"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

jueves, 6 de octubre de 2022

Cubillas y Sotil convierten a Perú en una selección mágica en la década de los setenta

En 1966, un joven centrocampista de 17 años debuta en Alianza Lima. Está llamado a transformar por completo el fútbol peruano. Se llama Teófilo Cubillas, el Nene. Tres años más tarde, en 1968, un joven atacante de 19 años debuta en Deportivo Municipal, en Segunda División, y sus goles llevan a su equipo a la máxima categoría del fútbol peruano. Un año más tarde estaría disputando el Mundial de México 70 junto a Cubillas. Su nombre, Hugo Sotil, el Cholo.

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Teófilo juega a la pelota en las calles de su Puente Piedra natal desde muy pequeñito. Es tan bueno que Alianza Lima se fija en él y le incorpora a sus divisiones inferiores muy pronto. El chico no sólo es un fenómeno con la pelota, sino que es disciplinado, humilde y trabajador y va compaginando sus estudios con su pasión por el fútbol. Se proclama campeón juvenil con Alianza en 1965 y en 1966 y, definitivamente, su calidad le abre las puertas del equipo profesional, con el que debuta con apenas 17 años y anota la friolera de 19 goles en esa primera temporada… ¡Jugando de centrocampista!

Hugo da sus primeras patadas a un balón en los campos polvorientos de Ica, al suroeste del país, pese a la prohibición de su madre, que no quiere que rompa el único par de zapatillas del que dispone. El chico es un diablo del regate con los dos pies y es rápido, eléctrico e imaginativo. Tanto, que cuando se traslada a Lima con su familia en plena adolescencia, es el rey de la pelota en todo el Distrito de la Victoria. Enseguida se integra, como Cubillas, en las categorías inferiores de Alianza Lima, pero opta por salir y fichar por Deportivo Municipal para tener continuidad. Estamos en 1968 y el chaval se convierte en un ídolo tras liderar a su equipo en Segunda División, marcar goles de todos los colores y convertirse en prácticamente imparable.

La afición, siempre impaciente, ya le reclamaba al seleccionador peruano que lo llamase para debutar con la blanquirroja. Didí, mítico jugador brasileño Campeón del Mundo en Suecia 1958 y en Chile 1962, pide paciencia. Lo llamará, pero sólo cuando demuestre en Primera División las cualidades que ahora luce en Segunda. La temporada siguiente, la 1968-69, Hugo debuta en primera y mete 10 goles en 19 partidos. La puerta de la selección está a punto de ser derribada por la fuerza.

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Aún sin Sotil, pero con el Nene Cubillas, el defensa y capitán Héctor Chumpitaz, el centrocampista Challe y los delanteros Pedro Pablo, 'Perico' León y Oswaldo Ramírez, la blanquirroja emprendió el camino hacia el Mundial de México 70 en un grupo que compartía con Bolivia y Argentina. Habían de jugar en casa y fuera contra ambos y sólo el campeón del grupo viajaría a tierras aztecas.

Los de Didí empezaron derrotando a Argentina en el Nacional de Lima con un solitario tanto de Perico León, pero cayeron en la altura de La Paz ante Bolivia por dos tantos a uno en un encuentro bochornoso donde el árbitro anuló un gol legal de los visitantes. Los peruanos se vengaron de Bolivia en Lima con una rotunda e incontestable victoria (3-0) y dejaron la clasificación en el aire para el último partido.

Porque Argentina, que había caído también en la Paz (3-1) y en Lima (1-0), se había rehecho con una victoria por la mínima en la Bombonera ante Bolivia (1-0) para llegar con vida al último choque ante Perú. Eso sí, a los argentinos solo les valía la victoria, mientras que los incas estarían en el Mundial de México 70 empatando el choque.

El 31 de agosto de 1969 la Bombonera se viste de gala para presenciar la clasificación de la albiceleste, comandada desde el banquillo por el mítico Pedernera. Pese a todos los problemas económicos que atraviesa la AFA, Argentina tiene en su mano no perderse la Copa del Mundo. De hecho, nunca ha dejado de acudir a una fase final de un Mundial a través de las eliminatorias. Cuando no ha ido, como en Brasil 1950 y Suiza 1954, ha sido porque ha renunciado a jugarlas. A partir de ese momento, eliminatorias mediante, Argentina no ha faltado nunca a un Mundial. Perú, en cambio, sólo ha disputado el Mundial de Uruguay 1930, el primero, y porque la invitaron. Lleva la blanquirroja 40 años sin asistir a una Copa del Mundo. Pero para eso está la historia. Para cambiarla.

