"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

miércoles, 26 de octubre de 2022

Los desastres mundialistas de España

"Jugamos como nunca y perdimos como siempre"
Alfredo Di Stéfano

El 11 de julio de 2010, Iker Casillas alzó al cielo de Johannesburgo la primera Copa del Mundo para España. Ese día, en ese justo instante, acabó la maldición de la selección española en los Mundiales mientras se acrecentaba la de Holanda. Una relación con la Copa del Mundo que había ido siempre de desastre en desastre, de decepción en decepción, de debacle mayor a debacle menor, pero debacle al fin y al cabo, en un país donde el fútbol es una religión y donde los equipos de sus clubes han sido capaces casi siempre de dejar el pabellón altísimo, aunque durante décadas, su selección no estuviera casi nunca a la altura en las mejores competiciones internacionales.

La Furia Española, que era el apelativo con el que se conocía a la selección que ahora algunos han rebautizado como La Roja, lo más cerca que había estado de la gloria fue en Brasil 50, cuando quedó cuarta en un torneo en el que contaba con los goleadores Zarra, Basora e Igoa, el portero Ramallets y el gran centrocampista Puchades. La memorable victoria ante Inglaterra en la primera fase de la Copa del Mundo (1-0) se convirtió en una imagen icónica para fútbol hispano. 

Un gran resultado un poco ensombrecido después por una fase final donde los jugadores entrenados por Guillermo Eizaguirre no fueron capaces de ganar ningún partido tras empatar ante Uruguay (2-2) y caer frente a Brasil (1-6) y Suecia (1-3). Sea como sea, el resultado fue magnífico y, cómo no, ya los aficionados y la prensa deportiva del momento esperaban con ansia el siguiente torneo para demostrar al mundo que España era una de las candidatas a ganarlo. Pero, desde entonces, agua. Tocado y hundido. Cerrado por derribo. Porque los ibéricos no conseguirían superar la primera fase de un Mundial hasta… ¡¡1982!! Nada más y nada menos que 32 años después del cuarto puesto obtenido en Brasil. Pero vayamos paso a paso.

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Los dos primeros batacazos llegaron enseguida y fueron sonados, porque España no logró clasificarse para el Mundial de Suiza 54 ni para el de Suecia 58, pese a contar en el equipo con el nacionalizado Ladislao Kubala primero y con Alfredo Di Stéfano después.

De hecho, la fase de clasificación de los españoles para la Copa del Mundo de 1954 fue un auténtico esperpento. España había de jugar una única eliminatoria ante Turquía a ida a vuelta para dirimir quién estaría en Suiza. Kubala no fue de la partida ante los otomanos en Madrid el 6 de enero de 1954 por temor a que las altas esferas se posicionaran en contra de la presencia del magiar con los ibéricos, pese a que se había nacionalizado en 1951 considerándose un refugiado político. El caso es que la Furia ganó bien, 4 a 1, y encarriló su pase. Sólo tenía que empatar en Turquía (en aquella época el valor doble de los goles fuera de casa no existía). Pero la visita a Estambul se saldó con un sorprendente 1 a 0 a favor de los turcos que obligó a jugar un partido de desempate en Roma tres días más tarde.

Para la cita a vida o muerte en la capital italiana, la Federación Española de Fútbol decidió que Kubala sí que iba a jugar. Pero se cuenta que, ya en el vestuario, cambiados para jugar, llegó un telegrama de la FIFA prohibiendo la inclusión de Kubala en el once. El caso es que el magiar dejó su sitio a Pasieguito y empezó el partido. Un partido que supuso una decepción para la expedición ibérica y para todos sus aficionados, porque el choque acabó en empate a dos y la clasificación para el Mundial se dirimió en un sorteo. Un bambino llamó Franco Gemma fue la mano inocente. Se metieron dos papelillos en un trofeo, uno con el nombre de España y otro con el de Turquía, y Gemma sacó el que ponía Turquía. Adiós a Suiza 1954.

