"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

jueves, 19 de enero de 2023

La década dorada de Polonia (1972-1982): Las Águilas de Gorski sorprenden al mundo

En los primeros años de la década de los 70 una selección de la Europa del Este sin apenas vuelo en el contexto internacional empezó a convertirse en un auténtico dolor de cabeza para las grandes del fútbol mundial. En un momento en el que empezaba a despuntar el fútbol total de los holandeses, las clásicas selecciones de Alemania Federal, Inglaterra, Francia, Argentina e incluso la tricampeona Brasil se encontraron de buenas a primeras con el pie cambiado, intentando acoplarse a una nueva época donde la velocidad, los continuos cambios de ritmo y de posiciones y la movilidad de los jugadores por todo el campo eran las señas de identidad de los equipos ganadores.

En ese contexto emergió la figura de Kazimierz Gorski. Nacido en Lviv (hoy Ucrania y entonces Polonia) en 1921, al joven Gorski le pilló el inicio de la Segunda Guerra Mundial en plena carrera hacia el estrellato futbolístico, porque, pese a su juventud estaba considerado uno de los mejores delanteros de su tierra, una especie de proyecto de estrella en ciernes. En 1945, al finalizar la guerra y con 24 años recién cumplidos, Groski decidió quedarse en Varsovia y fichar por el Legia, donde dejaría una huella imborrable hasta retirarse de los terrenos de juego en 1953. 

Desde ese instante, cambió las botas por los banquillos y dirigió al Marymont Varsovia (1954-59), a su Legia (1959-62), al Lublinianka Lublin (1963-64) y al Gwardia Varsovia (1964-66). Tras doce años de experiencia en los banquillos, la federación polaca lo contrató para las categorías inferiores y, finalmente, en 1970 se convirtió en el seleccionador absoluto de Polonia. Estaban a punto de alzar el vuelo “Las Águilas de Gorski”.

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El 28 de agosto de 1972, la selección polaca de fútbol, con Kazimierz Gorski al frente, debutaba en los Juegos Olímpicos de Múnich. El entrenador había conformado un equipo muy ofensivo, endiabladamente rápido y muy técnico de medio campo hacia arriba, que tenía en Lubanski su referencia arriba y lo escoltaban Deyna y Gadocha, dos auténticos jugadorazos que, no obstante, eran prácticamente unos desconocidos en el concierto internacional. Por si acaso, en el banquillo esperaba su oportunidad un jovencísimo delantero llamado Grzegorz Lato, que tenía entonces 21 años recién cumplidos.

Los de Gorski eran una auténtica incógnita, ya que todos sus jugadores militaban en la liga polaca y prácticamente nadie les conocía. De hecho, ningún jugador podía salir a jugar fuera del país hasta que no cumplieran 30 años. Así que las favoritas en el inicio de la competición eran Hungría, vigente campeona olímpica; Alemania Federal, organizadora de los Juegos; la Unión Soviética, la gran potencia del Este; y, como siempre, Brasil, que había llevado una selección capitaneada por Dirceu en ataque.

Sin embargo, las Águilas de Gorski debutaron tan a lo grande, haciéndole un 5 a 1 a Colombia con un doblete de Deyna y tres tantos de Gadocha, que empezaron a despertar recelos entre sus competidores. De hecho, en el siguiente encuentro volvieron a derrotar con contundencia a Ghana (4-0) y cerraron el grupo noqueando también a la República Democrática Alemana (2-1), con lo que las cartas quedaron boca arriba muy pronto.

En la segunda fase, Polonia habría de verse las caras con Dinamarca, Marruecos y la Unión Soviética y el campeón de grupo disputaría la final ante el triunfador del otro grupo, formado por Hungría, las dos Alemanias y México. Brasil había quedado fuera del torneo a las primeras de cambio.