Pedernera salió con Cejas de portero; Gallo, Perfumo, Albrecht y Marzolini en defensa; Rubi, Brindisi, Pachamé y Marcos de centrocampistas y Yazalde y Tarabini en la punta del ataque. Pero Didí tenía a Cumpitaz en defensa, a Challe, Cruzado y Cubillas en el medio y la pólvora de Perico León y Oswaldo Ramírez arriba. Además, los jugadores se sentían liberados y sin presión y jugaron como si no les fuera nada en el envite.

Los argentinos no acertaban a meterle mano a una Perú que, siempre que podía, amenazaba con ataques muy bien llevados y peligrosos. La primera parte se fue en un suspiro, sin goles, pero con multitud de ocasiones visitantes que Cejas se encargó de desbaratar una y otra vez ante el asombro de la grada. Pero en la segunda parte, tanto va el cántaro a la fuente, que los peruanos hicieron enmudecer la Bombonera con el primer tanto de Oswaldo Ramírez. Se llevaban 20 minutos de la segunda parte y el enorme delantero peruano, que las había tenido de todos los colores, robó un balón en tres cuartos de campo, avanzó por la izquierda del ataque y cruzó la pelota ante la salida de Cejas desde el vértice izquierdo del área. Las cosas se ponían muy feas para los de Pedernera que, lejos de reaccionar, seguían recibiendo las embestidas peruanas una y otra vez.

Sin embargo, a falta de ocho minutos para el final, el árbitro pita penalti a favor de Argentina cuando Tarabini sufre una especie de desmayo dentro del área. Pese a las protestas visitantes, Albrecht lo transforma con suspense para meter a toda la Bombonera de nuevo en el partido. Pero la esperanza de la clasificación se desvanece pronto. Exactamente dos minutos más tarde, cuando el centro del campo de Perú vuelve a robar la pelota y se la lanza a un Ramírez imparable en carrera, que se planta solo ante Cejas y le eleva la pelota por encima en una suave parábola que echa por tierra todas las opciones argentinas. Ramírez ha vuelto a adelantar a Perú para meterla en el Mundial 40 años después. El gol de Rendo ya sobre la hora no cambia nada. Tan solo complica mucho los últimos estertores del partido con una Argentina volcada sobre el área inca. Pero, al final, el árbitro pita. Perú está de fiesta. Argentina llora la eliminación.

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Los casi once meses que restan para el Mundial los pasa Didí ajustando su selección. Bueno, más bien haciéndole hueco al Cholo Sotil, que se lo ha ganado casi a codazos. Al delantero lo convoca Didí para un amistoso en febrero ante Bulgaria que los europeos ganan con solvencia por dos a cero al descanso con Sotil en el banco. Ahora que ya se permiten dos cambios, Didí lo saca en la segunda mitad. El joven delantero se come a toda Bulgaria él solito ante la alegría de los aficionados que llenan el Nacional de Lima y Perú remonta el encuentro para ganar por 5 a 3 con tres tantos de un Sotil que se acaba de sacar el pasaje a México.

Y, casualidades de la vida, el debut de Perú en México la enfrenta de nuevo a Bulgaria. Los búlgaros, más físicos, dominan el partido en la primera mitad. Y se adelantan muy pronto, a los trece minutos de juego, en una jugada ensayada. Simulan un lanzamiento de falta lejano, pero el lanzador la mete rasa al borde del área para que el atacante búlgaro la deje de cara para la entrada de Dermendzhiev, al que nadie ha seguido. El león búlgaro lanza un zapatazo cruzado que Rubinos no puede detener. Perú no parece Perú hasta el momento. Juega nerviosa y atenazada todo el primer tiempo.

Y la segunda mitad empieza aún peor. Porque a los cuatro minutos el colegiado pita una falta en la frontal que el centrocampista Bonev lanza con mucha fuerza por encima de la barrera. Rubinos da un paso hacia el palo que tapa su barrera y llega perfectamente a atrapar el lanzamiento, pero, al ir a coger la pelota arriba, se le escurre entre las manos y se mete en su portería. Dos a cero y desastre total.

