"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

jueves, 27 de enero de 2022

El mal fario de Holanda (2). Argentina 1978

Al Mundial de Argentina de 1978 la selección holandesa se presentó después de liderar con solvencia su grupo de clasificación europeo, donde ganó 5 partidos y empató solo uno (2 a 2 ante Irlanda del Norte). El subcampeón volvía a estar entre la terna de favoritos al título, pero perdió esa vitola en cuanto Johan Cruyff anunció que no iría a Argentina con su selección.

Mucho se ha escrito sobre la negativa de Cruyff a disputar el Mundial, pero las razones reales nadie las sabe a ciencia cierta. Se dijo que no quiso acudir a la cita en un país dictatorial donde mandaban los militares, con torturas y desapariciones a la orden del día y donde no se respetaban los derechos humanos. Se dijo que después del Mundial 74 ya dejó caer que no volvería a disputar otro mundial por la cerrazón de las concentraciones. Se apuntó que tenía un conflicto con la marca que le vestía y que no coincidía con la de la selección holandesa. Se elucubró con la posibilidad de que su decisión de no viajar a Argentina la condicionara su esposa, convenciéndole de no disputar el torneo. Se arguyó también que Cruyff había sufrido un intento de secuestro en Barcelona y temía por su seguridad en el mundial. Y la última de las especulaciones hablaba de la fatiga de Cruyff, que ya había enganchado muchos años a pleno rendimiento, que tenía 31 años y quería descansar para seguir compitiendo a primer nivel y con el físico intacto.

El caso es que la baja de Cruyff era tan sensible que prácticamente nadie incluyó a los holandeses, pese a ser subcampeones del mundo, entre los candidatos firmes a levantar la Copa del Mundo. Ese papel correspondía a Alemania Federal, actual campeona del mundo y subcampeona de Europa, a Argentina, que como anfitriona había armado un gran equipo con la firma de su técnico Menotti, y a Brasil, que era una incógnita después de una fase de clasificación solvente en la que no participó Argentina por ser la anfitriona, pero que contaba en sus filas con un Rivelino de 32 años y con los jóvenes emergentes Zico o Dirceu.

La fase final tenía el mismo sistema que cuatro años antes en Alemania, es decir, cuatro grupos de cuatro equipos de los cuales se clasificaban los dos primeros. Los ocho equipos que seguían vivos en el torneo se distribuían en dos grupos (A y B) y el campeón de cada uno de ellos disputaría la final en el Monumental de River el 25 de junio. Sorprendentemente, allí estaría Holanda y enfrente, como 4 años antes, tendría al anfitrión. Y como 4 años antes, volvería a quedarse con la miel en los labios.

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Holanda compartió grupo en la primera fase con Perú, Escocia e Irán y los tulipanes empezaron bien con una clara victoria por 3 a 0 ante los asiáticos, pero sólo pudieron empatar ante la sorprendente Perú y acabaron siendo derrotados por 3 a 2 por los escoceses, lo cual les relegó al segundo puesto por detrás de los incas.

A Argentina tampoco le fue especialmente bien en la primera fase. Debutó en su campeonato sufriendo mucho para derrotar a Hungría por dos a uno y volvió a padecer de nuevo ante Francia en la segunda jornada, aunque ganó por idéntico resultado. El partido que cerraba el grupo medía a argentinos e italianos y los transalpinos vencieron por 1 a 0 relegando a la albiceleste al segundo puesto y mandando al equipo de Menotti a disputar la segunda fase en Rosario, lejos de Buenos Aires.

En esa segunda fase los holandeses se entonaron y no tuvieron rival. Derrotaron a Austria con un rotundo 5 a 1, empataron con Alemania a dos en la reedición de la final del Mundial anterior y remontaron un gol en contra ante Italia para acabar ganando 2 a 1 y clasificándose para la gran final.

Mientras, Argentina se reencontró a sí misma en Rosario y, sobre todo, encontró a Mario Alberto Kempes. A los 16 minutos, el Matador había inaugurado su cuenta goleadora en el Mundial y había puesto por delante a la albiceleste, pero los polacos se vinieron arriba y en una falta lateral Fillol se tragó el centro y Lato remató de cabeza a portería. Kempes se estiró como si fuera el guardameta y sacó el balón con la mano. El penalti lo lanzó Deyna muy flojito y Fillol lo detuvo. Después Kempes anotó el segundo tanto para cerrar el partido. Mientras, Brasil le ganó 3 a 0 a Perú y ambos equipos, brasileños y argentinos, empataron sin goles. 

La última jornada se disputaba el Polonia-Brasil y el Perú-Argentina, pero no se jugaban los partidos a la misma hora, por lo que los argentinos salieron a jugar ante Perú sabiendo que debían ganar por 4 goles, ya que los brasileños habían ganado por 3 a 1 a Polonia. El resto, ya es historia, Argentina ganó 6 a 0 con doblete de Kempes y Luque, un tanto de Tarantini y otro de Houseman, en un choque bajo sospecha desde el mismo instante en que la pelota empezó a rodar y hasta hoy.

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El 25 de junio de 1978 una lluvia de papelitos inundó el césped del Monumental de River a la salida de los jugadores argentinos y una ovación atronadora encendió la mecha de la gran final. A unos cien metros de allí, en un centro de detención, se practicaba la tortura.

A los 22 minutos de juego, Kempes batió al meta holandés y puso en ventaja a la albiceleste en la final. El Monumental se vino abajo, pero los argentinos no cerraron el partido, los holandeses no le perdieron nunca la cara a la final y siguieron compitiendo con fe en sus posibilidades. El premio a su constancia llegó a falta de pocos minutos para el final con un cabezazo de Nanninga que mandaba el choque a la prórroga. ¡Y gracias! Porque en la última jugada del tiempo reglamentario, Holanda mandó el balón al poste mientras todo el estadio de River contenía la respiración.

Pero en el tiempo extra, el equipo de Menotti, espoleado por su público y mucho más entero físicamente, acabó por doblegar la resistencia de los tulipanes con goles de Kempes y Luque para darle la primera Copa del Mundo a Argentina ante su gente. Holanda, nuevamente, se había quedado rozando la copa con la yema de los dedos. Por segunda vez consecutiva y las dos ante el anfitrión. Pero, como todo el mundo sabe, no hay dos sin tres.

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