"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

martes, 5 de septiembre de 2023

Jan van Beveren, la pieza que le faltó al engranaje de la Naranja Mecánica

Jan van Beveren tenía 26 años recién cumplidos cuando estaba a punto de comenzar el Mundial de Alemania 74. Estaba considerado el mejor portero holandés del momento (para muchos, aún hoy es el mejor portero neerlandés de la historia, un peldaño por delante del mítico Van Breukelen y también de Edwin van der Sar). Prototipo de lo que después sería la escuela de guardametas holandeses, el joven Jan era alto y espigado, con su melena rubia al viento. Tenía una enorme seguridad en el juego aéreo, una colocación extraordinaria, una gran técnica y unos reflejos felinos que habían salvado goles cantados en contra de su Sparta de Rotterdam primero, su PSV Eindhoven después y de la selección holandesa siempre, de la cual era titular indiscutible desde su debut en 1967 sin haber cumplido aún los 20 años.

Pero Jan tenía también un carácter fuerte, complicado y bastante especial. Era de esos que no se callan nada y que no les importa enfrentarse a todo y a todos si consideran que hay un buen motivo para hacerlo. Un carácter que chocaba directamente con la estrella del equipo, que era prácticamente de su misma edad, el mítico Johan Cruyff. Por eso, a finales de 1969, cuando la selección neerlandesa cayó contra todo pronóstico ante Bulgaria camino al Mundial de México 70, el guardameta no se mordió la lengua y acusó a algunos de sus compañeros de no tomarse en serio el combinado nacional y de preocuparse sólo por el dinero.

Esto dijo textualmente: “No nos hemos clasificado porque algunos jugadores han olvidado la importancia del torneo, se han dedicado a hablar únicamente de dinero y han carecido del compromiso adecuado. Ha sido una gran decepción”.

Mensaje claro para el buen entendedor. Porque en esa selección holandesa preludio de la Naranja Mecánica el que empezaba a negociar las primas de los jugadores era Johan Cruyff y los que gozaban de ciertos “privilegios”, como llegar tarde a las concentraciones y a los entrenamientos, jugar sólo los parridos amistosos que les convenían, anteponer sus negocios personales a la selección o fumar en el vestuario, eran las incipientes estrellas del Ajax, la camarilla del Flaco que empezaba a copar la selección, y, en menor medida, algunos futbolistas de renombre del Feyenoord como Willen van Hanegem. 

Así que Jan fue claro, directo y rotundo. 
Así que Jan se escondió poco o nada. 
Así que Jan no hizo precisamente amigos aquel día. 
Así que Jan se le atragantó a más de un compañero. 
Y lo acabaría pagando caro.

Aún así, sus actuaciones en el Sparta de Rotterdam y después, a partir de 1970, en el PSV Eindhoven le permitieron seguir defendiendo los tres palos de la Oranje de cara a la clasificación para el Mundial de Alemania de 1974. Una clasificación que se les atragantó a los pupilos de Frantisek Fadrhonc en un grupo donde realmente sólo competían contra sus vecinos belgas. Ambos, belgas y holandeses, despacharon con absoluta solvencia sus choques ante Islandia y Noruega y empataron sin goles en Amberes. Así que el último partido de la fase de clasificación entre neerlandeses y belgas sería totalmente decisivo. Un empate en Ámsterdam le valía a los tulipanes (tenía mejor diferencia de goles), mientras que los Diablos Rojos necesitaban la victoria sí querían estar en Alemania.

Van Beveren no pudo jugar ese partido decisivo el 18 de noviembre de 1973. El portero se había lesionado en la ingle en el choque ante los belgas en Amberes y su puesto bajo palos lo ocupó Piet Schrijvers, guardameta del Twente que a final de temporada ficharía por el Ajax de Ámsterdam. 

El partido fue tenso y disputado, pero nadie fue capaz de hacer un gol en 89 minutos. Hasta que los belgas dispusieron de su última oportunidad. Van Himst bota una falta desde la parte izquierda del ataque con el exterior de su pierna derecha y los neerlandeses salen en tromba a tirar un fuera de juego suicida. Por detrás entra libre de marca Jan Verheyen con tiempo suficiente para poner el interior del pie y mandar el balón al fondo de las mallas de un sorprendido Schrijvers que se había quedado a media salida. El estadio enmudeció de repente durante los pocos segundos que tardó el árbitro soviético Pavel Kazakov en levantar el brazo y anular el gol por un fuera de juego inexistente que los belgas protestaron sin ningún éxito. Por un pelo, Holanda volvía a jugar la fase final de un Mundial… ¡36 años después!