Los de Gorski empezaron empatando a uno ante Dinamarca, pero en el partido decisivo ante la Unión Soviética dieron la campanada y vencieron por 2 a 1. Después finiquitaron su pase a la final apabullando a Marruecos por un contundente 5 a 0. En la final esperaba la vigente campeona olímpica, Hungría, que había dado buena cuenta de las dos Alemanias y de México.

En la final, los húngaros se pusieron por delante al filo del descanso con un tanto de Várady, pero los polacos no le perdieron la cara al encuentro y remontaron en una segunda parte memorable. Deyna hizo los dos goles que le dieron el triunfo a Polonia y la primera medalla de oro en fútbol de su historia. 

Comenzaba la edad de oro de Polonia que duraría una década.

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En la fase de clasificación para el Mundial de Alemania de 1974 ya nadie podía decir que Polonia era una desconocida, aunque si quedaban dudas de su potencial, las Águilas estaban dispuestas a disiparlas. Gorski utilizó la base de la selección que se había proclamado campeona olímpica en Múnich y la ajustó dándole protagonismo a Lato en ataque junto al mítico Lubanski, la auténtica estrella de esa selección.

A Polonia le había correspondido en suerte un grupo de tres selecciones junto a Inglaterra y Gales y empezó con muy mal pie, ya que perdió claramente en Cardiff por dos goles a cero el 28 de marzo de 1973. Antes, Inglaterra había vencido a Gales también en Cardiff (0-1) y había empatado en Londres con sus vecinos (1-1). Así las cosas, Polonia lo tenía muy complicado para clasificarse para el Mundial, pero el fútbol siempre tiene la última palabra.

Los de Gorski derrotaron a la Inglaterra de sir Alf Ramsey en Chorzov (2-0) en un partido increíble en el que el protagonista de todo lo que pasó esa noche fue la estrella polaca Lubanski. El capitán le dio una asistencia de gol a Gadocha para hacer el uno a cero y anotó el segundo encarando a Shilton a poco de iniciada la segunda mitad. Sin embargo, siete minutos más tarde todo cambió para él. Lubanski intentó sortear una entrada del defensa inglés Roy McFarland y cayó fatal, apoyando todo su peso en la rodilla derecha. Mientras los ingleses se quejaban por la tardanza en la reincorporación, todo el estadio contenía la respiración. La estrella de Polonia se acababa de romper el cruzado y se perdió lo que quedaba de fase de clasificación y también el Mundial.

Pero la vida seguía y Polonia necesitaba otra victoria ante Gales para visitar Wembley en la última jornada dependiendo, al menos, de sí misma. Y las Águilas de Gorski no fallaron. Gadocha, el “Garrincha polaco”, volvió a abrir el marcador, como ante Inglaterra, y después Lato y Domarski, el sustituto del capitán Lubanski, redondearon una victoria clara ante Gales para seguir con opciones de clasificación en el último partido que se disputaría en Wembley tres semanas más tarde.

Los ingleses, en su línea de “somos los inventores del fútbol y no tenemos rival”, decidieron no suspender la jornada de liga que se disputaba tan sólo un día antes del encuentro. Además, el excéntrico y polémico Brian Clough, técnico del Derby Country, se permitió el lujo de descalificar a algunos de los jugadores polacos por televisión en la previa del choque decisivo. Al guardameta Tomaszewski le llamó payaso de circo con guantes. Al defensa Jerzy Gorgon lo describió como un boxeador con botas de fútbol, mientras que de Grzegorz Lato dijo que le parecía un corredor calvo de maratones. Claro, a veces pasa que uno se ha de comer sus palabras. Evidentemente.

Porque el 17 de octubre de 1973, ante más de 90.000 espectadores que abarrotaban el viejo Wembley, los de Gorski empataron a uno ante Inglaterra encomendándose a las paradas de todos los colores del “payaso” Tomaszewski al que sólo pudieron batir los locales de penalti (regalado) pese a disparar más de veinticinco veces a puerta durante el partido. Antes, “el corredor calvo de maratones” se había marcado una cabalgada impresionante por la banda izquierda, dejando atrás a dos rivales, para servir una pelota de gol que Domarski no desaprovechó.

