a falta de tres minutos.

Inglaterra, por su parte, se encomendó de nuevo a su número 10. Y el ariete inglés volvió a responder. Lineker abrió el marcador ante los guaranís a los treinta y un minutos. Lo hizo justo después de que Paraguay marrara una ocasión clarísima. Justo cuando más daño hacía. Y lo hizo con su oportunismo habitual, esperando un balón dentro del área pequeña tras una juagada embarullada. Le bastó a Inglaterra ese gol para tranquilizarse y encarar mejor el segundo tiempo.

Y a la vuelta de los vestuarios Beardsley se disfrazó de Lineker para hacer el segundo recogiendo un rechace del meta guaraní dentro del área pequeña. Y el auténtico Lineker cerró la cuenta y el pase de Inglaterra a cuartos de final con el tercer tanto, su quinta diana en el Mundial rubricó la victoria de los pross con el tercer tanto, el quinto de su cuenta. Dejó atrás a su marcador dentro del área y recogió un pase de Steve Hodge en el punto de penalti para batir de nuevo a Roberto Fernández (3-0). Lo más difícil llegaba ahora: la Argentina de Bilardo capitaneada por Diego Armando Maradona.

A diez minutos del final Lineker intentó aguarle la fiesta a Maradona. Lo hizo con un cabezazo en boca de gol tras el centro del recién incorporado John Barnes, que volvió loca a la zaga argentina en los últimos minutos del encuentro. Al final, el gol de Lineker no bastó y Argentina siguió adelante para escribir una de las páginas más memorables de su historia y de la historia de la Copa del Mundo.

Lineker se fue a casa con seis goles y la Bota de Oro, pero su idilio con la Copa del Mundo no había hecho nada más que empezar. En Italia 90 el ariete inglés estuvo a punto de tocar la Copa del Mundo con la punta de los dedos, pero esta vez se interpusieron los alemanes en su camino. Por eso acuñó una frase memorable que pasaría a la historia: “El fútbol es un juego muy simple: juegan once contra once y siempre gana Alemania”.

***

Precisamente en Italia 90 vivimos un cuento de hadas que no tuvo un final sublime por muy poco. Es la historia de Toto Schillaci, un currante del fútbol que se convirtió en el ídolo de toda Italia desde que saltó al terreno de juego en el partido inaugural ante Austria para desequilibrar un partido que se le estaba atragantando a la azzurra. El pequeño delantero se incrustó entre los dos centrales austríacos para rematar al fondo de las mallas un centro desde la derecha de Vialli. Y salió corriendo como un poseso, con los brazos al aire y la cara desencajada en una celebración mítica que sería la primera de muchas.

Porque a partir de ese instante, Schillaci marcó en todos los partidos y sacó a Italia de más de un atolladero. Conviviendo con futbolistas de la talla y el nombre de Vialli, Serena, Carnevale o el jovencísimo Roberto Baggio, Toto se llevó la gloria y el honor a base de tantos determinantes.

Sumó seis en seis partidos para llevarse a casa la Bota de Oro del Mundial, aunque no pudo levantar la Copa del Mundo porque en semifinales Claudia Canniggia contrarrestó su gol para mandar el partido a la prórroga y, después, a los penaltis. Y desde los once metros cayó Italia ante Argentina, con Goycochea alargando su leyenda y deteniendo los penaltis de Donadoni y Serena para despertar del sueño a Toto Schillaci y a toda Italia.

***

El Mundial del 94 supuso un punto de inflexión en el torneo por muchas razones. Por primera vez en la historia se repartieron tres puntos por victoria en un encuentro. Por primera vez en la historia los jugadores lucían el nombre encima del número en su camiseta. Y por primera en la historia los árbitros defenestraron el color negro para vestirse de amarillo, naranja, verde, rojo, gris o rosa.