***

Tras la agónica clasificación para el Mundial, la Federación Holandesa decidió poner la selección en manos de Rinus Michels, en ese instante entrenador del FC Barcelona, con el que acababa de ganar la Liga en el increíble debut de Johan Cruyff en la competición española. Michels era un auténtico ídolo en Holanda tras haber sido capaz de transformar el Ajax de Ámsterdam, luchando por no descender en la Liga Neerlandesa a su llegada en 1965, en un equipo temible en Europa que jugaba un fútbol ofensivo, rápido, técnico y espectacular. Michels había hecho debutar a los jóvenes Cruyff y Neeskens en el Ajax y con ellos llegó a su primera final de la Copa de Europa en 1969 (la perdió contra el Milan), con ellos ganó 4 Ligas y 3 Copas en 6 temporadas y, finalmente, la ansiada Copa de Europa en 1971. El técnico neerlandés que puso de moda el fútbol total se comprometió a conducir a su selección en el Mundial compaginando el cargo con el de entrenador del Barça.

En mayo de 1974, a la conclusión de la liga, Rinus Michels se incorporó definitivamente a la selección holandesa y empezó a confeccionar una lista de cara a decidir definitivamente qué futbolistas disputarían el Mundial a Alemania. Entre los convocados está el guardameta Jan van Beveren, en la recta final de la recuperación de su lesión en la ingle que le había mantenido fuera de la portería del PSV y de la selección durante buena parte de la temporada. Pero Cruyff, Neeskens y el clan de los jugadores del Ajax no iban a ponérselo fácil. Nada fácil.

Así, el 23 de mayo de 1974, el seleccionador había concertado un partido amistoso contra el Hamburgo. Michels se reunió con van Beveren y le dijo que iba a ser titular en el partido, pero el meta, que no quería precipitarse con su lesión, le pidió jugar sólo media parte. El técnico se negó. O el portero jugaba el partido entero o se iba para casa inmediatamente. No había más que decir. Y Jan, que podía haberse tragado el orgullo y haberlo intentado, no lo hizo. Y ese mismo día tuvo que abandonar la concentración. Inmediatamente, Cruyff le dejó un recadito en los medios tachándolo de soberbio y de arrogante.

Mientras, en Ámsterdam, Jan Jongbloed disfrutaba de unas merecidas vacaciones tras una buena temporada en el FC Ámsterdam, heredero del mítico DWS. A sus 34 años las había visto de todos los colores y en ese instante sólo pensaba en descansar un poco, en trabajar en un estanco de su propiedad, en sacar un poco de tiempo para pescar, su otra gran pasión, en disfrutar del Mundial por la tele y en cargar pilas para la siguiente temporada, en la que su equipo disputaría la Copa de la UEFA tras un meritorio quinto puesto en el campeonato holandés.

Entonces sonó el teléfono.
Era Rinus Michels.
Jan Jongbloed se frotó los ojos y se pellizcó los brazos varias veces. No se podía creer.
La prensa neerlandesa, tampoco.

Porque Jongbloed era el portero de un equipo modesto, el DWS, y siempre había jugado allí desde que debutara en 1959 con apenas 19 años. Tres años después fue convocado con la selección holandesa por primera y única vez. Fue el 26 de septiembre de 1962 en un partido amistoso ante Dinamarca. Se sentó en el banquillo y Piet Lagarde, el cancerbero del DHC Delft, ocupó su sitio bajo los palos. En el minuto 85, con Dinamarca ganando por 3 goles a 1, Lagarde se rompió la clavícula y Jongbloed saltó al terreno de juego para debutar en la Oranje con cinco minutos de encuentro por delante. Aún le dio tiempo a recibir un gol. Después, el silencio. Doce años habían pasado desde entonces.

Sin embargo, el 26 de mayo de 1974 el meta Jan Jongbloed, a sus 34 años, redebutada con la Oranje ante Argentina en un amistoso que los tulipanes ganaron por un contundente 4 a 1. Jongbloed jugó más de líbero que de portero y tocó más balones con los pies y con la cabeza que con las manos. A Rinus Michels y a Johan Cruyff les encantó lo que vieron en ese partido y en los entrenamientos que vinieron después.

Así que a Jan Jongbloed, con la aquiesciencia de la estrella holandesa, lo volvió a llamar Michels para decirle que entraba directamente en la lista de 22 convocados para el Mundial junto al portero del Feyenoord Eddy Treijtel, campeón de liga, y el meta del Twente Schrijvers, segundo en liga y sustituto de Van Beveren en la fase de clasificación cuando se lesionó. Nadie en Holanda se lo podía creer. Hasta el punto de que la prensa criticaba que fuera al Mundial como tercer portero un “viejo” de 34 años. Un tercer portero que no había jugado en ninguno de los equipos grandes neerlandeses. Un tercer portero sin apenas pedigrí.

