"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

martes, 12 de julio de 2022

Paolo Rossi, de "tramposo" villano a héroe eterno del Mundial 82

Sábado, 12 de diciembre de 2020. Una multitud se congrega a las puertas de la Catedral de Vicenza, mientras un féretro coronado con una camiseta de la azzurra con el número 20 es transportado por cuatro personas en silencio y con solemnidad. Por la incidencia del coronavirus la entrada a la catedral está restringida a 250 personas, pero fuera esperan muchas más. Como muchas más han pasado por la capilla ardiente ubicada en el estadio Romeo Menti de Vicenza. Y muchísimas más son testigos mudos de una ceremonia que es retransmitida por televisión a todo el país.

Los porteadores, enfundados en abrigos azul oscuro y cubriendo nariz y boca con la inevitable mascarilla, son Marco Tardelli, Antonio Cabrini, Giampiero Marini y Alessandro Altobelli, campeones del mundo en España 82. El féretro es el del héroe italiano de ese Mundial. Paolo Rossi, Pablito, il Bambino, que con sus goles puso en pie a todo un país. Un cáncer de pulmón se lo llevó a los 64 años, después de haber escrito una página de oro de la historia del fútbol italiano, aunque antes también garabatearía unos torcidos renglones de otra historia sobre el calcio, una historia bastante menos digerible que estuvo a punto de impedir que se escribiera la buena, la de oro.

***

Paolo Rossi había empezado a jugar a fútbol en Santa Lucía, el barrio de Prato donde nació, pero empezó a vislumbrar la posibilidad de dedicarse al mundo del fútbol cuando con apenas 12 años lo fichó la Cattolica Virtus, de Florencia, uno de los equipos juveniles más prestigiosos de Italia. Tan bien jugaba el joven atacante que en 1972 la Juventus lo fichó pagando 14 millones y medio de liras al equipo florentino. Su familia no tenía muy claro su traslado a Turín con 16 años, y más cuando su hermano mayor ya había pasado por la misma experiencia y le había tocado volver a casa tan solo un año después. Pero Paolo sí quería ir a Turín y se dispuso a hacer las maletas para cumplir su sueño.

Pero la suerte no acompañó a Pablito en esa primera experiencia juventina, ya que se lesionó con mucha asiduidad y tuvo graves problemas en el menisco en su primer año en el juvenil bianconero. Pese a todo, en 1975 debutó con el primer equipo en un partido de Copa de Italia ante el Cesena. Finalmente, la Juventus, que confiaba en el joven extremo, lo cedió al Como, equipo que acababa de ascender a la serie A ese misma temporada 1974-75 y allá que se fue Il Bambino a intentar demostrar su capacidad goleadora. Tampoco tuvo suerte. Jugó poco y el equipo acabó descendiendo a la Serie B.

Entonces la Juventus se esforzó en convencer al presidente del Vicenza, equipo también de la Serie B, de compartir la propiedad del atacante que jugaría y se foguearía en el equipo “biancorossi”. Allí, Pablito despegaría finalmente como futbolista y empezaría a demostrar su idilio con el gol. Fue el máximo anotador de la Serie B y consiguió el ascenso con el Vicenza a la máxima categoría del fútbol italiano. Gran parte de culpa de su éxito la tuvo Giovan Battista Fabri, el técnico del equipo, que no solo confió plenamente en el joven delantero, sino que le cambió la posición: de extremo a delantero centro nato, para encontrarle la posición adecuada en el campo que ya no abandonaría durante toda su carrera.

Los 21 goles que anotó en Vicenza no sirvieron para que la Juventus lo recuperara, así que la siguiente campaña, la 1977-78, Rossi debutaría en la Serie A vistiendo de “biancorossi”. Su campaña fue sencillamente maravillosa. El delantero anotó 24 tantos para convertirse en el máximo goleador de la Serie A y su equipo concluyó la temporada del ascenso en segunda posición de la tabla, justo por detrás de la Vecchia Signora, que ganó el campeonato. Pero los “bianconeri” sudaron tinta para hacerlo y tuvieron que vencer al Vicenza por tres goles a dos para alzarse con el título. En ese encuentro, Rossi hizo dos goles.