Para la siguiente cita mundialista ya podía contar España con Di Stéfano, la Saeta Rubia, que se había nacionalizado. Con Ramallets aún bajo palos y una delantera formada por Di Stéfano, Kubala, Suárez, Gento y Miguel, la Furia no fue capaz de clasificarse para el Mundial de Suecia en 1958, la Copa del Mundo que acabaría llevándose la Brasil de Pelé, Garrincha, Altafini, Didí, Zagallo o Vavá. La Copa en la que Just Fontaine anotó goles de todos los colores para dejar en trece el listón de tantos anotados en una sola edición de un Mundial. La Copa en la que Argentina se dio cuenta de que sus futbolistas quizá no eran tan buenos como creían.

Para llegar a esa Copa del Mundo de 1958, los españoles se jugaban las habichuelas de la clasificación en un grupo con Suiza y Escocia. Se intuía que el rival a batir serían los escoceses, pero España empezó empatando en casa con los helvéticos. Primer tiro al pie. El segundo llegó en Escocia, donde los ibéricos cayeron por 4 a 2 ante la Tartan Army.

Después, España venció con claridad y comodidad a Escocia (4-1) en Madrid y a Suiza en Berna (1-4), pero los escoceses no fallaron y vencieron con sufrimiento sus dos encuentros ante los helvéticos (1 a 2 en Berna y 3 a 2 en Glasgow). Así que la Tartan Army acompañaría a sus vecinos de Irlanda del Norte, a Gales y a Inglaterra para hacer un pleno británico por primera vez en una Copa del Mundo. España, con su selección de campanillas, lo vería por la televisión, que también sería la primera vez en la historia que se retransmitía una Copa del Mundo.

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Sí logró España su pasaporte para el Mundial de Chile en 1962, pero la Furia no pudo pasar de la primera fase tras caer en un grupo con Checoslovaquia, México y Brasil. Los checoslovacos dieron un baño de realidad a España y un gol de Stibranyi a falta de 10 minutos para el final le dio la victoria a los centroeuropeos (0-1). El triunfo ante México con gol de Peiró en el último minuto del segundo partido (1-0) concedió a los españoles una mínima opción de pasar a la siguiente ronda, pero para ello habían de ganar a Brasil, la actual campeona del mundo. Y no fue posible. Adelardo adelantó a España en la primera mitad, pero Amarildo, el sustituto del lesionado Pelé, se encargó de frustrar las esperanzas de la Furia con dos goles en la recta final del choque.

Ambas selecciones, Checoslovaquia y Brasil, se verían las caras de nuevo en la final del torneo más duro y violento de la historia que se acabó llevando la canarinha de Garrincha. Craso consuelo para España, cuyo papel en la Copa del Mundo fue discretísimo. La lesión de última hora de Di Stéfano que le impidió debutar en un Mundial no podía considerarse una excusa válida para un equipo formado por jugadores de la talla de Luis Suárez, Eulogio Martínez, Santamaría, Puskas, Gento o Peiró.

En Inglaterra 66, la selección entrenada por José Villalonga y capitaneada por Luis Suárez acudió al Mundial como campeona de Europa, tras los goles de Pereda y Marcelino ante la Unión Soviética en el Bernabéu (2-1) el 21 de junio de 1964. Pero la campeona no hizo honor a su título y volvió a caer en primera ronda.

Perdió España en su debut ante Argentina por 2 goles a 1. Consiguió después, con mucho sufrimiento, remontar el tanto suizo para ganar por 2 a 1 el segundo partido y tener una posibilidad en la última jornada ante Alemania, pero tampoco pudo ser ésta vez. El centrocampista del FC Barcelona Fusté adelantó a España a los 23 minutos, pero Emmerich empató el partido poco antes del descanso. En la segunda parte los españoles necesitaban un gol que no llegaba y, finalmente, fue Uwe Seeler quien anotó el 2 a 1 definitivo para los germanos a falta de seis minutos para la conclusión del partido.

Por segundo torneo consecutivo, España volvía a casa a las primeras de cambio. Alemania llegaría a la final y la perdería ante Inglaterra en una de las prórrogas más polémicas de la historia de la Copa del Mundo.

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Así que, para España, la suma desde 1950 hasta 1966 no era muy halagüeña: dos Mundiales sin asistencia y otros dos Mundiales más a casa en primera ronda. Así que, siguiendo la progresión de la serie, ahora tocarían… Sumad, sumad… ¡Exacto! Dos Copas del Mundo más sin presencia española. Ni para el Mundial de México 70 ni para el de Alemania 74 pudieron clasificarse los españoles, que hubieron de esperar 12 años, hasta Argentina 78, para regresar a la fase final de una Copa del Mundo.

