"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

lunes, 9 de mayo de 2022

Mekhloufi, la estrella que renunció al Mundial 58 con Francia para "luchar" por la independencia de Argelia

El 8 de mayo de 1945 la Alemania nazi capitulaba. Todo el mundo celebraba en la calle en fin de la guerra más destructiva de la historia. Sobre todo en París. Pero también salieron a manifestarse en la otra orilla del Mediterráneo, en Sétif, Argelia, colonia francesa desde 1830 y donde empezaban a llegar soldados argelinos que habían defendido (y liberado) Francia del yugo de los nazis.

En la plaza de Sétif, algunos argelinos aprovecharon la manifestación para mostrar proclamas a favor de la independencia del país. Y las fuerzas del orden de la colonia reaccionaron con contundencia. Con contundencia y con una desproporción inusitada. Tanto, que la reacción de los manifestantes fue desesperada y las revueltas y enfrentamientos duraron ocho días y se cobraron la vida de miles de personas, la mayoría inocentes que pasaban por allí.

El gobierno francés tiró por la calle del medio y quiso sofocar la revuelta de manera rápida y convincente, lo que se tradujo en una represión brutal y absoluta. Envió al general Duval al terreno, que ordenó el ataque sobre las poblaciones de Guelma, Kheratta y Sétif y generó una auténtica masacre que acallaría a los nacionalistas argelinos durante unos cuantos años, pero que, a la larga, fue la primera piedra en el camino de la guerra de Argelia que comenzaría en 1954 y acabaría en 1962 con la independencia del país africano.

La masacre de Sétif se quedó permanentemente grabada en la retina de un niño de 9 años que vivía en la ciudad y al que siempre se le podía ver pegado a una pelota de fútbol. Su nombre, Rachid Mekhloufi.

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Con el paso del tiempo, el niño Rachid se fue convirtiendo en un gran jugador y despertó el interés de un ojeador francés que se quedó prendado de su velocidad, habilidad, desparpajo y manejo de la pelota cuando apenas contaba con 18 años. Se puso en contacto el ojeador con el entrenador del Saint Ettienne, Jean Snella, y decidieron hacerle una prueba. Una semana más tarde, el joven Rachid Mekhloufi debutaba con el Saint Ettiene en un amistoso ante el Grenoble y se quedaba definitivamente en el equipo formando pareja de ataque con el camerunés Eugène N’Jo Léa. Esa dupla iba a cambiar la historia de Les Verts.

De hecho, la temporada 1955-56, la segunda en el club, el atacante magrebí hizo 21 goles y fue el segundo máximo goleador de la liga tras el mítico Cisowsky, el delantero del RC París. Pero lo mejor estaba aún por llegar, ya que la siguiente campaña, la 56-57, contra todo pronóstico, Les Verts se colarían entre los favoritos a ganar el campeonato y, tras una enconada lucha con el Lens, conquistarían la primera liga francesa de su historia.

El portero era Claude Abbes, que defendería la portería francesa en el Mundial del 58, y los mejores jugadores eran los centrocampistas defensivos René Domingo y René Ferrier y el medio ofensivo Jean Oleksiak. Pero Mekhloufi era la estrella de ese equipo junto con el mencionado N’Jo Léa. Jugaba el argelino de media punta, aunque podía ocupar perfectamente la punta del ataque cuando era necesario, aunque partiendo por detrás del delantero era un jugador espectacular y casi imparable. Rápido y a la vez elegante, con una técnica exquisita y una facilidad impresionante manejar al equipo y para marcar goles desde cualquier posición.

Pero a la vez que el joven se convierte en un personaje admirado y respetado en Francia, en Argelia estalla definitivamente la guerra. El movimiento por la independencia argelina se ha puesto en marcha y el gobierno francés, que acaba de perder Indochina, no piensa ceder en su colonia más grande, más importante y más cercana. El conflicto es ensordecedor, cruel, sanguinario y se ceba especialmente en la población civil desde el primer momento. A cada atentado del Frente de Liberación Nacional responde el ejército francés con acciones de represión durísimas que se cobran miles de vidas. La batalla en las calles es sangrienta y atroz.