Es en este instante cuando entra en escena otro personaje vital para Il Bambino Rossi, Enzo Bearzot, el seleccionador italiano, quien no duda ni un solo instante en darle la oportunidad de vestir la camiseta de la Nazionale. Lo hace internacional y se lo lleva a Argentina a disputar el Mundial de 1978. Paolo Rossi tiene 22 años y solo ha jugado una temporada completa en la máxima categoría del fútbol italiano. Eso sí, ha metido 24 goles. Casi nada.

Y Rossi le da las gracias a Bearzot completando un torneo espectacular en el que se convierte en el máximo goleador de la azzurra en el Mundial con 3 tantos y acaba incluido en el once ideal del torneo. Además, la joven escuadra italiana acaba cuarta tras perder el partido por el tercer y cuarto puesto ante Brasil y completa un gran torneo que acabaría siendo la antesala de uno de los mayores éxitos del fútbol italiano. Porque cuatro años más tarde la azzurra iba levantar la Copa del Mundo por tercera vez… 44 años después. Pero no adelantemos acontecimientos.

***

A la vuelta del Mundial de Argentina, Vicenza y Juventus, que compartían la propiedad del delantero italiano, se enzarzan en una lucha por su fichaje definitivo. Se lo juegan haciendo dos ofertas a ciegas, metidas en un sobre. Gana el Vicenza porque su presidente pone una cantidad astronómica que hipoteca el futuro del club. Y esa temporada, después de mucho tiempo sin darle problemas, la rodilla de Pablito dice basta. Aún así, marca 15 goles que no bastan para evitar que el Vicenza baje a la Serie B tan sólo una temporada después de haber conseguido el subcampeonato en la máxima categoría. Lo nunca visto.

Paolo Rossi tiene que hacer las maletas, ahora sí, y su próximo destino es el Perugia. El presidente del Vicenza y el del Perugia habían llegado a un acuerdo de cesión de dos temporadas por 500 millones de liras y los dirigentes del club de la Umbría, para poder hacer frente al pago, hacen algo inaudito para la época: poner publicidad en la camiseta. Es la primera vez que un equipo italiano luce una marca en su zamarra.

Esa campaña, la de 1979-80, empezó bien para Rossi y para el Perugia, ya que el astro italiano llevaba 13 goles en 28 partidos de Liga y 4 más en la Copa de la UEFA, pero todo iba a acabar como el rosario de la aurora con el estallido del caso Totonero.

***

El caso Totonero, que significa literalmente “quiniela negra” estalla mediada la temporada 1979-80 en la Liga Italiana. La policía descubre una trama de apuestas ilegales en la que, al parecer, están envueltos algunos directivos, entrenadores y jugadores de los clubes más importantes del país. Todo se destapa por la denuncia ante la policía de un frutero romano llamado Massimo Cruciani, quien relata a las autoridades que había contactado, junto con el propietario de un restaurante en Roma llamado Álvaro Trinca, con varios jugadores de la Lazio para amañar partidos y manipular las quinielas. Dice que los jugadores habían aceptado a cambio de una parte de los beneficios, pero el frutero, tras un tiempo sin ver su parte, decide tirar de la manta. La policía investiga los hechos y el frutero, quizá consciente de que no va a salir de rositas, intenta huir, pero dos días más tarde, es detenido.