La fase de clasificación para el Mundial de México 70 fue un drama para los españoles. El seleccionador Villalonga había dimitido tras el Mundial de Inglaterra y fue Domingo Balmanya quien tomó las riendas de la Furia, pero también hubo de abandonar el puesto tras no clasificarse para la fase final de la Eurocopa de 1968 disputada en Italia. El equipo cayó entonces en manos de Eduardo Toba, el doctor Toba, extrenador del Deportivo de la Coruña y del Oviedo que entonces tenía entre manos la dirección de la selección española juvenil.

España cayó en un grupo con Yugoslavia, Bélgica y Finlandia con tan sólo un billete disponible para tierras aztecas. Los favoritos eran los balcánicos y los españoles, con los belgas un escalón por debajo y los fineses como cenicientas del grupo. Como casi siempre, la realidad se encargaría de matizar estas impresiones iniciales. Sobre todo cuando Bélgica ganó sin grandes aspavientos sus dos compromisos ante Finlandia y luego se impuso por tres goles a cero a Yugoslavia en Bruselas. Un primer aviso a navegantes.

España debutó sacando un valioso empate sin goles de Belgrado, pero el optimismo se disipó en los dos siguientes encuentros, cuando la Furia fue incapaz de pasar del empate a uno ante la sorprendente Bélgica en Madrid y cayó en Lieja por 2 tantos a 1, dejándose media clasificación allí. Por entonces, a los del doctor Toba ya les habían apodado el equipo del miedo por la tendencia del seleccionador a jugar a la defensiva.

Ya contra las cuerdas, España despidió a Toba y puso en su lugar a un triunvirato de entrenadores formado por Luis Molowny, Miguel Muñoz y Salvador Artigas y el equipo pareció reaccionar con una victoria en casa ante Yugoslavia que volvía a meterlo en la pelea por la clasificación. Sin embargo, un partido horroroso en Finlandia ante la cenicienta del grupo acabó de finiquitar las esperanzas españolas de clasificación. Los fineses vencieron por dos goles a cero en lo que la prensa hispana llamó “la humillación de Helsinki” y le dieron el pase a Bélgica al Mundial a falta de una última jornada que ya no serviría para nada. Bueno, sí, para que el trío de entrenadores saliera por la puerta de atrás y a España la cogiera Kubala.

Camino al Mundial de Alemania 74, España volvió a coincidir con Yugoslavia. Además, estaba Grecia, quien, en principio, sería una especie de sparring para las dos favoritas. Esta vez sí se cumplieron los pronósticos. Los de Kubala empataron a dos ante los yugoslavos en el Insular de Las Palmas y vencieron a los griegos en Atenas (2-3) y en Málaga (3-1). Yugoslavia también se impuso a los helenos en los dos encuentros y el choque entre eslavos y españoles en Zagreb lo decidiría todo. El partido fue muy tenso y acabó sin goles, por lo que ambos contendientes se habrían de ver las caras en Frankfurt en un partido de desempate que decidiría qué selección estaría finalmente en Alemania 74.

El encuentro se disputó el 23 de febrero de 1974 y Ladislao Kubala concentró a 22 hombres seis días antes en Madrid para preparar a conciencia la cita. De los 22, sólo 16 podían viajar a Frankfurt, y Kubala se dejó en Madrid al madridista Pirri y a Txetxu Rojo, del Athletic Club de Bilbao, lo cual fue muy criticado por la prensa. El caso es que los echaron de menos, porque en el Waldstadion de Frankfurt los yugoslavos se adelantaron a los 13 minutos con un tanto de Katalinski y después lo defendieron con uñas y dientes para dejar de nuevo a la Furia sin Copa del Mundo.

