"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

jueves, 21 de noviembre de 2024

Andrés Iniesta le da a España la primera Copa del Mundo de su historia (3). Un pozo oscuro y profundo

En la parte final de ese verano de 2009, tras una temporada perfecta en la que Andrés Iniesta conquista Europa y España con el FC Barcelona, cuando el futbolista aún se recuperaba de la lesión que casi le impide participar en la final de Champions y que empezaba a tenerlo muy preocupado, se produjo una fatídica tragedia.

Dani Jarque, capitán del Espanyol y amigo íntimo de Andrés desde que coincidieran en las categorías inferiores de la selección española, moría por un repentino ataque al corazón en la habitación de un hotel de Florencia donde el equipo catalán se alojaba para disputar un encuentro de pretemporada ante el Bologna.

Cuando Andrés supo de la noticia, no se lo podía creer.
Y se desmoronó totalmente…
Aunque hizo todo lo posible porque sus compañeros ni lo supieran ni lo sospecharan.

Porque tras la muerte de Dani Jarque, Iniesta sufrió una terrible depresión de la que sólo fueron totalmente conscientes sus más allegados. Su pareja, sus padres y algún amigo íntimo. Muy pocas personas más. Ni siquiera sus compañeros de equipo. Ni su entrenador, que sólo se enteró de la magnitud de la enfermedad por una llamada José Antonio, el padre de Andrés, al hermano de Pep Guardiola en los momentos más críticos para su hijo, cuando parecía que el chico no encontraba el camino de salida de ese oscuro túnel en el que andaba metido.

Cuando ni siquiera sabía qué le pasaba. Cuando bajó una noche a la habitación de sus padres y le pidió a María, su madre, si podía dormir allí con ellos. A ambos se les cayó el mundo encima al constatar que su hijo no estaba bien. “¿Qué pasa?”, le dijo su padre. “No lo sé, papá. No me siento bien”. Y sus padres pensaron que si había llegado el momento de dejar de jugar a fútbol, que lo hiciera, porque lo más importante era el chaval y su salud. Y fue entonces cuando dieron la voz de alarma.

El propio Andrés Iniesta lo explicó a la perfección años más tarde en los medios de comunicación, con la intención de visibilizar socialmente las enfermedades mentales. 

“Quería jugar la final de la Champions y tenía que ser titular. Me dejé la vida para jugarla, la jugué lesionado y el peaje que pagué fue muy duro. Se juntó que yo no salía con la muerte de Dani Jarque. Fue un cúmulo de cosas que me hizo entrar en un pozo sin salida. Me sentía vacío por dentro. Sé que es difícil de entender cuando lo tienes todo (casi todo material), pero me sentí muy mal. Fue un periodo muy difícil, pero gracias a los especialistas pude salir adelante”.

Más claro, agua. 
Pero, por si acaso, vamos a intentar relatarlo paso a paso.

***

La temporada empezó con Iniesta aún entre algodones, sin haber hecho la pretemporada porque arrastraba la maldita lesión con la que se había empeñado en disputar la final de la Champions ante el Manchester United. Así que Andrés no participó de los dos primeros títulos blaugrana que les encaminaban al cacareado Sextete: la Supercopa de España ante el Athletic Club (2-1) y la Supercopa de Europa ante el Shakhtar Donestk (1-0).

De hecho, a Andrés le costó un mundo entrar en el equipo titular a causa de lesiones frecuentes que no acababan de sanar del todo. Aunque, en realidad, los problemas físicos se superponían (o los provocaban, nunca se sabe) los problemas mentales que el futbolista trataba de mantener en secreto.

El mismo Iniesta comentaría años más tarde cómo se sentía en aquellos días. “No tenía esa alegría o energía que tiene que ser la vida. Te empiezas a encontrar mal, te hacen pruebas y estás bien, pero tú dices que algo no funciona. Te vas metiendo en tu cuerpo y en tu mente y todo lo ves negro, Yo sólo deseaba que llegase la noche para tomarme mi pastilla y descansar. Ése era el momento de más placer”.

Y mientras Andrés capeaba el temporal como podía, el Barcelona se jugaba el título de Liga jornada a jornada con el Real Madrid de Pellegrini, reforzado tras la vuelta a la presidencia de Florentino Pérez con los fichajes galácticos de Cristiano Ronaldo, Kaká, un joven Karin Benzemá y Xabi Alonso. Pero a Iniesta le pesaba más su estado físico y mental.

Volvió a lesionarse en plena semifinal del Mundial de Clubes, que se celebró en diciembre de 2009 y que supuso el sexto título del FC Barcelona en un año natural al imponerse en la prórroga al Estudiantes de la Plata de Sabella (2-1). Iniesta no participó en esa conquista.

Se recuperó físicamente de cara al nuevo año, pero mentalmente todavía no. Guardiola, que entonces ya tenía más información específica de su depresión, le propuso que se marcharse de los entrenamientos en el momento en el que no se sintiera cómodo y los compañeros veían sorprendidos cómo Andrés se marchaba de las prácticas a los veinte minutos. Para él, hasta el fútbol, o sobre todo el fútbol, había dejado de tener sentido.

Aún así, entró en la dinámica del equipo, pero en casi la totalidad de la veintena de partidos que disputó durante la temporada partió desde el banquillo, sumando bastantes menos minutos que la campaña anterior.