El caso es que los periodistas aún no lo sabían, ni Jongbloed probablemente tampoco, pero no iba a ser el tercer portero… ¡Iba a ser el guardameta titular de la Naranja Mecánica en la Copa del Mundo!

***

El 15 de junio de 1974 debuta Holanda en un Mundial 36 años después. Se enfrentan a Uruguay en Hannover. Saltan al césped y el que encabeza el equipo es Johan Cruyff, con el 14 a la espalda y la cinta de capitán. Es el único del equipo que ha podido elegir el número de su camiseta. El resto, llevan a la espalda el número que les ha correspondido por orden alfabético. Tras Cruyff, con una camiseta amarilla que duele a la vista, con el ocho en la espalda y sin guantes, salta Jongbloed al terreno de juego. Su misión: ser el líbero de la Naranja Mecánica y, si acaso, después, intentar que no le metan ningún gol.

Sus compañeros presionan arriba y van con todo, así que él tiene que jugar lejos de su portería, atento a los balones en largo de los uruguayos. El experimento sale a la perfección y los neerlandeses se imponen claramente por dos goles a cero, lanzando un mensaje claro al mundo: son los favoritos para ganar la Copa del Mundo. Pese a que se han dejado en casa al mejor portero holandés y han dejado en el banquillo a los otros dos mejores. Cruyff no tiene problemas. Felicita públicamente a Jongbloed y asegura que la toca con el pie mucho mejor que algunos futbolistas con los que ha jugado.

La Naranja Mecánica avanza con paso firme en el torneo. Empata sin goles ante Suecia y remata su clasificación a la segunda fase con una goleada ante Bulgaria (4-1) en la que Jongbloed encaja su primer gol en el torneo que, además, es un tanto en propia meta de Krol, el defensa del Ajax. No volverá a encajar ni uno más hasta la final, porque la segunda fase de los neerlandeses es sencillamente impresionante. Los de Michels vuelven a barrer a Argentina con dos goles de Cruyff (4-0), noquean a la sorprendente RDA (2-0) y se permiten el lujo de prácticamente bailar a Brasil en el partido que decide quién será el finalista del torneo (2-0). En la final espera Alemania Federal.

Los holandeses tardan apenas un minuto y medio en plantarse en el área alemana sin que ni un solo futbolista teutón haya tocado el balón y Cruyff es derribado. Penalti y gol de Neeskens. Parece que la final se va a convertir en un paseo militar de la Naranja Mecánica, pero Alemania se recompone y se acerca poco a poco a la meta de Jongbloed, que no vive tan lejos de su portería como en otros encuentros.

A los 25 minutos de encuentro, penalti para Alemania. Breitner lo lanza con la pierna derecha. Fuerte, raso, a la derecha de un Jongbloed que ni se tira. Sale un metro hacia delante mientras observa cómo la pelota se introduce en su portería.

A falta de dos minutos para el final de la primera mitad, los germanos vuelven a pisar el área holandesa. Müller se revuelve dentro del área y saca un remate raso, flojo, pero bien colocado a la cepa del poste derecho del meta neerlandés. De nuevo, Jongbloed no tiene tiempo de ir al suelo y acompaña con la mirada una pelota que besa las mallas y se convierte en el 2 a 1 para los anfitriones.

Es un ejercicio demagógico y de historia ficción elucubrar con la posibilidad de que Jan van Bareven hubiera detenido esos dos disparos, pero hay quien piensa que sí hubiera podido hacerlo. Hay quien piensa que Alemania tenía a Maier, un portero de primerísimo nivel que salvó a su equipo cuando lo necesitó en la final y Holanda tenía uno igual de bueno en casa, viendo el torneo por la televisión. También hay quien dice que la final la resolvió Gerd Müller, un delantero centro con un instinto goleador superlativo que resolvió en un momento de inspiración y Holanda tenía otro depredador del gol también en casa: el centrocampista del PSV Willy van der Klujlen, otro que no se calló y también fue borrado de la convocatoria.

***

Tras el Mundial, Rinus Michels dejó la selección y se quedó sólo a los mandos del FC Barcelona, mientras que los destinos de la Oranje los condujo Geortge Knobel. En un primer momento, y con la clasificación para la Eurocopa de 1976 en el horizonte, el nuevo seleccionador heredó los jugadores que habían disputado el Mundial de Alemania y Jongbloed siguió defendiendo los palos neerlandeses en los primeros partidos de la fase de clasificación. Mientras, Van Beveren ya había dicho públicamente que renunciaba a la selección, aunque pronto se desdijo de sus palabras y se puso a disposición del nuevo seleccionador.

Así las cosas, Jongbloed jugó ante Finlandia en Helsinki (1-3) y ante Italia en Rotterdam (3-1), pero para el encuentro ante los fineses en casa, Geortge Knobel volvió a convocar a Van Beveren y al goleador Van der Kuijlen, que se estaban saliendo en el PSV Eindhoven. Ambos fueron titulares y Van der Kuijlen hizo tres goles en una victoria holgadísima de los tulipanes (4-1). Era el 3 de septiembre de 1975 y parecía que los holandeses podían volver a convivir todos juntos en armonía, pero nada más lejos de la realidad.

Apenas una semana más tarde, Holanda tenía que visitar Polonia y los jugadores del PSV reclamaron un mayor protagonismo en las alineaciones atendiendo a los méritos deportivos. Van de Beveren pedía más minutos para los gemelos René y Willy Van de Kerkhof, que apenas jugaban, y a Van der Kuijlen, habida cuenta que habían ganado la liga pasando por encima del Ajax y del Feyenoord.

Para acabarlo de arreglar, Cruyff y Neeskens llegaron un día más tarde que sus compañeros a la concentración (venían de Barcelona) y el goleador Van der Kuijlen no tuvo pelos en la lengua cuando los vio aparecer en el entrenamiento: “¡Vaya, aquí llegan los reyes de España!”, dicen que exclamó ante el resto de convocados.

El caso es que la visita de Holanda a Polonia acabó en desastre, con una tremenda victoria polaca (4-1) en la que el meta Van Bereven no estuvo nada afortunado. Tampoco ninguno de sus compañeros, pero él no tuvo reparos en dar la cara ante los medios de comunicación: “No jugué bien y cometí errores”, confesó ante los periodistas.

Un mes más tarde era Polonia la que visitaba Ámsterdam y Holanda era un auténtico polvorín. Cruyff exigió a Van Beveren una disculpa que no obtuvo y el guardameta y el atacante abandonaron la concentración. Los hermanos Van de Kerkhoff sí se quedaron. Y volvió Jongbloed, aunque esta vez le tocó ver el partido desde el banquillo. Holanda venció por tres goles a cero al día siguiente y los culpables quedaron perfectamente identificados. Para el gran público, los dos jugadores del PSV eran poco menos que unos traidores.

Holanda se clasificó para la fase final de la Eurocopa tras derrotar a Bélgica en los cuartos de final a doble partido, pero cayó contra pronóstico contra Checoslovaquia en semifinales (3 a 1) y acabó tercera al vencer en la final de consolación a Yugoslavia (3-2). El portero titular de Holanda fue Schrijvers, del Ajax, escoltado por Jan Ruiter, el guardameta del Anderlecht belga.

***

El resultado en la Eurocopa le costó el puesto a Geortge Knobel al frente de la selección y entró en su lugar Jan Zwartkruis, hasta el momento segundo de Knobel y entrenador de porteros. El reto era clasificar a la Naranja Mecánica para el Mundial de Argentina 78 y lo cierto es que el técnico de Gelderland vivió una de las fases de clasificación más placenteras de la historia de la selección neerlandesa, ganando cinco de los seis partidos que disputó en un grupo bastante sencillo que compartía con Irlanda del Norte, Bélgica e Islandia.

En los partidos de clasificación volvió a la selección Jan van Beveren, aunque el ambiente siguió sin ser bueno y el mítico guardameta, que sería una pieza fundamental para el triunfo del PSV en la Liga Neerlandesa y en la obtención de la primera Copa de la UEFA de su historia, volvería a dejar la selección y renunciaría públicamente a disputar el Mundial de Argentina.

No sería el único. Tampoco fue Willen van Hanegem, en plena pelea con un compañero de equipo. Ni Johan Cruyff, que también renunció a disputar el Mundial por razones que nunca quedaron del todo aclaradas. Se dijo que no iba para protestar contra la Dictadura del general Videla en Argentina. Algunos apuntaron que no fue por desavenencias con Adidas, la marca que vestía a la selección holandesa. Otros que necesitaba un descanso después de muchos años a un nivel altísimo y a sus 31 años ya no se veía con fuerzas de conducir a su selección en el Mundial. Y, al final, parece ser que pesó mucho más un atraco a mano armada que sufrió en su propia casa de Barcelona con su mujer y sus hijos delante y que decidió no ausentarse de su familia por temor a un secuestro.

Tampoco estaría en el Mundial el seleccionador, Jan Zwartkruis, porque la Federación Neerlandesa había fichado al gren Ernst Happel, finalista de la Copa de Europa de ese año con el sorprendente Brujas, para que se hiciera cargo de una nueva reedición de la Naranja Mecánica.

Con estos mimbres, el técnico austríaco confeccionó una lista en la que volvía a entrar Jan Jongbloed de portero… ¡a los 38 años! Le acompañaban en la lista el sempiterno suplente Piet Schrijvers y Pim Doesburg, el portero del Sparta de Rotterdam. Schijvers, que había sido el titular durante prácticamente toda la fase de clasificación, vio de nuevo como Jongbloed saltaba al césped sin guantes, con su camiseta amarilla con el 8 a la espalda en el debut de Holanda en el Mundial 78 ante Irán (3-0). También lo hizo en el empate sin goles ante Perú y en la sorprendente derrota ante Escocia (2-3) que casi deja fuera de la segunda fase a la Naranja Mecánica.

Ernst Happel decidió entonces darle la oportunidad al guardameta del Ajax en la segunda fase y sentar a Jongbloed. Schijvers, por fin, iba a tener su oportunidad en un Mundial. Y respondió perfectamente en la clarísima victoria holandesa ante Austria (5-1) y en la “venganza” ante Alemania que acabó en empate a dos y dejaba a la Naranja Mecánica con pie y medio en su segunda final consecutiva de una Copa del Mundo. El último obstáculo era Italia.

Pero ante Italia sufrió Schijvers la cara negra del fútbol. A los 18 minutos de partido Italia trianguló y Benetti dejó a solo a Bettega ante la salida a la desesperada del guardameta neerlandés. Pero Ernie Brandts llegó por detrás, metió el pie y acabó marcando en su propia portería. Además, cayó encima de Schijvers, que se lesionó. Tres minutos después saltaba Jongbloed al terreno de juego. El mismo Brandts hizo el empate para Holanda a los cinco minutos de la segunda parte y Arie Hand daría la victoria a la Naranja Mecánica, que volvía a disputar la final de un Mundial de nuevo. Esta vez no estaría Cruyff. Pero bajo palos sí volvería a estar Jan Jongbloed.

Y Holanda, como cuatro años atrás, volvió a caer en la final ante la anfitriona. Y como cuatro años atrás, se discutió mucho sobre si Jongbloed pudo hacer algo más en los goles argentinos. En el primero de Kempes, sobre todo. Pero también en el segundo, que el Matador convirtió en la prórroga llevándose todos los rechaces. Y en el tercero, de Daniel Bertoni, en el que se empujaron él y Kempes antes de que el remate del número cuatro argentino se metiera en la portería de Jan Jongbloed para poner el 3 a 1 definitivo en el marcador y volver a dejar a Holanda a las puertas de la gloria.

***

Pese a las dos finales perdidas, la Naranja Mecánica pasó a la historia como uno de los mejores equipos de la historia y revolucionó el fútbol en la década de los 70 de la mano de Michels y Cruyff. Pero… ¿qué hubiera pasado si, además, hubieran contado con los futbolistas más críticos con Cruyff y su entorno? ¿Hubiera venido la gloria y la posteridad de una generación de futbolistas que cambió la historia del fútbol para siempre acompañadas de títulos? Nunca lo sabremos.

Lo que sí sabemos es que Jan Beveren, uno de los mejores porteros del mundo del momento, referente en el PSV Eindhoven, ganador de 3 Eredivisies, 2 Copas Neerlandesas y una Copa de la UEFA, apenas jugó 32 partidos con su selección y nunca disputó una fase final de un Mundial ni de una Eurocopa. De hecho, acabó sus días como profesional en la Liga Norteamericana, donde se quedó definitivamente a vivir, huyendo de su país natal.

A la historia pasaría Jan Jongbloed como el portero de la mítica Naranja Mecánica, un guardameta peculiar que jugaba mejor con los pies que con las manos, que redebutó en la selección a los 34 años y que vistió en 24 ocasiones la zamarra neerlandesa, 12 de ellas en la fase final de una Copa del Mundo, incluyendo dos finales. Jongbloed ya no volvió a la selección tras la final del Monumental, pero seguiría jugando en la Liga Neerlandesa hasta su retirada en 1986, cuando sufrió un ataque al corazón en un partido con 48 años ya cumplidos. A día de hoy, con 707 partidos disputados, es el jugador con más encuentros a sus espaldas de la historia de la Eredivisie.

Así es la vida. Así es el fútbol. Caprichosos ambos.