"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

jueves, 24 de febrero de 2022

Francia y Alemania: una prórroga increíble en el Mundial 82

Definitivamente, las prórrogas en los partidos importantes ofrecen espectáculos increíbles bastantes más veces de las que creíamos. Ya hablamos en este blog del partido entre alemanes e italianos en la semifinal de México 70, donde los teutones hubieron de claudicar ante la azzurra y no pudieron disputar la final de aquel memorable mundial ante Brasil. Y hoy nos toca hablar de otra prórroga fantástica, donde a los alemanes, esta vez, les salió cara, y remontaron casi milagrosamente a la Francia de Michel Platini en la semifinal del Mundial 82. Después volverían a caer, otra vez, contra Italia, pero eso aún no lo sabían.

En el Mundial 82 se estrenaba un torneo con 24 selecciones y el sistema no fue especialmente acertado y, de hecho, no se volvería a repetir jamás. Primero, las 24 selecciones se distribuirían en 6 grupos de 4 equipos cada uno para disputar una primera fase en la que dos primeros de cada grupo pasarían a una segunda liguilla. En esa segunda liguilla los equipos se distribuirían en 4 grupos de 3 equipos y sólo el primero de cada grupo se clasificaría para las semifinales del campeonato. Evidentemente, los dos ganadores de las semifinales se verían las caras en la final en el Santiago Bernabéu.

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Los franceses se presentaban en España con un equipo fresco, divertido, alegre y de clara vocación ofensiva con jugadores como Michel Platini, la estrella de esa selección, centrocampistas creativos como Tigana o Giresse, el delantero Rocheteau, el defensa Trésor, el portero Ettori o el jovencísimo lateral Amorós. Pero el torneo no empezó como ellos esperaban y tras caer por 3 a 1 ante Inglaterra en su primer encuentro, sufrieron mucho para clasificarse. De hecho, los galos ganaron con claridad a la débil Kuwait (4 a 1), pero empataron a un tanto ante Checoslovaquia en el último partido del grupo para pasar por los pelos a la siguiente liguilla. Y ahí, después del mal, el menos, ya que la selección blue se cruzaría con Austria e Irlanda del Norte. Basta comparar este grupo con el que formaban Brasil, Italia y Argentina o el que les tocó compartir a Alemania, Inglaterra y España.

De todos modos, para esa segunda fase el seleccionador Hidalgo ya había encontrado la fórmula con la apuesta de juntar en la medular a cuatro “dieces” creativos y brillantes como eran Tigana, Platini, Giresse y Genghini. Así, el once del gallo solventó sin demasiados problemas sus partidos ante austríacos y norirlandeses y se ganó los elogios de los rivales antes del duelo de semifinales ante los germanos.

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Lo de los alemanes en el Mundial de España, en cambio, tiene un poco más de miga. Se presentaron los de Jupp Derwall con un equipo fuerte, rocoso y rápido que se había proclamado campeón de Europa dos años antes en Roma y, aunque Schuster (la estrella de ese torneo) estaba lesionado y no disputaría el mundial (más tarde renunciaría definitivamente a la selección), eran un conjunto temible por lo físico y por su gran pegada.

De todos modos, las aguas bajaban turbias en esa selección, con jugadores que no acaban de congeniar con el seleccionador y con dos facciones claramente enfrentadas en el vestuario que la ausencia de Schuster contribuyó a rebajar antes del campeonato. También llegaron muy justos, por culpa de sendas lesiones, Karl Heinz Rummenigge y Hansï Müller.

Pero nada de eso impidió a los alemanes hacer gala de una actitud chulesca bastante impropia. Por ejemplo, cuando su seleccionador declaró antes del encuentro ante Argelia que si perdían compraría él mismo el billete de avión hacia Alemania y se subiría inmediatamente. Después, el golpe de realidad y el ridículo fueron mayúsculos: los campeones de Europa cayeron por 2 a 1 ante los Zorros del Desierto y Derwall no volvió a Alemania, sino que organizó (o permitió) uno de los bochornos más grandes de la Copa del Mundo, un biscotto con Austria en el último partido que permitió la clasificación de los dos países vecinos a la segunda fase y dejaba fuera a la sorprendente Argelia. Ese partido también tiene su propia historia y se le llamó “la vergüenza de Gijón”. Los argelinos, capitaneados por Belloumi y Madjer, tuvieron que hacer las maletas y volver a casa, aunque Derwall no hiciera ni la mención de pagarles el billete que finalmente no había comprado para él. Eso sí, en su primera participación en un Mundial, los Zorros del Desierto fueron los primeros africanos en ganar a un equipo europeo en el torneo. Y lo hicieron ante el campeón de Europa. ¡Casi nada!

Lo cierto es que después del susto de la primera fase, el equipo germano jugó un poco mejor en la segunda y acompañó la mejoría con una buena dosis de suerte. La Mannschaft empató sin goles ante Inglaterra y venció por 2 tantos a 1 a España, lo que la dejó a la espera de lo que aconteciera entre españoles e ingleses en un encuentro en el que los anfitriones del torneo ya no se jugaban nada. Sin embargo, los ingleses no fueron capaces de pasar del empate sin goles ante una España sin alma y los alemanes sellaron el pasaporte a semifinales ante los franceses.

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En ese partido en Sevilla sí que salió a relucir el potencial de las dos selecciones. En la primera parte, sorprendentemente, Alemania llevó el peso del partido y desquició a los galos, que no conseguían que el juego de sus virtuosos centrocampistas fluyera. Los franceses presentaron su clásico centro del campo jugón, con los 4 tenores (Platini, Giresse, Tigana y Genghini), sin medio centro defensivo y con Rocheteau, el extremo del PSG, de delantero centro. Pero los alemanes les maniataron, no les dejaron jugar y atacaron con vértigo por ambas bandas. Y precisamente cuando la presión germana empezaba a flaquear, se encontraron con el primer gol. Breitner inició una jugada que acabó con centro a Fischer, el remate del delantero lo desvió el guardameta Ettori y Littbarski fusiló el rechace a la red. Habían pasado 18 minutos de partido.