Por suerte para Perú, a la jugada siguiente Gallardo acierta con la portería búlgara tras una jugada individual por la parte izquierda que acaba con un disparo inapelable ante el que nada puede hacer el portero Simeonov. En esas, Didí decide hacer su primer cambio. Quita del terreno de juego al centrocampista Baylón y mete al Cholo Sotil nada más hacer el gol. Tres minutos después, el Cholo gambetea en la raya del área rodeado de contrarios y le tienen que dar un patadón tremendo para evitar males mayores. El árbitro no pita penalti. Pita falta directa con el balón a un centímetro de la raya que marca el área. Chumpitaz coge carrera, le pega fuerte y raso y, aun resbalándose, su golpeo es preciso y se cuela raso por el palo largo. Dos a dos en apenas cinco minutos y las espadas en todo lo alto de nuevo con 35 minutos por delante. Como en el amistoso de hace apenas unos meses, la presencia de Sotil lo cambia todo. Y aún falta por aparecer Cubillas.

Y aparece, vaya si aparece. Coge el Nene el esférico en tres cuartos de campo, por el centro, y encara a los defensores búlgaros con el balón cosido al pie derecho, acercándose al área con velocidad. Cuando ya está en el balcón del área se acomoda la pelota para el disparo y lanza un tiro raso y durísimo que el portero no tiene tiempo de ver. Perú ha remontado de nuevo ante Bulgaria, pero esta vez lo ha hecho en un Mundial. Y el mundo entero lo ha visto.

El segundo partido de la blanquirroja es ante Marruecos, que ha vendido muy cara su piel ante Alemania, la actual subcampeona del mundo. Al final los africanos cayeron por 2 goles a 1, pero tienen la intención de seguir luchando también ante Perú. En el Nou Camp de León los de Didí también son conscientes de que una victoria les metería en cuartos de final y salen al partido concentrados y tensos. Didí ha dado entrada a Sotil desde el principio y monta un ataque con Gallardo, León y el Cholo y Cubillas con libertad por detrás de ellos. La primera parte es de fogueo, todo pasa en la segunda.

A los veintiún minutos de la reanudación, Perú ataca por enésima vez la defensa marroquí. El balón le llega a Sotil dentro del área, caracolea dejando atrás a su par para acabar golpeando a portería. El meta Ben Kassou despeja su disparo, pero entonces aparece Cubillas desde atrás para coger el rechace y meterlo en el fondo de las mallas. Uno a cero y la lata ya está abierta.

Prácticamente en la siguiente jugada, Perú inicia su ataque por el centro, a velocidad de vértigo. El balón, después de pasar por tres o cuatro jugadores que la sueltan a la primera con taconazos incluidos, le llega al centrocampista Challe, que viene desde atrás como un ciclón, recorta a dos defensas marroquíes y le pega desde dentro del área para hacer el segundo. El partido estaba resuelto, pero, por si acaso, aún anotaría Cubillas el tercero para afrontar el choque ante Alemania con el billete para cuartos de final sacado.

Los alemanes le dieron a Perú el primer baño de realidad en un encuentro que dirimía quién sería primero de grupo y quién segundo. Parece poca cosa, pero no lo es, porque el primero se verá las caras contra Inglaterra, actual campeona del Mundo, pero el segundo se cruzará con Brasil, la máxima favorita y que ya ha derrotado a los ingleses en su grupo. Y por lo visto en el partido, las dos selecciones preferían enfrentarse a Inglaterra, porque salieron a ganar desde el primer minuto de encuentro.

La primera ocasión fue blanquirroja, con un disparo lejanísimo de Challe con muy mala intención que se marchó alto por muy poco, con Sepp Maier volando por si acaso hacia su escuadra izquierda. Pero el que dio primero fue Alemania. Müller, concretamente. ¿Quién iba a ser si no? Libuda, un auténtico quebradero de cabeza para la defensa inca hasta ese momento, sacó un centro desde la derecha al corazón del área, el central peruano saltó y no llegó a despejar y Torpedo Müller, que se había agazapado tras él, aprovechó para bajar la pelota con el pecho y colocarla de derecha al fondo de las mallas. Tan sólo se llevaban jugados 19 minutos de encuentro.