No fue el único. El escándalo fue mayúsculo, porque la policía llamó a declarar a 48 jugadores de la liga y, además, procedió a detener a algunos en pleno partido. Fue el 23 de marzo de 1980 y los detenidos más importantes fueron Felice Colombo, presidente del Milan, y futbolistas como Bruno Giordano, Manfredonia y Giuseppe Wilson, de la Lazio; Enrico Albertosi y Gioirgio Morino, del Milan; Casarsa, Della Martina y Zecchini, del Peruggia; o Stefano Pellegrini, del Avellino, entre otros. Paolo Rossi fue llamado a declarar por un partido entre el Perugia y el Avellino que acabó en empate a dos (los dos tantos del Perugia los hizo él, precisamente).

La Justicia notificó las condenas el 20 de mayo de 1980, con la liga ya acabada y la Eurocopa, que se celebraba en Italia, a la vuelta de la esquina. Avellino, Perugia y Bolonia comenzarían la temporada 1980-81 en la serie A con 5 puntos menos. La Lazio fue condenada al pago de 10 millones de liras. Pero la bomba estaba al caer: el Milan fue descendido a la serie B y el presidente Colombo y el meta Albertosi fueron inhabilitados de por vida. De propina, Paolo Rossi fue inhabilitado también durante 3 años, por lo que no podría disputar ni la Eurocopa de 1980 ni, evidentemente, el Mundial 82.

Llegaron las alegaciones a la Federación Italiana de Fútbol y las condenas definitivas sufrieron algún pequeño cambio. A la Lazio la descendieron también a la Serie B, junto al Milan, mientras que a Albertosi le rebajaron la sanción a 4 años (era de por vida). A Rossi también: su inhabilitación sería de 2 años. El delantero siempre negó los hechos e intentó defender su inocencia, pero a los ojos de todo el mundo (y de la Justicia, obviamente) fue culpable y tuvo que cumplir una sanción que hizo que todo su mundo se viniera abajo. De repente, el héroe se había convertido en un villano y para los aficionados no era más que un tramposo que había traicionado al fútbol. Paolo pensó seriamente en dejar el fútbol para siempre.

***

Pero no lo hizo, porque el presidente de la Juventus, Giampiero Boniperti, lo reclutó para la causa. Con el contrato con el Perugia rescindido, lo rescató para el fútbol, le aplicó un régimen de entrenamiento estricto que debía cumplir a rajatabla, aún a sabiendas de que se pasaría dos años sin jugar, y le recomendó que se casara, cosa que Pablito hizo porque ya tenía pensado hacerlo. Giovanni Trapattoni, entonces entrenador “bianconero”, también lo apoyó y lo integró en la disciplina del equipo a la espera del cumplimiento definitivo de la sanción. Y la tercera pata del triunvirato que le cambió la vida a Rossi después de la tragedia fue el seleccionador nacional, Enzo Bearzot, que siempre confió en él y que le aseguró que si trabajaba bien estaría en la lista para el Mundial de España.

Rossi se entrenó con disciplina y cuando la sanción concluyó, el mes de abril de 1982, le dio tiempo a disputar 3 encuentros con la Vecchia Signora antes de la conclusión del campeonato y a marcarle un gol al Udinense para volver a sentirse futbolista. Y, pese a las críticas feroces de más de medio país, Bearzot cumplió su palabra y se lo llevó a España para disputar el Mundial con la azzurra. Contra viento y marea. Contra todo y contra todos.

***

En España, las cosas no empezaron bien para Italia, ni para Bearzot, ni para Rossi. El seleccionador, que siempre había confiado en Pablito, lo incluyó de inicio en el primer once que presentó en el torneo, cuando la azzurra debutó ante Polonia en Balaídos el 14 de junio. Los transalpinos no pudieron pasar del empate a cero ante la que se suponía que era su gran rival en el grupo. Un inicio lánguido e insulso, pero reparable, porque en el otro partido del grupo, Perú y Camerún, las presumibles cenicientas, también habían empatado sin goles. Todo volvía a empezar de nuevo.

