"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

lunes, 3 de octubre de 2022

El Buitre despliega sus alas en Querétaro ante Dinamarca en el Mundial de México 86

18 de junio de 1986. Estadio la Corregidora, Querétaro. Un jugador rubio, bajito, de apenas un metro setenta de estatura, a puntito de cumplir los 23 años, callado, pero de mirada avispada y ojos atentos, se sube las calzas negras con la cabeza agachada, pensativo. Está a punto de sacar de centro porque su selección acaba de recibir el primer gol en el trascendental choque de octavos de final del Mundial de México 86. Piensa que es mala manera de empezar, recibiendo un gol. Pero como en todos los partidos que ha jugado al fútbol desde que subió de la cantera del Real Madrid al primer equipo en 1984 y desde que debutó con la selección española ese mismo año, por su mente sólo pasa el momento en el que conecte con la pelota y la mande a la red para cambiar el signo del partido. Los daneses que se felicitan entre ellos no imaginan que un depredador apodado el Buitre tiene dibujado en su cabeza el partido perfecto. Y está dispuesto a pintarlo en el mejor lienzo posible: la Copa del Mundo de fútbol.

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Tan solo dos años atrás, en junio de 1984, en el estadio Gerland de Lyon, estas mismas dos escuadras, la danesa y la española, eran también las sorprendentes protagonistas de las semifinales de una Eurocopa en la que Francia esperaba para conocer a su rival en la final. Ese partido lo vivió el Buitre sentado en el banquillo, mordiéndose las uñas junto al resto de compañeros que no fueron de la partida.

La Dinamarca del técnico Steep Pointek había sido una de las revelaciones del torneo con su fútbol alegre, atrevido y siempre buscando el gol. Un joven de 20 años que jugaba en la Lazio y respondía al nombre de Michael Laudrup llevaba la batuta en ataque junto al gran Preben Elkjaer Larsen. Ese joven equipo, al que ya se le empezaba a conocer con el sobrenombre de La Dinamita Roja, se presentó en Lyon tras vencer por 5 a 0 a Yugoslavia, por 3 a 2 ante Bélgica y caer tan solo ante Francia en el primer partido del torneo por un ajustadísimo 1 a 0.

La España de Miguel Muñoz llegaba con una selección renovada tras el desastre del Mundial 82 y se había plantado en semifinales con mucho sufrimiento tras empatar a uno con Rumanía y Portugal y vencer a Alemania con un gol del defensa Maceda en el último suspiro del último partido. Ese tanto hizo que la Furia se metiera en semifinales como primera de grupo y envió a Alemania a su casa.

En Lyon, los españoles empezaron amenazando con un remate de Carrasco a la salida de un córner que detuvo el meta Qvist a los tres minutos de encuentro. Pero apenas cuatro minutos más tarde, los daneses se pusieron por delante en el marcador. Arconada voló para sacar de la escuadra un remate espectacular de Elkjaer, pero el rechace le cayó a Soren Lerby, que abrió el marcador con un remate cercano ajustado al palo. A partir de ese momento, la Dinamita Roja se hizo con el control del juego y dominó durante toda la primera mitad a una España que tan sólo podía intentar capear el temporal vikingo.

Sin embargo, en la segunda mitad cambiaron las tornas. Los de Miguel Muñoz salieron dispuestos a empatar el encuentro y encerraron a los jóvenes daneses en su campo. Las ocasiones se sucedieron. Primero fue Señor quien puso en apuros al meta danés y después fue la velocidad del Lobo Carrasco la que desarboló a la zaga escandinava. Al final, tanto fue el cántaro a la fuente que terminó por romperse. Gordillo se internó por la banda izquierda y metió el balón raso al corazón del área. Carrasco peleó la pelota, pero un defensa metió la pierna para dejarla muy viva un poco más atrás del punto de penalti. Por allí apareció Maceda, otra vez Maceda, que le pegó con el alma en un área repleta de jugadores y consiguió meter el balón en la portería de Qvist y empatar el partido.