Pero Francia, que ya le había tomado el pulso al encuentro, no se vino abajo y, poco a poco, sus centrocampistas empezaron a dominar el partido. Así, en el minuto 27, un penalti cometido sobre Rocheteau lo convertía Platini en el empate a uno con el que los contendientes se marcharon a los vestuarios del Sánchez Pizjuán.

La segunda parte iba a empezar con un claro dominio francés cimentado en su centro del campo, en las subidas por banda del joven lateral Amorós y en las incorporaciones constantes al centro del campo para tocar y para sorprender del veterano líbero Trésor. Para entonces los alemanes ya sufrían, pero los franceses no marcaban y el partido se empezó a calentar. El meta Schumacher empezó con su juego de desquiciar a los rivales, e incluso se permitió el lujo de amenazar con lanzar un pelotazo a los aficionados franceses que estaban detrás de su portería.

En esas estaba cuando Battiston rompió con un desmarque la línea defensiva alemana y se coló entre los dos centrales. Platini lo vio y le metió un pase bombeado para dejarlo solo ante el portero alemán. Battiston llegó antes y metió la pierna para rematar a gol un balón que salió pegadito al poste izquierdo germano, pero Schumacher no se frenó. Se abalanzó sobre el francés saltando, con la pierna hacia adelante, y le golpeó con tal fuerza en la cabeza que lo dejó inconsciente. El estadio enmudeció. Pero el árbitro consideró que esa acción no era ni siquiera falta. Saque de puerta. Y mientras durante tres eternos minutos atendían al francés tendido en el césped, el portero alemán colocaba primero la pelota en el vértice del área pequeña dispuesto a sacar y, después, se puso a hacer toquecitos con la pelota sin inmutarse. A Battiston lo llevaron directamente al hospital con conmoción cerebral, unos cuantos dientes rotos, lesiones en dos vértebras y la mandíbula fracturada Y, claro, los franceses se descentraron. Y, claro, el dominio galo disminuyó. Y, claro, los del Gallo agotaron sus dos cambios en el minuto 57 de partido.

Con Francia tocada, Derwall aprovechó para sacar del campo a un casi desaparecido Magath y metió en punta al gigantón Hrubesch, con lo que Fischer se escoró a la banda. Y comenzó un intercambio de golpes maravilloso, una ida y vuelta constante que, milagrosamente, no se tradujo en goles de ninguno de los dos equipos. Schumacher le hizo un paradón a Six y Amorós estrelló un obús contra el larguero, mientras que Ettori despejó los disparos de Briegel y Breitner para alagar el choque media hora más.

¡Y qué media hora! Nada más comenzar la prórroga, a los dos minutos, los franceses se pusieron por delante con un magnífico tanto de cabeza de Trésor. Y seis minutos más tarde, Giresse puso la puntilla a los alemanes con un gol precioso después de una jugada colectiva marca de la casa, con todos los centrocampistas de salón tocando en corto para buscar la mejor posición de disparo. Pero Alemania es Alemania y Francia no lo supo ver. O no lo supo controlar. Tocaban los galos con la yema de los dedos su primera final de una Copa del Mundo y siguieron tocando… la pelota.

Derwall sacó a un renqueante Rummenigge para amenazar la retaguardia francesa y la apuesta le salió bien, ya que, a punto de acabar la primera parte de la prórroga, recortó distancias con un remate de depredador del área, colándose entre el defensa y el portero para embocar un centro de Littbarski. En la segunda parte de la prórroga, los franceses fueron incapaces de contener el vendaval alemán y Fischer empató de tijera. Tres a tres y ocho minutos por delante para desnivelar de nuevo la contienda. Pero ni unos ni otros tuvieron ya fuerzas para más y el finalista habría de decidirse desde el punto de penalti. Era la primera vez que una eliminatoria de la Copa del Mundo se resolvía por penaltis y la suerte cayó del lado alemán. Aunque los franceses tuvieron en sus manos la clasificación en la mismísima tanda, pero volvieron a dejar con vida a los alemanes y lo pagaron carísimo.

Giresse marcó el primer penalti para Francia y Kaltz el suyo para Alemania.

A Amorós no le tembló el pulso y anotó para los blues y Breitner para los germanos.

Rocheteau anotó el tercer penalti francés y… ¡Falló el veterano Stielike! que se quedó llorando en el césped y lo tuvo que levantar del suelo el mismo Schumacher.

Ahí volvía a estar la final. 
En las botas de Six. 
Pero lo tiró flojo y centrado y lo paró Schumacher. 
Y Littbarski restableció el empate con el cuarto lanzamiento alemán.

Platini anotó el último lanzamiento de la tanda para Francia y Rummenigge lo clavó también para Alemania.

Empezó la muerte súbita.

Y falló Bossis… 
Y marcó Hrubesch.

Y Alemania celebró el pase a la final mientras los franceses lloraban desconsolados sobre el césped del Pizjuán. Los dos equipos más estéticos del campeonato habían caído. Primero había caído Brasil ante Italia en el partido decisivo de su grupo de cuartos de final y después Francia ante Alemania en una de las semifinales más bellas de la historia Copa del Mundo. La final, precisamente, enfrentaría a alemanes e italianos, los esforzados verdugos del fútbol samba y del fútbol de salón. Pero esa final, a los alemanes, se les hizo demasiado cuesta arriba.

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