Siete minutos más tarde fue Loerh quien desarboló a la defensa peruana por la banda izquierda. Caracoleó, buscó el uno contra uno, ganó casi la línea de fondo y metió un pase raso al corazón del área para que lo volviera a cazar el que las caza todas: Torpedo Müller. Dos a cero.

Perú lo intentó, pero los alemanes defendieron muy bien y sólo dejaron a los de Didí la opción de disparar desde lejos, un recurso poco efectivo ante un guardameta como Maier. Y así, con paciencia y sin sufrir, los alemanes hicieron el tercero. Uwe Seeler se descolgó hacia la derecha y tiró un centro preciso a la cabeza de Müller que remató con una parábola preciosa para cerrar el partido a seis minutos del descanso. La atractiva Perú estaba recibiendo un correctivo muy severo. Demasiado severo, quizá. Al menos, justo antes del descanso, Cubillas maquilló el resultado al anotar de falta directa (y con mucha fortuna porque el balón rebotó en un jugador de la barrera y despistó a Maier) el 3 a 1 con el que acabó la primera parte y el partido. Alemania viviría su particular venganza contra Inglaterra y Perú se vería las caras con la Brasil de los 5 Dieces.

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El 14 de julio de 1970, en Jalisco, Brasil y Perú saltaron al césped a disputar los cuartos de final de la Copa del Mundo. Un partido que se preveía divertido y alegre atendiendo a la propuesta que ambas selecciones habían hecho hasta ese instante en el torneo. La Brasil de Mario Zagallo (que antes lo fue de Saldanha) contra la Perú de otro brasileño, compañero de selección de Zagallo y también de Pelé en el 58 y en el 62, Didí.

Brasil salió como siempre, con Clodoaldo anclando defensivamente al equipo en el centro del campo mientras Gerson, Tostao, Rivelino, Pelé y Jairzinho creaban el peligro arriba. Perú, en cambio, aunque tampoco renunció a la manera de jugar que le había llevado hasta allí, sí apostó por dejar a Sotil en el banco y volver a jugar con Baylón en el centro del campo, como en el primer encuentro ante Bulgaria.

El partido empezó eléctrico, con los brasileños queriendo resolver pronto la papeleta, como si tuvieran prisa por gestionar un trámite que no querían que se les complicara. A los tres minutos Pelé recibió en el vértice del área un pase profundo de Gerson, controló, se fue de su par, encaró al portero peruano y golpeó suave una pelota que se estrelló en el palo izquierdo de Rubinos. El rechace lo recogió el mismo Pelé, que vio llegar a Gerson desde segunda línea y le metió un pase de tacón que el centrocampista desaprovechó con un disparo alto. Mal inicio para los intereses peruanos. 

Sobre todo porque los brasileños llegaban constantemente y por todos lados al área peruana. Rivelino disparó fuera una falta y tuvo otro remate franco desde la frontal tras un centro de Tostao. Y Jairzinho no llegó por muy poco a culminar una buena jugada de toda la delantera canarinha. Hasta que un centro de Jairzinho desde la izquierda lo despejó flojo un central peruano, Gerson controló el esférico con el pecho en la frontal y la dejó suave para la llegada de Rivelino por la izquierda que se sacó un remate seco, cruzado, que golpeó en el palo antes de meterse en la meta de Rubinos. No habían pasado ni once minutos y Perú ya perdía uno a cero y parecía estar pidiendo la hora.

Y nada cambió en los siguientes cuatro minutos. Porque Brasil recuperó la pelota tras el saque de centro de Perú y volvió a lanzarse al ataque. A Pelé le hicieron una falta en la frontal que Rivelino estrello contra la barrera, el rebote acabó en centro y el remate en córner. En el saque de esquina, sacado en cortito, Tostao se la dio a Rivelino, que se metió hacia dentro sólo para dejarle sitio por fuera a Tostao, a quien le devolvió una pelota maravillosa que el genial brasileño acabó rematando a portería por el palo del portero que se comió un remate que no esperaba. Dos a cero para Brasil en 14 minutos. Olía a goleada de las buenas.