La semifinal se fue a la prórroga, donde de nuevo fue España la que tuvo las mejores ocasiones, pero nadie fue capaz de meter un gol y los penaltis decidirían el semifinalista. Todos los jugadores de uno y otro equipo anotaron sus disparos: Santillana, Señor, Urquiaga y Víctor Muñoz los españoles y Brille, Jesper Olsen, Laudrup y Soren Lerby los daneses. Le tocó el turno a Elkjaer, uno de los mejores daneses. Cogió mucha carrera, le pegó fuerte y arriba, pero el balón se le fue por encima de los tres palos. Sarabia convirtió el suyo con mucha tranquilidad y metió a España en la final de la Eurocopa, donde caerían ante la Francia de Michel Platini por dos goles a cero.

Ese precedente inmediato, unido a las seis victorias españolas y dos empates en partidos oficiales en entre España y Dinamarca en toda su historia, era el que pesaba en el ambiente en la Corregidora. La Furia quería seguir con su racha, mientras que la Dinamita Roja quería hacer saltar por los aires todas las derrotas anteriores.

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Tras el subcampeonato en la Eurocopa de 1984, España llegaba a la Copa del Mundo de México 86 con grandes expectativas. Sin embargo, los recuerdos mundialistas de los españoles no eran demasiado halagüeños y eso pesaba muchísimo en el ánimo de los jugadores y, sobre todo, en el de los aficionados. Sin ir más lejos, el último Mundial, el de España 82, entraba directamente en la categoría de las más horribles pesadillas.

Y es que tras dos ediciones consecutivas en las que los anfitriones acabaron alzándose con la Copa del Mundo (Alemania en 1974 y Argentina en 1978), España tenía que ser fiel a su costumbre de romper moldes. Porque encuadrada en un grupo aparentemente sencillo junto a Honduras, Yugoslavia e Irlanda del Norte, y arropada por su público en Valencia, nada hacía presagiar el sufrimiento (y posterior hundimiento) de la Furia.

El debut ante Honduras el 16 de junio de 1982 fue un auténtico despropósito. España estaba hecha un manojo de nervios y los hondureños, que jugaban el primer Mundial de la historia de su selección, sacaron tajada enseguida. A los siete minutos de juego Zelaya dejaba helados a los aficionados presentes en Mestalla con el tanto hondureño y los locales no encontraron el camino para hacer sufrir a la Bicolor. Un penalti más que riguroso cometido sobre Saura a los veinte minutos de la segunda parte lo convirtió en gol López Ufarte para salvar un punto ante, sobre el papel, uno de los rivales más asequibles del grupo, si no el que más.

El segundo partido ante Yugoslavia era una auténtica final para los pupilos de Santamaría. Y comenzó exactamente igual que el que jugaron ante Honduras. A los diez minutos, Gudelj adelantó a los balcánicos, aunque el árbitro pronto acudiría en auxilio de los anfitriones pitando penalti en una falta cometida al menos medio metro fuera del área. Para acabarlo de arreglar, López Ufarte falló el penalti y el colegiado mandó repetirlo por invasión de área. Increíble, pero cierto. Y, ahora sí, a la segunda, Juanito empató el partido. Pero a España no le bastaba el empate y en el segundo tiempo Saura consiguió el gol de una victoria que parecía balsámica ante un enfervorizado público que llenó Mestalla para aplaudir el primer triunfo de los suyos en el torneo.

El desastre vino cuando menos se esperaba, ante una selección que ya se veía de regreso a casa tras empatar sin goles ante Yugoslavia y a un tanto ante Honduras. Los futbolistas de Irlanda del Norte aprovechaban el calor valenciano para darse unos chapuzones en la piscina del hotel acompañados de unas grandes, buenas, espumosas y refrescantes cervezas. Como los balcánicos habían vencido a los centroamericanos por un gol a cero, los norirlandeses necesitaban una improbable victoria ante los anfitriones para seguir adelante. Y Gerry Armstrong, para sorpresa de todos, hizo posible el milagro con un gol a los dos minutos del segundo tiempo que España no fue capaz de igualar.