En el segundo encuentro, Italia se enfrentaba ante Perú de nuevo en el estadio de Balaídos y Rossi volvió a ser de la partida. Las cosas se pusieron bien para la azzurra con un tanto de Conti a los 18 minutos, un disparo tremendo desde la frontal del área que rebotó en el larguero antes de besar las mallas peruanas. Pero los italianos no remataron la faena. Bearzot sustituyó a Rossi al descanso para dar entrada a Causio, pero el equipo no mejoró y tampoco dio ninguna sensación de peligro. Al final, cuando quedaban 7 minutos para la conclusión del choque, Rubén Díaz empató el partido en un disparo de falta que rebotó en la barrera y despistó totalmente a Zoff. El partido acabó 1 a 1. Por suerte, polacos y cameruneses empataron sin goles al día siguiente, así que todo seguía igual: los cuatro equipos empatados a 2 puntos a falta de la jornada definitiva.

Y en esa última jornada sólo Polonia hizo los deberes, venciendo a Perú por un contundente 5 a 1 en el que los seis tantos llegaron en la segunda mitad. Ahora le tocaba a Italia cumplir con su parte para clasificarse para el grupo de cuartos de final. Y, sorprendentemente, la azzurra no fue capaz de vencer a la debutante Camerún. Rossi y Graziani volvieron a formar la dupla de ataque italiana y fue Graziani quien abrió la lata al cuarto de hora de la segunda parte. Pero nada más sacar de centro, los Leones Indomables se plantaron ante Zoff tras una increíble jugada colectiva y M’Bida lo batió para conseguir el primer gol camerunés en un Mundial, empatar el encuentro y casi, casi, casi hacer historia. Porque Camerún se quedó fuera del torneo por un solo gol. Empataba a puntos con la azzurra, pero sólo tenía un gol a favor y uno en contra. Italia había hecho dos, los mismos que había recibido.

Así que, sin pena ni gloria y entre furibundas críticas de los tifossi, la Italia de Bearzot y Rossi se clasificaba para disputar la liguilla de cuartos de final, pero se vería las caras, nada más y nada menos, que contra la actual campeona, la Argentina de Menotti, Kempes y Maradona, y contra la máxima favorita a levantar la Copa del Mundo, la Brasil de Telé Santana, Sócrates, Zico, Falcao y compañía. Sólo una de las tres selecciones podría estar en las semifinales.

***

Argentina e Italia abrieron fuego en Sarriá, con los brasileños expectantes. Tal era la confianza de Bearzot en sus hombres, que repitió el once que jugó ante Camerún, con Graziani y Rossi en la punta del ataque, pese a las críticas. El seleccionador le encargó a Gentile un marcaje al hombre a Maradona y a partir de ahí empezó a ganar el partido. El resto lo hizo la contra mortífera de un equipo velocísimo que marcó en un solo partido los mismos goles que en los tres anteriores. Anotó Marco Tardelli a los doce minutos de la segunda parte en un contragolpe de libro conducido por Rossi y remató Cabrini a los campeones del mundo diez minutos más tarde en otra contra que dejó solo a Paolo ante Fillol. El meta ganó en el uno contra uno, pero el rebote le cayó de nuevo a Rossi, quien cedió a Cabrini para que la pusiera en la misma escuadra. Passarella recortó distancias a falta de siete para el final, pero no sirvió de nada. Italia se llevaba el triunfo y parecía que comparecía definitivamente en el torneo y la apuesta inquebrantable de Bearzot por Rossi empezaba a parecer buena, aunque aún no había dado sus frutos en forma de goles. No tardarían en caer maduros del árbol.

La Brasil de Telé Santana confirmó todos los pronósticos derrotando también a Argentina con claridad por tres goles a uno en un encuentro que acabó con la expulsión de Maradona por pura impotencia, cuando golpeó sin balón al brasileño Batista. La albiceleste tenía que hacer las maletas, mientras que del partido entre Italia y Brasil saldría un semifinalista. A Brasil, por goles, le bastaba el empate. Italia tenía que ganar. Y lo cierto es que nadie creía posible que lo hiciera. Pero el 5 de julio de 1982 iba a ser recordado en todo el mundo como el día de la Tragedia de Sarrià. El día que Rossi despertó definitivamente para encumbrar a Italia.