Y así fue cómo los polacos dejaron a los inventores del fútbol fuera del Mundial por primera vez en su historia (los ingleses no habían participado en los Mundiales de 1934 y 1938 por voluntad propia, pero desde que decidieron afiliarse de nuevo a la FIFA y participar en el torneo en 1950 nunca se habían quedado fuera de una fase final de la Copa de Mundo).

Y ese fue el principio del fin de sir Alf Ramsey, que fue finalmente destituido el 1 de mayo de 1974 tras 113 partidos al frente de Inglaterra, con un bagaje de 69 victorias, 27 empates y 17 derrotas y, sobre todo, con la única Copa del Mundo que hasta ahora han ganado los ingleses bajo el brazo.

Todo eso consiguió Polonia en una noche de gran fútbol en Wembley. 

La revolución callada de las Águilas estaba en marcha.

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Kazimierz Gorski se dedicó entonces a planificar el Mundial de Alemania de 1974 para el que había sumado para la causa a un delantero más, Andrzej Szarmach, “el Diablo”, compañero del lesionado Lubanski en la delantera del Górnik Zabrze y al que se le caían los goles a puñados.

Polonia había quedado encuadrada en el grupo 3 junto a Italia, Argentina y Haití y disputaría sus encuentros entre Stuttgart y Múnich. El 15 de junio de 1974 se alzó el telón para todos en el grupo. Italia venció bastante menos plácidamente de lo que esperaba a la debutante Haití, a la que tuvo que remontar en la segunda mitad para acabar venciendo por tres goles a uno.

El debut de Polonia, en cambio, fue ante la selección albiceleste entrenada por Valdislav Cap, que se había hecho cargo del equipo tras la destitución de Enrique Omar Sívori, que fue quien metió al equipo en al torneo. Argentina venía con gente de mucha calidad, jugadores contrastados como Héctor Yazalde, que se había proclamado Bota de Oro en Europa tras marcar 46 goles con el Sporting de Lisboa. Le acompañaban futbolistas como Carlos Babington, “el Cacho” Heredia, Rubén Ayala, Mario Alberto Kempes, Daniel Carnevali o René Hosueman. Una selección con muchas ganas de competir y de hacer un buen papel y, a la vez, calibrar fuerzas de cara al siguiente Mundial, el que se disputaría en Argentina en 1978.

En Sttutgart, Gorski dispuso un triángulo atacante con Gadocha, Szarmach y Lato, bien surtidos de balones por un medio campo formado por Deyna, Kasperczak y Mazczyk y escoltados atrás por los centrales Gorgn y Zmuda y el baluarte Tomaszewski bajo los palos.

A los siete minutos de partido Lato ya había adelantado a las Águilas de Gorski y tan solo un minuto más tarde Szarmach hacía el segundo para sembrar de desconcierto a la zaga argentina. La albiceleste no supo cómo meterle mano a esa selección rápida y técnica que, además, era capaz de contener con bastante solvencia los ataques argentinos. Al cuarto de hora de la segunda mitad, el Cacho Heredia recortó distancias, pero dos minutos más tarde Lato hacía el segundo de su cuenta para poner el 3 a 1 en el marcado. El tanto de Carlos Babington cuatro minutos más tarde maquilló el resultado, pero no evitó la victoria polaca. Los chicos de Groski que habían dejado fuera a Inglaterra empezaban sorprendiendo en el también en el Mundial.

En la segunda jornada se medían italianos y argentinos en un duelo vital para las esperanzas de ambos en el Mundial, mientras que Polonia debía confirmar su candidatura a pasar a la siguiente fase ante Haití. Italia y Argentina acabaron empatando a un gol. Polonia, en cambio, no tuvo piedad de los debutantes caribeños y los goleó por 7 a 0 con 2 tantos de Lato y 3 de Szarmach en una auténtica exhibición de pegada, efectividad y solvencia.

A la última jornada llegaban los polacos líderes de su grupo y con la tremenda tranquilidad que da tener los deberes hechos, ya que con 4 puntos en dos partidos estaban matemáticamente clasificados para la segunda fase del torneo. Italia, en cambio, necesitaba al menos un empate para meterse como segunda de grupo, ya que con una derrota quedaría a expensas de los goles que Argentina le metiera a Haití. Evidentemente, con una victoria Italia sería primera de grupo.

Las especulaciones estaban en todo lo alto en la previa del partido, cuando un periodista argentino, consciente de que la suerte de la albiceleste estaba en las manos de Polonia, le pregunto a Gorski en rueda de prensa ante un montón de periodistas italianos: “Pero Polonia, ¿cómo va a jugar?”. Y Groski, serio, desafiante y contundente, contestó: “De la única manera que sabemos jugar: a ganar”.

Efectivamente, Polonia salió con el equipo de gala y dispuesta a hacer pleno de victorias para acabar primera de grupo y evitar a Holanda y Alemania Federal en la segunda fase. En la recta final de la primera parte Smarzach y Deyna corroboraron con sus goles la superioridad de Polonia sobre el césped del Neckardstadion de Stuttgart. Una Italia plagada de figuras como Facchetti, Mazzola, Capello, Causio o Chinaglia lo intentó hasta el final, pero sólo pudo recortar distancias a falta de dos minutos para el final con un tanto de Fabio Capello que no sirvió de nada. Porque Argentina había vencido en Múnich a Haití por 4 a 1 y a los italianos les tocaba hacer las maletas.

Polonia, primera de grupo, se vería las caras finalmente con Suecia, Yugoslavia y Alemania Federal, la anfitriona. Argentina se marchaba al otro grupo para medirse a la Naranja Mecánica de Johan Cruyff, Brasil y Alemania Democrática. Sólo el primero de cada grupo tendría plaza en la final de Múnich. El segundo disputaría el partido por el tercer y cuarto puesto

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Alemania Federal abrió la veda venciendo a Yugoslavia (2-0) con cierta comodidad y trasladó la presión a Polonia. Pero los de Groski no se arredraron y un gol de Lato, que estaba haciendo un torneo superlativo, en las postrimerías del primer tiempo les dieron la victoria y los dos primeros puntos de la segunda fase.

En la segunda jornada Polonia siguió adelante con su sueño al vencer con cierto sufrimiento a Yugoslavia. Deyna adelantó a los polacos de penalti a los 24 minutos, pero los balcánicos empataron al filo del descanso. Y en la segunda parte, cómo no, volvió a resolver Lato con su sexto gol en el torneo.

Polonia había conseguido poner contra las cuerdas a una Alemania Federal que sufrió de lo lindo para derrotar a Suecia por 4 a 2 unas horas más tarde. Por lo tanto, Alemania y Polonia se jugarían el pase a la final en el partido que cerraba el grupo. Quien venciera, se enfrentaría a la imparable Holanda en la final de Múnich. Si empataban, lo haría Alemania por la diferencia de goles.

El 3 de julio de 1974 no había dejado de llover en Frankfort, donde a las cinco de la tarde se iban a enfrentar los anfitriones de Alemania Federal y los sorprendentes futbolistas de Gorski. Cuando el balón echó a rodar ya no llovía demasiado, pero el campo estaba impracticable, con charcos que frenaban la pelota en muchas zonas del campo, resbaladizo en todas y rapidísimo en otras muchas. Ese barrizal no le iba bien a ninguno de los dos equipos, pero quizá le iba bastante peor a los de Gorski, acostumbrados a jugar muy rápido y al pie.

De todos modos, Polonia intentó llevar el pese del partido desde el primer minuto, ya que estaba obligada a ganar, y metió el miedo en el cuerpo de los seguidores alemanes en cada ataque. El guardameta Maier tuvo que estirarse y meter la mano muy arriba para sacar un disparo de falta escorado de Lato. Tuvo que volver a intervenir el meta germano una vez más lanzándose a los pies de Lato primero y de Smarzach después para evitar que Polonia se adelantara en el marcador en la primera mitad. Y aún rechazó a córner un centro envenenado antes de que el colegiado mandara a los dos equipos a los vestuarios.

En la segunda parte, Polonia fue perdiendo fuelle poco a poco tras el desgaste de la primera mitad y Alemania se fue estirando poco a poco. Incluso dispusieron los locales de un penalti a su favor a los ocho minutos de la reanudación, pero Tomaszewski volvió a vestirse de héroe para detener el disparo de Uli Hoeness y mantener con vida a su equipo. Al final, el Torpedo Müller recogió un rebote dentro del área, a la altura del punto de penalti, y no desaprovechó la oportunidad para batir a Tomaszewski y meter definitivamente a Alemania en la final. Faltaba un cuarto de hora de partido y las Águilas de Groski siguieron intentándolo. Volvieron a exigir a Maier bajo palos una vez más, pero, al final, tuvieron que conformarse con disputar el tercer y cuarto puesto ante Brasil.

En ese partido, Polonia confirmó al mundo que era una grandísima selección venciendo a una canarinha a las órdenes de Zagallo en el banquillo y con Rivellino, Dirceu y Jairzinho sobre el césped. Lato, quién si no, anotó el gol del triunfo mediada la segunda parte para conseguir la mejor clasificación de Polonia en la historia de los Mundiales. También para convertirse en el primer (y hasta ahora único) polaco en conseguir la Bota de Oro en una Copa del Mundo gracias a los siete tantos que anotó en el torneo. 

Además, Wladyslaw Zmuda fue considerado el mejor jugador joven de la Copa del Mundo, “el Diablo” Smarzach fue Bota de Plata por sus cinco goles y Polonia fue la selección más goleadora del torneo con 16 tantos, uno más que la Naranja Mecánica y tres más que la Alemania Federal de Beckenbauer, Müller, Maier y Breitner, la campeona del mundo. Un auténtico hito que nadie esperaba.

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Humilde y siempre destacando el papel de sus jugadores, el técnico Groski resumía así el estilo de su selección en ese Mundial de Alemania 74: “Gracias al fútbol sudamericano aprendí una nueva concepción del fútbol. Tocamos con pases en corto hasta que el rival se abre y entonces aceleramos buscando la portería rival a toda velocidad”. Y remataba con otra frase muy suya: “Ningún general puede ganar batallas sin un buen ejército. Yo tuve el mejor: unos jugadores excepcionales”.

Y ese ejército volvió a cumplir bajo su mando en las Olimpiadas de Montreal en 1976, donde Polonia defendía el oro olímpico de 1972. Las Águilas de Groski acabaron primeros de grupo, apabullaron a Corea del Norte en cuartos de final (5-0), derrotaron a Brasil en las semifinales (2-0) y se plantaron, como cuatro años antes, en la final olímpica. Allí, en cambio, sucumbieron ante Alemania Democrática y cayeron por 3 goles a 1 para acabar colgándose del pecho la medalla de plata y volver a coronar al máximo artillero, esta vez Smarzach, con seis tantos.

Esas dos medallas olímpicas y el tercer puesto en el Mundial de Alemania 74 le bastaron a Groski, que decidió dar un paso al lado y dejar la selección en otras manos. Los mimbres estaban puestos, ahora le tocaba a otro recoger los frutos. Y llegó Jacek Gmoch.

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Polonia se clasificó con mucha solvencia para el Mundial de Argentina 78 en un grupo compartido con Portugal, Dinamarca y Chipre. Ganaron los de Gmoch todos sus encuentros salvo el último, con la clasificación ya resuelta, cuando empataron a uno en Chorzow ante Portugal.

Y se presentaron en el torneo con el respeto ganado cuatro años antes, pero con sus mejores jugadores cuatro años más mayores, un juego bastante más previsible y menos veloz. Aún así, Polonia superó la primera fase empatando sin goles ante Alemania Federal, venciendo por la mínima a Túnez (1-0) y derrotando claramente a México (3-1) para ser primera de grupo.