Mientras, Mekhloufi sigue marcando goles en la Metrópoli, aunque no acaba de entender cómo es posible que en Argelia los “pied noir” lo trataran como un un ciudadano de segunda, mientras que ahora en Francia lo consideran un auténtico héroe nacional. Y esos que a él, argelino de nacimiento y de corazón, lo consideran un francés más porque es un gran jugador de fútbol, permiten, comprenden y alientan que las autoridades y el ejército masacren a sus amigos y conocidos en Argelia utilizando los peores métodos posibles.

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Con todo este mar de fondo agitándolo en el plano personal, el jugador es llamado por la selección de Francia varias veces y disputa un torneo militar en Argentina en 1957 que la selección del Gallo consigue ganar. El Mundial de Suecia 58 está a la vuelta de la esquina y Mekhloufi es seleccionado para una concentración previa a la cita mundialista junto con otras estrellas francesas como Kopa y Fontaine, y junto a otro jugador argelino, el defensa Mustapha Zitouni.

Con la selección francesa preparándose para el Mundial, el Frente de Liberación Nacional argelino decide emprender una iniciativa innovadora y sorprendente: crear una selección que represente la causa argelina por el mundo para que todos sepan lo que pasa en el país a través del fútbol. En definitiva, crear de la nada un equipo que se convierta en el embajador de Argelia en el mundo.

Pero para que esta idea tenga éxito necesitan que participen los jugadores argelinos más importantes, con Mekhloufi a la cabeza. Casi todos juegan en la liga francesa y se ganan muy bien la vida jugando al fútbol a nivel profesional, pero, sorprendentemente, casi todos deciden dar el sí a la selección del Frente de Liberación y dejar de jugar para sus clubes para embarcarse en una aventura incierta.

Mekhloufi y Zitouni, los dos internacionales concentrados con Francia para el Mundial de 1958, se escapan de la concentración en abril de 1958 y se unen al equipo. Cuentan que a Mekhloufi lo pararon unos gendarmes en la frontera con Suiza y que se temió lo peor, pero los agentes no sabían nada de los planes del jugador y solamente lo saludaron efusivamente diciendo: “Tú eres el Diez del Saint Ettienne”. Y así es como Mekhloufi sale de Francia y la selección del Frente de Liberación argelino echa a rodar por el mundo.

“Los 11 de Argelia”, “el 11 de la Libertad” o “los Fennecs”, que así es como acabarían llamando popularmente a los integrantes de la selección argelina, eran 33 futbolistas del país magrebí que habían hecho algo realmente valiente: habían decidido frenar sus carreras profesionales para reivindicar la situación y la causa de su país. Y esos jugadores recorrieron el mundo durante 3 años enfrentándose a combinados de otros países.

La FIFA no sólo no reconoció a una selección que no representaba ningún estado, sino que intentó por todos los medios evitar que las selecciones que formaban parte de la organización jugaran contra ellos. Peses a todo, los argelinos disputaron en tres años 90 partidos para popularizar la causa de la independencia. El debut fue contra Marruecos, a la que vencieron por dos goles a cero el 9 de mayo de 1958, y, a partir de ese instante, jugaron contra todas las selecciones que pudieron: Túnez, China, Irak, Bulgaria o la mismísima Yugoslavia, a la que vencieron con un rotundo 6 a 1.

En su gira por el mundo los argelinos ganaron 65 partidos, empataron 13 y perdieron otros 13, pero, al margen de los números, ese equipo asociado al Frente de Liberación Nacional argelino dio la imagen por todo el mundo de que su causa era justa y tuvo una repercusión inmensa.

Finalmente, en 1961, el equipo se disolvió definitivamente. Varios de sus integrantes fueron llamados a filas y, además, empezaron las negociaciones entre Francia y Argelia para sellar una independencia que se produjo, finalmente, el 18 de marzo de 1962 cuando se firmaron los acuerdos de Evian.

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En ese momento, Mekhloufi tenía 26 años y, una vez obtenida la tan deseada independencia, tenía que rehacer su vida. Así que decidió probar suerte en Suiza y fichó por el Servette, entonces entrenado por Jean Snella, el técnico que lo fichó para el Saint Ettienne. Allí se volvió a poner en forma y, de paso, ganó la liga anotando 13 goles en 19 partidos.