Fue el Mundial en el que a Maradona le cortaron las piernas. El Mundial en el que Roberto Baggio se salió para acabar errando un penalti decisivo en la final. Fue el Mundial en el que la Brasil de Bebeto y Romario, pero también de Dunga o Mazinho y con Parreira en el banquillo, cosió en la verdeamarelha su cuarta estrella, ésa que buscaban desde 1970.

Y también fue el Mundial de la nariz rota de Luis Enrique en el último minuto de los cuartos de final entre España e Italia. Y el de dos invitados sorpresa que se colaron en las semifinales cuando nadie daba prácticamente nada por ellos: la Suecia de Larsson, Dahlin, Brolin y Kennet Andersson y, sobre todo, la sorprendente Bulgaria capitaneada por Hristo Stoichkov.

El búlgaro del FC Barcelona se llevó a casa la Bota de Oro del Mundial y un cuarto puesto histórico para su selección, aunque la Bota tuvo que compartirla con el delantero de Rusia Oleg Salenko, convidado inesperado a una lucha que no parecía la suya. Sin embargo, el futbolista del CD Logroñés (acababa de fichar por el Valencia CF), que había adelantado de penalti a su selección en la derrota ante Suecia (1-3), anotó cinco goles en un mismo partido. Fue en la goleada que los rusos le infringieron a una Camerún irreconocible en una última jornada de la fase de grupos. Los metió de todos los colores. Y sí, se convirtió en el futbolista que más goles ha anotado en un partido de la Copa del Mundo. Nadie lo había hecho nunca antes y nadie después ha vuelto a emular semejante gesta.

El caso es que con seis goles se llevaron las tres últimas Botas de Oro: Kempes en Argentina 78, Rossi en España 82 y Schillaci en Italia 90. Así que los seis tantos del ruso le colocaron como el más firme y sorprendente candidato a ser el máximo goleador del torneo, pese a que su selección no pasó de la primera fase y tendría que ver el resto del torneo por televisión. Pero ahí estaba Stoichkov marcando tantos cada partido. Acercándosele poco a poco. Y al final empató con él.

El búlgaro anotó desde el punto de penalti los dos primeros goles de su selección en el torneo. Fue en el segundo encuentro ante Grecia (4-0). En el primer partido Bulgaria había caído estrepitosamente ante Nigeria (0-3) y se jugaba su continuidad en el torneo a las primeras de cambio. Superó el escollo y acabó por darle la puntilla a Argentina, ya sin Maradona, en el partido que cerraba el grupo. Stoichkov abrió la cuenta y la cerró Sirakov con el tiempo cumplido (2-0) para mandar a la albiceleste a jugársela ante Rumanía en los octavos de final.

Bulgaria se midió a México, donde otro tanto de su capitán (el cuarto en el torneo) puso por delante a los balcánicos. Pero los mexicanos empataron y todo se decidió desde los once metros. Stoichkov iba a lanzar el quinto penalti, pero no hizo falta. Tres paradas de Mijailov clasificaron a Bulgaria para los cuartos de final por primera vez en su historia.

Y ahí, en esa ronda decisiva y ante una tricampeona del Mundo volvió a emerger la figura de Hristo para dar la campanada. Adelantó a los suyos con un libre directo extraordinario que sorprendió a Bodo Ilgner para empatar el encuentro con su quinto tanto en el torneo. Letchkov hizo el segundo tres minutos más tarde para hacer historia (2-1).

Ya en las semifinales, un tanto de penalti de Hristo Stoichkov al filo del descanso permitió soñar a los búlgaros, que recortaban distancias tras dos momentos mágicos de Roberto Baggio que habían puesto a Italia con pie y medio en la final. En la segunda parte lo intentaron los balcánicos, pero el marcador ya no se movería y Bulgaria se quedó a las puertas de la final de la Copa del Mundo en su segunda participación.

En el partido por el tercer y cuarto puesto, Bulgaria cayó con estrépito (4-0) ante la otra gran sorpresa del torneo, Suecia, pero ya no importaba. Stoichkov acabó compartiendo la Bota de Oro con Oleg Salenko, pero fue el búlgaro quien se ganó un sitio en el Olimpo de los mejores futbolistas del mundo…

Si es que no se lo había ganado ya antes con sus actuaciones en el FC Barcelona.