Sin embargo, en la segunda fase en Rosario no pudieron con los anfitriones en la primera jornada y contemplaron en primera persona el despertar goleador de Mario Alberto Kempes, que anotó sus dos primeros goles en el torneo (2-0). En la segunda jornada volvieron a caer ante Brasil (3-1) y cerraron su participación con la única victoria en esta segunda fase ante Perú (1-0).

Al final, pese a que la Federación Polaca consideró que la selección había fracasado en el Mundial, objetivamente el sexto puesto no era un mal resultado para Polonia, una selección que había asombrado al mundo cuatro años antes, pero que históricamente no era comparable a las grandes potencias como Argentina, Brasil, Holanda, Alemania, Italia o Francia. Parecía que ese sexto puesto cerraba la época gloriosa de Polonia, pero a la Águilas de Groski, ahora con Antoni Piechniczek al mando, aún le quedaba un último gran torneo para cerrar una época maravillosa. Sin duda, la mejor de su historia.

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Polonia afrontó la fase clasificación para el Mundial 82 con una selección en la que aún coleaban algunos de los viejos mitos y a la que se habían añadido un buen puñado de jóvenes con buen pie. Seguía Lato, que cumpliría 32 años en el Mundial. Seguía “el Diablo” Smarzach, de la misma edad. Seguía Zmuda, el central que ahora era el capitán de equipo. Se había incorporado un atacante nuevo llamado Smolareck. Y, sobre todo, contaba con Boniek, el joven que había disputado el Mundial de Argentina con 22 años y que se había convertido a los 26 en la gran estrella del fútbol polaco. De hecho, se lo rifaba media Europa, pese a que aún seguía vigente en Polonia la ley que no permitía a los futbolistas salir a jugar fuera del país hasta que no cumplieran 30 años.

Las Águilas cayeron en un grupo de tres equipos junto a la República Democrática Alemana y Malta, lo que en la práctica significaba que la clasificación se jugaría en los dos partidos ante los alemanes orientales. Polonia venció uno a cero en Chorzow y volvió a vencer en Leipzig por dos a tres para certificar su presencia en España (a Malta la derrotó 0-2 en la Valeta y 6-0 en casa, como era de suponer).

Ya en el Mundial, los polacos abrieron fuego contra Italia en un partido descafeinado y timorato que acabó sin goles. En la segunda jornada, mientras los italianos empataban a uno ante Perú, Polonia tampoco fue capaz de batir a Camerún y volvió a empatar. La última jornada sería definitiva. Italia y Camerún empataron a uno en Vigo, mientras que los de Piechniczek se dieron un atracón en A Coruña cuando más lo necesitaban, con una goleada ante la Perú de Cubillas en una segunda parte sublime en la que fueron cayendo uno a uno todos los goles del encuentro (5-1).

Polonia pasó a la segunda fase del torneo como primera de grupo e Italia, empatada a puntos con Camerún pero con un gol más a favor, pasó como segunda. A los italianos les tocó bailar con la más fea en el grupo de la muerte, donde esperaban la campeona Argentina y la máxima favorita para alzarse con el trofeo, la Brasil de Tele Santana… y de Sócrates, Zico, Falcao y Eder. A Polonia le cayó en suerte Bélgica y la potentísima Unión Soviética de Oleg Blokhin y el guardameta Rinat Dassaev.

Los de Piechniczek empezaron midiéndose a los Diablos Rojos belgas y siguieron con su racha goleadora. A los cuatro minutos de encuentro Boniek ya había hecho el primer tanto y a partir de ese instante Polonia fue imparable. A los 26 minutos, la estrella polaca volvió a marcar y dejó el partido casi visto para sentencia. Por si acaso, en la noche perfecta de Boniek, rubricó el triunfo con el tercer gol a los diez minutos del segundo tiempo.

Los soviéticos no fueron tan contundentes y vencieron a Bélgica en la segunda jornada con un solitario tanto de Oganesian, por lo que del choque entre Polonia y la URSS saldría el semifinalista del torneo. Por goles, el empate clasificaba a Polonia. Y los futbolistas de Piechniczek cerraron a los soviéticos todos los caminos del gol para acabar celebrando el empate a cero que les metía en semifinales ocho años después. La segunda vez en su historia que Polonia tenía opciones de meterse en la final de una Copa del Mundo.

El 8 de julio de 1982, en el Camp Nou de Barcelona, Italia y Polonia volvieron a enfrentarse tras el cero a cero de la primera fase. Los italianos de Bearzot había sido capaces de ganar a la Argentina de Kempes y Maradona (2-1) y a la Brasil de Tele Santana (3-2) a partir de la contundencia defensiva y los goles de Paolo Rossi, que había despertado a tiempo para meter a la azzurra en las semifinales. Polonia se iba a enfrentar a un equipo en racha y con la confianza por las nubes. Además, Boniek había visto una tarjeta amarilla contra la Unión Soviética que le impedía disputar las semifinales. Y pasó lo que tenía que pasar. Rossi marcó a los 22 minutos de partido y volvió a hacerlo a falta de un cuarto de hora para sentenciar el pase de Italia a la final. De nuevo Polonia se quedaba con la miel en los labios.

Pero como en Alemania en 1974, los polacos coronaron el Mundial con una victoria de prestigio que volvió a darles otro histórico tercer puesto. El rival era Francia, que venía de perder en la tanda de penaltis ante Alemania tras una de las prórrogas más brillantes y emocionantes de la historia de la Copa del Mundo. Platini, abatido, no jugó el encuentro, pero eso no impidió que los galos se adelantaran en el marcador a los trece minutos con gol de Girard. Sin embargo, los de Piechniczek, con Lato, Smarzach y Boniek en ataque, no sólo no le perdieron la cara al partido, sino que se fueron descaradamente a por él. “El Diablo” empató el encuentro a falta de cinco minutos para el descanso y Majewski y Kupcewij dieron la puntilla a los franceses en un final de segunda parte espectacular. El gol de Couriol no fue suficiente y Polonia acabó venciendo por 3 a 2 para cerrar con una nueva victoria de prestigio la época más gloriosa de su historia.

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Boniek marcó cuatro goles y entró en el mejor once del torneo, lo que le valió su fichaje por la Juventus de Turín tras unas arduas negociaciones con las autoridades polacas. En la Juve jugó tres temporadas y ganó una Liga, una Copa de Italia, una Recopa, una Supercopa de Europa y una Copa de Europa para convertirse en uno de los mejores jugadores polacos de la historia. Aún disputaría con Polonia el Mundial de México 86, donde caería ante Brasil en octavos de final. Tras esa derrota, Polonia no volvería a jugar una Copa del Mundo hasta 2002 en Corea y Japón.

Grzegorz Lato, Bota de Oro de Alemania 74 con siete goles, se retiró en 1984 tras un encuentro ante Bélgica. Disputó tres Mundiales y anotó 45 goles en 104 partidos, convirtiéndose en ese momento en el segundo máximo goleador de la historia de la selección polaca sólo por detrás de su amigo y compañero Lubanski, que había marcado 48 tantos en 75 partidos. Luego llegó un tal Robert Lewandowski y los superó a los dos en goles, que no en títulos, ya que el ariete del FC Barcelona sumaba 77 goles en 128 partidos a la conclusión del Mundial de Catar de 2022.

El grandísimo seleccionador Kazimierz Gorski murió en 2006 a los 85 años. Todo el mundo lo consideraba el Papa del fútbol polaco. El autor de un equipo inolvidable que sorprendió y puso contra las cuerdas a las mejores selecciones durante toda una década y que escribió unas páginas memorables y brillantísimas en la historia de la Copa del Mundo.

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