"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

viernes, 18 de enero de 2008

La maldición de las finales de Alemania

Jugar la final de una gran competición es sinónimo de alegría, de satisfacción por el trabajo bien hecho, de fiesta, de alborozo, de incertidumbre y de nerviosismo, pero, evidentemente, las finales se pierden y se ganan y, en la mayoría de los casos, sólo se recuerda al que levanta el trofeo. Son muchos los equipos especialistas en llegar a las finales de los torneos más importantes y quedarse a las puertas de la gloria, tocar la Copa con la punta de los dedos. 

Ejemplos los hay de todos los colores, pero creo que muchos aficionados aún conservan en la retina la imagen de ese Valencia CF que jugó dos años consecutivos la final de la Liga de Campeones y, en ambas ocasiones, se quedó con la miel en los labios. Los valencianistas son, sin ningún género de dudas, uno de los equipos más duchos en el arte de perder finales. De hecho, son el único equipo de España capaz de perder tres finales seguidas de la Copa del Rey. Nadie ha perdido tres finales consecutivas (con lo difícil que es llegar), pero los valencianistas lo han hecho dos veces. O la Juventus de Turín, grande de Europa, que ha ganado la Liga de Campeones en dos ocasiones, pero ha perdido ¡¡5 finales más!!. Nadie ha perdido tantas. 

Podríamos seguir, pero toda esta introducción sirve para presentarnos a la selección que más finales ha perdido en la Copa del Mundo. No es una selección cualquiera. Ha ganado 4 Copas del Mundo, lo que la coloca solo por detrás de Brasil (5 Mundiales) e igualada con Italia en el palmarés. Sin embargo (¡lo que son las cosas!), la selección de la que hablamos ha jugado tantas finales como los brasileros y una más que los azzurri, es decir, siete!!! 

Desvelaremos el misterio: Alemania ha ganado 4 mundiales y ha perdido 4 finales. Brasil ha ganado 5 mundiales y ha perdido 2 finales (Brasil 50 y Francia 98), mientras que Italia ha ganado 4 trofeos y ha perdido 2 finales más (curiosamente, ambas ante Brasil y siempre dilucidando quien se pondría al frente de la clasificación hipotética de ganadores de más Copas del Mundo: en México 70, donde la canarinha se quedó la Copa Jules Rimet en propiedad al ganarla por tercera vez; y en EEUU 94, donde Brasil consiguió su cuarto entorchado desde el punto de penalti). En definitiva, nadie ha perdido tantas finales como Alemania. 

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Los germanos llegaron a su primera final de una Copa del Mundo en 1954, en el Mundial que se celebró en Suiza. La favorita de todos era una Hungría descomunal, que practicaba un fútbol de vértigo y que contaba en sus filas con jugadores como Puskas, Kocsis, Nándor Hidegkuti o Zcibor y que los clásicos califican como uno de los tres mejores equipos de la historia. De hecho, los Magiares Mágicos habían sido el primer equipo en vencer a Inglaterra en Wembley, apenas un año antes y con una contundencia brutal (3 a 6) y se presentaban en la final del Mundial con una serie de 32 partidos seguidos ganando, récord que aún no ha sido superado por ninguna otra selección. Además, los húngaros habían marcado más de cuatro goles en cada partido del Mundial y ya le habían ganado a Alemania por 8 a 3 en la primera fase. Pero aquel partido era otra historia, ya que el seleccionador alemán Herberger había reservado a sus mejores jugadores. 

Los magiares se presentaron en la final tras eliminar a la gran Brasil (heredera de la debacle del 50 en Maracaná) y a los campeones vigentes (Uruguay). Se sentían favoritos ante una Alemania comandada por Fritz Walter y con Rahn y Morlock en ataque. De hecho, a los 8 minutos de partido, los húngaros ya ganaban 2 a 0 con goles de Puskas y Zcibor: el fantasma del 8 a 3 de la primera fase planeó por la cabeza de todos los aficionados alemanes (y quién sabe si también sobre los propios jugadores). Sin embargo, los alemanes no se arredraron y recortaron distancias con un tanto de Morlock. De ahí, hasta el final de la primera parte, los alemanes capearon como pudieron el potencial húngaro, gracias a defensas que sacaron en la línea un par de goles cantadas, paradas del meta Turek y, además, la colaboración de unos palos que parecían magnetizados (hasta tres disparos húngaros se estrellaron en ellos). 