Pero entonces Brasil bajó un poco el pistón, como no podía ser otra manera después de un largo asedio de veinte minutos, y Perú empezó a pisar el campo contrario con más asiduidad. Gallardo se quedó solo ante Félix, pero el meta le adivinó la intención y, acto seguido, Pelé intentó una vaselina imposible ante Rubinos. La blanquirroja perdía 2 a 0, pero el choque se había equilibrado. Y más cuando en el minuto 25 Gallardo cogió una pelota en posición de extremo izquierdo, se fue de su par y remató al palo del portero para devolverle a Félix la que Tostao le había hecho antes a Rubinos. Para dentro. Después del vendaval, el partido se iba al descanso con ventaja mínima brasileña y la sensación de que estábamos contemplando un choque espectacular con ocasiones que se sucedían en las dos porterías.

La segunda mitad comenzó como la primera, con Brasil abalanzándose como un lobo sobre su presa, presionando arriba y generando llegadas con paredes que acababan en tiro o en faltas peligrosas al borde del área. Hasta que en el minuto siete Brasil se metió en el área peruana a base de paredes, Jairzinho dejó solo a Pelé, que encaró al portero e intentó un pase hacia el medio templando el balón, con la suerte de que golpea en un defensa, supera la salida del portero y queda totalmente franco para el remate de Tostao a puerta vacía. Un acelerón de entrada y Brasil volvía a poner tierra de por medio. Tres a uno y, de nuevo, parecía que el partido se había acabado.

Pero, como en la primera parte, Perú despertó y se fue quitando de encima poco a poco la presión de la canarinha para ir acercándose de nuevo a los dominios de Félix. Además, con la entrada de Sotil el peligro blanquirrojo era aún mayor. Y a los veinticinco minutos de juego llegó el premio. Sotil intentó una pared con Gallardo por el centro del área, no consiguió controlar la pelota con el pecho en la devolución, pero quedó suelta un metro por detrás del punto del penalti y allí apareció Cubillas para empalmarla con un disparo ajustado y raso que batió a Félix. Tres a dos y veinte minutos para intentar la proeza.

Fue un espejismo, porque Brasil se defendió atacando y Jairzinho marcó el 4 a 2 cinco minutos después y dejó el partido definitivamente cerrado, pese a que ni unos ni otros dejaron nunca de buscar la portería contraria. Al final, la Brasil de los 5 Dieces jugaría la semifinal contra la otra selección sudamericana que quedaba viva en el torneo, Uruguay, mientras que Perú se iba a casa con la cabeza muy alta, después de demostrar al mundo que su fútbol estaba a la altura de los mejores.

Evidentemente, Brasil ganó el torneo y levantó su tercera Copa del Mundo tras eliminar a Uruguay (3-1) y vapulear a Italia en la final (4-1) de uno de los mejores campeonatos que se recuerdan. Por fútbol. Y por partidos tan extraordinarios como el Brasil-Perú o el Alemania-Italia de las semifinales, que está considerado el partido del siglo.

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A la vuelta del Mundial, en 1971, Sotil y Cubillas, el Cholo y el Nene, coincidieron en una gira que unió a sus dos equipos, Deportivo Municipal y Alianza Lima, para enfrentarse a las mejores escuadras europeas. La Dupla de Oro, como ya empezaban a ser conocidos, se ventiló en un pispás al Benfica de Eusébio y al Bayern de Múnich de Maier, Beckenbauer, Breitner y Müller para dejar al mundo boquiabierto. De hecho, en 1972, Cubillas fue nombrado el mejor futbolista de América, por delante de un tal Pelé.

En 1973, una delegación del FC Barcelona se desplazó a Perú para fichar a Hugo Sotil, mientras que el magnate suizo Ruedi Reisford se interesó en Cubillas. Sotil ni se lo pensó y formó por el club catalán donde estaba a punto de aterrizar nada más y nada menos que Johan Cruyff, para formar junto al Cholo un ataque temible que se llevaría la liga y golearía al Real Madrid por cero a cinco en el Santiago Bernabéu. Cubillas, en cambio, pidió una cantidad astronómica por su traspaso, 300.000 dólares de la época, pensando que el suizo renunciaría a su fichaje, pero Reisford reunió el dinero y el Nene se embarcó con destino a Basilea.

Mientras Sotil se ganaba el afecto y el cariño de la afición del Barça y era feliz en el equipo y en la ciudad, Cubillas no se adaptaba a Suiza y, al final, tras seis meses en tierras helvéticas, el Oporto lo fichó por 400.000 dólares. Y allí el Nene volvió a sentirse futbolista y a enamorar a sus aficionados. Jugaría tres años con los Dragones con el 10 a la espalda en los que tendría tiempo suficiente para convertirse en el capitán del equipo, en el máximo goleador y en el ídolo de la afición. Marcó 66 goles en 110 partidos y, pese a que no pudo ganar la liga, logró una Copa de Portugal, jugó una final más y obtuvo dos subcampeonatos.

Los dos, Cubillas y Sotil, regresaron a Perú en 1977 para jugar juntos en Alianza Lima, donde dejaron una huella imborrable y vivieron una de las etapas más exitosas del gran club peruano, pero, vayamos paso a paso.

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Mientras la Dupla de Oro triunfaba en Europa, la selección de Perú vivió una de cal y una de arena. La magnífica blanquirroja que había sorprendido al mundo en México 70 no logró clasificarse para el Mundial de Alemania 74 tras caer en el partido de desempate con Chile, pero, por el contrario, consiguió una de las mayores gestas de su historia un año más tarde.

En la Copa América de 1975, Perú cayó en un grupo con Chile y Bolivia. Jugaban todos contra todos a doble partido y el campeón se clasificaba para las semifinales, que también serían a doble partido. Los incas empataron en Chile y ganaron en Bolivia, para rematar la clasificación con dos victorias en casa por 3 a 1 ante esos mismos rivales.

En semifinales, a Perú le tocó bailar otra vez con Brasil. El partido de ida se jugó en Belo Horizonte y la blanquirroja dio la campanada venciendo por 1 a 3 en un partido espectacular. Pero la vuelta en el Nacional de Lima no les fue tan bien. La canarinha ganó 0 a 2 y el finalista se habría de resolver mediante sorteo. Esta vez la fortuna sonrió a Perú, que disputaría la final de la Copa América ante Colombia.

La final de la Copa América de 1975 también estaba prevista a dos partidos. En el encuentro de ida en Colombia los incas cayeron por un gol a cero, por lo que estaban obligados a ganar en Lima si querían seguir con posibilidades de alzar el segundo Sudamericano de su historia. El primero lo habían ganado… ¡en 1939! Y en Lima, ante su público, Oblitas y Ramírez fueron los goleadores para Perú, que derrotó a Colombia por 2 a 0 para forzar un partido de desempate en terreno neutral.

El lugar escogido fue Caracas. El día, el 28 de octubre de 1975. Hugo Sotil, que no había podido disputar ningún partido de la Copa América hasta el momento porque el Barcelona no le dejaba incorporarse a la selección en plena liga española, se desplazó a Caracas para disputar la final. Hay quien dice que se escapó sin permiso del club, arriesgándose a una sanción importante, mientras que otros apuntan a que el club le habría dado permiso para jugar sólo la final y negado el resto de partidos de la competición en una especie de acuerdo tácito. 

El caso es que Sotil estaba en proceso de nacionalización en España para no ocupar plaza de extranjero en Barcelona y eso había suscitado muchas críticas en el país. Todas se silenciaron el 28 de octubre de 1975 cuando el Cholo marcó, en el minuto 25, el único gol del partido que sirvió para que Perú levantase la segunda Copa América de su historia y, hasta hoy, la última.

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Con la Dupla de Oro jugando juntos en Alianza de Lima a las órdenes del entrenador uruguayo Juan Eduardo Hohberg, el equipo gana las ligas de 1977 y 1978 y se convierte en la base de la selección peruana que se clasificó para el Mundial de Argentina 78 con ocho jugadores suyos: Cubillas, Sotil, Jaime Duarte, Velasques Castillo, César Cueto, Guillermo La Rosa, Roberto Rojas y Juan Cáceres.

Curiosamente, Sotil fue el alma de esa selección en la fase de clasificación por la lesión de Cubillas y en tierras argentinas se intercambiaron los papeles: Sotil estaba recuperándose de una lesión y no fue titular, mientras que Cubillas se echó a la espalda el equipo, volvió a marcar cinco tantos, como en México 70, y ayudó con sus goles a clasificar de nuevo a la blanquirroja para la liguilla de cuartos de final.

De hecho, Perú sorprendió a todos con una primera fase extraordinaria en Argentina. Comenzó venciendo a Escocia por 3 a 1 con dos tantos del Nene y otro de Cueto, empató sin goles ante la poderosa Holanda de Ernst Happel (después los tulipanes jugarían la final del torneo) y se deshizo sin miramientos de Irán (4-1) para clasificarse para la liguilla de cuartos como primera de grupo.

Pero en la segunda liguilla llegó el desastre. La blanquirroja perdió por 3 a 0 ante Brasil, volvió a caer por 1 a 0 ante Polonia y cerró el grupo con la derrota más dolorosa de todas, el 6 a 1 ante Argentina que metió a los de Menotti en la final ante Holanda a costa de Brasil, un partido sobre el que todavía hoy recae la sospecha del amaño. Triste epílogo mundialista para una selección peruana que había vuelto a competir con las mejores.

Sin embargo, tras el Mundial de Argentina, las dos estrellas de la blanquirroja empezaron a perder fuelle, sobre todo Sotil, que era más de la buena vida y se cuidaba menos que Cubillas. El Cholo había emigrado a la liga colombiana y ya no era el de antes, mientras que el Nene se había marchado a Estados Unidos, al Fort Lauderdale Strikers, donde compartió vestuario con Torpedo Müller. Cubillas siguió siendo un referente en una selección peruana que volvió a clasificarse para el Mundial de España 82. El problema es que no se había producido el relevo generacional y Cubillas ya tenía entonces 33 años. Sotil, para entonces, ya estaba semiretirado del fútbol y no disputó ni la fase de clasificación ni el Mundial 82.

Perú llegó a España haciendo ruido, como siempre, con su fútbol alegre y desenfadado que le había servido para imponerse en partidos amistosos a potentes selecciones europeas, como Hungría o la mismísima Francia de Platini, pero en el torneo no estuvieron a la altura. Cayó la blanquirroja en un grupo difícil con Italia, Camerún y Polonia y se desinflaron totalmente en la última jornada. Al empate sin goles ante la sorprendente Camerún le siguió otro empate, esta vez a uno, ante Italia. Aún así, llegaron al partido que cerraba el grupo con posibilidades de clasificarse para la liguilla de cuartos de final, pero Polonia los arrolló y les endosó un 5 a 1 que los mandó para casa. Por primera vez en una Copa del Mundo, Teófilo Cubillas volvía sin marcar un gol: había hecho cinco en México 70 y otros cinco en Argentina 78.

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Cuando el Nene colgó las botas, lo hizo con un bagaje descomunal que incluye los 165 goles que marcó con Alianza Lima y los 268 que marcó en la máxima categoría del fútbol peruano, portugués y norteamericano. Además, aún es el máximo goleador histórico de la selección de Perú con 26 tantos en 81 partidos, y de ellos 10 los hizo en los Mundiales. Por si fuera poco, era un jugador tan limpio que nunca lo expulsaron en toda su carrera.

El Cholo Sotil tampoco se queda atrás. Se retiró habiendo hecho 106 goles en la máxima categoría del fútbol peruano, español y colombiano y otros 18 más vistiendo la zamarra de blanquirroja de Perú. Como Cubillas, es admirado en todos y cada uno de los clubes en los que ha jugado y ha dejado una huella imborrable en todos los amantes del fútbol por sus regates imposibles, su velocidad y su audacia.

Con Cubillas y Sotil, la selección peruana, que sólo había disputado el Mundial de Uruguay de 1930, llegó a los cuartos de final del Mundial de México 70 y de Argentina 78. Ya sin Sotil pero aún con Cubillas, Perú cayó en la primera fase del Mundial 82. Tras esos tres torneos seguidos, la blanquirroja necesitó 36 años para volver a participar en la fase final de una Copa del Mundo. Fue en Rusia en 2018 y no pudo pasar de la primera ronda. Cuatro años después, camino de Catar, la selección de Ricardo Gareca se ahogó en la orilla, en el partido de repesca ante Australia, cuando lo fiaron todo a la lotería de los penaltis tras 120 minutos sin goles y salió cruz.

Por eso muchos peruanos cierran los ojos y echan la vista atrás con añoranza, imaginando a Chumpigaz imponiéndose a los delanteros rivales y sacando la pelota jugada desde atrás, a Challe organizando el juego, a Perico León y a Gallardo perforando las porterías contrarias. Y a dos tipos sencillos y humildes, Teófilo Cubillas y Hugo Sotil, convirtiendo el fútbol en una de las artes más bellas. Convirtiendo todos ellos a Perú en una selección mágica y brillante que enamoró a los amantes de este precioso deporte en la década de los setenta.

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