"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

jueves, 14 de julio de 2022

La generación de oro de Portugal y su profunda huella

Arabia Saudita. Verano de 1989. El Mundial Juvenil se disputa en tierras asiáticas. Allí acude la flor y nata del fútbol del futuro. Los mejores proyectos de futbolistas del mundo. Ahí están, representando al continente americano, la Colombia del portero Córdoba; la poderosísima Brasil de Marcelo Henrique, Sonny Andersson, Bismarck, Marcelinho Carioca y Cassio o la Argentina del Cholo Simeone y el meta Bonano. Ahí están, estandarte de la África del futuro, los nigerianos Elijah, Adepoju y Ugbade. Ahí están, pisando fuerte, los soviéticos Popovich, Timoshenko, Salenko y Kiriakov, Nikiforov y Onopko. Ahí están, aunque su papel fue poco relevante, los españoles Cañizares, Albert Ferrer, Lasa, Larrainzar, Solozábal, Moisés, Urzaiz y Pinilla.

Y, por encima de todos, los que volvieron a casa con la Copa, a los que casi no los esperaba nadie: Portugal. Los entrenaba Carlos Queiroz y la selección absoluta estaba prácticamente en proceso de desintegración después del desastre de Saltillo en México 86, pese a contar con un jugador como Paolo Futre en sus lustrosas filas. Pero Portugal tenía por delante un futuro que se tiñó de oro en el verano de 1989, un futuro encarnado en unos chavales cuyos nombres no olvidarían jamás los lusos: Fernando Couto, Joao Pinto, Paulo Sousa y Xavier.

La Seleçao das Quinas venció a Checoslovaquia (1-0) y a Nigeria (1-0) y perdió por 3 a 0 frente a la anfitriona, Arabia Saudí, en un auténtico batacazo para cerrar el grupo. Aún así, quedó primera y se enfrentó a Colombia en los cuartos de final. Cayeron los cafeteros por un gol a cero, tanto que anotó Couto al borde del descanso. En las semifinales esperaban los favoritos, los brasileños, que acababan de enviar a casa a Argentina en el clásico sudamericano. Pero Portugal volvió a imponerse, esta vez con un tanto de Amaral mediada la segunda parte. En la final volvieron a encontrarse con Nigeria. Y volvieron a ganar. Dos a cero y la primera Copa del Mundo Juvenil pasaba a engrosar las vitrinas de la Federación Portuguesa.

***

Pero la cosa no quedó ahí. Dos años más tarde, Portugal acogía la fase final del Mundial Juvenil de 1991 y, además, ponía en juego el título obtenido en Arabia Saudí dos años antes. En medio, la decepción de no clasificarse para la disputa del Mundial de Italia 90 con la selección absoluta. Así que todos los ojos estaban fijos en la selección juvenil de Portugal. De nuevo con Queiroz a la cabeza y con una nueva hornada de jugadores que prometía incluso más que la anterior campeona, porque a Joao Pinto, que aún se mantenía en el equipo, se añadieron un tal Rui Costa y un tal Figo, además de Capucho, Jorge Costa o Rui Bento, para conformar la columna vertebral de un equipo maravilloso que tenía el listón altísimo: debía igualar lo conseguido dos años antes y hacerlo, además, ante su público. Tenía prácticamente la obligación de sofocar las penas que provocaban los mayores.

Empezaron los chavales portugueses sin titubeos, merendándose a los compañeros de grupo casi sin despeinarse en una primera fase plácida. Cayó Irlanda en el debut por dos goles a cero. Besó la lona también Argentina en el segundo envite por tres a cero y cedió también Corea del Sur en el partido que cerraba el grupo (1-0). Los argentinos, por ejemplo, contaban en sus filas con Pochettino, Pellegrino o Esnáider, que no es moco de pavo.

En las eliminatorias, los chicos de Queiroz empezaron a sentir la presión de ser favoritos y de jugar ante su público, un nivel de exigencia superlativa que fueron gestionando a duras penas. En cuartos de final, México esperaba a los lusos con ganas. Y se lo puso difícil. Portugal se había adelantado de penalti en el minuto tres y Delgado había empatado para el Tri a falta de diez minutos para el final de la primera parte. El marcador no se movería más y la prórroga iba a decidir el destino de los de Queiroz en el torneo. El delantero Toni salió al rescate y anotó el gol del triunfo en el tiempo extra.