El segundo tiempo ya es otra cosa: había estado cayendo una fina lluvia durante toda la primera mitad y el campo estaba en malas condiciones (malo para los finos magiares y mejor para los físicos alemanes) y, además, Puskas cojeaba ostensiblemente y en esta época no había cambios (no había jugado los cuartos ni las semifinales por su lesión, pero la final la jugó infiltrado). Cuando sólo faltaban 8 minutos para el final, Fritz Walter cedió el balón a Rhan, quien batió de potente disparo al meta húngaro. Aún quedó tiempo para que le anularan un gol a Puskas por fuera de juego (dicen las crónicas que estuvo bien anulado), pero nada más. La Copa del Mundo se fue para Alemania. Y a la selección magiar se la cargó la emigración de sus figuras por culpa de una guerra.

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Alemania hubo de esperar 12 años (3 campeonatos) para disputar otra gran final. Esta vez tocó la de cal: derrota en Wembley ante Inglaterra en la prórroga, con gol fantasma incluido. El 4 a 2 final fue un duro golpe para una selección alemana que había empatado a dos a falta de un minuto para el final del tiempo reglamentario. Para la historia quedará el primer (y hasta ahora único) título mundial para los británicos y el gol de Hurst. Y Beckenbauer con la miel en los labios, prometiéndose a sí mismo que devolvería la Copa del Mundo a Alemania. 

La siguiente presencia germana en la final de una Copa del Mundo fue más traumática, pero con final feliz. Fue en el Mundial de 1974, celebrado en su propio país. Los germanos estaban obligados por la presión mediática a ganar su mundial. El Mundial era importantísimo: el primer mundial post Pelé y el primer Mundial donde se ponía en juego una Copa Nueva, después de que Brasil se quedará la Jules Rimet en propiedad tras su tercera Copa en México 70. Pero, pese a jugar en casa, Alemania no era favorita por el juego desplegado, ni Brasil, ni Italia... la favorita era Holanda y su fútbol total, con un Cruyff pletórico. Los tulipanes se cargaron a los anteriores campeones y barrieron en todos sus partidos.

Los alemanes sufrieron en la primera fase una humillante derrota ante sus vecinos orientales (RDA) en la llamada Batalla de Hamburgo, donde no sólo se enfrentaban 22 futbolistas, sino dos concepciones distintas de ver el mundo, dos pueblos separados por el telón de acero. En la segunda fase mejoraron (la forma de competición era distinta a la actual: la segunda fase constaba de dos grupos de 4 equipos que se enfrentaban entre sí y los campeones de cada grupo jugarían la final) su rendimiento, pero sin enamorar. Ganaron a Yugoslavia y a Suecia y, en el último partido, se enfrentaban a una Polonia sorprendente que también había ganado sus encuentros. Müller anotó el gol del triunfo local y Maier lo rubricó con sus paradas en los minutos finales. 

La finalísima empezó con Holanda sacando de centro y, sin que los alemanes tocaran el balón en más de un minuto, Cruyff entró en el área y fue derribado: ¡¡Penalti y gol de Cruyff sin que los alemanes hubieran tocado el balón!! Pero la final se fue equilibrando, gracias sobre todo a los marcajes de los perros de presa alemanes: Berti Vogs sobre Cruyff y Bonhoff sobre Neeskens. Beckhenbauer empieza a carburar y Alemania a acercarse a la meta de Jongbloed, hasta el punto de que una internada de Holzenbein acaba en el penalti que transforma Breitner en el empate. Los germanos siguen atacando y Müller, en uno de sus clásicos remates, pone por delante a Alemania antes del descanso. La segunda mitad fue un querer y no poder de los tulipanes, que perdieron la primera de sus dos finales consecutivas (y peor: ambas ante los anfitriones, como pasaría 4 años más tarde en Argentina). Los alemanes, en cambio, se coronaban por segunda vez. 

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La amargura holandesa la sufrirían también en sus carnes los alemanes dos veces seguidas. La primera fue en España 82. El sorteo los había emparejado en la primera fase con Austria, Argelia y Chile. Los germanos cayeron ante una sorprendente Argelia y vapulearon a Chile, por lo que llegaron a la última jornada jugándose su clasificación ante una Austria con 4 puntos a la que le bastaba con perder 1 a 0 para seguir adelante. Y eso pasó: marcó Alemania y el rondo duró 75 minutos. A los aficionados alemanes les ha costado más de 25 años perdonar a su seleccionador, Jupp Derwall, pese a que con él ganaron la Eurocopa del 80 y llegaron a la final del Mundial 82. 

