"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

lunes, 21 de noviembre de 2022

Christoph Kramer, el campeón del mundo que no recuerda haberlo sido

Es muy difícil ser futbolista profesional. Es complicadísimo destacar tanto en tu club como para recibir la llamada del seleccionador nacional. Y más si esa selección es siempre una de las mejores del mundo y compite por ganar todos los títulos en cada edición.

Es extremadamente difícil jugar un Mundial. Sólo lo hacen unos privilegiados. Y aún lo es más ser titular en la final de una Copa del Mundo. Sólo 22 futbolistas de todo el planeta tienen esa posibilidad cada cuatro años.

De hecho, entre 1930 y 2018 se han disputado 21 Mundiales en 88 años. En ese periodo de tiempo que abarca casi un siglo, 422 jugadores han tenido el honor y la responsabilidad de disputar como titulares la final de una Copa del Mundo (40 de ellos han tenido la suerte de jugar dos finales). De entre ellos, apenas dos centenares han acabado levantando el trofeo.

Todos esos futbolistas fueron poco a poco desgranando el camino que les llevó a jugar y ganar el partido más importante de sus vidas: consiguieron alcanzar su sueño de niños de ser futbolistas profesionales; debutaron en la máxima categoría y rindieron a un nivel altísimo en sus equipos hasta que vistieron la camiseta de su selección; entraron en la lista de convocados para disputar un Mundial; llegaron a la final del torneo, fueron titulares en ese gran partido y acabaron levantando la Copa del Mundo.

Pues entre esos escasos elegidos para la gloria hay uno, solamente uno, que recorrió todos esos peldaños hasta cumplir el sueño de su vida, el de ser titular y ganar la final de una Copa del Mundo, pero… ¡¡¡No se acuerda de nada de lo que pasó aquel día!!!

Christoph Kramer es ese único futbolista que no recuerda cómo fue campeón del mundo con Alemania en el Mundial de Brasil 2014. Todo pasó muy rápido. Lo arrolló el defensa argentino Ezequiel Garay al cuarto de hora de partido. El choque, el desplome, la salida del cuerpo médico de la selección germana al terreno de juego, la asistencia tocándole la sien con sus dedos mágicos para determinar que podía seguir en el partido. Y Kramer, que no recuerda nada de lo que pasó antes, durante ni después, se levantó y siguió jugando como si nada. Catorce minutos se pasó el joven alemán deambulando por el campo con una conmoción cerebral y un episodio de locura transitoria hasta que, a fuerza de decir incongruencias a todo aquel que se encontraba en su camino, ya fueran compañeros, rivales o el mismísimo colegiado, fue sustituido por su compañero André Schürrle en el minuto 31 de la primera mitad.

Pero es que la historia de Christoph Kramer tiene miga. El jugador había vivido prácticamente un cuento de hadas hasta ese momento que culminó con una titularidad en la final de la Copa del Mundo que nadie, ni siquiera él mismo, esperaba. Tampoco esperaba nadie el desenlace posterior, pero eso ya hubiera sido rizar el rizo.

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Kramer tenía apenas 23 años a las puertas del Mundial de Brasil y jugaba de mediocentro en el Borussia Mönchengladbach tras su eclosión en el Bochum, en la segunda división alemana. Con el Gladbach debuta en primera a lo grande, haciéndose un hueco en el once titular, disputando 34 partidos en la temporada y colaborando con su juego para que el equipo acabe sexto y se clasifique para jugar la Europa League la próxima campaña.

Tras una temporada sobresaliente, al joven centrocampista aún le falta por recibir un regalo inesperado. Joaquim Löw, el seleccionador germano, lo convoca para disputar un amistoso ante Polonia el 13 de mayo de 2014. Apenas cinco días antes, el técnico teutón había dado una lista de 30 jugadores, que habría de reducirse a 23 el 2 de junio, y en ella no figura Christoph Kramer. Pero Löw no se fía del estado físico con el que llegan al torneo algunos de sus mejores centrocampistas, como Khedira, por ejemplo, y decide sustituir a André Hahn, del Augsburgo, un jugador de banda, e incluir al mediocentro del Gladbach en la lista a partir de ese amistoso ante Polonia.

