"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

viernes, 29 de abril de 2022

Las cuatro estrellas de Alemania, la última tetracampeona del mundo

Bestia negra de siempre de ingleses y franceses, Alemania se ha labrado su prestigio en la Copa del Mundo a base de casta, coraje, corazón y una competitividad fuera de toda duda. Por eso ha levantado la Copa del Mundo en 4 ocasiones. Y por eso, desde que hiciera acto de aparición en la fase final de un Mundial, el de 1934 en Italia, no ha faltado nunca a la cita con las mejores selecciones del mundo (en el Mundial de 1950 no estuvo porque la FIFA la había sancionado a causa de la segunda guerra mundial).

A Alemania le costó ganar su primera Copa del Mundo. Y fue un auténtico milagro que lo hiciera. El Milagro de Berna de 1954, se llama. Ahí los alemanes se presentaron con un equipo correoso y físico que tenía en Toni Turek su baluarte bajo palos, en Fritz Walter su generador de fútbol y en Helmut Rahn y Max Morlock la definición arriba. Alemania en estado puro, con fuerza, orden y disciplina y mucha calidad en ataque.

Pese a todo, en ese mundial nadie apostaba por los germanos porque la favorita era claramente Hungría, la portentosa selección de los Mágicos Magiares, el equipo modelado por el seleccionador Gustav Sebes y conformado por Grosics, Buzansky, Lantos, Bozsik, Zakarias, Lorant, Kocsics, Czibor, Budai, Hidegkuti y Puskas. Ese equipo que había ganado por primera vez en Wembley por tres goles a seis en 1953. Ese equipo que se había proclamado campeón olímpico en Helsinki en 1952. Ese equipo que había vapuleado a Alemania en la primera fase del Mundial (8 a 3) y había eliminado a la subcampeona de 1950, Brasil (4 a 2), y a los campeones uruguayos (4 a 2). Pero ese magnífico equipo se encontró en la final con la máquina alemana, una selección que no se inmutó cuando se vio perdiendo por 2 a 0 y que consiguió remontar un partido increíble para acabar ganando 3 a 2 y levantando su primera Copa del Mundo al cielo de Berna.

A partir de ese instante, Alemania empezó a abrirse camino en la Copa del Mundo. En su defensa del título en Suecia 58 llegaron a las semifinales y en la edición de Chile 62 fueron apeados por Yugoslavia en cuartos de final. Pero en Inglaterra 1966 volvieron a presentarse en la final de una Copa del Mundo que perdieron en la prórroga ante los anfitriones con el polémico tanto de Geoff Hurst.

En México 70 los germanos se vengaron de los ingleses remontando un dos a cero para ganar en la prórroga por 3 a 2 en los cuartos de final, pero no pudieron superar a los italianos en las semifinales del torneo. Al menos tienen el honor de haber disputado el partido del siglo.

Pero la segunda estrella de Alemania estaba a punto de llegar. Los germanos la cosieron a su camiseta en el Mundial que ellos mismos organizaron en 1974. Y, de nuevo, tuvieron que vérselas en la final ante un selección mágica que estaba considerada por todos la gran favorita para alzarse con la Copa del Mundo: la Holanda de Rinus Michels capitaneada por Johan Cruyff. Por segunda vez en la historia de los mundiales se forjaba la leyenda del campeón sin corona. El primer campeón sin corona fue Hungría en 1954 y el segundo Holanda en 1974. En los dos casos, el campeón (y que los privó de la gloria) fue Alemania.

Los teutones no tuvieron una buena defensa del título en Argentina, en el Mundial de 1978, donde no consiguieron meterse ni en la final ni en el partido por el tercer y cuarto puesto, pero volvieron por sus fueros en el Mundial 82, cuando llegaron a disputar la cuarta final de su historia ante Italia. Perdieron por 3 a 1 de manera clara. Antes, habían sido capaces de lo mejor y de lo peor: protagonizaron la vergüenza de Gijón con un bochornosos pacto de no agresión ante Austria en la primera fase para eliminar a Argelia y también fueron los protagonistas, junto a Francia, de una de las mejores semifinales de una Copa del Mundo.

En México 86, los alemanes volvieron a llegar a la final de la Copa del Mundo. Era la quinta de su historia. Y lo hicieron sufriendo, aferrándose como siempre a su particular manera de entender el fútbol para superar situaciones muy comprometidas, como superar a México en los penaltis en cuartos de final o volver a imponerse a Francia en semifinales. Pero no pudieron con la magia de Maradona y compañía y sucumbieron en la final de nuevo cayendo por 3 goles a 2. Eso sí, vendieron muy cara su derrota, ya que remontaron con goles de Rummenigge y Völler los dos tantos argentinos cuando todo parecía perdido y sólo hincaron la rodilla ante un magnífico pase de Maradona que culminó Burruchaga ante Schumacher.

La venganza alemana llegó cuatro años más tarde, en Italia 90. Allí llegó Alemania ya unificada, después de haber competido como República Federal de Alemania desde el final de la II Guerra Mundial. Ese equipo alemán fue claramente el mejor durante la primera fase de un mundial poco vistoso y bastante rácano y defensivo. En ese contexto, las goleadas de Alemania a Yugoslavia (4 a 1) y a Emiratos (5 a 1) fueron de lo más destacado de los inicios del torneo.

Pero a medida que avanzaba la competición, los alemanes fueron encontrando más dificultades para ganar los partidos ante rivales más duros y cerrados. En octavos de final derrotaron a una potente Holanda que, sin embargo, no hizo un buen torneo pese a los grandes jugadores que la conformaban: Koeman, Rijkaard, Gullit o Van Basten. De hecho, los neerlandeses se marcharon dando una pésima imagen, con el escupitajo de Rijkaard a Völler abriendo los informativos de todo el mundo.

En los cuartos de final, un penalti transformado por el capitán Matthäus en la primera parte permitió a los teutones deshacerse de Checoslovaquia y citarse con Inglaterra en semifinales. Y ahí, claro, volvió a ganar Alemania, aunque los ingleses fueron un rival muy duro e incluso jugaron mejor durante gran parte del encuentro. El partido fue intenso, emocionante y con ocasiones por ambas partes, hasta que, al cuarto de hora de la segunda parte, Brehme batió a Shilton con mucha fortuna. Al saque de una falta, el lateral germano golpeó con dureza desde la frontal, el balón rebotó en el trasero de Parker y describió una tremenda parábola antes de introducirse en la meta inglesa después de golpear en el larguero.

Inglaterra se lanzó a por el empate y el árbitro se comió un penalti clarísimo de Augenthaler a Chris Waddle. Pero, a 10 minutos del final, Parker metió un centro al área y Lineker se las arregló para llevarse esa pelota entre todos los defensores alemanes. Controló el balón con el muslo, se lo orientó hacia la pierna izquierda y lanzó un remate seco al fondo de las mallas. 1 a 1 y a la prórroga. En el tiempo extra, el intercambio de golpes fue precioso, con un palo para cada equipo y varias ocasiones claras para marcar.

Al final, los penaltis decidirían el finalista. Illgner detuvo el tercer lanzamiento inglés, el de Stuart Pierce, y Chris Woodle lanzó desviado el último lanzamiento para los ingleses. Alemania no necesitó chutar el último. Se había metido en su tercera final de una Copa del Mundo consecutiva y en la sexta de su historia.

El rival volvió a ser Argentina. La albiceleste contaba con Maradona y la dirigía Bilardo, como en el 86, pero llegó a la final apurando cada ronda y se plantó en Roma con bastantes bajas. El partido fue tenso, duro y feo y se resolvió por un penalti rigurosísimo cometido por Sensini sobre Rudi Völler a falta de seis minutos para el final del choque. Argentina jugaba por entonces con uno menos por la expulsión de Monzón y buscaba la prórroga primero y los penaltis después. Las protestas fueron inmensas, pero el árbitro no se desdijo de su decisión y Brehme ejecutó el penalti que dio a Alemania su tercer mundial. ¡Y lanzó con la derecha, su pierna mala!

Después del tercer título, Alemania tardaría 3 torneos en regresar a la final. ¡La séptima final de un Mundial! Fue en Corea y Japón en el año 2002. Y perdieron ante la Brasil de Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho por 2 a 0.

Cuatro años más tarde, en el Mundial celebrado en su país en el año 2006, la selección dirigida por Klinsmann cayó ante su bestia negra, Italia, en la prórroga de una bella semifinal y se hubo de conformar con el tercer puesto conseguido ante Portugal (3 a 1). Al mismo punto llegó en Sudáfrica en 2010, ya bajo la batuta de Joaquim Löw, pero en las semifinales se encontró con una magnífica España y un cabezazo soberbio de Puyol que la privó de la final. Antes habían enviado para casa a Inglaterra en octavos (4 a 1) y a la Argentina dirigida por Diego Armando Maradona (4 a 0).

Pero tanto va el cántaro a la fuente, que Alemania volvería a plantarse en la final de un Mundial cuatro años más tarde. En Brasil 2014 la selección de Joaquim Löw tomó el relevo de España en resultados y en juego. Fue la que mejor trató la pelota durante todo en torneo y, además, añadió la verticalidad y el remate del que, en ocasiones, adolecían los españoles.

Los teutones empezaron metiéndole 4 goles a Portugal en el partido que abría el grupo. Después sufrieron ante una sorprendente Ghana, ante la que empataron a dos tantos, y cerraron la fase de grupos ganando por la mínima ante Estados Unidos (1 a 0). Portugal tuvo que hacer las maletas, pero no fue el único de los candidatos que se marchó a casa antes de tiempo. A esas alturas de competición, Italia e Inglaterra ya estaban eliminadas y la España de Del Bosque también.

Alemania sufrió muchísimo para eliminar a Argelia en octavos de final. El partido lo plantearon los africanos como una revancha de la bochornosa “Vergüenza de Gijón” de 1982, cuando el pacto de no agresión entre austriacos y alemanes envió a Argelia a casa. Y la verdad es que estuvieron a punto de dar la sorpresa del torneo.

Los argelinos tuvieron a los germanos contra las cuerdas durante muchas fases del partido. Defendieron bien, contragolpearon mejor y jugaron a una gran velocidad que, por momentos, parecía desarbolar a los favoritos alemanes. El marcador no se movió durante el partido, pero Schurrle despejó el camino a cuartos con un tanto al poco de empezar la prórroga. Özil remató a los argelinos a falta de un minuto antes de que Djabou recortara distancias en el descuento.

En cuartos de final, los de Joaquim Löw ganaron a Francia por un gol a cero. Y en semifinales… En semifinales, el Mineirazo. Siete a uno a Brasil para hacer llorar a todo un país en un encuentro memorable de los germanos que fueron tan superiores o más de lo que indica el escandaloso marcador. En la octava final de un Mundial para Alemania, con su cuatro entorchado en juego, estaba esperando nuevamente Argentina. La Argentina de Alejandro Sabella comandada por Leo Messi.

Y lo cierto es que la final se le volvió a atragantar a Alemania, claramente favorita después de su exhibición ante Brasil, aunque hubiera de sobreponerse a la lesión de Khedira en el calentamiento y a la sustitución de sus sustituto, Kramer, a la media hora de juego. Como a la Alemania de 1990, la albiceleste planteó un partido correoso, tenso, defensivo y serie y se encomendaba a las arrancadas de Messi o Lavezzi y los desmarques de Higuaín. Así llegaron las mejores ocasiones argentinas, que asustaron a una Alemania poco acostumbrada a tener que defenderse y correr detrás del balón.

Al Pipita se le hizo de noche cuando se encontró con un pase atrás de Kroos que lo dejó solo ante el portero. Tuvo tanto tiempo para pensar que se le marchó fuera el remate. Y seguramente la final. Porque Alemania también tuvo la suya al borde del descanso, con un remate de Howedes que se estrelló con violencia contra el poste de la meta defendida por Romero.

Tras el paso por los vestuarios, el susto a los alemanes se lo dio Messi, que hizo una de sus jugadas favoritas esquivando contrarios hasta perfilarse para el disparo. Se le fue fuera por muy poco. Ahora dominaba Argentina y Alemania no sabía cómo contrarrestar ese dominio. Y poco a poco el partido cayó entre el miedo de casi todos a perder. Solo Özil y Messi se atrevían a mover el árbol en una especie de tregua que duró hasta la prórroga.

En el tiempo extra, los alemanes salieron dispuestos a ganar con sus armas e intentaron encerrar a Argentina. Tuvo un disparo peligroso Schurrle que detuvo bien Romero y la sensación era que el campo se inclinaba poco a poco a favor de los germanos. En esas estaban cuando el que la tuvo fue el argentino Palacio, que se plantó ante Neuer tras un pase de Rojo, pero lanzó una vaselina sin demasiada confianza ni demasiada fe y la pelota se marchó fuera por poco.  Alemania, ni se inmutó. Siguió atacando hasta que Schurrle vio la entrada de Gotze y metió el balón al área argentina. Garay no llegó a cortar el centro y el alemán remató de forma casi acrobática para ganar la final. Corría el minuto 113. Y el marcador ya no se movería.

Así ganó Alemania su cuarta Copa del Mundo, que no fue capaz de defender con decoro en Rusia en 2018, atacada claramente por la maldición del campeón, que se prolonga ya durante tres Mundiales seguidos y para tres selecciones diferentes (Italia en Sudáfrica 2010, España en Brasil 2014 y Alemania en Rusia 2018). En Catar, con nuevo seleccionador, volverán a lucir orgullosos sus cuatro estrellas sobre el escudo estampado en esa zamarra blanca y negra que se ha ganado el respeto de todos a lo largo de su envidiable historia en la Copa del Mundo.

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