Cinco minutos le bastaron al ariete para inaugurar su casillero en el Mundial. Cabrini puso un centro preciso desde la izquierda al segundo palo y allí apareció Rossi para meterla dentro. Pero los brasileños no se inmutaron y siguieron dominando el partido. Así, solo 7 minutos más tarde, Sócrates se internó en el área por la derecha y batió de tiro raso a un sorprendido Dino Zoff, que no se esperaba el disparo seco al palo corto. Empate a uno y la canarinha volvía a estar clasificada. Pero eso no hizo cambiar el escenario ni la decoración. Brasil atacaba e Italia se defendía, agazapada, esperando. Y ambos se sentían cómodos en sus papeles. Brasil porque no sabía jugar de otra manera. Italia porque sabía que tendría una oportunidad.

Y la tuvo a los 25 minutos de partido. Y un desatado Rossi no la dejó escapar. Cerezo intentó salir jugando y perdió la pelota a los pies de Pablito, que montó una contra fulgurante que acabó con un remate inapelable. Dos a uno para Italia. La sorpresa se mascaba en Sarrià, aunque quedaba un mundo de partido por delante.

Los artistas de Santana empezaron la segunda parte como acabaron la primera, atacando, casi acosando a los italianos, que padecían. Pero los centrocampistas brasileños tenían la pólvora mojada y las ocasiones no se convirtieron en gol hasta que Falcao cogió un tremendo disparo que sorprendió a Zoff y empató el encuentro. Dos a dos y Brasil a las semifinales a falta de 22 minutos para el final del partido. No necesitó tantos Rossi, tan solo 6, para volver a desnivelar el encuentro y convertirse, con sus tres goles, en el verdugo de una de las mejores selecciones brasileñas que se recuerdan. Fue a la salida de un córner horrorosamente defendido por los brasileños que acabaron dejando la pelota suelta dentro del área para que apareciera el más listo, el más pillo y el del olfato goleador más fino para empujarla a la red otra vez.

Brasil, evidentemente, no se rindió. Se lanzó con todo hacia la portería de Italia y tuvo el empate en un par de ocasiones. La más clara fue un cabezazo de Óscar al que respondió Zoff con una parada extraordinaria que valía un billete a semifinales. A su manera, Italia sorprendía al mundo de nuevo: capaz de no vencer a nadie en toda la primera fase y de derrotar en la segunda a dos de los mejores equipos del torneo anotando la friolera de 5 goles. Pura Italia, que ya se había desbocado del todo. Y, con ella, su ariete, Paolo Rossi, que pasó en 90 minutos de ser criticado, silbado y abucheado por los suyos a convertirse en el héroe de todos los tifossi… Y, de paso, la persona más odiada en Brasil.

Para las semifinales, italianos y polacos volvían a verse las caras pero esta vez en el Camp Nou y con la final de un Mundial en juego. Polonia no podía contar con Boniek, sancionado, pero sí jugaban Lato y Smolareck, sus dos jugadores más peligrosos. Daba igual. Italia tenía a Paolo Rossi tocado por la varita mágica. A los 22 minutos ya había encarrilado la semifinal. Fue una amenaza constante para toda la zaga polaca y remató un partido extraordinario con el segundo tanto que cerraba el partido a falta de 17 minutos para el final. El defenestrado Pablito había hecho 5 goles en dos partidos. En los dos partidos más importantes del torneo. Y la Italia de Bearzot se metía en la final del Mundial 12 años después.

Y allí, en el Santiago Bernabéu, ante 90.000 espectadores entre los que se encontraba el presidente Sandro Pertini, Paolo Rossi se convertiría en leyenda junto a sus compañeros de selección al levantar por tercera vez la Copa del Mundo tras 44 años de espera.

La primera mitad fue tensa, férrea, dura, con dos contendientes que no querían perder. Pero siempre se vio a Italia un puntito por encima de una Alemania Federal que parecía pagar el esfuerzo de la agónica semifinal ante Francia que se resolvió desde el punto de penalti. De hecho, los italianos dispusieron de un penalti que Cabrini lanzó fuera.

Pero en la segunda mitad, Italia se desató, le imprimió mucha más velocidad a su juego y, sobre todo, aprovechó la capacidad de Rossi para aparecer de la nada, indetectable, para adelantarse en el marcador. Il Bambino anotaba su sexto tanto en el torneo que le convertía en el máximo goleador y ponía la Copa rumbo a Italia. Tardelli certificó el triunfo con un tremendo disparo desde la frontal que se ha convertido en mítico por su celebración, con el centrocampista corriendo con los brazos extendidos y moviendo la cabeza de un lado a otro, en éxtasis, con Sandro Pertini saltando de alegría en el palco pasándose todos los protocolos por el Arco del Triunfo. Altobelli hizo el tercero en plena fiesta italiana y Breitner se encargó de poner el 3 a 1 definitivo al convertir un penalti.

Paolo Rossi fue el máximo goleador del torneo, también fue nombrado mejor jugador y, a final de año, recibió el Balón de Oro. Se había pasado dos años sin jugar y volvió, pese a las críticas de todo el mundo, para convertirse en una auténtica leyenda. Y no es habitual bajar a los infiernos para volver a tocar la gloria del Olimpo con los dedos en tan poco tiempo.

***

A su vuelta a la Juve alargó ese estado de forma maravilloso durante unos años y ganó dos Scudettos, una Copa de Italia, una Recopa, una Supercopa de Europa y, por encima de todo, una Copa de Europa, la primera de la historia para la Vecchia Signora, aunque de infausto recuerdo, porque fue la de Heysel en 1985, cuando en los prolegómenos fallecieron 39 aficionados por culpa de una avalancha provocada por un incidente entre los aficionados más radicales del Liverpool. Esa final fue el último hito de Il Bambino, que aún jugaría un par de años más en el Milan y en el Hellas Verona antes de retirarse en 1987, a los 30 años, muy castigado por las lesiones.

Pablito se puso la camiseta de la Nazionale en 48 ocasiones, anotando 20 goles. Nueve de ellos los marcó en la Copa del Mundo (3 en Argentina y 6 en España). De hecho, fue convocado de nuevo por Bearzot para defender en México 86 el título conseguido en España cuatro años antes, pero en tierras aztecas Rossi no jugó ni un minuto y la azzurra se volvió para casa en octavos de final tras caer claramente ante Francia (2-0).

La azzurra volvería a pisar la final de un Mundial en 1994, en Estados Unidos, doce años después del triunfo en España, pero se quedaría a las puertas de la gloria tras una fatídica tanda de penaltis ante Brasil. Y tuvo que esperar otros doce años, hasta el 2006 en Alemania, para volver a levantar la Copa del Mundo tras vencer en los penaltis, esta vez salió cara, a Francia. Curiosamente, los transalpinos también llegaron a ese torneo de 2006 bajo sospecha, después de que la Juventus fuera descendida a la Serie B (y despojada de los Scudettos de 2005 y 2006), junto a la Lazio y la Fiorentina por el Moggigate.

Ya se sabe… Cuando las aguas bajan revueltas suelen pescar los italianos. Como en el Mundial 82, cuando Paolo Rossi se convirtió en la estrella del torneo tras dos años sin jugar, cuando Pablito se transformó en héroe después de ser considerado un villano, cuando Il Bambino ascendió al Olimpo del fútbol directamente desde el infierno para convertirse en una leyenda eterna.

No hay comentarios: