"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

jueves, 15 de diciembre de 2022

Olivier Giroud, el 9 que levantó la Copa del Mundo sin anotar un solo gol

En los tiempos en los que los dorsales de los jugadores ya no indican la posición en la que juegan, en la que un futbolista puede ser el extremo derecho del equipo portando el número 14, el 33 o el 17, hay dos números que aún siguen siendo sagrados. El 10 para el mejor del equipo, el motor en ataque, el genio que frota la lámpara, normalmente zurdo, que juega y hace jugar a sus compañeros. Y el 9 para el delantero centro, para el goleador del equipo, para el futbolista capaz de convertir en oro casi todo lo que toca, el estilete, el artillero, el ariete, el terror de los porteros.

Grandes capítulos de la historia de la Copa del Mundo han sido escritos por ilustres 9 que han dejado su huella en la competición de selecciones más importantes del mundo. Sería un ejercicio ímprobo nombrarlos a todos, pero sí podríamos detenernos en los delanteros centro de las selecciones que se alzaron con la Copa del Mundo. Porque todos los arietes de las selecciones que se han proclamado campeonas del mundo hicieron goles en el torneo.

¿Todos? ¡No! Hay dos 9 campeones del mundo se han quedado sin marcar en la historia de los Mundiales. ¡Y los dos son franceses!

El primero fue Guivarc’h en el Mundial de Francia 98. Aunque nadie le achacó nunca al ariete del Auxerre, apuesta personal del seleccionador Aimé Jacquet, su falta de gol. Aunque disputara seis encuentros del Mundial incluyendo la final. Se quedó en una mera anécdota en cuanto Didier Deschamps levantó la primera Copa del Mundo para Francia.

Sin embargo, cuando Olivier Giroud repitió la “proeza” de su compañero en Rusia 2018 y se marchó a casa en blanco con la Copa del Mundo debajo del brazo, fue carne de meme. Cosas del fútbol. O cosas de la época en que vivimos. El caso es que los dos únicos 9 de las selecciones campeonas del mundo que se han ido a casa sin anotar un solo gol han sido franceses. ¿Casualidad? Juzguen ustedes.

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Hasta 1950 los jugadores disputaron los Mundiales con camisetas sin número, lo cual no quiere decir que los campeones de 1930, 1934 y 1938 no tuvieran 9 claros. En 1930, Uruguay tuvo distintos delanteros centro durante el torneo, pero el que pasaría a la historia sería el Manco Castro, que hizo 2 goles en 2 partidos, incluyendo el que cerraba la final ante Argentina (4-2). Cuatro años más tarde, Schiavio, el goleador del Bolonia, se vistió de héroe para dar la victoria a Italia en la prórroga ante Checoslovaquia en el Mundial de 1934 (2-1), como su sucesor Silvio Piola fue la pieza clave con sus cino goles en la repetición del triunfo italiano en el Mundial de Francia 38, dos de ellos en la final ante Hungría (4-2).

En el Mundial de 1950, el del Maracanazo, la FIFA obligó a todas las selecciones a que sus futbolistas lucieran un número en sus camisetas. Y aunque el protagonista de la final fue Ghiggia, el inolvidable extremo derecho con el 7 a la espalda, el 9 de la campeona del mundo, la Garra Charrúa, se lo enfundó el gran Óscar Míguez, que llevó a su selección en volandas durante el torneo con sus cinco goles en cuatro partidos.

A partir del Mundial de Suiza 1954, el máximo organismo del fútbol mundial obligó a los futbolistas a mantener el mismo número durante todo el torneo, como ahora. En la selección alemana que levantó su primera Copa del Mundo en 1954 contra todo pronóstico en el llamado Milagro de Berna ante la Hungría de Gusztav Sebes, el 9 era el 13, una tradición muy teutona. Se llamaba Max Morlow e hizo seis tantos en el torneo para ayudar a los germanos a dar una de las mayores sorpresas en la historia de los Mundiales.

En la Brasil de 1958 el delantero centro era Vavá, aunque en su camiseta estuviera estampado el número 20. Cuentan las crónicas que los despistados mandamases brasileños se olvidaron de enviar a la FIFA la numeración de sus jugadores durante el torneo, así que el uruguayo Lorenzo J. Villizio, miembro de la Conmebol y de comité organizador del Mundial se ofreció a rellenar el documento con los números de los futbolistas brasileños. El uruguayo le pueso el 10 al semidesconocido Pelé en un alarde visionario, pero también el 3 a Gilmar, ¡el portero titular!, y el 9 a Zozimo, ¡el guardameta suplente!

El caso es que el auténtico 9 brasileño, Vavá, hizo cinco goles con el 20 a la espalda, dos de ellos en la final ante Suecia (5-2). Cuatro años más tarde, en Chile 62, Vavá, esta vez con el 19 a la espalda, volvió a hacer cuatro goles más en el torneo y también repitió en la final, cuando anotó el definitivo 3 a 1 brasileño ante Checoslovaquia. Fue el primer jugador que marcó goles en dos finales de la Copa del Mundo. En 1970, Pelé se uniría a esta corta y mítica lista con el primer tanto ante Italia en la final del Mundial de México (4-1).

El 9 de la Inglaterra de sir Alf Ramsey en 1966 lo lucía orgulloso en su espalda el gran Bobby Charlton, que era más bien un 10, mientras que el 10 lo portaba Geoff Hurst, el auténtico 9 de esa selección campeona del mundo. Al final, el 9 que jugaba con el 10 a la espalda hizo 4 goles en el torneo, 3 de ellos en la final, incluido el gol fantasma que decantó el choque en la prórroga y coronó por primera a Inglaterra (4-2).

El 9 del Brasil de los cinco dieces era, naturalmente, un 10 con el 9 a la espalda. En este caso fue el gran Tostao, el 10 del Cruzeiro, quien lo paseó por todos los estadios mexicanos. Pero quien más ejerció de 9 en esa maravillosa selección repleta de dieces fue Jairzinho, el 10 de Botafogo, que anotó siete tantos en un torneo excepcional con el 7 estampado en su camiseta verdeamarelha.

Torpedo Müller hizo cuatro goles en el Mundial que Alemania le birló a la Naranja Mecánica en 1974, entre ellos el que le dio el triunfo a la Mannschaft en la final (2-1), y Kempes, el 10 argentino disfrazado de 9, hizo seis goles para levantar la Copa del Mundo en Argentina en 1978, con un doblete en la final de nuevo ante Holanda (3-1).

Paolo Rossi, un 9 puro que estuvo a puntito de no jugar el Mundial, levantó los brazos también seis veces en España 82, con gol incluido en la finalísima ante Alemania (3-1), para alzar al cielo de Madrid la tercera Copa del Mundo para la azzurra.

En México 86, el 9 de Argentina, el 10, el 6, el 8, el 7 y el 11, todos juntos, fue Diego Armando Maradona, pero lo más parecido al delantero centro que tenía la albiceleste fue Jorge Valdano, el 11, que marcó cuatro goles en el torneo incluyendo el segundo argentino en la final ante Alemania (3-2).

En la venganza alemana sobre la Argentina de Maradona y Bilardo en Italia 90, el delantero centro que llevaba el 9 a la espalda era Rudy Völler, pero, en realidad, la Mannschaft tenía otro nueve que jugaba con el 11 en su camiseta, Jürgen Klinsmann. Marcaron tres goles cada uno para hacer posible que Alemania levantara su tercera Copa del Mundo.

Lo mismo sucedió con Brasil en Estados Unidos 94. La canarinha tenía dos delanteros centro de talla mundial, Bebeto y Romario, pero ninguno de los dos vestía la zamarra con el número 9. Ésa se la enfundó el centrocampista Zinho. Mientras, Bebeto, con el 7, hizo tres goles y Romario, con el 11, anotó otros cinco.

En Corea del Sur y Japón, en 2002, el 9 de Brasil lo portó Ronaldo, que hizo ocho goles para convertirse en el emblema del quinto título de la historia de la canarinha, con dos dianas en la final ante Alemania (2-0) en Yokohama. Así se quitó la espina de Francia 98, donde sus cuatro tantos no bastaron a Brasil para imponerse a Francia en Saint-Denis, donde jugó tras sufrir una convulsión con pérdida de consciencia apenas unas horas antes.

En Alemania 2006, el 9 de la Italia campeona fue Luca Toni, el delantero de la Fiorentina, que anotó sus dos goles en el torneo en el partido de cuartos de final ante Italia. Curiosamente, compartió el título honorífico de máximo goleador de su selección con el defensa Materazzi, que también marcó dos tantos, uno de ellos de penalti en la final. Además, provocó la expulsión de Zidane por su cabezazo y marcó su penalti en la tanda que hizo a la azzurra campeona del mundo por cuarta vez en su historia. Pura Italia.

En Sudáfrica 2010, el 9 de la España de Vicente del Bosque lo llevaba Fernando Torres, pero el que metió todos los goles fue otro 9 que jugaba con el 7 a la espalda: David Villa, que fue haciendo pasar rondas con sus tantos decisivos al equipo español. Cinco dianas hizo, cada cual más importante.

Y en 2014, Miroslav Klose, el delantero centro alemán, anotó dos goles en una Alemania coral que a veces jugaba con 9 y otras no, y estampó su cuarta estrella en la camiseta germana. Eso sí, a esos dos tantos hay que añadirle los catorce que había anotado en sus tres Mundiales anteriores (cinco en 2002, otros cinco en 2006 y cuatro más en 2010) para sumar dieciséis y convertirse en el máximo goleador de la historia de la Copa del Mundo.

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Pues bien, como decíamos casi ayer, en el Mundial de Rusia de 2018 Francia se proclamó campeona del mundo por segunda vez en su historia sin que su 9 titular hiciera un solo gol. ¡Y era un delantero centro puro que jugó todos los partidos! No se trataba de un falso 9, ni de un defensa que había escogido ese número porque quedaba libre. Tampoco era un delantero de bulto, de los de completar la lista de un equipo que jugaría sin 9. Nada de eso. Ese 9 era Olivier Giroud, delantero centro de la selección francesa y del Chelsea inglés que se presentó en el Mundial de Rusia con un bagaje nada desdeñable de 31 goles con la selección del Gallo.

Pero en el torneo ruso, el 9 de Francia no fue capaz de abrir la lata. Eso sí, generó espacios como nadie para la entrada de sus compañeros y los atacantes puros como Mbappé, Griezmann, los centrocampistas con llegada desde la segunda línea como Pogba, e incluso laterales como Pavard, se aprovecharon de su incansable juego sin balón y su pelea por bajar los balones aéreos para encontrar el camino del gol que no pudo atisbar el bueno de Giroud.

En la primera fase, Griezmann y Pogba fueron los goleadores en la victoria en el debut ante Australia (2-1). GIroud no jugó de inicio, ya que Deschamps formó un tridente ofensivo con Mbappé, Griezmann y Dembelé, pero saltó al terreno de juego a falta de 20 minutos con empate a uno en el marcador. El tanto de Pogba a ocho minutos del final dio la victoria a los galos en su estreno con Olivier en el terreno de juego.

En el segundo encuentro ante Perú, Deschamps decidió poner a Giroud en punta, acompañado por detrás por Mbappé y Griezmann y con Matuidi barriendo las posibles contras en el centro del campo. El sacrificado fue Dembelé. Los galos ganaron por un gol a cero a los incas y el tanto fue el primero de Mbappé en una Copa del Mundo. Giroud se volvió a marchar sin mojar tras jugar los noventa minutos de partido.

El choque que cerraba el grupo enfrentaba a daneses y franceses y Deschamps apostó por el mismo equipo que derrotó a Perú en la segunda jornada. Giroud volvió a pelearse con las torres danesas durante los noventa minutos de encuentro, pero el marcador no se movió. Francia pasaba a los octavos de final como primera de grupo, pero ahí esperaba una inquietante Argentina conducida por Sampaoli desde el banquillo que había sufrido horrores para meterse entre los 16 mejores del Mundial.

El 30 de junio de 2018 en el Kazán Arena se vivió un auténtico partidazo que encumbró a Francia y la posicionó claramente como la candidata más firme a levantar la Copa del Mundo en Moscú. Y allí estaba el bueno de Giroud, con su 9 a la espalda, de nuevo en la punta de ataque de la selección del Gallo. Griezmann adelantó a los franceses de penalti a los trece minutos de encuentro y Francia se replegó, amenazando constantemente con sus peligrosas contras a una Argentina que no encontraba el camino hacia la portería de Lloris. Hasta que, al filo del descanso, Di María se inventó un disparo genial desde fuera del área para meter el balón en la escuadra francesa y empatar un partido de claro color Bleu.

Sin embargo, lo que parecía una quimera cobró fuerza a la vuelta de los vestuarios, cuando Mercado desvió a gol, casi sin querer, un pase raso y fuerte de Messi al corazón del área gala. Uno a dos para Argentina y parecía que el favoritismo francés ya no era tal. Fue entonces cuando apareció en la fiesta un invitado inesperado que se sacó un golazo de la chistera para empatar el partido y dejarlo todo como estaba. Lucas Hernández, el lateral izquierdo galo, llegó hasta la línea de fondo, metió un pase fuerte atrás que nadie pudo rematar y el balón cayó en el vértice derecho del área, justo en la parte contraria. Y allí se presentó el otro lateral, el derecho, Pavard, para empalmar la pelota con el exterior de su pierna derecha y ponerla en la escuadra de Franco Armani.

Después le dio por aparecer a Mbappé para confirmar en apenas cinco minutos que era la estrella en ciernes de su selección y, probablemente, del mundo. El delantero del PSG cogió un rebote dentro del área, se tiró en balón adelante y sacó medio metro en una zancada a los defensores argentinos que lo vigilaban. Después, fusiló a Armani para hacer el 3 a 2. Cuatro minutos después, el 10 galo culminó una contra perfectamente lanzada por Griezmann con un remate cruzado inapelable. Para cuando Agüero hizo el 4 a 3 definitivo ya pasaban tres minutos de la hora y sólo sirvió para maquillar el marcador. Francia seguía adelante y eliminaba a la Argentina de Messi anotando cuatro goles. Ninguno de ellos los anotó Giroud, el 9, que se pasó todo el partido peleándose con Otamendi, Rojo y, a veces, Javier Mascherano.

En cuartos de final, a los de Deschamps les esperaba Uruguay. El partido fue espeso y los uruguayos controlaron bastante bien a todo el ataque francés donde, cómo no, figuraba Giroud. En la segunda mitas, tuvo que ser el central Varane quien desatascara el choque con un remate de cabeza perfecto a la salida de una falta. Faltaban cinco minutos para el final de la primera parte, pero Uruguay ya no se pudo reponer y Griezmann sentenció el choque con un disparo que, sorprendentemente, dobló las manos blandas de Muslera para hacer el 2 a 0. Francia seguía adelante. Y Giroud seguía jugando todos los minutos de todos los partidos sin hacer un gol.

En las semifinales ante Bélgica, fue el otro central francés el que salvó a su equipo. A la salida de un córner a los cinco minutos de la segunda mitad, Umtiti se elevó por encima de todos en el primer palo para peinar la pelota y meterla en el fondo de la portería de Courtuais. Bastó para clasificarse para la final ante la sorprendente Croacia. Giroud jugó 85 minutos, hasta que Deschamps decidió sustituirlo para meter a N’Zonzi y cerrar filas en el centro del campo.

El 15 de julio de 2018, en el estadio Olímpico de Luzhnikí, en Moscú, Francia afrontaba la segunda final de un Mundial de su historia. Enfrente estaba Croacia, veinte años después de sorprender al mundo en Francia 98, con otra generación espléndida de jugadores comandada por Modric, Rakitic y Perisic. Deschamps, campeón y capitán precisamente en aquel Mundial, puso en liza el once que todo el mundo esperaba, el que había repetido prácticamente desde la segunda jornada mundialista. Y ese once, con Lloris en portería; defensa de cuatro con Varane y Umtiti en el centro y Pavard y Lucas Hernández en los laterales; Kanté por delante de la defensa junto a Pogba, Matuidi de interior izquierdo, Mbappé partiendo de la banda derecha y Griezmann de media punta; lo coronaba arriba Giroud, el 9.

El partido empezó con Mandzukic metiéndose un gol en propia puerta que enmendó Perisic culminando una jugada típica suya, dentro del área, zafándose de contrarios y rematando con fe, fuerza y mucha calidad para empatar el encuentro. Sin embargo, un penalti por manos del mismo Perisic dentro de su área lo convirtió Griezmann en el 2 a 1 con el que se llegó al descanso.

Tras la reanudación, los croatas se lanzaron a por el partido en un ejercicio valiente y poético que fulminó primero Lloris con un par de paradas previas al golazo de Pogba que casi sentenciaba la final a los trece minutos de la segunda parte. La cuestión la zanjaría Mbappé con otro golazo a falta de veinticinco minutos para el final. Y aunque Lloris quiso darle a Croacia lo que antes le quitó intentando un recorte ante Mandzukic que le salió mal y permitió al croata recortar distancias y resarcirse de su gol en propia puerta.