Y fue entonces cuando regresó, también junto a Snella, al club en el que empezó todo, el equipo de su vida. El Saint Ettienne acababa de levantar la Copa de Francia de 1962, pero, a la vez, había descendido a Segunda División. Mekhloufi, que había nacido futbolísticamente allí, regresó para sacarlo del hoyo. Pero se había marchado francés y ahora volvía argelino, lo que parecía una auténtica losa en aquel momento. En ese contexto hostil, Mekhloufi pronto cambiaría los pitos y los gritos por aplausos.

Les Verts se rearman en segunda división con George Beretta, Aime Jacquet, Robert Herbin y el hijo pródigo, Rachid Mekhloufi, y suben sin problema a Primera División la temporada 62-63. Y entonces llega el milagro inconcebible: ese equipo recién ascendido gana la Liga Francesa en la temporada de su retorno para reescribir de un plumazo la historia del fútbol francés.

Ese año de 1963 es especialmente maravilloso para Rachid porque, además de sus triunfos en Saint Ettienne, viste por primera vez la camiseta oficial de Argelia, ya aceptada por la FIFA como selección. Debuta en un amistoso ante Checoslovaquia en Orán el 28 de febrero de 1963 en un encuentro que acaba con victoria de los zorros del desierto por 4 a 1. Mekhloufi marcó dos tantos ese día.

Después de ganar la liga 1963-64, Les Verts sucumben al fútbol del Nantes, que se lleva dos torneos consecutivos, antes de que el conjunto liderado en ataque por Mekhloufi se convierta definitivamente en un equipo de leyenda. La temporada 1966-67 el Saint Ettienne desbanca al Nantes para ganar el campeonato con Mekhloufi nombrado el mejor jugador de la liga. Pero la siguiente, la última temporada del argelino con Les Verts, fue la guinda a toda su carrera deportiva, ya que ganó la liga y la Copa de Francia tras derrotar en la final al Girondins de Burdeos con dos tantos suyos.

Rachid Mekhloufi se marchó de Les Verts habiendo disputado 133 partidos y marcado 149 goles antes y después de su experiencia en la selección del Frente de Liberación argelino y lo hizo con la satisfacción de haber puesto las bases de un equipo grandioso que aún ganaría dos ligas consecutivas más y asombraría a Europa a mediados de los 70 con un fútbol fantástico que le dejó a las puertas de ganar la Copa de Europa. 

Pero eso sería más adelante, ya sin Rachid, que fichó en el verano del 68 por el Bastia, que acababa de ascender a Primera División, para cerrar su época gloriosa de futbolista anotando 20 goles más en las dos campañas que estuvo en el equipo. En 1970, ya con 34 años, colgó las botas para iniciar su periplo por los banquillos (de hecho, ya había ejercido como entrenador del Bastia en esta última etapa de jugador).

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Y el banquillo que más alegría y orgullo le produjo fue el de su selección, Argelia, con la que disputó el Mundial al que renunció a jugar con Francia, aunque esta vez su papel sería el de dar órdenes a sus jugadores en vez de generar el peligro, mover la pelota y marcar goles en el verde.

En 1982, Argelia se clasificó por primera vez en su historia para la fase final de un Mundial, el de España 82, y en el banquillo se sentaría Mekhloufi para conducir a una impresionante generación de futbolistas que acabó sorprendiendo a todo mundo.

Guendouz, Djamel Zidane, Belloumi, Mansouri, Salah Assad o Rabah Madjer eran los nombres más conocidos de una selección semidesconocida que jugaba de maravilla, con un fútbol alegre y ofensivo que ponía siempre de su parte al espectador neutral. El bautismo mundialista de la Argelia de Mekhloufi fue ante la vigente campeona de Europa, Alemania, el 16 de junio de 1982 en el Molinón de Gijón.

Allí los Zorros del Desierto se impusieron por dos a uno a los teutones con un fútbol vertical y veloz que dejó a los europeos sin respuesta. Y es que cada balón perdido por los alemanes acababa en una jugada de peligro para la meta de Schumacher. Los magrebís se adelantaron a los 8 minutos de la segunda parte en una jugada a base de paredes entre Djamel Zidane y Belloumi que acabó con un remate de Belloumi que despejó hacia atrás y con apuros Schumacher. Allí apareció de la nada Rabah Madjer para coger el rechace y meterlo en la red.

Trece minutos más tarde, y después de sufrir mucho, los alemanes empataron el partido en una jugada muy elaborada que acabó con un centro desde la izquierda que Rumennigge, más listo que nadie, remató en el área pequeña.

Pero cuando parecía que, como no podía ser de otra manera, los alemanes remontarían el choque, llegó la sorpresa definitiva. Los argelinos sacaron de centro y, sin apenas inmutarse, empezaron a mover la pelota de un lado a otro del campo sin que ningún jugador alemán fuera capaz de tocarla. El balón llegó a la banda izquierda y el centro raso y fuerte al corazón del área lo cazó Belloumi para volver a adelantar a los Zorros del Desierto, que ganarían en su debut en un Mundial a la campeona de Europa.

Pero ese equipo vistoso, desenfadado y desacomplejado cayó ante Austria cinco días más tarde por dos a cero y se vio obligado a jugársela en el último partido de la primera fase ante Chile. Y cumplieron los pupilos de Mekhloufi, que vencieron por tres goles a dos con un doblete de Salah Assad y otro tanto de Bensaoula en apenas 35 minutos. Los chilenos recortaron marcando dos goles en la segunda mitad, pero quedaron apeados del torneo, mientras que los Zorros del Desierto habían de esperar el resultado entre Alemania y Austria, que jugaban un día después en Gijón.

Alemanes y austriacos protagonizaron entonces la llamada Vergüenza de Gijón, un simulacro de partido que acabó a los 10 minutos cuando Hrubesch hizo el uno a cero para Alemania que clasificaba a ambas selecciones para la liguilla de cuartos de final. Mekhloufi y sus pupilos no se podían creer semejante bochorno, pero les tocó hacer las maletas. Y así acabó la histórica participación de Argelia en su primer Mundial, de la mano del mejor jugador argelino de su historia, en un esperpento burdo y grotesco protagonizado por dos selecciones, Austria y Alemania, que siempre habían honrado el fútbol y que mancharon su gran historia una tarde de junio en Gijón. Los de Mekhloufi, en cambio, salieron de España con la cabeza bien alta y con ganas de seguir haciendo historia.

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No pudieron conseguirlo en el Mundial de México 86, ya de la mano de un nuevo seleccionador, el mítico Rabah Saadane, donde caerían de nuevo en la primera fase, y tampoco en Sudáfrica en 2010, mundial para el que se clasificaron después de una travesía en el desierto que duró 24 años y para el que hubieron de recurrir de nuevo a Saadabe.

Pero cuatro años más tarde, en Brasil 2014, los Zorros del Desierto, entrenados por el bosnio Vasha Halilhodzcic y capitaneados por Sofiane Feghouli, consiguieron superar la primera fase por primera vez en su historia. Empezaron cayendo por 2 a 1 ante Bélgica en un partido en el que se mantuvieron muchos minutos por delante del combinado europeo, pero se resarcieron ganando a Corea del Sur por 4 a 2 y concluyeron con un empate a uno ante Rumanía que les daría la ansiada clasificación. En esos históricos octavos de final esperaba Alemania en lo que parecía una poética venganza de lo sucedido en el 82.

Pero a veces el fútbol, que tantas veces escribe historias grandiosas y mágicas, se conforma con lo prosaico y los argelinos no pudieron vencer a Alemania, que acabaría levantando su cuarta Copa del Mundo. Eso sí, vendieron muy cara su derrota y estuvieron a punto de dar la sorpresa en un partido inolvidable que acabó sin goles y que los teutones resolvieron en la prórroga, en la que se impusieron por dos goles a uno. Una vez más, Argelia había puesto en pie a los amantes del fútbol. 

Como hacía Mekhloufi en cada partido cuando jugaba.

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