En semifinales, la sorprendente Australia esperaba a los anfitriones. Los socceroos se habían impuesto en un grupo muy duro a la temible Unión Soviética y, después, eliminaron a Siria en los penaltis en cuartos de final. Rui Costa decidió el pase de Portugal con un gol en la recta final de la primera parte. Allí se verían las caras con la Brasil de Roberto Carlos, Marquinhos y Élber. La final fue tensa, dura y con pocas ocasiones para ambos equipos. Acabó sin goles y se hubo de decidir el campeón desde el punto de penalti. Y ahí la suerte sonrió a Portugal, que no falló ni un solo lanzamiento, mientras que Élber y Marquinhos fallaban los suyos. 4 a 2 en los penaltis y la segunda Copa del Mundo Juvenil consecutiva para los lusos.

***

El segundo triunfo de Portugal en el Mundial Juvenil disparó la euforia de toda la nación y las ganas de ver a esos chicos vistiendo la camiseta de la absoluta, para revertir una historia donde el hito de Eusébio en Inglaterra 66 quedaba cada día más y más lejos. Y, poco a poco, esos jóvenes campeones fueron entrando en la absoluta y fueron, poco a poco, derribando barreras. Aunque les costó lo suyo.

No pudo Portugal, entrenada por Carlos Queiroz y con la base de una Generación de Oro muy joven, clasificarse para el Mundial de Estados Unidos en 1994, aunque estuvo a punto. Cayó en un grupo complicadísimo con Italia, Suiza y Escocia, además de las más débiles Estonia y Malta. Sólo se clasificaban dos y los hicieron suizos e italianos, aunque la Seleçao das Quinas se jugó la clasificación en el último partido ante Italia en Milán. Cayeron los lusos por uno a cero con tanto de Dino Baggio a falta de 7 minutos para el final y hubieron de retirarse a lamerse las heridas. La selección aún estaba demasiado verde para bregar en esas lides.

Sí se clasificaron los portugueses para la Eurocopa de Inglaterra en 1996, ya totalmente asentados en el equipo Figo (que acababa de completar su primera temporada en el FC Barcelona), Rui Costa (estrella en ese momento de la Fiorentina), Fernando Couto y el portero Vítor Baía (los dos recalarían en el FC Barcelona después del torneo, el central procedente del Parma y el portero del Oporto) o el joven delantero del Boavista Nuno Gomes. Allí, en Inglaterra, donde Eusebio y compañía habían hecho historia 30 años antes, la Generación de Oro se hizo mayor alcanzando los cuartos de final con solvencia en un grupo complicadísimo que compartieron con la Croacia de Suker y Boban y la Dinamarca de Laudrup. Pero en cuartos se cruzó en su camino una República Checa sorprendente, desbordante e ilusionante, con Nedved y Poborsky erigiéndose en líderes de un equipo que alcanzaría la final. Portugal se tenía que despedir del torneo con una sensación agridulce.

El próximo reto para la Generación de Oro era la disputa de un Mundial al que Portugal no acudía desde 1986, pero la fase de clasificación para Francia 98 resultó un duro golpe para la selección das Quinas, ya que falló en visitas asequibles a Armenia o a Irlanda de Norte y ahí empezó a escapársele el billete. Porque Alemania hizo los deberes y Ucrania aguantó el paso para ser segunda y meterse en una repesca en la que cayó ante Croacia. Parecía que la historia de Portugal con el Mundial estaba realmente maldita.

El fiasco de la Generación de Oro camino hacia Francia 98 enardeció los ánimos de la afición, pero resultó ser un revulsivo para los jugadores, que aprendieron de sus errores y siguieron adelante. Se incorporaron futbolistas como Costinha, Pauleta y Conceiçao y se clasificaron sin problemas para la Eurocopa de 2000 en Bélgica y Países Bajos, donde destaparon el frasco de las esencias y dejaron claro que había que empezar a contar con ellos para todo. La Seleçao das Quinas se deshizo de Inglaterra, Alemania y Rumanía en un grupo complicadísimo y eliminó sin problemas a Turquía en los cuartos de final. En las semifinales se las vieron con la campeona del Mundo, la Francia de Zidane, y se adelantaron en el marcador con un golazo de Nuno Gomes para soñar con disputar la final de la Eurocopa por primera vez en su historia. Pero el mal fario se cebó con los portugueses. En la segunda mitad. Henry empató de disparo cruzado y mandó la semifinal a la prórroga. Y ahí, en una época en la que valía el gol de oro, a Abel Xavier le pitaron un penalti por manos dentro del área que Zidane transformó para acabar con el sueño portugués. La Generación Dorada se quedó a las puertas del éxito mientras Francia se proclamaba campeona de Europa tras superar a Italia en la final con otro gol de oro, esta vez en jugada y obra de Trezeguet.

***

Parecía que Portugal ya estaba preparada para todo y lo refrendó clasificándose para el Mundial de Corea y Japón en 2002, la tercera Copa del Mundo de su historia 16 años después de su última presencia.

Pero en Corea y Japón llegó un descalabro doloroso e inesperado. Los portugueses cayeron en un grupo aparentemente sencillo, con Corea del Sur, Estados Unidos y Polonia. Debutaban los lusos ante Estados Unidos y entraron tan dormidos en el partido que a los 36 minutos ya llevaban 3 goles en contra. Los aplicados norteamericanos casi no se lo podían creer. Los aficionados portugueses tampoco. Beto marcó el primer gol portugués al borde del descanso y dejó abierta una puerta a la esperanza, pero en la segunda mitad los yanquis blindaron su portería y los de Antonio Oliveira no encontraron el camino de la remontada. Pese a que Jeff Agoos marcó en su propia portería a falta de 20 minutos para la conclusión, los lusos no pudieron remontar. El ansiado torneo empezaba con mal pie para los ibéricos.

A pesar del tropiezo, el partido ante Polonia resultó un bálsamo. Pauleta anotó tres goles y Rui Costa otro más para certificar un 4 a 0 que parecía que metía de lleno a Portugal en la lucha por alcanzar los octavos de final del torneo. Sin embargo, el último partido ante Corea del Sur iba a suponer un trauma para los lusos. El equipo asiático, entrenado por Guus Hiddink, se impuso con un gol del joven Park Ji Sung para seguir adelante junto a Estados Unidos y enviar a Portugal a casa. En ese partido se empezó a intuir que Corea del Sur llegaría lejos en el Mundial. Porque el arbitraje fue casero, casero, como seguiría siéndolo en los octavos ante Italia y los cuartos ante España. Portugal presenció el devenir de los surcoreanos en el Mundial desde su casa.

***

Pero si las desgracias curten, la que vivieron los portugueses en la Eurocopa de 2004 curtió muchísimo. Porque la Generación de Oro ya en su máximo esplendor, con la incorporación de un jovencísimo Cristiano Ronaldo, vivió en sus carnes la derrota más dura de toda su carrera deportiva: caer en Lisboa en la primera final de la Eurocopa de su historia ante la sorprendente Grecia de Otto Rehhagel en una de las mayores sorpresas de la historia del torneo.

Portugal ya probó la medicina griega en el primer encuentro. Una selección formada por una gran mayoría de los jugadores del Oporto, campeón de Europa con Jose Mourinho a los mandos. Jorge Costa, Ricardo Carvalho, Nuno Valente, Costinha, Maniche y Deco eran la columna vertebral del Oporto y también lo serían de la selección, junto a Andrade, Rui Costa, Figo, Pauleta y un jovencísimo Cristiano Ronaldo, la incipiente estrella del Manchester United. Todos bajo el mando de Luiz Felipe Scolari, campeón del mundo con Brasil en 2002.

Pero los esforzados griegos no se dejaron impresionar. Karagounis silenció Do Dragao a los siete minutos y Basinas, que transformó un penalti al inicio de la segunda parte, lo convirtió definitivamente en un funeral. La irrupción del joven Cristiano Ronaldo reavivó el choque, pero su gol de penalti en el tiempo añadido no bastó para remontar y dejó a Portugal al borde del abismo.

Una victoria ante la Rusia del zar Mostovoi, que había caído por uno a cero ante España, unida al empate a uno entre griegos y españoles, daba a la selección das Quinas una última bola extra. La aprovecharon los lusos con un tanto de Nuno Gomes que dejó fuera a sus vecinos y supuso una bocanada de aire después del gran susto heleno. Al final, los de Scolari fueron primeros de grupo y se medirían a Inglaterra en cuartos de final.

El partido ante los ingleses fue frenético. Owen adelantó a los Tres Leones a los tres minutos y Portugal se pasó todo el partido luchando contra su sino. Al final, la fe dio sus frutos y Postiga empató a falta de siete minutos para el final. En la prórroga, Rui Costa adelantó a los suyos a falta de cinco minutos para los penaltis, pero Lampard volvió a empatar sobre la hora. Los penaltis decidirían el semifinalista. Y ahí apareció Ricardo, el portero luso, que en la muerte súbita detuvo el lanzamiento de Vassell y lanzó él mismo el que le dio la victoria a su equipo. Portugal estaba en semifinales con muchísimo sufrimiento.

Y ahí esperaba Holanda, una selección potentísima que no fue capaz de plantarle cara a unos lusos enrabietados. Cristiano en la primera parte y Maniche a los 13 de la segunda encarrilaron un partido al que Andrade, con un gol en propia puerta, le dio un poco emoción. Finalmente, y por primera vez en su historia, Portugal disputaría la final de la Eurocopa.

Y enfrente tendría de nuevo a Grecia, también presente en la final por primera vez. Así que el torneo acabó tal como empezó. Con el mismo partido, aunque en distinto escenario, ya que la final se disputaría en el estadio da Luz de Lisboa. Los lusos venían con la lección aprendida, ya que su única derrota se la habían infringido los helenos, pero volvieron a caer en la precipitación del primer partido ante una selección cerrada que se encomendaba al contragolpe. Charisteas, a los doce minutos de la segunda parte, cabeceó un centro desde la esquina de Basinas para volver a sorprender a Portugal y llevarse la Eurocopa en la despedida de la selección de Rui Costa.

***

Un país entero lloró la derrota. Pero Portugal, una vez más, se levantaría de sus cenizas para volver a dejar muy alto el pabellón del fútbol luso en el Mundial de Alemania 2006, el cierre a definitivo a los rescoldos de la Generación de Oro, cuyo último integrante, el capitán Luis Figo, iba a coronar su brillante carrera con un cuarto puesto en el torneo.

Portugal mantuvo la base de la Eurocopa 2004, con su entrenador Scolari incluido, y ganó los tres partidos de la primera fase ante la debutante Angola (1-0), la República de Irán (2-0) y México (2-1). Pero el primer puesto del grupo no le garantizó un buen cruce y le tocó medirse con Holanda en un, a priori, espectacular duelo de octavos de final.

Pero el partido entre Portugal y Holanda no hizo honor al talento que se acumulaba en el terreno de juego y se convirtió en una batalla campal que será recordada siempre como la batalla de Núremberg. Patadas, broncas, balonazos, cuatro expulsiones (dos por bando) y un solitario gol de Maniche a los 23 minutos metieron a Portugal en los cuartos de final del Mundial. Allí esperaba Inglaterra, último escollo para, como mínimo, repetir las semifinales disputadas en el Mundial de 1966, el de Eusébio.

Ante los Tres Leones no estarían Deco ni Costinha, ambos expulsados en la batalla ante los holandeses. El encuentro fue muy igualado y muy disputado, aunque con escasas ocasiones para ambos equipos. Pero las cosas se le iban a complicar a Inglaterra en la segunda parte. Primero porque a los siete minutos de la reanudación Beckham se marchó del campo lesionado y, segundo, porque diez minutos más tarde Wayne Rooney hizo una de las suyas: pisó a Carvalho en los testículos y se enzarzó con Cristiano Ronaldo cuando el portugués pedía al árbitro su expulsión. Concedida. Rooney a la calle e Inglaterra a aguantar con uno menos casi media hora de juego. A la que habría que sumar la prórroga, porque nadie fue capaz de marcar un gol en los noventa minutos. Tampoco en el tiempo extra. Y Ricardo volvió a vestirse de Superman para detener 3 lanzamientos ingleses y dejar en anécdota los que fallaron sus compañeros Hugo Viana y Petit. Tres a uno en la tanda y Portugal pasaba a las semifinales de un Mundial por segunda vez en su historia. Habían pasado 40 años.

Pero en las semifinales, la selección das Quinas no pudo con el rejuvenecido Zidane, que volvió a echarse a los hombros a toda la selección francesa. Cuatro partidos oficiales había disputado Portugal ante Francia hasta ese instante y los había perdido los cuatro. El quinto no iba a ser una excepción.

Entró Portugal bien en el partido, con ocasiones de Deco y Maniche, pero pronto se hizo Francia con el control del partido a través del dominio de Zidane y Ribery en el centro del campo. El momento clave fue el penalti señalado a Carvalho por una falta sobre Tierry Henry. Dudoso. Pero Zidane lo metió para dentro. En la segunda mitad Portugal lo intentó con todas sus fuerzas, pero no encontró por dónde meterle mano a una zaga francesa bien colocada, dura y expeditiva y el partido fue muriendo poco a poco. Francia estaría en la final y Portugal tendría que conformarse con disputar el tercer y cuarto puesto ante la anfitriona, Alemania, que había caído en la prórroga ante una sorprendente y magnífica Italia.

El 8 de julio de 2006, en Stuttgart, Luis Figo no fue de la partida. El capitán, a sus 33 años, había jugado de inicio todos los partidos del torneo y Scolari le dio descanso con la intención de sacarlo en la segunda mitad. El partido no tuvo demasiada historia y los alemanes, que se lo tomaron más en serio ante su público, vencían por dos a cero cuando el 7 luso saltó al césped en el minuto 77 para sustituir a Pauleta y disputar sus últimos instantes con la camiseta portuguesa. El estadio se puso en pie para ovacionarlo. Alemania marcó el tercer gol casi al instante, pero a Figo aún le quedó tiempo de asistir a Nuno Gomes para que hiciera el gol del honor en el descuento (3-1).

Con el pitido final de ese partido por el tercer y cuarto puesto del Mundial de Alemania se extinguió la Generación de Oro, pero la regeneración portuguesa, que empezó con los triunfos en los Mundiales Juveniles de 1989 y 1991 de esa misma generación, ya era total e imparable.

***

En resumen, a partir de la caída en la fase de clasificación para el Mundial de Francia 98, los lusos se han clasificado para todas las Eurocopas y Mundiales disputados hasta la fecha. Un equipo que sólo había asistido al Mundial de 1966 de la mano de Eusébio, y al de 1986 en toda su historia, a partir de Corea y Japón 2002 ya no faltaría a ninguno. Y ése es, básicamente, el mérito de una Generación de Oro que quizá no fue capaz de traducir en títulos un potencial extraordinario, pero sí consiguió transformar hasta la médula la esencia de la selección portuguesa para convertirla en candidata a todo en cada torneo. Porque la Generación de Oro cambió la historia y la mentalidad de la Seleçao das Quinas para siempre.

Tanto es así, que sus sucesores consiguieron levantar el primer gran título de la historia de Portugal en 2016, en la Eurocopa de Francia, cuando un gol en la prórroga de Éder llevó la alegría a todo un país que suspiraba por ese título desde la final perdida en el estadio da Luz en 2004. 

Y ahora que la generación de Cristiano Ronaldo empieza poco a poco a desvanecerse, se vislumbra una nueva, encabezada por jóvenes con experiencia como Renato Sanches, Gonçalo Guedes, Diogo Jota, Joao Felix o Rafael Leao que rezuma la esencia de todas las anteriores: gusto por el buen fútbol, calidad técnica individual y colectiva, velocidad, orgullo y competitividad. Una Portugal temible que aprendió a serlo desde el retorno a los Mundiales en Corea y Japón, hace ya 20 largos años, con la ayuda inestimable de una Generación de Oro.

No hay comentarios: