"Los equipos de fútbol son una forma de ser".
Michel Platini
Hasta la década de los 80, la selección francesa de fútbol no había tenido mucho peso en la historia de la Copa del Mundo, pese a que fuera precisamente un francés, Jules Rimet, presidente de la FIFA en los años 30, el encargado de crear una competición que se convertiría en el espectáculo deportivo más importante del mundo junto a las Olimpiadas.
De hecho, a las puertas del Mundial de España 82, la mejor clasificación de Francia en una Copa del Mundo se remontaba al tercer puesto cosechado en Suecia en 1958, cuando bajo la batuta de Raymond Kopa y con los goles de un extraordinario Just Fontaine (¡hizo 13!) los galos se plantaron en semifinales y sólo cayeron ante la Brasil de los jóvenes Pelé y Garrincha (5-2) que acabaría levantando la primera Copa del Mundo de la historia de la Canarinha.
Ni antes ni después habían hecho nada reseñable Les Bleus en un Mundial. En Uruguay 1930 y en Italia 1934 cayeron en la primera fase. En su Mundial de 1938 fueron los primeros anfitriones que no consiguieron levantar el trofeo, tras caer en cuartos de final contra los campeones italianos, que revalidaron el título conducidos por Pozzo desde el banquillo y con los goles de Piola sobre el césped.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los franceses no se clasificaron para los Mundiales de Brasil 1950, Chile 1962, México 1970 y Alemania 1974. Cuando sí lo hicieron (en Suiza 54 e Inglaterra 66) cayeron sin pena ni gloria en la primera fase de todos los torneos.
Hasta que en el Mundial de Argentina en 1978 (veinte años después de la gesta de la selección que encabezaban Kopa y Fontaine) empezó a emerger la figura de un centrocampista fino y elegante que iba a convertirse en uno de los mejores jugadores del mundo y en el estandarte de Les Blues: Michel Platini. A partir de la llegada de “Le Roi” (para nosotros, el Rey), Francia creció como selección y se convirtió, con su fútbol de salón, en una de las aspirantes más serias a levantar la Copa del Mundo.
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Once de Francia en su debut ante Italia en el Mundial 78. |
Pero aspirar a algo y acabar consiguiéndolo no es exactamente lo mismo.
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Michel Platini nació en Joeuf, un pueblo de la región de Lorena, a las puertas del verano de 1955. Era el retoño de un matrimonio de origen italiano que se había afincado en Francia tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
El chico pronto empezó a darle patadas a un balón por las calles del pueblo. Incitado por su padre, Aldo Platini, un apasionado del fútbol que había jugado fantásticamente bien pero que nunca había querido dar el paso al profesionalismo. De hecho, Aldo era entrenador y educador del AS Joeuf, que militaba entonces en la Tercera División francesa. En ese club empezó a destacar el joven Michel, que ya se caracterizaba por la elegancia con la que conducía la pelota, por su habilidad en los lanzamientos de falta, por su extraordinaria visión de juego y por la capacidad para hacer jugar al equipo y para romper el partido con sus goles.
Aldo, su padre, decide entonces hacer algo que nunca había querido hacer antes: ficha por el AS Nancy como entrenador para poder ser el mentor de su hijo en el fútbol profesional. Porque el Nancy se hace también con los servicios del joven talento y lo hace debutar en su equipo de reservas sin cumplir aún los 18 años. Michel Platini respondió haciéndole tres goles en su debut al Valenciennes. Era el mes de mayo de 1973 y el camino de Michel Platini en la élite del fútbol francés parecía tremendamente despejado.
Sin embargo, la mala suerte se cebó con la joven promesa gala, que se rompió la pierna en un partido ante OGZ Niza y se perdió la que quedaba de la temporada 1973-74. En su ausencia, el Nancy descendió a Segunda División y Platini afrontó la siguiente campaña, la 1974-75, ya recuperado de su grave lesión, en la segunda categoría del fútbol francés. Fue entonces cuando emergió todo su talento y contribuyó al ascenso del equipo a la Ligue 1 con 17 goles jugando de centrocampista.
A partir de ese instante, el Nancy consiguió ir haciéndose poco a poco un hueco entre los grandes del fútbol galo temporada tras temporada comandado en la sala de máquinas por un majestuoso Michel Platini que, además, tenía la capacidad de resolver partidos con sus goles. Así fue cómo el Nancy consiguió levantar la primera Copa de Francia de su historia en 1978. Fue frente al Niza y, faltaría más, el tanto de la victoria lo hizo Platini (1-0). El joven ya era una de las estrellas más cotizadas del fútbol francés a sus 23 años recién cumplidos y el seleccionador, Michel Hidalgo, ya le había concedido la batuta de Les Blues.
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El AS Nancy de Platini ganó la Copa de Francia en 1978. |
Hidalgo cogió las riendas de la selección del gallo en marzo de 1976, tras la destitución de Stefan Novacks. El exfutbolista pronto vio en Platini las cualidades que necesitaba para edificar el equipo en torno a él y lo “fichó” para la causa.
El que estaba llamado a ser el nuevo capitán de la Tricolor debutó ante Checoslovaquia en el Parque de los Príncipes el 27 de marzo de 1976. El choque acabó 2 a 2 ante los que, sorprendentemente, se proclamarían campeones de Europa unos meses más tarde gracias al famoso penalti transformado en la tanda por un tal Antonín Panenka.
Ah, sí, claro, Platini marcó en su debut.
Faltaría más.
***
El Mundial de Argentina 78 supone un auténtico reto para Francia, que viene de recorrer una larga travesía por el desierto desde 1966, ausente en las fases finales de la Eurocopa de 1968, del Mundial de México 70, de la Euro de 1972, del Mundial de Alemania 74 y de la Eurocopa de 1976. Doce largos años sin disputar ni una sola fase final. Una auténtica tragedia futbolística.
El seleccionador Michel Hidalgo ha roto el maleficio con una jovencísima selección en la que Michel Platini, que a sus 23 años ya empieza a ser conocido como el Rey, empieza a despuntar. El grupo de Francia es muy complicado y los de Hidalgo acaban pagando su inexperiencia en una competición tan exigente.
Los galos caen ante Italia en su debut (2-1), pese al tanto de Platini, y también ante la anfitriona Argentina (2-1) en un encuentro que los deja matemáticamente sin posibilidades de clasificación para la siguiente fase. El tercer e intrascendente partido ante Hungría lo ganan los de Hidalgo con claridad para marcharse del torneo con un buen sabor de boca.
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Platini y Ardiles en el Francia-Argentina del Mundial 78. |
De hecho, ese buen sabor de boca lo ha dejado el Rey, a quien ya pretenden algunos grandes. Inter de Milán y Juventus de Turín en Italia preguntan su precio. Y París Saint-Germain y Saint-Etienne en Francia también suspiran por incorporarlo.
Pero Platini se queda en Nancy la temporada 1978-79 para acabar el año que le queda de contrato. Será la última. Y será un calvario… porque el astro francés se lesiona de gravedad en agosto en un partido ante el Saint-Etienne. Se pierde prácticamente toda la primera vuelta de la competición, pero llega a final de temporada en plena forma, con la lesión olvidada, y se despide del club que le hizo debutar en primera división por la puerta grande. Y es que en el verano de 1979 ficha por el Saint-Étienne, un auténtico coloso del fútbol galo que había ganado cuatro ligas consecutivas entre 1967 y 1970 y tres más en 1974, 1975 y 1976; además de las Copas de Francia de 1968, 1970, 1974, 1975 y 1977.
El nivel de Les Verts era tan alto que llegaron hasta las semifinales de la Copa de Europa en 1975, perdiendo contra el futuro campeón, el Bayern de Múnich, y un año más tarde se plantaron en la final del torneo ante el gigante bávaro. Pero cayeron por un gol a cero en un partido muy disputado que se resolvió con un solitario gol de Franz “Bulle” Roth y en el que Les Verts se estrellaron con los palos hasta en dos ocasiones.
A ese gran equipo, que tras la final perdida en la Copa de Europa ya no había sido capaz de volver a pelear por el título, llegó Platini en el verano de 1979 para intentar reverdecer los recientes laureles. Y también se unió al proyecto el neerlandés Johnny Rep para construir un equipo temible que volvió a ganar la Liga en la campaña 1980-81 y que disputó (y perdió) esa misma temporada la final de la Copa de Francia ante el Bastia (1-2). Les Verts obtuvieron una estrella en su camiseta al ser el primer equipo en conseguir levantar 10 ligas francesas. Sólo el París Saint-Germain luce también una de ésas, y la consiguió en 2022, tras ganar ocho campeonatos desde el 2013 gracias a la inversión catarí.
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Michel Platini luciendo la camiseta de Les Verts. Archivo ASSE. |
El caso es que nadie lo sabía entonces, pero esa Liga de 1981 iba a ser la última de la historia del magnífico Saint-Étienne. Porque en la temporada 1981-82, el equipo acabó perdiendo el título ante el Mónaco por un solo punto de diferencia y, además, la temporada se cerró en blanco tras volver a caer en la final de la Copa de Francia, esta vez ante el París Saint-Germain en una fatídica tanda de penaltis (6-5) tras un partido impresionante.
Toko había adelantado a los parisinos cuando no se había alcanzado el cuarto de hora de la segunda parte, pero el gran Michel Platini empató el encuentro veinte minutos más tarde sorprendiendo con su temible llegada para mandar la final a la prórroga.
Ahí, en el tiempo extra, el astro galo parecía sentenciar el partido con otro golazo marca de la casa, ganando la espalda de la defensa en el costado izquierdo del ataque y definiendo con calidad y maestría con su pierna derecha. Era la recta final de la primera parte de la prórroga y la Copa ya tenía dueño, pero entonces, en el descuento de la segunda mitad del tiempo extra, apareció precisamente Dominique Rocheteau, exestrella de Les Verts, para coger un rechace en el punto de penalti y empalmarlo al fondo de las mallas para mandar la final a los penaltis. El meta Jean Castaneda no tenía fuerzas ni para levantarse del suelo tras el mazazo, mientras que George Peyroche, el técnico del PSG, se lanzaba al césped para besarlo cuando el colegiado dio por finalizados los 120 minutos.
Desde los once metros nadie falló en los cinco primeros disparos. Tampoco Platini, que se había reservado el último de la tanda para Les Verts. Pero en la muerte súbita falló el central Christian López, mientras que Jean-Marc Pilorget conservaba la calma y marcaba para que el PSG levantara la primera Copa de Francia de su historia. Esa Copa que se le había escapado entre los dedos al Saint-Etienne y a Platini.
Fue el último partido del Rey con Les Verts.
A la vuelta de la esquina, el Mundial de España 82.
Y después, en el horizonte, la Vecchia Signora.
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Tras el fiasco copero, y antes desembarcar en la Juventus de Turín, el elegante centrocampista francés acudió al Mundial de España 82 para capitanear a la selección del Gallo. Y allí, en el país vecino, dio un recital de cómo dirigir a un equipo de fútbol.
Los franceses se convirtieron en uno de los mejores equipos del torneo y, sin ninguna duda, en uno de los que mejor jugaban al fútbol junto a los brasileños de Telé Santana. Claro, Telé Santana tenía a Sócrates, Zico, Falcao, Toninho Cerezo o Junior, que parecían imbatibles. Pero los franceses no andaban escasos de talento.
Porque Hidalgo había reunido un elenco de futbolistas muy técnicos y de un trato de balón exquisito que los hacía temibles. Jugaban bien al fútbol hasta los defensas. Y en el centro del campo la calidad era superlativa con Platini, Giresse y Tigana, que se asociaban y nutrían de buenos balones a Lacombe o Rocheteau, que jugaban delante.
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Once del Gallo en las semifinales del Mundial 82 ante Alemania. |
A la Brasil de Tele Santana la envió para casa Italia con de los goles de un inspiradísimo Paolo Rossi (y las paradas de Dino Zoff) en la liguilla de cuartos de final, pero a la Francia de Michel Platini no la pudieron frenar ni Austria (1-0) ni Irlanda del Norte (4-1) en un grupo mucho más sencillo que solventaron con clase y autoridad. Así que, por primera vez desde 1958, Francia se metía en las semifinales de una Copa del Mundo.
Pero ahí esperaba Alemania Federal, que se acabaría convirtiendo en la auténtica bestia negra de la selección del Gallo. Y en un partido memorable que pasará a la historia de los Mundiales, la selección liderada por Platini hacía las maletas tras caer en una cruel tanda de penaltis.
Pese a que Platini hubiera empatado el partido de penalti a los veintiséis minutos.
Pese a que Tresor y Giresse pusieran 3 a 1 a Francia en la primera parte de la prórroga.
Pese a que el alemán Stielike fallara primero en el tercer penalti de la tanda.
Al final, quien se jugaría el Mundial con Italia sería Alemania.
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Con esa maleta aterrizó en Turín Michel Platini para empezar la temporada 1982-83. La Roma ganó el Scudetto por delante de la Vecchia Signora, pero Platini cayó de pie en el equipo. Completó una temporada extraordinaria y se convirtió en el máximo goleador del torneo con 16 goles para meterse en el bolsillo a todos los aficionados bianconeros. Ganó su primera Copa de Italia ante el Hellas Verona. Y alcanzó su primera final de la Copa de Europa… aunque cayó ante el Hamburgo por un gol a cero, lo que le supuso clavarse una espina que le costó muchísimo sacarse.
La temporada siguiente, la 1983-84, ya ganó su primera Liga Italiana. Y también su primer título europeo: la Recopa de Europa, derrotando al Porto en la final por dos tantos a uno. En apenas dos años ya tenía el zurrón lleno de títulos y se había convertido en el ídolo de todos los juventinos. De los franceses ya lo era… pero, por si acaso, iba a refrendarlo en la Eurocopa de 1984, cuya fase final se disputaría en tierras francesas.
Y allí Michel Platini se convirtió en leyenda.
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Platini celebra un gol en la Eurocopa de Francia 84. |
El capitán galo marcó el único tanto del partido en el debut ante Dinamarca (1-0). Anotó tres más en la paliza que le dieron a los belgas (5-0) y cerró la fase de grupos marcando los tres con los que Francia doblegó a Yugoslavia (3-2). Siete goles en tres partidos que metían a Francia en las semifinales del torneo, donde se vería las caras con Portugal.
Y las semifinales volvieron a ser otro partidazo memorable que, esta vez, cayó del lado francés con Platini como héroe. El partido acabó con empate a uno después de que Rui Jordao igualara con un soberbio testarazo en la segunda mitad el tanto que había conseguido Domergue de libre directo para los franceses en la primera.
Y en la prórroga se desató la tormenta en el Velodrome de Marsella. Ambos conjuntos apostaron sin reservas por no llegar de ninguna manera a la tanda de penaltis. Pero fueron los portugueses, más sueltos y sin nada que perder, los que sorprendieron a los anfitriones en la recta final de la primera parte de la prórroga. Chalana volvió a penetrar por el costado derecho del ataque portugués y metió un centro pasado al segundo palo que Rui Jordao empalmó de primeras. El balón botó en el suelo y se elevó antes de besar las mallas de la portería defendida por un sorprendido Joel Batts. El estadio enmudeció. Y sólo volvió a gritar tras una gran parada de Batts que hubiera supuesto el 1 a 3 justo cuando ambas selecciones iban a intercambiar los campos para afrontar la segunda parte de la prórroga.
Porque tras esa parada salvadora, Francia se encomendó a la calidad de su genio y se volcó en pos de un empate que no llegaba. Hasta que Domergue, a falta de seis minutos para el final, resolvió una jugada llena de carambolas dentro del área lusa para devolver la ilusión a toda Francia. Y cuando en el horizonte se atisbaban ya los penaltis, Tigana se inventó una espectacular jugada personal llena de quiebros y regate que acabó remachando Michel Platini con una tranquilidad pasmosa para hacer el 3 a 2 a dos minutos del final de la prórroga y meterse en la final de "su" torneo.
El Rey había salvado a Francia. Y, de paso, había marcado su octavo gol en cuatro partidos. Pero aún le quedaba marcar uno. Quizá el más feo. Porque al guardameta español Arconada se le escurrió por debajo del sobaco el lanzamiento de Platini en el momento más inoportuno. En la final de una Eurocopa. No fue el más bello, desde luego, pero ese gol de Platini (y la rúbrica de Bellone con el tiempo ya cumplido) le dio a Francia su primer título internacional.
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Platini levanta la primera Eurocopa para Francia en 1984. Foto: Alessandro Sabatini / Getty Images. |
Y a Michel Platini, nueve goles en cinco partidos, el cetro del fútbol mundial.
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Esos años fueron, sin duda, los mejores del astro francés, que coincidieron con su paso por la Juventus de Turín. Platini, jugando de centrocampista, fue el máximo goleador de la Serie A en 1983, 1984 y 1985 portando orgulloso el brazalete de capitán de la Vecchia Signora. Había ganado dos ligas italianas, dos Copas de Italia, una Recopa, una Supercopa de Eurocopa y la tan ansiada Copa de Europa, aunque fuera en uno de los días más negros de la historia del fútbol, en la Tragedia de Heysel.
También ganó los Balones de Oro de esos mismos años: 1983, 1984 y 1985. Así, seguiditos. Uno detrás de otro. Un hito que sólo superaría después un tal Leo Messi, que ganó cuatro de forma consecutiva (y otros cuatro más para sumar un total de ocho).
Aunque, como casi todo, el dato esconde una pequeña trampa. En aquellos tiempos no podía ganar el Balón de Oro ningún jugador que no fuera europeo. Eso excluía a Maradona de la terna, por ejemplo, que no ganó ninguno. A partir de 1995, la revista France Football cambió la norma: podía ganar el Balón de Oro cualquier futbolista de cualquier nacionalidad siempre y cuando jugara en una liga europea.
Con o sin Balón de Oro de por medio, precisamente la rivalidad entre Michel Platini y Diego Armando Maradona se convirtió en el símbolo de una época y, a la larga, propició el retiro anticipado del astro francés, la abdicación del Rey antes de tiempo.
Platini se había convertido en el líder indiscutible de la Juventus de Turín, la más poderosa entre los poderosos del Norte. Maradona llegó a Nápoles en el verano de 1984 para devolverle la sonrisa y meter al Sur en el mapa del Calcio en pleno dominio del astro galo y de su equipo.
El Rey era un elegante francés, silencioso y comedido dentro y fuera del campo. El Pelusa era la improvisación, la sorpresa, la genialidad, pero también el bullicio, la locura, la bronca, la sangre caliente… temperamental dentro y fuera del campo. Con razón o sin ella.
Michel se movía como pez en el agua entre las altas instancias, entre los pasillos y despachos de los altos cargos de la FIFA y de la UEFA. Con elegancia. Con prestancia, Con brillantez. Pisando fuerte la moqueta. Diego los tenía a todos entre ceja y ceja. Y viceversa.
Platini simbolizaba al noble poderoso y Maradona al malcarado contestatario.
Y, poco a poco, tras años de dominio del Rey, Maradona se fue abriendo paso. De hecho, la temporada 1985-86, la Juventus ganó el Scudetto, pero tuvo que lucharlo más de la cuenta ante la Roma y el Nápoles, que acabaron segundo y tercero. En la Copa de Italia, los juventinos se despidieron en los octavos de final ante el modesto Como. Y en la Copa de Europa dijeron adiós ante el FC Barcelona en los cuartos de final.
El viento parecía estar cambiando de dirección...
Y aún quedaba el colofón a la temporada, el Mundial de México 86, donde esa rivalidad entre Platini y Maradona, entre el Norte y el Sur de Italia, trascendió todas las fronteras. Curiosamente, los reyes de Italia no se encontraron sobre el terreno de juego en todo el torneo, aunque cada uno condujo a su selección hasta donde buenamente pudo.
Michel Platini no brilló tanto individualmente como en el Mundial de España, pero llevó a Francia al mismo escalafón: las infranqueables semifinales. Y dejó por el camino a Brasil en los cuartos de final (vencieron los galos en la tanda de penaltis tras empatar a uno el tiempo reglamentario y la prórroga).
Pero volvió a atragantársele de nuevo Alemania, una auténtica bestia negra con la que los franceses (y también Platini) tenían auténticas pesadillas. Esta vez fue todo bastante menos épico y mucho más prosaico que en el Mundial 82. Brehme adelantó a los germanos muy pronto y a los galos se les hizo bola el partido. Hasta que en el último minuto Völler dio la puntilla al once del Gallo. Y Platini se quedó sin su sueño de ganar un Mundial.
A Maradona, en cambio, en 1986 nadie pudo frenarlo en tierras aztecas. Tampoco Alemania. Como antes no pudieron los sorprendentes belgas. Ni sus archienemigos ingleses. Ni sus máximos rivales uruguayos. Ni sus enemigos internos. Ni siquiera él mismo. Nadie, absolutamente nadie, pudo frenarlo. Ni a él ni a las cábalas de Bilardo.
Así que Platini cayó ante Maradona sin siquiera enfrentarse a él. Sólo por comparación.
Cayó el Norte frente al Sur.
Y volvió a caer de nuevo a su regreso a Europa, cuando el Nápoles del Pelusa consiguió por fin darle la vuelta al mapa de Italia y ganar su primer Scudetto en la temporada 1986-87. La Juve de Platini fue segunda, tras caer en Delle Alpi y también en el estadio San Paolo ante los napolitanos capitaneados por Maradona. La Copa de Italia también se la llevó el equipo del genio de la albiceleste, que ese año no dejó ni las migajas.
A la postre, eso acabó por darle la puntilla a un Rey que decidió abdicar.
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Y es que al finalizar la temporada 1986-87 el astro francés se retiraba del fútbol “porque se aburría y se había cansado de jugar”. La foto de su partido de homenaje entre Francia y la selección del resto del mundo lo dice absolutamente todo. Incluido el mensaje de sus camisetas. Impagable.
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Partido homenaje a Michel Platini (23 de mayo de 1988). |
El Rey abdicó con 32 años recién cumplidos, cuando lo había ganado prácticamente todo. Una Copa de Francia con el Nancy, una Liga francesa con el Saint-Etienne y, con la Juventus de Turín, el súmmum: una Copa de Italia, dos Scudettos, una Recopa, una Supercopa de Europa, una Copa de Europa y una Copa Intercontinental. Además, había conseguido el primer título de la historia de la selección de Francia siendo el mejor jugador y el máximo goleador con 9 goles: la Eurocopa de 1984.
Pero la espina del Mundial no se la pudo quitar nunca.
Dos semifinales en tres participaciones son un hito extraordinario, sobre todo jugando en una selección que sólo había superado la primera fase una sola vez en toda la historia de los Mundiales. Pero el mejor centrocampista de la época quería más. Aspiraba a mucho más. Y estaba seguro de poder conseguir aún muchísimo más.
No lo consiguió, pero lo que sí hizo fue sentar las bases de todo lo que conseguiría después Francia. La Francia de Aimé Jacquet. La Francia multicultural de 1998 con Zidane a la cabeza, el jugador que le disputa a Platini el cetro de mejor futbolista francés de la historia. El futbolista que de mayor quería ser como Platini y que consiguió para Francia lo que Michel no pudo alcanzar: la Copa del Mundo.
Y otra Eurocopa.
Y otra final de un Mundial.
Muchos éxitos para poner en la balanza. Quizá demasiados.
El caso es que, pese a no ser nunca campeón del mundo, Platini puso la primera piedra de las dos estrellas que los galos lucen en su camiseta. Porque hubo una Francia “Preplatini” y otra “Postplatini”. La “Preplatini” no estaba entre las grandes del futbol mundial y tampoco se la esperaba. La “Postplatini” siempre tenía un sitio y un cubierto reservado en el banquete de las campeonas.
Sin la calidad, la clase, el orgullo, la confianza, la autoestima y la cultura del triunfo que Michel Platini le imprimió a la selección francesa nada de lo que vendría después hubiera sido posible. Porque el Rey hizo subir a Les Bleus los dos escalones que le faltaban para convertirse en aspirante a todo torneo tras torneo.
Y de ese escalón se han bajado muy puntualmente. Sólo para coger impulso y volver a instalarse entre las grandes. Dos estrellas de campeón del mundo, en Francia 1998 y en Rusia 2018, y dos subcampeonatos más, en Alemania 2006 y Catar 2022, lo confirman. Y otra Eurocopa, la de Bélgica y Países Bajos 2000, para una selección que ni siquiera se había acercado a ganar nada hasta su llegada.
De hecho, en 1998, y formando parte de los actos que se enmarcaban en el Mundial de Francia, una selección de 250 expertos (periodistas de fútbol internacionales y técnicos de la Commebol y la UEFA) elaboraron un once ideal del siglo XX.
Escogieron a Yashine en la portería y conformaron una línea de cuatro defensas con Carlos Alberto (capitán de Brasil en México 70), Beckenbauer, Bobby Moore y Nilton Santos (bicampeón con Brasil en 1958 y 1962). Arriba pusieron un tridente formado por Garrincha, Pelé y Maradona. Y los tres centrocampistas que completarían el once ideal del siglo XX serían Di Stéfano, Johan Cruyff y… Michel Platini.
Quizá no hubiera sido posible la aparición de un Zidane y de un Henry primero y de un Griezmann y un Mbappé después sin él.
Sea como sea, ahí queda eso, debe pensar Platini.
De lo otro…
Sí, de eso otro…
De los agujeros negros en su presidencia de la UEFA. De su oscura y sórdida relación con el presidente de la FIFA. De la corrupción, de las trampas y del escarnio. De las comisiones ocultas. De las miserias de las altas esferas del fútbol mundial.
De todo eso otro… de momento, aún no hablamos.
Pero ya hablaremos… Por supuesto que hablaremos.
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