Kramer debuta con la Mannschaft y apenas quince días después se sube en el avión que lleva a la selección alemana rumbo a Brasil contra todo pronóstico. De esos 30 preseleccionados, los defensores Mustafi (Sampdoria), Jansen (Hamburgo) y Schmelzer (B. Dortmund); los centrocampistas Goretzka (Schalke), Meyer (Schalke) y Bender (Leverkusen) y el atacante Volland (Hoffenheim) se quedan en tierra. Más tarde, apenas días antes del comienzo del Mundial, Löw repesca a Mustafi ante la lesión de Marco Reus, que se tiene que volver a casa. Christoph Kramer, en cambio, está a punto de vivir la mayor experiencia futbolística de su vida.

Ya en tierras sudamericanas, el prometedor futbolista del Gladbach no tuvo la oportunidad de debutar en toda la primera fase. Los de Joachim Löw abrieron fuego el 16 de junio de 2014 goleando a la Portugal de Cristiano Ronaldo (4-0) con tres tantos de Müller y otro de Hummels y lanzando con su fútbol un aviso a navegantes. El centro del campo germano lo formaron Lahm, Khedira y Kroos con los apoyos constantes de Özil y Götze.

Tampoco dispuso Kramer de minutos en el empate a dos ante Ghana que prácticamente sellaba la clasificación de los teutones para los octavos de final en un encuentro en el que el técnico repitió el centro del campo del partido del debut. Para el cierre de la primera fase ante Estados Unidos (2-2), Schweinsteiger sustituyó a Khedira en el centro del campo y Kramer se quedó sin debutar en el Mundial tras los tres primeros encuentros.

Sin embargo, el joven centrocampista sí disputó sus primeros minutos en una Copa del Mundo en la prórroga del partido de octavos ante Argelia, cuando sustituyó a Bastian Schweinsteiger a falta de 11 minutos para la conclusión del tiempo extra. El partido, extraordinario, se había ido a la prórroga, pero en el primer minuto Schürrle adelantó a los alemanes con un remate en el área pequeña y el seleccionador quiso refrescar el centro del campo con la presencia de Kramer. Nueve minutos parecen pocos, pero pasaron bastantes cosas en ese tiempo. Primero tuvo Argelia una ocasión clara para empatar, pero después anotó Özil el tanto que parecía definitivo a falta de un minuto para el final del tiempo extra. Y lo fue, aunque recortó distancias Djabou, pero ya no quedaba tiempo para nada más.

En los cuartos de final ante Francia, Löw metió a Lahm en el lateral derecho y salió de inicio con Schweinsteiger, Kroos y Khedira en el centro del campo, escoltados por Özil y Müller en la media punta y con Klose arriba. Alemania administró el cabezazo a la escuadra de Hummels a los doce minutos para meterse en semifinales y el protagonismo de Kramer se limitó a saltar al terreno de juego en el tiempo de descuento para perder tiempo al sustituir a Toni Kroos.

En el Mineirazo ante Brasil, Kramer no tuvo oportunidad de participar de la fiesta alemana. Löw repitió el once que saltó de inicio ante Francia y Alemania masacró a la canarinha con cinco goles en los primeros 28 minutos de partido con protagonismo especial para Sami Khedira y Toni Kroos en un centro del campo que se comió al brasilero.

Y entonces, cuando nadie lo esperaba, saltó la sorpresa en el último partido. Porque Löw había previsto repetir once por tercera vez consecutiva, pero, en el calentamiento de la gran final ante Argentina, ya sobre le césped de Maracaná, Khedira notó unas molestias que le hicieron retirarse del choque antes de empezar. El técnico hizo su apuesta y decidió suplir al emblemático centrocampista con el joven Christoph Kramer, que saltó al terreno de juego acompañando en el centro del campo a Kroos y a Schweinsteiger con los apoyos de Müller y Özil en tres cuartos de campo. Hacía apenas un mes Kramer no había debutado con la Mannschaft y ahora, tras jugar tan sólo trece minutos en el torneo, iba a disputar la gran final de la Copa del Mundo. Casi nada… ¡Si eso no es un sueño hecho realidad que baje Dios y lo vea!

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Sin embargo, el guion de la película de Kramer dio un giro inesperado a los dieciséis minutos de su partido soñado. Klose sacó rápidamente de banda y buscó al debutante en el interior del área argentina. Kramer se dispuso a controlar la pelota casi pegado a la cal, marcado de cerca por Rojo, cuando, de repente, apareció al cruce Ezequiel Garay, un tren de mercancías que le golpeó en la cabeza con el hombro, se lo llevó por delante y lo dejó tendido sobre el césped. El resto, es historia viva de la Copa del Mundo.

Tras recibir asistencia por parte de los servicios médicos de la selección alemana, el jugador se levantó y se reincorporó al juego. Todo parecía bastante normal hasta que empezó a hacer y, sobre todo, a decir cosas muy extrañas de las que, evidentemente, no se acuerda.

Al parecer, primero se acercó a su compañero Thomas Müller y le felicitó por el título de 1974 ante la Naranja Mecánica de Johan Cruyff. ¡Lo estaba confundiendo con el legendario Gerd “Torpedo” Müller! Inmediatamente miró al cielo y exclamó que no había visto nunca tanta gente ni un ambiente tan espectacular en el Ruhrstadion, la cancha del VFL Bochum, el club en el que debutó como jugador.

Después, se dirigió a su propio guardameta, Manuel Neuer, y le pidió que le dejara los guantes porque quería ponerse de portero, justo antes de decirle a su capitán Philipp Lahm que le diera el brazalete porque quería guiar a Alemania a levantar su cuarta Copa del Mundo.

Aunque para llegar a la conclusión de que el partido que estaba disputando era la final del Mundial, tuvo que preguntárselo al mismísimo colegiado Nicola Rizzoli. El italiano, claro, se quedó sorprendido ante la pregunta y pensó que el jugador estaba bromeando, así que le pidió que se lo repitiera más despacio. Kramer se lo preguntó de nuevo y Rizzoli, evidentemente, le dijo que sí, aunque buscó a Bastian Schweinsteiger para decirle que algo pasaba con el futbolista y que deberían plantearse su sustitución. Y más cuando le respondió con toda la amabilidad del mundo: “Gracias, para mí era importante saberlo”.

Cuando Kramer se acercó de nuevo a Philipp Lahm para comentarle que quería intercambiar la camiseta con el árbitro, el capitán alemán decidió que la cosa había llegado demasiado lejos y se acercó al banquillo para contar lo que estaba pasando. El cuerpo técnico germano dispuso el cambio. Schürrle se incorporó al partido y Kramer salió del terreno de juego sin ser consciente de lo que hacía y sin saber ni dónde estaban los banquillos. Habían pasado 14 minutos desde el momento del choque que le provocó una conmoción cerebral y un episodio de locura transitoria. Por suerte, demasiado poco pasó para lo que podía haber pasado… ¡en la mismísima final de una Copa del Mundo!

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Afortunadamente, Christoph Kramer no tuvo secuelas y siguió jugando al fútbol. De hecho, en 2022, a los 31 años de edad y a las puertas de un Mundial de Catar para el que no ha sido convocado, sigue disfrutando del fútbol en el Borussia Mönchenglabad.

Lamentablemente, por mucho que se esfuerce, no recuerda el ambientazo en las gradas de Maracaná. Tampoco recuerda cómo y cuándo le dijo Joaquim Löw que sería titular tras la lesión de Khedira ni qué sintió en ese instante único e irrepetible. Ha olvidado sus propias sensaciones al salir por el túnel de vestuarios. Al escuchar los himnos. Al cruzarse con Messi y compañía dándose la mano antes del partido más importante de sus vidas. No recuerda el bombeo acelerado de su propio corazón en los prolegómenos. Los nervios que sintió y cómo los controló. No sabe si se le puso la piel de gallina. No sabe cómo lo arroparon los compañeros en esos momentos tan especiales ni qué sintió al golpear su primer balón, dar su primera carrera o ejecutar su primer pase.

Él estaba allí, pero sin estar. O mejor, sin acabar de creerse que estaba porque no lo recuerda. Aunque después se vea en todos los vídeos de una final que dio la vuelta al mundo y tenga que reconocer que sí, que nadie le ha gastado una broma pesada, que él sí estuvo allí.

Así que sí. Definitivamente, y aunque no lo recuerde, fue titular en la final del Mundial. Que no es cualquier cosa. Aunque, bien mirado, tampoco es tanto, porque saber que has participado de algo grande sin saber qué sentiste es casi como no haber estado. Pero no se ilusiona demasiado con la posibilidad de poder recordarlo todo en un futuro, porque los médicos le han asegurado que esos recuerdos perdidos nunca volverán.

Aún así, yo quiero pensar que a veces Kramer sonríe pensando que siempre le queda la esperanza de que esos galenos se parezcan al que le atendió en el terreno de juego tras el choque con Garay, ése que decidió que no le pasaba nada y que podía seguir jugando. Porque si fuera así, aún le quedaría una mínima esperanza de recuperar en algún momento los recuerdos de uno de los días más importantes de su vida.

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