“Me gusta que mis jugadores miren fútbol,
que tengan tiempo libre para distenderse,
pero también que sepan quien fue Sandino, Perón o Mao,
eso los va a hacer mejores personas,
los va a hacer más íntegros”.
Alejandro Sabella
Alejandro Sabella, “Pachorra”, el Maestro de Tolosa, dirigió a la albiceleste en el Mundial de Brasil de 2014, donde sus muchachos alcanzaron la final y se quedaron a tres minutos de jugarse la Copa del Mundo en la tanda de penaltis ante Alemania. Fue el primer asalto serio de un tal Leo Messi al Mundial. El primer asalto serio también de Argentina, tras la final perdida en Italia 90 veinticuatro años antes. Y no lo consiguieron por muy poco, por apenas cuatro minutos, en casa de su eterno enemigo brasileño.
Sin embargo, Alejandro Sabella pasará a la historia por mucho más que por ese sufrido subcampeonato que los futboleros acérrimos siempre suelen decir que no vale para nada. Lo decía el entrenador español Luis Aragonés. Y lo decía también el argentino Carlos Bilardo, otro ilustre “pincharrata” enamorado primero del fútbol del Sabella futbolista y después de su manera de entenderlo desde el banco.
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Sabella y Bilardo en los años 80 en Estudiantes. Archivo El Gráfico. |
Así que puede que no. Puede que “Pachorra” no pase a la historia por ser subcampeón del Mundo en Brasil 2014. Puede incluso que no lo haga tampoco por ser uno de los ayudantes de Daniel Passarella en el Mundial de Francia 98.
E incluso que la gente se olvide de su pasado como jugador, un centrocampista elegante que empezó a despuntar en River, que se marchó a Inglaterra para pasarse cuatro años jugando en el Sheffield y el Leeds y donde comprendió que ese fútbol no era el suyo y que regresó a Argentina para ser un estandarte del gran Estudiantes de la Plata que conquistó dos campeonatos en los 80 y redondearlo llevando al Pincha a levantar la Copa Libertadores en 2009 ya como entrenador.
Y quedarse también a un puñado de minutos de jugarse el título de Campeón del Mundo de Clubes con el grandioso Barcelona de Guardiola en los penaltis. Como también le pasaría en la final del Mundial de Brasil ante Alemania.
Puede que Sabella no pase a la historia por nada de eso.
Pero sí podría hacerlo por haber enseñado, educado y humanizado a todos y cada uno de los futbolistas a los que dirigió. Por enseñarles (y demostrarles) que hay cosas importantes que deberíamos saber, conocer y respetar más allá de la pelota, de la victoria y de la derrota. Al menos a los que se dejaron, vaya.
***
Era “Pachorra” un tipo que decía siempre que no existe docencia sin decencia. Y también que nunca había que olvidarse de dos conceptos básicos: “Por favor y muchas gracias”. Era un apasionado de la pedagogía, de la cultura y del conocimiento. Pero siempre desde el ejemplo. Y en el Mundial de Brasil de 2014 lo demostró sobradamente.
Como cuando un jugador suyo, en un entrenamiento, y entre risas con sus compañeros, quiso saber si alguien conocía la forma de jugar de sus próximos rivales, la selección de Irán. Aunque no lo preguntó de una manera especialmente elegante.
—“¿Alguien sabe cómo juegan estos terroristas?”—, espetó el jugador refiriéndose a la selección de Irán, que estaba encuadrada en el grupo de Argentina y a la que se enfrentarían en el segundo partido del Mundial.
Sabella, que lo oyó, paró el entrenamiento y reunió a todos sus futbolistas en el centro de la cancha. Ni corto ni perezoso, el técnico se sentó sobre la pelota, los hizo sentarse a todos en círculo sobre el césped y comenzó la interminable charla. Si alguien se esperaba que el míster hablara de las tácticas, las virtudes y los defectos futbolísticos de la selección iraní, se equivocaba de largo.
El Maestro Sabella habló y habló y habló sobre la historia del pueblo de Irán, desde la Antigua Persia hasta la situación política, social y cultural de aquel momento. Los jugadores lo escucharon atentos, como casi siempre, y se empaparon de sus palabras.
Unos cuantos días más tarde, Leo Messi y Javad Neukoman, capitanes de Argentina y de Irán, intercambiaban los banderines en el acto protocolario previo al trascendental partido de la fase de grupos del Mundial de Brasil.
Entonces Messi se dirigió a Neukoman y le preguntó cómo iban las cosas por su país. El iraní no daba crédito a lo que oía y suponemos que salió como puedo del atolladero respondiéndole que bien. Como solemos hacer todos, vaya. Después, en el campo, Messi ya no tuvo amigos e hizo el tanto de la victoria albiceleste.
El caso es que Sabella ya había hecho algo parecido un poco antes. Sin ir más lejos, justo antes de que Argentina debutara en ese mismo Mundial. Se enfrentaban a Bosnia, un país que debutaba en la Copa del Mundo. Y el Maestro quiso que sus pupilos conocieran la realidad del país de sus contrincantes, que había vivido una guerra demoledora en la década de los noventa que se había cobrado un montón de vidas y que habría resquebrajado los cimientos de unos cuantos pueblos. Sus jugadores, como casi siempre, lo escucharon embelesados.
Los argentinos vencieron a los bosnios en el debut (2-1), pero lo interesante vendría después, en la rueda de prensa posterior, cuando Ángel Di María intentaba responder las preguntas de unos periodistas que no estaban muy contentos con el juego de la Albiceleste pese a la victoria. El Fideo, sin embargo, encontró un hueco entre tanta crítica para lanzar un mensaje que sorprendió a todos los periodistas presentes: “Hoy hemos jugado contra Bosnia. Y no olvidemos que muchos de estos futbolistas fueron los bebés de la guerra; sus cunas fueron las ruinas de un territorio que estallaba”. Se hizo el silencio en la sala de prensa.
Y la pelota, botando…
Pero, claro, no todos estaban de acuerdo con las arengas de “Pachorra”. El representante que la Asociación de Fútbol Argentina (AFA) envió al Mundial de Brasil se subía por las paredes cada vez que veía al técnico reunía a sus futbolistas en un círculo. Decía que Sabella les fundía el cerebro a los futbolistas con sus charlas político-sociales y que luego no rendían en la cancha.
Así lo expresaba el alto dirigente de la AFA (Asociación del Fútbol Argentino) que había enviado Julio Grondona a Brasil:
“Alejandro se equivoca fiero. Sobrecargó de información a los futbolistas. No sólo les dijo que los iraníes nos iban a esperar atrás e iban a dejar pocos espacios, les metió cartuchos sobre lo que significó el Imperio Persa, después colgó con la revolución islámica del 79 y terminó hablando de la importancia geopolítica actual de Irán… Para mí que les quemó el coco y los terminó paralizando. Se las bajó. Imagínate que Messi antes del partido se reía y preguntaba quién conoce a estos terroristas y, minutos antes de salir a la cancha, humanizó tanto a los rivales que entró angustiado… hasta le preguntó al capitán de ellos en el sorteo cómo era vivir en una zona tan conflictiva e inestable. Antes ni los podía ubicar en el mapa”.
Pues eso. Que Messi no sabía nada de Irán antes del partido y después estaba mucho más informado sobre la realidad de un pueblo histórico. ¿Bueno o malo? Juzguen ustedes.
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Alejandro Sabella en una rueda de prensa en 2012. |
Porque Sabella siguió a lo suyo. Preparando las jugadas de estrategia y aclarando otras dudas alejadas de la pelota. Achicando espacios en el césped y aclarando algún que otro concepto filosófico o histórico fuera de él.
Como cuando justo antes de disputar el encuentro de cuartos de final ante Bélgica, unos cuartos de final que la albiceleste no superaba desde 1990, les espetó a los futbolistas a modo de soflama: “Ha llegado el momento de cruzar el Rubicón”. Ahí se quedaron todos mudos. Hasta que a Ezequiel Lavezzi le pudo la curiosidad y se desmarcó diciendo que no había entendido nada, aunque seguro que podía haberlo dicho alguno más.
Y Sabella, concienzudo como pocos, explicó a todos sus futbolistas cómo Julio César decidió cruzar el Rubicón para conquistar Roma desde la Galia. Y cómo, al cruzar, pronunció aquella célebre frase, “Alea Jacta Est”.
Vamos, que la suerte está echada.
Porque el saber no ocupa lugar.
Y hablar bien no cuesta una p*** mierda.
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El caso es que la culminación del discurso de Sabella y de su manera de entender el fútbol y la vida llegó cuando esa selección argentina se negó a jugar un partido amistoso contra Israel en Jerusalén a las puertas del Mundial de Rusia 2018. El encuentro se enmarcaba dentro de los actos del celebración de los 70 años de la fundación del estado de Israel. Además, EEUU acababa de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel y Donald Trump, entonces presidente, había anunciado que abriría una embajada estadounidense en unas semanas.
En este contexto, los jugadores de la albiceleste se ejercitaban en Barcelona a la espera de viajar a Israel cuando se presentaron una treintena de manifestantes propalestinos para protestar por el partido. Los futbolistas escucharon las quejas de los que allí se congregaron y entre todos decidieron que no iban a jugar en Jerusalén.
Casi seguro que los futbolistas tendrían muchas razones para decidir no jugar el encuentro como la seguridad o el mero hecho de no cascarse otro largo viaje en plena preparación mundialista, pero casi seguro también que Sabella, que ya había sido sustituido por Jorge Sampaoli al frente de la selección, sonreía por dentro al ver que sus muchachos puede que fueran algo más que futbolistas. Al comprobar que sus esfuerzos por formar, educar y hacer mejores personas a chavales que sólo sabían y querían jugar a la pelota había dado algún fruto.
***
Alejandro Sabella falleció el 8 de diciembre de 2020 a los 66 años, apenas dos semanas después que lo hiciera Diego Armando Maradona, a causa de una cardiopatía. Se había pasado el Maestro luchando por su salud prácticamente desde la conclusión del Mundial de Brasil y, al final, su corazón dijo basta.
El velatorio se realizó en Ezeiza, el predio de la selección argentina, por donde pasaron muchísimos de sus jugadores, compañeros, amigos y familiares con los ojos arrasados de lágrimas y el corazón lleno de recuerdos para darle el último adiós.
En una de las paredes de la sala colgaba una fotografía de “Pachorra” acompañada de uno de sus mensajes a todos los jóvenes futbolistas (o no): “Rebélense, luchen, busquen sus sueños... más nosotros y menos yo, más grupo y menos individuos, más dar y menos recibir”.
Pues eso.