Al final, 4 a 2 y Hugo Lloris levantaba al cielo de Moscú la segunda Copa del Mundo de Francia en un campeonato casi perfecto en el que la selección del Gallo demostró ser la más fuerte y la más contundente en las dos áreas. Aunque la contundencia en el área contraria no le correspondiera al 9, Giroud, que se marchó de Rusia sin marcar un solo gol pero con la Copa del Mundo debajo del brazo.

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El premio de levantar la Copa del Mundo debería ser más que suficiente, pero en el mundo del fútbol hay que sacarle siempre punta a todo y, por eso, Olivier Giroud fue prácticamente vilipendiado por los aficionados, que no por sus técnicos ni por sus compañeros, que siempre han sido conscientes de su gran papel en la Copa del Mundo.

Las críticas se volvieron aún más enconadas con la presumible vuelta de Karim Benzema, el delantero del Real Madrid, expulsado de la selección del Gallo por el affaire con su compañero Valbuena. Benzema, que previamente había elogiado el papel de Giroud en la consecución del título mundial, llegó a decir en un directo en Instagram que compararlo a él con Giroud era como comparar un Fórmula 1 con un kart. Y, por si no había quedado suficientemente claro, añadió que él era el Fórmula 1 en ese caso.

Y el caso es que Karim Benzema volvió a la selección francesa para la fase final de la Eurocopa de 2020, disputada en 2021 a causa de la pandemia. Y fue titular en detrimento de Olivier Giroud. Y jugó muy bien. Pero Francia cayó en octavos de final ante Suiza en los penaltis y se fue para casa mucho antes de lo que todos esperaban.

Un año y pico después, Benzema ganaba el Balón de Oro tras un año magnífico con el Real Madrid y se apuntaba al Mundial de Catar, donde su selección defendería el título obtenido en Rusia cuatro años antes. Pero, caprichos del destino, una lesión apartaba a Karim de la cita mundialista pocos días antes del debut y Giroud volvía a ser la referencia del Gallo en la punta del ataque. El 9 de la Campeona del Mundo. Y las tornas volverían a girar…

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Porque cuatro años después de levantar la Copa del Mundo en Rusia, y tras la disputa del primer encuentro del Mundial de Catar ante Australia (4-1), Olivier Giroud se quitó la espina y anotó dos golazos para convertirse en el máximo goleador de la historia de los Bleus con 51 goles en 115 encuentros. Los mismos que un tal Thierry Henry en ese instante. Después anotaría el gol que abría la lata ante Polonia en octavos de final (3-1) y rubricaría el pase a semifinales de su selección con el tanto que deshacía el momentáneo empate a uno ante Inglaterra (2-1) y que echaría a los Pross del Mundial. En las semifinales ante Marruecos el palo le privó de otro gol. En definitiva, cuatro dianas en seis partidos en Catar después de quedarse seco en Rusia cuatro años atrás.

Así que además de esas 53 dianas que le convierten en el máximo goleador de la historia de la selección gala, desde que metió su primer gol con el Grenoble Foot 38 en la segunda División francesa un lejano marzo de 2006 hasta ahora mismo, hay que sumarle 260 goles en partidos oficiales con sus clubes: 2 con el Grenoble Foot, 14 con el Istres, 38 con el Tours, 25 con el Montpellier, 105 con el Arsenal, 39 con el Chelsea y, hasta hoy, 23 con el AC Milan en menos de temporada y media.

No está nada mal para ser el 9 al que todos difamaron cuando levantó la Copa del Mundo sin convertir ni un solo tanto. No está nada mal, pero que nada mal, para el que todos apodaban el 9 sin gol.

Pero como además Giroud es un tipo coherente, es totalmente consciente que todos esos goles que ha marcado en el torneo no le sirven de consuelo ni le llenan de felicidad después de que Francia se marchara finalmente de Catar sin ganar de nuevo la Copa del Mundo. Porque, con total seguridad, Olivier Giroud preferiría volver atrás, quedarse otra vez en blanco, sin marcar un solo tanto como cuatro años antes, soportar de nuevo las burlas y los memes, pero haber estampado en el pecho de la camiseta del Gallo la tercera estrella de campeón del mundo que ahora luce con orgullo la albiceleste de Argentina.

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