"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

lunes, 17 de octubre de 2022

Las sorpresas (y los atracos) del Mundial de Corea y Japón en 2002

El Mundial de Corea del Sur y Japón en 2002 fue el primer torneo del siglo XXI, el primero que se disputó en tierras asiáticas y, por tanto, también el primero que no se jugó ni en Europa ni en América. Además, fue la primera Copa del Mundo que organizaron dos países de forma conjunta. Pero, ante todo, el Mundial de 2002 fue el de las sorpresas.

Senegal, que jugaba por primera vez en su historia la fase final de una Copa del Mundo, se metió en los cuartos de final. Turquía, cuya única participación en un Mundial se remontaba a Suiza 54, llegó a las semifinales, como una de las dos anfitrionas, Corea del Sur, aunque de distinta manera. La otra anfitriona, Japón, se quedó en octavos de final.

Por el camino, naturalmente, se fueron cayendo muchas de las selecciones favoritas. Unas antes y otras después. Unas más sorprendentemente que otras. Pero las grandes potencias futbolísticas lo pasaron francamente mal en tierras asiáticas. Excepto Brasil y Alemania, claro, que pescaron en río revuelto y, en medio de tanta sorpresa, cumplieron con los pronósticos y disputaron la final en Yokohama, aunque, curiosamente, nunca antes se habían enfrentado en una Copa del Mundo. Ver para creer.

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Las sorpresas empezaron pronto. Justo en el partido inaugural, el 31 de mayo de 2002, cuando Francia, defensora del título obtenido en 1998 y actual campeona de Europa, caía increíblemente ante la debutante Senegal. A los de Roger Lemerre les sorprendió el tanto de Papa Bouba Diop a los 30 minutos y, pese a su dominio territorial, no fueron capaces de crear el peligro suficiente como para remontar el choque. Al final, 1 a 0 para los africanos debutantes y la Copa del Mundo cuesta arriba para los galos, que habrían de enfrentarse a daneses y uruguayos, sobre el papel, rivales de más enjundia que los senegaleses. De hecho, al día siguiente, Dinamarca vencía a Uruguay por dos goles a uno y convertía el partido entre la Garra Charrúa y los galos en una auténtica final anticipada. La maldición del campeón en su máxima expresión.

La segunda gran sorpresa de esta primera jornada llegó seis días más tarde. El 5 de junio de 2002, la Portugal de la Generación de Oro debutaba en el Mundial ante Estados Unidos, en un encuentro que se presumía plácido para los lusos, pero que acabó convirtiéndose pronto en un auténtico drama. Y es que a los 36 minutos de partido la selección de las barras y estrellas ya ganaba por 3 a 0 con Portugal absolutamente dormida. Al borde del descanso, Beto acortó distancias para dejar abierta la puerta a la esperanza en la segunda parte, pero no hubo remontada. Jeff Agoos marcó en propia puerta y el choque acabó 3 a 2 para Estados Unidos. A los portugueses se les complicaba el Mundial con el que tanto habían soñado después de 16 años de ausencias.

En la segunda jornada Francia confirmó que no éste no iba a ser su Mundial con un empate a cero ante Uruguay que dejaba a las dos selecciones al borde la eliminación tras el empate entre daneses y senegaleses (1-1). Se confirmaría en el último encuentro de la fase de grupos, cuando los de Lemerre cayeron por dos goles a cero ante Dinamarca y se despidieron del Mundial sin ganar un solo partido y sin anotar un solo gol, siendo el peor defensor del título de la historia de la Copa del Mundo. Uruguay también volvió a casa, pero lo hizo como suele, con la garra por delante, tras remontar un 3 a 0 al descanso para acabar empatando ante la sorprendente Senegal, que acompañaría a Dinamarca en los octavos de final.

La que se asomó al precipicio en esta segunda jornada de la fase de grupos fue la Argentina de Marcelo Bielsa. La albiceleste había debutado con un sufrido triunfo ante Nigeria (1-0) que podía valer su peso en oro en un grupo muy complicado con Inglaterra y Suecia. De hecho, suecos e ingleses habían empatado en el debut. Pero Argentina cayó ante Inglaterra con un gol de penalti que marcó Beckham y llegó a la última jornada con la obligación de ganar ante Suecia para seguir adelante. Sólo fue capaz de empatar con un gol de Hernán Crespo casi sobre la hora (1-1) por lo que Suecia e Inglaterra (que cerró el grupo empatando sin goles ante Nigeria) seguirían adelante y Argentina, con un auténtico equipazo, se iba a casa en la primera fase para consumar uno de los fracasos más sonados de su historia en la Copa del Mundo, al nivel del desastre de Suecia 1958.

Y como no hay dos sin tres, a las eliminaciones de Francia y Argentina en la primera fase se sumó definitivamente la de Portugal. Los lusos cogieron aire venciendo con rotundidad a Polonia por 4 a cero en la segunda jornada, por lo que afrontaban el último partido del grupo con las posibilidades intactas de pasar de ronda. Pero, ojo, que el rival era la Corea del Sur de Guus Hiddink, que se presentaba como líder del grupo tras haber vencido a Polonia (2-0) en la primera jornada y haber empatado ante Estados Unidos en la segunda (1-1).

Pero en el encuentro pasaron cosas rarísimas. Primero, que Polonia le hizo dos goles en los primeros cinco minutos a Estados Unidos en el otro partido y eso clasificaba a Corea del Sur y a Portugal empatando su encuentro. Pero, además, Corea del Sur sería primera de grupo y se las vería con Italia en octavos, mientras que Portugal sería segunda y se enfrentaría a México. Así que, aquí paz y después gloria. Virgencita que me quede como estoy. Y no se jugó a nada durante un buen rato.

Aún así, portugueses y surcoreanos parecían revolucionados y en menos de seis minutos los anfitriones ya habían marcado el terreno con alguna que otra patada que calentó a los portugueses. Beto fue el primero en encenderse. Primero soltó una patada a destiempo en la que el colegiado le perdonó la amarilla, pero enseguida soltó otra vez la pierna y se llevó la amonestación. Habían pasado sólo 22 minutos de encuentro. Dos minutos más tarde, a Joao Pinto se le cruzaron los cables y realizó una entrada terrorífica con tijera incluida a la rodilla de un futbolista surcoreano que no venía a cuento. El colegiado argentino Ángel Sánchez lo envió a la caseta y el luso le golpeó en los riñones en una acción que después le costaría seis meses de sanción. Pero ahora, en este instante, lo que acarreaba era que los lusos se quedaban con diez con todo el partido por jugarse.

En la segunda parte, y con los polacos venciendo ya por 3 a 0 a los yanquis, en el Incheon Stadium seguía sin jugarse a nada, aunque los acercamientos surcoreanos eran cada vez más frecuentes. Hasta que Beto culminó su particular locura con otra patada al extremo surcoreano en una acción sin peligro para los suyos que le costó la segunda amarilla. Quedaba media segunda parte y Portugal jugaría con nueve jugadores. Y, claro, ahí a los surcoreanos ya no les quedó más remedio que acabar con la pantomima y atacar. Y el joven Park Ji Sung aprovechó para batir a Baia en una acción preciosa. Controló con el pecho un centro desde la izquierda, la bajó, se la cambió de pie para eludir la entrada de un precipitado Conciençao y remató entre las piernas del portero portugués. Quedaban veinte minutos de encuentro y ahora las cuentas eran otras. Portugal necesitaba empatar para clasificarse. Pero no lo consiguió, pese a que Conciençao estrelló un remate en el palo a falta de dos minutos para el fial, y le tocó hacer las maletas de la peor manera posible.

Corea del Sur fue primera de grupo y jugaría los octavos ante Italia y a Estados Unidos, que había tirado sus opciones por la borda tras el tropezón ante una Polonia eliminada (3-1), se le apareció la Virgen y jugaría los octavos de final. Su rival: los vecinos mexicanos. Desde su victoria en Belo Horizonte ante Inglaterra en 1950 los norteamericanos no habían tenido una alegría semejante en el Mundial.

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En los octavos de final llegaron más sorpresas. La primera volvió a protagonizarla Senegal el 16 de junio ante Suecia. Los suecos se habían adelantado en el marcador con un tanto de Larsson a los 11 minutos de encuentro, pero Henri Camara empató a falta de menos de diez minutos para el descanso. En la segunda parte nadie fue capaz de marcar y el choque se marchó a la prórroga. Y en el tiempo extra volvió a aparecer Camara para hacer el segundo tanto, el gol de oro que enviaba a los suecos a casa. Senegal, en su primera participación en una Copa del Mundo, se metía en los cuartos de final del torneo. Increíble, pero cierto.

Al día siguiente, la otra sorpresa la dio Estados Unidos, que se cargó a sus vecinos mexicanos para seguir acentuando la maldición del quinto partido para el Tri. Los de las barras y estrellas vencieron con los tantos de McBride, a los ocho minutos de encuentro, y de Donovan mediada la segunda mitad y alcanzaron la mejor clasificación de su historia en una Copa del Mundo al acceder por primera vez a los cuartos de final del torneo. Allí les cerraría el paso la Alemania más efectiva con un gol de Ballack. Los germanos iban pasando rondas con la ley del mínimo esfuerzo tras vencer a Paraguay en octavos con un gol de Neuville a falta de dos minutos para el final del choque. Fiabilidad alemana en estado puro.

Y un día más tarde, el 18 de junio de 2002, el sorpresón. Corea del Sur eliminó a Italia en un partido que pasará a los anales de la historia de la Copa del Mundo por la lamentable actuación del colegiado ecuatoriano Byron Moreno y sus dos linieres, el argentino Jorge Rattalino y el húngaro Ferenc Szekely. Ya a los 4 minutos de encuentro, pitó un penalti a favor de los surcoreanos que protestó toda la azzurra, que no se lo podía creer, aunque lo cierto es que Coco agarró de la camiseta al atacante y lo empujó. Seguramente no tanto como para que el atacante rodara por el suelo, pero ese penalti lo podía pitar sin problemas el ecuatoriano. Lo lanzó Ji-Sung Park, pero respondió Buffon con una gran parada abajo, al palo derecho de su portería. El caso es que Italia se repuso, buscó la portería asiática y marcó relativamente pronto, en el minuto 18, merced a un tanto de Vieri de cabeza a la salida de un córner que parecía poner la clasificación en bandeja al cuadro de Giovanni Trapattoni. Pero el partido dio muchísimo más de sí.

De entrada, casi todas las faltas pitadas eran en contra de Italia. Las tarjetas, también se las llevaban los italianos. Los surcoreanos iban con todo, pero el colegiado dejaba seguir ante la indignación creciente de los jugadores transalpinos. A los cuatro minutos de la segunda mitad, Kim Tae-Young le propinó un codazo a Del Piero que parecía una roja clara. El surcoreano, de todas formas, ya tenía una tarjeta amarilla. La cosa se quedó en falta. En el minuto 27, Zambrotta salió por su banda con el balón controlado cuando recibió una entrada descomunal con los tacos por delante que le golpeó en la cadera. El italiano se marchó lesionado mientras el infractor no vio ni siquiera la amarilla. Como cuando en el minuto noventa Maldini recibió una patada en la cabeza que el colegiado ni pitó. En esas, con los italianos desquiciados, había empatado Corea del Sur a falta de dos minutos con un gol de Seol Hi Hyeon que mandaba el partido a la prórroga. El error descomunal de Panucci en el despeje, dejando el balón muerto dentro del área, lo aprovechó el delantero asiático sin rechistar.

En el tiempo extra, con la amenaza del gol de oro pendiendo sobre las cabezas de las dos selecciones, el festival arbitral subió de nivel. A puntito de acabar la primera parte de la prórroga Totti se interna en el área con el balón controlado y es trabado y derribado clarísimamente por un defensor surcoreano. El penalti es clarísimo. De poner en las escuelas para enseñar lo que es un penalti. Byron Moreno echa mano del silbato y pita falta a favor de Corea del Sur por simulación del delantero y le muestra la segunda amarilla al transalpino. Los italianos no dan crédito. Trapattoni echa fuego por la boca en el banquillo. Pero el partido sigue.

Y a falta de pocos minutos para el final, Tomassi recibe al borde del área totalmente solo, dispuesto a encarar al portero anfitrión. De hecho, el italiano acaba la jugada anotando un gol, pero el colegiado ya había pitado fuera de juego. La desesperación en el banquillo italiano estaba desbordada, pero aún quedaba el cierre de fiesta. Un centro al corazón del área italiana lo remató arriba, adelantándose a Maldini, Ahn Jung Hwan, que puso el balón lejos del alcance de Buffon para anotar el gol de oro que daba el pase a Corea del Sur a los cuartos de final del torneo. La frustración italiana no tenía límites, pero la azzurra tenía que hacer las maletas.

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Cuatro días más tarde, el 22 de junio de 2002, en Gwanju y con el arbitraje del egipcio Gamal Elghandour asistido por Ali Tomusange y Michael Ragoonath, sería España la que se sentiría estafada y atracada. Los de Camacho habían superado a Irlanda en octavos de final con muchísimo sufrimiento, tras empatar a uno y clasificándose en la tanda de penaltis. Pero en cuartos se estaban merendando a los surcoreanos, quizá conscientes de la oportunidad histórica que se les había presentado de meterse en las semifinales de una Copa del Mundo.

Al igual que ante Italia, la fogosidad de Corea del Sur en defensa y su fuerza física metieron en problemas a España en los primeros veinte minutos de juego, pero a medida que las pulsaciones fueron bajando, los españoles empezaron a controlar el juego y a generar ocasiones, hasta el punto de atosigar a los anfitriones en la recta final de la primera mitad. Con todo, la agresividad de los de Hiddink iba en aumento a medida que se incrementaba la permisividad del colegiado, entre las protestas constates de los jugadores españoles, que no entendían cómo era posible un doble resero tan claro a la hora de pitar las faltas de unos y otros.

Al poco de iniciarse la segunda parte llegó una de las primeras jugadas clave. A la salida de una falta, Rubén Baraja metió la cabeza adelantándose a su par para hacer el primer gol del partido, pero el colegiado lo anuló por falta en ataque de otro jugador, Iván Helguera, que ni siquiera pudo saltar porque estaba agarrado por un defensor surcoreano. Los jugadores de La Furia empezaban a entender las manifestaciones de Totti o Buffon, quienes habían gritado a los cuatro vientos que los ibéricos debían temer más al árbitro que a los surcoreanos.

El marcador no se movió y el partido se fue a la prórroga donde, como en todo el torneo, regía el gol de oro. Fue entonces cuando las decisiones de Elghandour se precipitaron. Primero anuló un gol de Morientes que daba el pase a España a las semifinales por considerar que Joaquín había sacado el centro demasiado tarde, cuando el esférico había traspasado la línea de fondo. Esa pelota no salió jamás. Después, el propio Morientes estrelló otro cabezazo en el palo antes de que el trencilla parara tres ataques de España por fueras de juego inexistentes. En dos de ellos los jugadores de Camacho se plantaban solos ante el guardameta asiático. Para rematar la faena, ya en tiempo de descuento, el auténtico protagonista del partido no dejó sacar un córner a los españoles y dio por acabado el encuentro. Los penaltis decidirían el semifinalista. Y decidieron que pasaba Corea del Sur, que anotó todos sus lanzamientos entre la euforia del público local, mientras Joaquín maldecía su error tras ser uno de los mejores futbolistas del partido.

Y así fue como Corea del Sur eliminó a Italia y España para conseguir la mejor clasificación de su historia mundialista. Porque en la semifinal no pudo con una Alemania que no dejó resquicio alguno a otro hipotético arbitraje lamentable y ganó con un solitario gol de Michael Ballack, tal como habían hecho los alemanes desde que empezaron los cruces: 1 a 0 y a otra cosa.

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Mientras Corea del Sur iba avanzando rondas en la Copa del Mundo, la otra anfitriona, Japón, no pudo vencer a la sorprendente Turquía en octavos de final. Los otomanos se impusieron con un gol de Umit Dabala a la salida de un córner que los citó con la otra gran sorpresa del Mundial, Senegal, en unos cuartos de final históricos por los contendientes: se enfrentaba una selección debutante en una Copa del Mundo, Senegal, contra otra, Turquía, que sólo había participado una vez, en Suiza 54, nada más y nada menos que 48 años antes.

Los nervios se notaron en exceso en dos equipos que estaban ante una oportunidad histórica. Senegal, más física, se defendía e intentaba salir a la contra, pero los turcos, más experimentados, mejor colocados, más verticales y con las ideas más claras, no lograron abrir el marcador en los noventa minutos pese a gozar de las mejores ocasiones. Así que el partido se fue a la prórroga tras un empate sin goles. Pero a los cuatro minutos del tiempo extra, un centro de Dabala desde la derecha lo buscó Ilhan Mansiz dentro del área con el central pegado a su espalda y, sin dejar botar la pelota, la empalmó al palo contrario del meta senegalés. Era el gol de oro turco, que dejó a los senegaleses tendidos en el suelo, desmoronados, inconsolables. Turquía, en el último suspiro, se metía en las semifinales del Mundial. Senegal volvía a casa con la cabeza muy alta, pero la pena muy adentro.

La mejor frase, la de Senol Gunes, seleccionador turco, cuando le preguntaron por qué había tardado tanto Turquía en finiquitar el compromiso cuando había gozado de innumerables ocasiones durante el partido: “Mis jugadores podían haber ganado el partido en el primer tiempo, pero han visto muchas prórrogas en la televisión últimamente y querían probar a ver cómo eran”. Un fenómeno, Senol Gunes.

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Los otomanos se citaron de nuevo con Brasil en las semifinales del torneo tras haber coincidido en la primera fase. En ese primer choque habían vencido los brasileños por dos goles a uno con mucho sufrimiento y buena dosis de polémica. Porque Hassan Sas había adelantado a los turcos en el descuento del primer tiempo y, pese a que Ronaldo empató al poco de iniciarse la segunda mitad, los sudamericanos no encontraron la forma de llegar con claridad a la meta de Rustu. Al final, cuando apenas quedaban dos minutos, el central Alpay Ozalan agarró a Luizao de la camiseta en el borde del área, el 21 brasileño cayó dentro y el árbitro picó. Rivaldo transformó el penalti que le dio el triunfo a la canarinha.

Ahora, en las semifinales, la historia volvería a repetirse merced a un golazo de Ronaldo a los cuatro minutos de la segunda mitad (1-0). El astro brasileño, que ya se había dejado ese extraño flequillo que pasaría a ser la imagen del torneo, se fue por la izquierda y soltó un remate seco con la puntera para batir a Rustu y despertar a los otomanos de su sueño.

Y es que los brasileños habían sido la selección más fiable de las históricas, derrotando con claridad a todos sus rivales con un ataque de ensueño formado por Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho, aunque sin hacer alardes tampoco. Bastaron la pegada de O Fenómeno, que se convirtió en el máximo goleador del Mundial, la solvencia y la magia de Rivaldo y la inspiración de un joven Ronaldinho para levantar su quinta Copa del Mundo en tierras asiáticas venciendo en la final a Alemania (2-0).

Pero el idilio de Turquía con la Copa del Mundo también acabó con una última victoria ante Corea del Sur en el partido por el tercer y cuarto puesto (3-2). Hakan Sukur marcó a los once segundos el gol más rápido en la historia de los Mundiales, empató Lee para los anfitriones, pero Mansiz, el héroe de los cuartos de final, anotó un doblete en la primera parte para conseguir un tercer puesto que los turcos celebraron como si hubieran ganado un Mundial. Y no era para menos, porque Turquía sólo había participado en el Mundial de Suiza 1954, donde cayó en la primera ronda, y desde este momento mágico vivido en 2002 nunca ha vuelto a estar presente en la fase final de la Copa del Mundo. Así que los Hakan Sukur, Basturk, Mansiz, Hasan Sas, Rustü y compañía pueden estar orgullosos de formar parte de la mejor selección turca de la historia.

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Los surcoreanos también están orgullosos de su cuarto puesto, aunque en Europa no sienten que deban estarlo, sobre todo en Italia y en España (y puede que tampoco en Portugal), donde hay una inmensa mayoría de aficionados, periodistas y técnicos que cree que los fallos de los colegiados no fueron casuales, sino que había una orden expresa (no sabemos de dónde venía, aunque tampoco es muy difícil imaginárselo) de hacer todo lo posible para que los surcoreanos llegaran muy lejos en su torneo. Incluso algunos diarios italianos intentaron demostrar en el año 2015 que había consignas de la FIFA a los colegiados en los partidos de la selección anfitrionas. Evidentemente, sospechas… haberlas, haylas. ¿Fundadas? Probablemente. Pero todas las acusaciones hay que demostrarlas y eso ya es más difícil.

Aunque puestos a apuntarnos a las teorías conspirativas, ahí va un dato curioso. Todas las selecciones que se enfrentaron en los cruces a Corea del Sur en ese campeonato fueron levantando la Copa del Mundo, una tras otra y en el mismo orden en el que se enfrentaron a los asiáticos. Primero fue Italia, que cayó en octavos de final y levantó su cuarta Copa del Mundo en 2006. Después fue España, que se fue a casa en cuartos en 2002 y ganó su primera Copa del Mundo en Sudáfrica 2010. Y cerró el ciclo Alemania, que eliminó a Corea del Sur en las semifinales y alzó en 2014 su cuarta Copa del Mundo en Brasil. 

Al menos, la fortuna, el destino, el hado, la estrella o como queráis llamarlo, les devolvió a las selecciones involucradas en esta supuesta estafa buena parte de lo que les quitó en 2002. Suponiendo que fuera la fortuna la que se lo hubiera quitado… Pero donde las dan, las toman y los tres sufrieron en sus carnes la maldición del campeón tras su triunfo en la Copa del Mundo.

En fin, lo que está claro es que el primer Mundial del siglo XXI, el primer Mundial asiático, el primer Mundial en el que se enfrentaron Brasil y Alemania, el Mundial del pentacampenato brasileño y el de la reconciliación de Ronaldo con la Copa del Mundo, fue también el Mundial de las sorpresas. Con atracos y sin ellos.

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