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El regreso de España a los Mundiales se produjo en Argentina 78, con Kubala aún al frente de la selección y con la satisfacción de derrotar por fin a Yugoslavia en la fase de clasificación. Y es que la Furia volvía a medirse a los balcánicos de nuevo y esta vez era Rumanía la que completaba el grupo. España debutó en Madrid con una victoria por la mínima ante Yugoslavia (1-0), pero cayó en la visita a tierras rumanas (1-0) y también lo hizo Yugoslavia, por lo que Rumanía pasaba a ser el rival a batir en el grupo. Los de Kubala vencieron a los rumanos en Madrid por dos goles a cero, mientras que los yugoslavos también les derrotaban en Bucarest por 4 a 6.

Así las cosas, España visitaría Belgrado en la última jornada con los mismos puntos que Rumanía y dos más que Yugoslavia, por lo que bastaría una derrota por la mínima para estar en Argentina. El partido pasó a la historia como “la Batalla de Belgrado”. Y se lo llevó España después de resistir el asedio yugoslavo y responder definitivamente con una jugada excepcional del bético Cardeñosa que remató con la espinilla Rubén Cano para hacer el cero a uno que sellaba la clasificación de España para un Mundial 12 años después. Minutos más tarde llegaría el cambio de Juanito, los abucheos, su gesto al público con el pulgar hacia abajo y el botellazo que lo deja inconsciente tendido sobre el césped de Belgrado. Unos incidentes lamentables que cerraron la Batalla de Belgrado.

Pero tras la gesta en la clasificación, España volvió a ser fiel a su cita con la decepción en la Copa del Mundo. Esta vez, el desastre en el debut que condicionaría su clasificación sobrevino ante Austria. Schachner adelantó a los danubianos muy pronto, pero Dani empató para España para dejar las espadas en todo lo alto. Sin embargo, los austríacos se mostraron muy superiores durante todo el encuentro y en la segunda mitad encontraron el premio a su apuesta con un gol de Krankl (2-1) que condenaba a España a vencer a Brasil para tener opciones de pasar a la segunda fase. Los brasileños habían empatado a uno ante Suecia en el otro partido del grupo y tenían un poco más de margen.

El partido ante la canarinha fue soporífero y acabó en empate a cero, aunque España pudo ganar con lo que ha pasado a la historia como el “gol de Cardeñosa” que, evidentemente, nunca fue gol. Centró al área un jugador español, directo a la cabeza de Santillana que se elevó por encima del meta Leao, que había salido a capturar la pelota y se quedó con el molde. El balón de Santillana quedó botando en el punto de penalti, donde apareció Cardeñosa totalmente solo, con la portería guarnecida únicamente por un tembloroso defensa que se había quedado bajo palos. El bético controló la pelota y sacó un disparo raso, flojo, insulso, que despejó el defensa ante el estupor general. Cero a cero y a esperar un milagro que no llegó. Porque España le ganó a Suecia en el último partido del grupo, pero no bastó. Brasil venció a Austria (1-0) y ambos pasarían a la siguiente fase, mientras que suecos y españoles tenían que volver a casa, pese a que los de Kubala se despidieron del torneo venciendo a los nórdicos con un tanto de Asensi que no sirvió para nada.

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Pero si hay un fracaso marcado a fuego en el imaginario colectivo español, es, sin duda, el del Mundial 82, donde España ejerció como anfitriona. Tras dos ediciones consecutivas en las que los anfitriones acabaron alzándose con la Copa del Mundo (Alemania en 1974 y Argentina en 1978), España tenía que ser fiel a su costumbre de romper moldes. Aunque encuadrada en un grupo aparentemente sencillo junto a Honduras, Yugoslavia e Irlanda del Norte, y arropada por su público en Valencia, nada hacía presagiar el hundimiento de la Furia. Pero la realidad casi siempre supera a la ficción.

El debut ante Honduras el 16 de junio de 1982 fue un auténtico despropósito. España estaba hecha un manojo de nervios y los hondureños, que jugaban el primer Mundial de la historia de su selección, sacaron tajada enseguida. A los siete minutos de juego Zelaya dejaba helados a los aficionados presentes en Mestalla con el tanto hondureño y la Furia no encontró el camino para hacer sufrir a la Bicolor. Un penalti más que riguroso cometido sobre Saura a los veinte minutos de la segunda parte lo convirtió en gol López Ufarte para salvar un punto ante uno de los rivales, presumiblemente, más asequibles del grupo.

El segundo partido ante Yugoslavia era una auténtica final para los pupilos de Santamaría. Y comenzó exactamente igual que el que jugaron ante Honduras. A los diez minutos, Gudelj adelantó a los balcánicos, aunque el árbitro pronto acudiría en auxilio de los anfitriones pitando penalti en una falta cometida al menos medio metro fuera del área. Para acabarlo de arreglar, López Ufarte falló el penalti y el colegiado mandó repetirlo por invasión de área. Increíble, pero cierto. Y, ahora sí, a la segunda, Juanito empató el partido. Pero a España no le bastaba el empate y en el segundo tiempo Saura consiguió el gol de una victoria que parecía balsámica ante un enfervorizado público que llenó Mestalla para aplaudir el primer triunfo de los suyos en el torneo.

El desastre vino cuando menos se esperaba, ante una selección que ya se veía de regreso a casa tras empatar sin goles ante Yugoslavia y a un tanto ante Honduras. Los futbolistas de Irlanda del Norte aprovechaban el calor valenciano para darse unos chapuzones en la piscina del hotel acompañados de unas grandes, buenas, espumosas y refrescantes cervezas. Como los balcánicos habían vencido a los centroamericanos por un gol a cero, los norirlandeses necesitaban una improbable victoria ante los anfitriones para seguir adelante. Y Gerry Armstrong, para sorpresa de todos, hizo posible el milagro con un gol a los dos minutos del segundo tiempo que España no fue capaz de igualar.

Los de Vilallonga se clasificaron por delante de Yugoslavia, pero le tocaba en suerte un grupo titánico de cuartos de final, en el que habría de enfrentarse a Alemania Federal e Inglaterra. Los sorprendentes norirlandeses acabaron líderes de grupo y se disputarían una plaza en semifinales ante Francia y Austria. Demasiado. Los franceses fueron los que siguieron adelante, mientras que en el grupo de España fue Alemania la que se clasificó tras empatar sin goles ante Inglaterra y derrotar a una decepcionante anfitriona por dos goles a uno. La aventura de España en su Mundial había acabado convirtiéndose en una película de terror que se llevó por delante al seleccionador y a muchos de los futbolistas.

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En México 86, el conjunto entrenado por Miguel Muñoz (y ya totalmente renovado) llegaba con la vitola de ser subcampeón de Europa en 1984, aunque la fase de clasificación no fue ni mucho menos plácida, compitiendo contra Gales y la Escocia del mítico Stein, que fue la que acompañó a los ibéricos a tierras aztecas.

Los españoles, por segunda vez desde 1950, superaron la primera fase tras caer ante Brasil en un partido muy polémico (1-0) y derrotar a Irlanda del Norte (2-1) y a Argelia (3-0) para clasificarse como segundos de grupo. En octavos de final se agigantó la figura del Buitre, que anotó cuatro goles en la espectacular victoria ante la Dinamita Roja danesa (5-1) para darle una grandísima alegría a una afición que había caminado durante muchos años por el desierto futbolístico.

Pero el vértigo de los cuartos de final atrapó a los de Miguel Muñoz ante Bélgica, cuando ya se atisbaba en el horizonte un enfrentamiento en semifinales con la Argentina de Maradona y Bilardo. Ceulemans puso a España contra las cuerdas con su gol y Señor acudió al rescate para empatar el partido y forzar una prórroga en la que el marcador no se movería. En los penaltis, Jean Marie Paff detuvo el lanzamiento de Eloy Olaya para meter a los belgas en semifinales por primera vez en su historia. El sueño azteca se esfumó para España, aunque el torneo dejó un gran sabor de boca en los aficionados españoles, que volvieron a ilusionarse de nuevo con su selección.

En Italia 90, con la Quinta del Buitre en su máximo apogeo y con una figura tan relevante como Luis Suárez a los mandos, España volvió a decepcionar a los suyos. El debut ante Uruguay fue bochornoso, en un encuentro que la Garra Charrúa dominó por completo. Incluso tuvo Rubén Sosa la ocasión de hacer mucho más daño a España, pero lanzó al limbo un penalti que hubiera dado la victoria a los sudamericanos. Visto lo visto, el cero a cero final fue una gran noticia para España, aunque los periódicos se cebaron con los de Suárez y, especialmente, con Míchel, a quien describieron como un abuelo con 26 años. Pero como esto es fútbol y el fútbol siempre da revancha, Míchel contestó a sus críticos haciendo los tres goles que le dieron la victoria a España ante Corea del Sur (3-1) y los de Suárez acabaron líderes de grupo tras vencer a Bélgica por dos a cero en el partido que cerraba la primera fase.

Pero como ya se ha escrito, esto es fútbol. Y el fútbol quiso que en el partido de octavos de final ante Yugoslavia Míchel volviera a ser protagonista. Stojkovic adelantó a los balcánicos a falta de doce minutos para el final en lo que parecía la estocada definitiva para la Furia, pero Salinas empató a falta de siete minutos para mandar el partido a la prórroga. Y al poco de empezar el tiempo extra, en una falta en la frontal del área, Míchel se agachó en la barrera y por ahí pasó el balón de Stojkovic que batió a Zubizarreta y envió a España a casa en octavos.

En Estados Unidos 94, la España de Clemente hizo un torneo extraordinario y volvió a llegar de nuevo a los cuartos de final, pero volvió a tropezar con lo que empezaba a ser su ronda maldita en un partido inolvidable contra la Italia de los Baggio. Con uno a uno en el luminoso, Salinas falló delante del portero y apenas unos minutos después Roberto Baggio hizo el 2 a 1 que dejaba a los españoles con la miel en los labios, aunque el codazo de Tassotti a Luis Enrique pudo haber cambiado el sino de esa selección. Pero el árbitro no lo vio y los cuartos devolvieron a España a la realidad. En la tierra de las oportunidades España volvió a dejar pasar la suya.

Aunque nada comparable al fiasco de los de Clemente en el Mundial de Francia 98, donde, como casi siempre, los aficionados españoles tenían depositadas muchísimas esperanzas. De hecho, Clemente había confeccionado un auténtico equipazo: duro, rocoso, sólido en defensa, pero con mucho talento de tres cuartos de campo hacia arriba. Sin embargo, España se topó a las primeras de cambio con dos errores garrafales de Zubizarreta ante la Nigeria de Bora Milutinovic que costaron la derrota en la primera jornada (3-2), pusieron cuesta arriba la clasificación para los octavos de final y que hizo retroceder a la Furia a los tiempos en los que el partido de debut les condenaba a volver a casa en la primera fase. Y así pasó.

Porque los de Clemente fueron incapaces de batir a la Paraguay de Chilavert, Gamarra y Ayala y el cero a cero prácticamente les condenaba a hacer las maletas. España cerró su participación en el Mundial con una victoria escandalosa ante Bulgaria (6-0), pero, efectivamente, tuvo que hacer las maletas. Porque en el otro encuentro del grupo Paraguay se impuso a una Nigeria que ya no se jugaba nada y africanos y sudamericanos siguieron adelante, mientras que Clemente apuraba sus últimos momentos como seleccionador y España comenzaba una nueva era.

El Mundial de 2002, el de Corea y Japón, ya con José Antonio Camacho en el banquillo, parecía que España iba a espantar definitivamente todos sus viejos fantasmas al llegar al cruce de cuartos ante un rival aparentemente asequible y, a partir de ahí, soñar. Porque España había despachado su grupo de la primera fase con una solvencia inusitada, venciendo a todos sus rivales para acabar como primera de grupo. Venció 3 a 1 en el debut a Eslovenia, se vengó de Paraguay tras derrotarla también por 3 a 1 y se impuso a Sudáfrica por 3 a 2 en el último encuentro.

Los octavos de final no fueron tan plácidos y España sufrió muchísimo para pasar de ronda ante la sorprendente República de Irlanda de un jovencísimo Roobbie Keane que fue una tortura para la defensa española durante todo el choque. La eliminatoria se fue a los penaltis tras el uno a uno con el que acabó el partido y la prórroga y ahí la fortuna sonrió a los de Camacho, que vencieron por tres a dos.