La segunda fase fue tranquila, con victoria ante España y empate ante Inglaterra, pero las semifinales serán recordadas para siempre. Los alemanes se enfrentaban a la Francia de Platini en el Sánchez Pizjuán de Sevilla y el choque acabó con un empate a uno (Platini de penalti igualó el tanto de Littbarski) que les llevaba a la prórroga. Allí, el talento francés se impuso y los galos anotaron dos goles en apenas 6 minutos para ponerse 3 a 1, pero nunca hay que darle vida a los teutones, nunca. La remontada fue espectacular, con Rumennigge y Fischer como autores de los tantos. La tanda de penaltis la ganó Alemania (5 a 4) que pasó a la final para medirse a Italia. Sin embargo, la final iba a ser casi un paseo militar para los transalpinos, que ganaron 3 a 1 con una superioridad casi insultante. Los alemanes aguantaron sólo la primera parte. En la segunda no tuvieron opción. Rossi, Tardelli y Altobelli anotaron para los azzurri y Breitner maquilló el resultado a falta de 7 minutos. 

La historia se repetiría 4 años más tarde, en México. Los alemanes repitieron final, después de volver a dejar a Francia en la cuneta, esta vez sin sobresaltos, con un dos a cero clarificador, pero se encontraron a la Argentina de Maradona, una selección intratable con un genio al frente. Pese a ello, los alemanes fueron fieles a su garra característica y, pese a ir perdiendo 2 a 0, Rumenigge y Alloff empataron el partido en tres minutos. Pero no hubiera sido justo que Argentina y Maradona se quedaran sin Mundial, y el astro argentino vio un pase donde pocos lo imaginaban para dejar solo a Gurruchaga ante Schumacher y hacer el 3 a 2 definitivo. Los germanos volvieron a morir con las botas puestas, pero acabaron segundos de nuevo, por segunda vez consecutiva.

De todos modos, dicen que a la tercera va la vencida y, aunque no siempre se cumple, esta vez sí se cumplió. Seguramente uno de los peores mundiales de la historia en cuanto a juego se lo llevó Alemania, la selección que mejor jugó dentro de la mediocridad general del Mundial de Italia 90. Una fase de grupos animada, pero unas eliminatorias finales decididas casi siempre por penaltis marcaron la competición. 

Los alemanes empataron en su debut con Colombia, pero golearon a Emiratos y Yugoslavia. Después se deshicieron de Holanda en octavos, de Checoslovaquia en cuartos y hubieron de recurrir a los penaltis para eliminar a Inglaterra y llegar a la final ante Argentina. La final fue fea, horrible, pero ganó quien más lo buscó con un penalti realmente dudoso que transformó Bremhe a falta de 5 minutos para el final. 

El fútbol le devolvió a Alemania lo que había perdido en las dos finales anteriores. Y fue justo con Mathäus, grandísimo jugador que había participado en los mundiales del 82, del 86 y del 90 y aún repetiría en el 94 y en el 98. Y fue justo con Beckenbauer, el segundo en la historia en ganar un Mundial como jugador y otro como técnico.

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La penúltima final alemana llegó en Corea y Japón, en el primer Campeonato del Mundo celebrado en un continente distinto a América y Europa. Y llegó a la final a trancas y barrancas, sostenido en un Ballack fantástico, en un Kahn sensacional y en grandes dosis de suerte. Sin embargo, en la final fallaron sus dos pilares: Ballack vio una amarilla en las semifinales ante Corea y se perdió la final; mientras que Kahn se comió el gol de Ronaldo que abría la lata Dos a cero para Brasil, que se convertía en pentacampeón del mundo en su séptima final de un mundial, las mismas que había jugado Alemania hasta ese momento, pero con resultados bien distintos.

Pero no sé si los brasileños hubieran cambiado ese trofeo por no sufrir la humillación de Belo Horizonte, el 7 a 1 en las semifinales de Brasil 2014. A la postre, Alemania se plantó en la final con Argentina (la tercera final entre estas dos selecciones) y ganó a punto de finalizar la prórroga con el gol de Mario Götze. Ha sido su último título. Y, de momento, también su última final.

1 comentario:

Lore dijo...

Se nota que ese post es del 2008, hoy día probablemete el premio se lo lleva Holanda. 3 finales 0 copas.