Los de Vilallonga se clasificaron por delante de Yugoslavia, pero le tocaba en suerte un grupo titánico de cuartos de final, en el que habría de enfrentarse a Alemania Federal e Inglaterra. Los sorprendentes norirlandeses acabaron líderes de grupo y se disputarían una plaza en semifinales ante Francia y Austria. Demasiado. Los franceses fueron los que siguieron adelante, mientras que en el grupo de España fue Alemania la que se clasificó tras empatar sin goles ante Inglaterra y derrotar a una decepcionante anfitriona por dos goles a uno. La aventura de España en su Mundial había acabado convirtiéndose en una película de terror que se llevó por delante al seleccionador y a muchos de los futbolistas. Fue entonces cuando Miguel Muñoz cogió las riendas de la selección española y le lavó la cara clasificándola de milagro para jugar una Eurocopa que estuvo a punto de ganar en el Parque de los Príncipes. Ahora tocaba limpiar la mácula en un Mundial, que no parecía que fuera una tarea sencilla.

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Para viajar a México 86, el conjunto entrenado por Miguel Muñoz no tuvo una fase de clasificación ni mucho menos plácida, compitiendo contra Islandia, Gales y la Escocia del mítico Stein, que fue la que acompañó finalmente a los ibéricos a tierras aztecas, aunque tanto unos como otros, escoceses y españoles, hubieron de esperar al último encuentro para certificar su presencia en el torneo.

Miguel Muñoz había dado ligeros retoques a la selección que tanto ilusionó a sus aficionados en la Eurocopa de 1984 y había incluido en la lista mundialista a Míchel y Butragueño, máximos exponentes de una Quinta del Buitre en pleno apogeo. El defensa Sanchis también era un fijo, pero se fracturó el peroné en partido de la Copa de la Uefa ante el Inter de Milán y no llegó a tiempo al Mundial. El mítico portero Arconada ya estaba fuera del equipo después de una grave lesión que padeció en 1985 y el seleccionador hispano le había dado la alternativa a Andoni Zubizarreta, el joven guardameta del Athletic de Bilbao. Además, Miguel Muñoz se había llevado también a su compañero Julio Salinas, un delantero atípico, desmanejado y con aires de torpón que, a sus 23 años, no paraba de meter goles en la liga española. Seguían Camacho, Gallego, Maceda, Señor, Gordillo, Carrasco, Julio Alberto o Andoni Goicotxea, pero también hacían acto de aparición jugadores como Calderé, Chendo o Eloy Olaya, el menudo delantero de 21 años del Sporting de Gijón que había hecho una temporada extraordinaria.

En el Mundial, España compartió grupo con Brasil, Argelia e Irlanda del Norte, que se le apareció a los españoles como un recordatorio funesto, una advertencia clara y rotunda, de lo que pasó en el Mundial 82. Los españoles vendieron muy cara su derrota ante Brasil en la jornada inaugural, aunque sucumbieron ante un gol de Sócrates en posición dudosa. Antes Míchel había estrellado un trallazo tremendo en el larguero que rebotó en el suelo y que el árbitro no entendió como gol al considerar que la pelota no había rebasado del todo la línea de meta. Al contrario que en la mayoría de los Mundiales que había disputado la Furia hasta ahora, la imagen fue buena, pero la derrota la obligaba a ganar los dos partidos restantes para pasar a la siguiente fase.

Ante Irlanda del Norte, España salió enchufadísima y Emilio Butragueño, el Buitre, desplegó sus alas por primera vez a los dos minutos de encuentro anotando su primer gol en el torneo. Un cuarto de hora más tarde, sería Julio Salinas quien estrenaría su casillero mundialista para dar la tranquilidad a España. Sin embargo, nada más comenzar la segunda parte, Colin John Clarke recortó distancias para Irlanda del Norte y metió el miedo en el cuerpo de los españoles. Finalmente, no hubo más goles y la Furia respiró.

Ante Argelia, la figura del partido fue el atacante del Barcelona Calderé, que puso por delante a España a los 18 minutos y sentenció el partido mediada la segunda mitad. El asturiano Eloy Olaya cerró la goleada saliendo desde el banquillo (3-0) y España se metía en octavos de final como segunda de grupo por detrás de Brasil. Argelia e Irlanda del Norte regresaban a casa.