En cuartos de final, el rival era Corea del Sur. La anfitriona, sí. La selección entrenada por Hiddink, también. Los que habían dejado en la cuneta a Portugal en la primera fase y a Italia en la segunda, sí. Pero que España firmaba jugar ese encuentro ante los surcoreanos en vez de hacerlo ante Italia, también. Al menos hasta que apareció el egipcio Gamal Elghandour y sus jueces de línea para teñir a España de indignación, de rabia y de estupor. El partido y la prórroga acabaron sin goles (aunque España hizo dos que fueron anulados por el colegiado) y los penaltis, esta vez, no sonrieron a los españoles. Corea del Sur se vería las caras con Alemania en las semifinales de su torneo mientras España volvía de nuevo a casa en los cuartos de final. Con una increíble sensación de estafa, sí, pero otra vez a casa.

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Tras el Mundial de Corea y Japón, Camacho salió de la selección española y cogió las riendas Luis Aragonés, quien iba a convertir a España en una potencia futbolística de primer orden apenas seis años más tarde, pero antes, en el Mundial de Alemania 2006, el Sabio de Hortaleza probó la medicina de la derrota para empezar a forjar la leyenda que vendría después. Porque tras una gran primera fase en la que España parecía haber dejado atrás la Furia para convertirse en la garante del toque con goleadas ante Ucrania (4-1) y Túnez (3-0) y una victoria por la mínima ante Arabia (1-0), la vieja guardia de Francia se cruzó en el camino de una selección a medio hacer que no supo competir bien en el momento crucial contra las curtidas estrellas galas capitaneadas por Zidane (1-3).

Eso fue en los octavos de final, una ronda antes de lo que España tenía acostumbrada a su afición y, claro, las críticas y los palos cayeron por todos los lados, pero el Sabio no dio su brazo a torcer y aprovechó la experiencia en Alemania para perseverar en su modelo y desprenderse de todo aquello (y de todos aquellos) que le desviaban de su camino. Y funcionó, porque dos años después España iba a alcanzar de su mano el Olimpo futbolístico al ganar la Eurocopa de Austria y Suiza en 2008 y allí se mantuvo de la mano de Vicente del Bosque levantando la primera Copa del Mundo de su historia en Sudáfrica 2010 y rematando el ciclo triunfal con otro triunfo en la Eurocopa de 2012. Pero todo pasa, nada permanece, y a España le tocó volver a la tierra en el Mundial de Brasil 2014. Más que volver a la tierra, caer de bruces en la tierra, que no es lo mismo.

En Brasil se presentó la España de Del Bosque como campeona del Mundo y de Europa, dispuesta a defender con uñas y dientes una corona que había costado muchísimos años y muchísimos sinsabores conseguir. Pero la maldición del campeón hizo acto de presencia una vez más y Holanda se vengó de la final perdida en Sudáfrica (si es que es posible vengar una derrota en una final sin una victoria en otra) infringiendo al campeón una de las derrotas más dolorosas de su historia. El 5 a 1 con el que los neerlandeses hundieron a España pesó tanto que Chile sólo tuvo que apretar un poco para seguir haciendo sangrar la herida. Los de Jorge Sampaoli se merendaron a los de Del Bosque en el segundo partido y el 2 a 0 final mandaba al campeón vigente para casa en la primera fase por tercer torneo consecutivo y hacía totalmente intrascendente la victoria de España ante Australia (3-0) en la última jornada.

Crisis y reconstrucción de nuevo. A volver a empezar. A levantar el edificio futbolístico de nuevo sobre otros cimientos. Y la Federación Española de Fútbol escogió a Julen Lopetegui para conducir a la selección española hacia el Mundial de Rusia 2018. El técnico español renovó las caras del equipo y siguió confiando en el talento y en el toque para edificar su proyecto. Le dio galones a Isco en el centro del campo y disputó una fase de clasificación cómoda y solvente. Pero en Rusia se desató la tormenta.

Con el equipo ya concentrado y preparando el debut contra la Portugal de Cristiano Ronaldo, salió a la luz el contrato que Lopetegui acababa de firmar con el Real Madrid para incorporarse a la conclusión del Mundial y el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, no dudó ni un solo instante en pagar la traición con el despido. Fulminó al seleccionador en pleno Mundial y fue Fernando Hierro que hubo de asumir su puesto.