***

En Francia 98 la constelación de estrellas era rutilante. Había un sinfín de selecciones aspirantes al título y otros tantos futbolistas dispuestos a llevarse también la Bota de Oro.

Brasil llegaba sin Romario, el héroe del 94, pero con un joven Ronaldo dispuesto a inscribir su nombre en la historia de la Copa del Mundo. La anfitriona Francia apostaba por un bloque muy compacto donde la magia la ponían Zidane y Djorkaev y los goles habrían de hacerlos Henry y Trezeguet. Argentina contaba con una delantera temible con Batistuta y Claudio López como máximos aspirantes al título de máximo goleador. Y también amenazaba Holanda con un ataque de ensueño en el que Bergkamp destacaba por encima de todos, bien secundado por Kluivert y Hasselbaink.

Alemania llegaba a tierras francesas con Klinsmann y Bierhoff en punta de ataque, Italia dejaba los goles para Vieri y Del Piero e Inglaterra contaba con el mítico Alan Shearer y un jovencísimo Michael Owen para llenar el zurrón de goles.

Sin embargo, pocos contaban con una selección debutante en el torneo tras vivir un calvario en forma de guerra en los Balcanes. Era Croacia, que participaba por primera vez en un Mundial y que se presentó a la cita con jugadores de solvencia contrastada y de gran calidad, sobre todo de medio campo hacia adelante. Jarni, Boban, Asanovic, Stanic, un renacido Prosinecki y arriba, en punta de lanza, el joven Goran Vlaovic y, por encima de todos, Davor Suker.

Y es que los croatas hicieron los deberes ganando a Jamaica en su debut en el torneo (3-1) y remataron su clasificación venciendo por la mínima a Japón en el segundo encuentro (0-1). Davor Suker anotó el tercer tanto ante los caribeños y el decisivo ante los nipones, pero no pudo marcar en la derrota ante Argentina (0-1) con la que los croatas cerraron la primera fase.

Sin embargo, esa derrota casi les vino bien, porque cruzaron en octavos ante la sorprendente Rumanía y evitaron a Inglaterra, que le cayó en suerte a Argentina. Suker transformó un penalti que le bastó a Croacia para plantarse en cuartos de final. Argentina, por su parte, eliminó a Inglaterra en los penaltis. Un rival menos para el campeonato.

Ya en cuartos de final, los croatas sorprendieron definitivamente al mundo con una exhibición ante Alemania. Jarni adelantó a los balcánicos en el descuento de la primera parte y la segunda mmitad se convirtió en un toma y daca constante que acabó cayendo del lado arlequinado con un gol de Vlaovic a diez minutos para el final y la estocada de Davor Suker cinco minutos más tarde. Era el cuarto tanto del capitán croata que hacía historia con su selección.

En las semifinales, Francia se cruzó en el camino de una Croacia que se encontró con la noche más mágica de Lilian Thuran (1-2). Los croatas aguantaron muy bien durante la primera mitad y metieron el miedo en el cuerpo de los galos nada más comenzar el segundo tiempo con un gol de Suker. ¡De quién si no! 

Pero Thuram se vistió de superhéroe inesperado, empató el encuentro tan sólo dos minutos más tarde y dio la victoria a los suyos con otro tanto a falta de veinte minutos para el final. El lateral francés, que disputó con Les Bleus tres Mundiales y cuatro Eurocopas, sólo marcó dos goles con la camiseta del Gallo. Esos dos. Los que metían a Francia en la final de su Mundial y despertaban a Croacia de su sueño.

Davor Suker cerró su participación en el torneo con otro gol ante Holanda (2-1). El sexto. Sirvió para que él se llevara a casa la Bota de Oro y Croacia un tercer puesto histórico que otra magnífica generación de futbolistas croatas superaría en el Mundial de Rusia de 2018.

Pero eso ya será en el siglo XXI…