Se puso Iniesta en manos de Inma Puig, la reputada psicóloga del club, y de los psiquiatras Navarro y Bruguera, quienes empezaron a trabajar con él para poder ayudarle a superar una depresión que quizá su entorno no acababa de entender, pero que ellos tenían claramente identificada, tipificada y estudiada.

Y es que es difícil pensar que un futbolista joven, famoso y con la vida resuelta pueda pasar por un calvario así cuando está en su mejor momento y con apenas 25 años tiene todos los ingredientes necesarios en la vida para ser feliz: hace lo que le apasiona, lo hace realmente muy bien y, además, la gente lo valora y disfruta y comparte sus éxitos. Pero la mente humana es extremadamente compleja. Y, a veces, le resulta más difícil gestionar el éxito que los fracasos.

Y mientras Andrés se ponía en manos de los profesionales para salir del pozo, la vida continuaba. Y el fútbol, también…

***

El Barça seguía por delante del Madrid en la Liga, aunque los blancos acechaban a los culés. En la Copa del Rey, los de Guardiola cayeron en enero, en octavos de final, en una ajustada eliminatoria ante un gran Sevilla que, al final, levantaría el título. Iniesta jugó entero el partido de ida, que el Barcelona perdió en su campo por 1 gol a 2, y también el de vuelta, que ganaron los culés con un tanto de Xavi que fue insuficiente para darle la vuelta a la eliminatoria.

En ese mes de enero parecía que el regreso definitivo del mejor Andrés Iniesta estaba casi consumado, pero no. El mago de Fuentealbilla volvió a lesionarse. Fue a principios de marzo. Le diagnosticaron una pequeña rotura en el bíceps femoral de la pierna derecha. No parecía grave. Descansó diez días, pero al volver a los entrenamientos, se rompió del todo ese maldito bíceps femoral. Andrés salió del entrenamiento llorando desconsolado.

Y es que estábamos ya a mediados de abril de 2010 y Andrés estaría 33 días en el dique seco. Sin correr ni tocar el balón. Sin ejercitarse. Se perdería, segurísimo, la parte más importante de la temporada con el FC Barcelona, con las semifinales de la Liga de Campeones contra el Inter de Milán de Mourinho en el horizonte. Y, sobre todo, peligraba el Mundial de Sudáfrica, al que podría llegar, aunque sin ritmo y con la posibilidad de no estar recuperado del todo y caer definitivamente.

Los medios de comunicación ya hablaban de un “nuevo hombre de cristal” y lo comparaban con futbolistas como Robert Prosinecky o Arjen Robben. Un genio de cristal, decían. Obviando la parte más importante de su calvario. Esa que no conocían y que ni siquiera intuían. Su enfermedad mental. Su lucha diaria contra la depresión.

Pero Vicente Del Bosque, el seleccionador español, se puso en contacto con él y le aseguró que tenía un sitio reservado en la lista. Que lo esperaba como agua de mayo. Y Andrés fue poco a poco recuperándose. Trabajando la parte física y también la mental. Intentando salir de un túnel oscuro que parecía no tener fin.

El FC Barcelona, sin Andrés Iniesta, aguantó la presión del Real Madrid en la liga y consiguió levantar el título a final de temporada, pero cayó en las semifinales de la Champions ante el Inter. En el Giuseppe Meazza cayeron los blaugrana por 3 a 1 en un mal partido y la vuelta en el Camp Nou se le puso muy cuesta arriba a los pupilos de Pep. Con Eto’o de lateral izquierdo, el Inter de Mou aguantó el acoso culé y se clasificó para la final del Santiago Bernabéu tras caer por un gol a cero en Barcelona. Después, la ganaría…

***

Andrés entró finalmente en la lista de convocados de Vicente Del Bosque para el Mundial de Sudáfrica, tras los 33 días que estuvo en el dique seco. 

Se incorporó a los entrenamientos de la selección española y partió a Innsbruck (Austria) con el grupo para disputar dos amistosos de preparación. Allí se reencontró con su físico y con su confianza y disputó 60 minutos en la victoria de España ante Arabia Saudí (3-2) y otros sesenta ante Corea del Sur (1-0).

Parecía que la recuperación total del centrocampista era un hecho, pero cuando España se enfrentó a Polonia en Sevilla en el último encuentro de preparación antes de partir hacia Sudáfrica, todas las alarmas volvieron a encenderse. Iniesta jugó de titular nuevamente, pero, a los cuarenta minutos, se dirigió al banquillo español pidiendo el cambio. 

A la conclusión del choque, el parte médico decía: “Iniesta sufre un edema en el músculo semimembranoso del muslo derecho. Es una lesión leve en la que no se aprecia rotura. El tiempo de recuperación es indeterminado y, por tanto, el jugador no queda descartado para participar en el primer partido del Campeonato del Mundo en Sudáfrica”.

Era 8 de junio. Sólo faltaban 8 días para el debut de España en el Mundial. Y todos los fantasmas regresaban a la cabeza de Andrés Iniesta. Pero el mago manchego se subió al avión y formó parte de la expedición rumbo a Potchefstroom, al norte de Sudáfrica, el lugar de concentración escogido por la Federación Española de Fútbol.

Ahora sólo faltaba cruzar los dedos y esperar que esa maldita lesión que le había roto toda la temporada no le echara por tierra también el Mundial.

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