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Dinamarca no sufrió tanto como España en la fase de clasificación. De hecho, en un grupo complicado con la Unión Soviética, Suiza, Irlanda y Noruega, la Dinamita Roja casi siempre estuvo un escalón por encima del resto. Empezaron los de Steep Pointek con una victoria por la mínima ante Noruega para caer después en su visita a Suiza (1-0). Pero aprovecharon a la perfección su condición de locales para barrer a Irlanda (3-0) e imponerse con claridad sobre la URSS (4-2) y poner su clasificación a tiro de piedra. Un empate sin goles ante los helvéticos y una derrota en Moscú (1-0) complicaron un poco el viaje, pero dos goleadas tremendas en Noruega (1-5) e Irlanda (1-4) certificaron el pase junto a la Unión Soviética de Lobanovsky.

Ya en tierras aztecas, los daneses brillaron sobre manera y se impusieron contra pronóstico en su grupo, derrotando a Escocia por la mínima en su debut (1-0), masacrando a Uruguay en la segunda jornada (6-1) y confirmando su candidatura a todo derrotando a Alemania Federal con solvencia (2-0). Michael Laudrup, Jesper Olsen, Morten Olsen, Soren Lerby y Preben Elkjaer Larsen formaban un ataque temible y demoledor que había hecho estragos en la primera fase del campeonato.

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18 de junio de 1986. Estadio la Corregidora, Querétaro. Las selecciones de España y Dinamarca vuelven a enfrentarse dos años después, esta vez en octavos de final de una Copa del Mundo, oteando los cuartos en el horizonte, donde Bélgica espera después de dar la sorpresa ante la URSS en un extraordinario y polémico partido que acabó decidiéndose en la prórroga.

Los daneses salen dispuestos a imponer su ritmo frenético desde los primeros minutos y buscan con insistencia la portería de Andoni Zubizarreta sin demasiada fortuna. Hasta que, en el minuto 33, una pared entre Elkjaer y Soren Lerby acaba con el danés por los suelos ante una entrada a la desesperada de Ricardo Gallego que se lo lleva puesto. El colegiado no lo duda y señala los once metros pese a las protestas de toda la zaga española. Pero la decisión ya está tomada y a Jesper Olsen no le tiemblan las piernas. Engaña a Zubizarreta y pone el uno a cero en el marcador desde los once metros. Pintan bastos para España.

Pero entonces, cuando apenas quedan 2 minutos para el final de la primera mitad, los daneses pecan de bisoños y el brillo en la mirada del Buitre aparece de pronto. El meta Hogh se empeña en salir jugando en corto por la banda derecha y se la da a Jesper Olsen, a quien presiona Salinas con fogosidad. Olsen recibe en banda con el vasco encima, caracolea, se deshace de él y, sin mirar, se la devuelve a su portero, que tras la cesión a su compañero está volviendo a colocarse bajo palos. Ni uno ni otro se dan cuenta de que por allí pulula un Buitre acechando a su presa. El delantero español lee el pase antes que nadie y sale disparado de la nada para meter el pie derecho, golpear la pelota y dejar al portero Hogh con el molde. Uno a uno en el peor momento para los daneses, cuando controlaban bien el choque y ya se veían preparando la segunda parte en el vestuario con la tranquilidad que da tener ventaja en el marcador. No fue así… Porque no han visto venir a un Buitre volando en picado.

La segunda parte parece empezar bien para los escandinavos, que tienen una ocasión al poco de empezar la segunda parte. Pero sólo es un espejismo. En realidad, a partir de ese momento el partido se convierte en un suplicio para los daneses, que pagan muy cara su falta de contundencia en defensa.

A los doce minutos, Víctor sirve un saque de esquina al que llega con todo Camacho para el remate. El lateral español, en el corazón del área, y totalmente solo, mete un cabezazo que deja la pelota volando en el segundo palo y ahí vuelve a aparecer el Buitre, el más bajito de todos, indetectable para los defensas, con las alas desplegadas. El ariete mete la cabeza y voltea definitivamente el partido. Los daneses no se lo creen. En España, los aficionados que han trasnochado para ver el partido, tampoco.

Pero lo mejor para la Furia aún estaba por llegar. Porque Dinamarca se fue definitivamente del partido y concedió muchísimo a una España rápida y precisa que se empeñó en hacer sangre. Las ocasiones se sucedían por las imprecisiones danesas, pero el gol llegó de penalti en una contra de manual. Míchel cogió una pelota en la parte derecha del ataque, levantó la cabeza y vio al Buitre haciendo una diagonal con el lateral Busk persiguiéndole ya sin fuelle. Le metió el pelotazo perfecto, el Buitre controló, se metió en el área y Busk lo derribó. Penalti. Y gol de Andoni Goikoetxea, que le pegó como si fuera a romper la red. Tres a uno y la cosa estaba más para una goleada que para la remontada vikinga. De hecho, así fue.

A falta de diez minutos, y con Dinamarca volcada al ataque, pero sin ideas y a la desesperada, Víctor robó un balón en el centro del campo, se la dio a Míchel, que abrió para Eloy en posición de extremo derecho. El menudo delantero asturiano la puso rasa, fuerte y al segundo palo. Por allí volvía a entrar, otra vez como Pedro por casa, el héroe de la noche, totalmente libre de marca para hacer el cuarto de España. Delirio en las gradas de La Corregidora con Manolo golpeando su bombo como si no hubiera mañana. Aún daría tiempo a que el Buitre redondeara la mejor tarde de su vida con su cuarto tanto, el quinto de España. Fue en el último minuto, transformando un penalti cometido sobre él mismo.

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Lo que es el fútbol. Una de las selecciones que más espectáculo había dado en el torneo, que había pasado por encima de un equipo tan solvente como Uruguay y se había llevado por delante a Alemania, caía goleada en octavos de final sin conmiseración por una España que aún no había dejado su huella en el campeonato.

De repente, España, que iba de tapada en el torneo, se convertía en una de las aspirantes a levantar la Copa del Mundo. Y más teniendo en cuenta que disputarían los octavos de final ante la sorprendente Bélgica y no ante la temible Unión Soviética de Lobanovsky. Y más pensando que en sus filas jugaba un futbolista tocado por la varita mágica, capaz de meter cuatro goles en los octavos de final de un Mundial y que peleaba por la Bota de Oro nada más y nada menos que con Lineker o Maradona. Y más sumando la que se empezaba a conocer como “la flor de Miguel Muñoz”, que empezó cuando España le hizo 12 goles a Malta para clasificarse por delante de Holanda para la Eurocopa de 1984. Que siguió con el gol de Maceda en el descuento del partido ante Alemania cuando ya estaba todo el pescado vendido y acabó metiendo a España en la semifinal de la Eurocopa. Y alcanzó su cénit con el primer gol del Buitre en Querétaro ante Dinamarca.

Pero incluso las flores más hermosas acaban marchitándose y, una vez más, ese favoritismo español se iba a ir por la cloaca tras 120 minutos de fútbol y una tanda de penaltis. Señor había empatado al filo del final el tanto inicial de Ceulemans, pero esta vez la suerte no sonrió a los españoles y el joven Eloy falló el único penalti de toda la tanda. Los belgas se enfrentarían a la Argentina de Maradona y Bilardo y disputarían la semifinal de una Copa del Mundo por primera vez en su historia. España, una vez más, había dejado a sus aficionados con la miel en los labios, fallando cuando menos lo esperaban.

Eso sí, el partido de octavos de final del Mundial de México 86 entre Dinamarca y España en Querétaro quedará para siempre en la retina de los aficionados españoles. Fue el día en que el Buitre desplegó sus alas.

También fue el día en que Dinamarca acabó por creer a pies juntillas que tenía su propia bestia negra y que se llamaba España. Camino al Mundial de Estados Unidos 94 volvería a constatarlo una vez más ante los pupilos de Clemente. Y camino a la Eurocopa de Austria y Suiza de 2008, que supondría el reencuentro de España con la gloria de la mano del gran Luis Aragonés, también.

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