Con esos mimbres no parecía probable que España hiciera un buen papel en el torneo y lo cierto es que no lo hizo. El primer partido ante Portugal fue el mejor en cuanto a calidad y terminó con un espectacular empate a tres que dejaba el grupo muy abierto. Pero los dos siguientes partidos se le atragantaron a España y, por suerte para los de Hierro, también a los lusos. Ambas selecciones sufrieron de lo lindo para derrotar por la mínima a Marruecos e Irán y todo el pescado se vendería en la última jornada.

Portugal se medía a Irán y España a Marruecos. Los portugueses se las prometían muy felices con el uno a cero que campeaba en el marcador en el minuto 90, mientras que los españoles atacaban a la desesperada en ese mismo instante porque En-Nesyri había hecho el 2 a 1 para Marruecos a falta de nueve minutos para el final. Pero en el minuto 92 Aspas hacía el empate ante Marruecos y un minuto más tarde Ansarifard convertía un penalti que empataba el choque ante Portugal. Esos resultados de última hora le daban a España el liderato del grupo y la mandaban a jugar ante Rusia, mientras que Portugal sería segunda y se enfrentaría a Uruguay en los octavos de final.

España no pudo empezar mejor en Moscú ante Rusia, ya que se le puso el partido de cara muy pronto, a los doce minutos, con un gol en propia puerta de Ignashévich. Pero los españoles abusaron del juego en corto, de los pases horizontales, no le dieron velocidad ni ritmo a la pelota y no consiguieron rematar a una Rusia que se sentía cómoda en el partido saliendo al contragolpe pese a estar por debajo en el marcador. Y al borde del descanso, un penalti absurdo propició el empate ruso, obra de Dziuba.

Ni en la segunda parte ni en toda la prórroga pudo España superar un entramado defensivo ruso que, pese a los más de mil pases que se dieron entre ellos los españoles, no vivió prácticamente ninguna situación de peligro real. Y el partido se fue a los penaltis. Y ahí el atlético Koke y el celtiña Aspas fallaron sus lanzamientos, mientras los rusos anotaban todos los suyos para enviar a casa a uno de los favoritos.

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Así que la selección española de fútbol, una de las ocho que han conseguido levantar la Copa del Mundo, tiene una historia salpicada de ilusiones desvanecidas en los Mundiales que una extraordinaria generación de futbolistas consiguieron superar en 2010. Una larga historia que empezó con la Batalla de Florencia en 1934, cayendo ante la Italia de Pozzo en los cuartos de final en el partido de desempate, y que, de momento, acaba en Catar en 2022, cayendo por penaltis en los octavos de final ante Marruecos.

Al Mundial de Catar los de Luis Enrique se presentaron con unas grandes credenciales: semifinalistas en la última Eurocopa; una fase de clasificación sufrida, pero con final feliz y la clasificación para la final a cuatro de la Liga de Naciones, una competición recién inventada por la UEFA para evitar amistosos innecesarios creando partidos oficiales también innecesarios. Y se lucieron ante Costa Rica en su debut asustando al mundo con un contundente 7 a 0. El segundo encuentro ante Alemania confirmó que España iba a dar guerra (1-1), pero en el partido que cerraba el grupo ante Japón volvieron todos los fantasmas.

Los futbolistas de Luis Enrique se dejaron remontar el gol de Morata con el que se llegó al descanso con ventaja para España y Japón anotó dos tantos en unos minutos aciagos del cuadro ibérico. De ahí hasta el final, España fue incapaz de crear peligro sobre la portería nipona y cerró la primera fase llena de dudas. Aunque lo peor lo vivió Alemania, que se fue a casa otra vez a las primeras de cambio. España no tardaría en acompañarla.

Y es que los octavos de final ante Marruecos fueron un calco de los que se vivieron ante Rusia cuatro años antes. Toque de balón intrascendente, pases y más pases sin encontrar el camino de las ocasiones de gol y Marruecos esperando cómodamente atrás y metiendo algún que otro susto al contragolpe. Al final, el marcador no se movió ni durante el partido ni en la prórroga y los penaltis volvieron a mandar a España para casa tras una tanda infame en la que los españoles fallaron todos sus lanzamientos.

Ahora España tiene cuatro años por delante para lamerse las heridas y conformar de nuevo una selección competitiva. Lo hará sin Luis Enrique, cesado tras el Mundial, y aferrada a la experiencia en las categorías inferiores del nuevo seleccionador Luis De la Fuente.  

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