"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

viernes, 20 de mayo de 2022

Joao Saldanha, el periodista comunista que forjó la Brasil del 70

El 17 de marzo de 1970, Joao Saldanha sale del edificio de la Confederación Brasileña de Deportes con el paso acelerado y la cabeza alta. Tiene el coche aparcado en la puerta, pero no le da tiempo a esquivar a parte de la prensa que hay congregada a las puertas del edificio antes de subir. Así que, allí, prácticamente con el coche en marcha, comunica su “renuncia” a continuar al frente de la selección brasileña de fútbol. Apenas faltan dos meses y medio para el debut de la canarinha en el Mundial de México 70.

Porque Joao Saldanha es el seleccionador que ha clasificado a Brasil para el Mundial ganando los seis partidos disputados en las eliminatorias con 23 goles a favor y tan sólo dos en contra. Es el tipo que ha conseguido que Brasil vuelva a sus orígenes y practique de nuevo el Jogo Bonito que siempre la ha caracterizado. Es el artífice de un equipo con denominación de origen al que todos llamaban “la Fieras de Joao”. Es el valiente capaz de juntar a los cinco mejores atacantes del país en el mismo once después del fracaso de Inglaterra 66. Y ahora está de patitas en la calle.

¿Qué pasó para que Joao Saldanha hubiera de “renunciar” a la selección después de haber recuperado su autoestima, ahora que volvía a practicar un fútbol espectacular, que asustaba a todos sus rivales y que era clara favorita para proclamarse tricampeona del mundo y quedarse la Copa Jules Rimet para siempre? Tendremos que retroceder en el tiempo para intentar dar las claves de una explicación que realmente no existe y que sigue en el aire más de medio siglo después.

***

Corría el mes de enero de 1969 y el octavo seleccionador brasileño en dos años y medio acababa de recoger sus bártulos y salir del equipo. La canarinha no levantaba cabeza desde la Copa del Mundo de Inglaterra 66, donde había obtenido la peor clasificación de su historia en un Mundial y se había marchado a casa a las primeras de cambio por primera vez el torneo (y, hasta hoy, única). Además, Pelé había decidido dejar la selección después del Mundial. A los 29 años estaba cansado y frustrado por las lesiones del Mundial 62 y las del Mundial 66.

El ambiente en la selección era terrible. La canarinha se había convertido en una olla de grillos. En una casa de locos. Los aficionados de Río de Janeiro y los de Sao Paulo, con la complicidad e los medios de comunicación, iban a la gresca por si jugadores convocados eran cariocas o paulistas y acabaron tan decepcionados que dejaron de asistir a los partidos y los que iban al campo, depende de dónde jugaran y qué futbolistas integraran la selección, incluso llegaron a pitar el himno. Y es que Brasil jugaba un partido y lo hacía con jugadores y entrenador únicamente paulistas. Y el siguiente amistoso, todos cariocas y técnico carioca también.

En ese contexto, Joao Havelange, entonces presidente de la CBD (Confederación Brasileña de Deportes), decide lanzar un órdago y le ofrece el puesto de seleccionador a Joao Saldanha, un gaucho nacido en Río Grande del Sur en 1917, que había sido futbolista del Botafogo en su juventud y que sólo contaba con una única experiencia como entrenador: había sido el técnico del Botafogo entre 1957 y 1959 y ganó un campeonato carioca. Pero desde entonces, Saldanha, a quien todos llamaban “Joao Sin Miedo”, no había entrenado a ningún equipo más y se había dedicado a ejercer con vehemencia y arrojo su verdadera profesión: periodista.

Era Saldanha un periodista comprometido, sin pelos en la lengua, un comunista declarado con carnet del partido, que había cubierto el desembarco de Normandía junto a las tropas del general Montgomery en 1945 y que había sido herido de bala por la policía en una manifestación en 1949. De hecho, Saldanha, considerado en los años sesenta uno de los mejores analistas de fútbol del país, había denunciado, micrófono en mano en la radio y la televisión y con la pluma afilada en sus columnas en el Jornal do Brasil, la desorganización y la corrupción imperante en el fútbol brasileño una y otra vez hasta desgañitarse, sobre todo a partir de la debacle en el Mundial de Inglaterra 66.

Eran los llamados años de plomo de la dictadura militar que se había apoderado del país tras el golpe de estado de 1964. Un régimen marcado por el espionaje, las torturas, las desapariciones y los asesinatos de los opositores que encabezó a partir de octubre de 1969 el general Emilio Garrastazu Médici. Un régimen que oprimía al país con puño de hierro y que, a la vez, necesitaba exportar una realidad muy distinta al exterior, la imagen de un país alegre que vivía feliz. Y eso sólo lo podía conseguir con el fútbol.

Aún así, la idea de Havelange de ofrecerle la selección a uno de los periodistas más combativos de Brasil, a un comunista confeso que no dudaba en manifestar su rechazo al régimen y a uno de los críticos más feroces de la selección y de la federación no deja de ser un misterio. ¿Por qué lo hizo? ¿Qué razones tenía Havelange para tomar semejante decisión? ¿A quién tuvo que convencer para hacerlo?

Ahí entramos en el terreno de la especulación, pero cuentan que Havelange quería poner a un periodista como Saldanha al frente de la selección porque, en primer lugar, se quitaría de encima un crítico de mucho peso con carisma entre los aficionados y, en segundo lugar, pensaba que así la prensa sería más benevolente con el equipo y no se atrevería a devorar con sus ácidas críticas a uno de los suyos. Puede que, al principio, no fuera muy desencaminado, pero la historia no tenía pinta de acabar bien.

De hecho, al día siguiente de su nombramiento, a la prensa paulista sólo le faltó escupir fuego por la boca. El Jornal da Tarde titulaba: ‘Perdimos la Selección’, mientras que La Gazeta llevaba en su portada el siguiente titular: “João Saldanha, periodista de Río de Janeiro y técnico por casualidad”. Por el contrario, la prensa carioca fue bastante más benévola con uno de los suyos, un tipo con prestigio y que, además, ya había anunciado en sus columnas de opinión y en la radio y la televisión que iba a jugar al ataque y a recuperar el Jogo Bonito para Brasil. Después, claro, a medida que fueron llegando los buenos resultados y los aficionados recuperaban la ilusión perdida en una selección a la que Saldanha le estaba devolviendo su identidad en tiempo récord, los medios se calmaron un poco, aunque no por mucho tiempo.

Joao confeccionó el equipo con una base de futbolistas de Botafogo, Cruzeiro y Santos, es decir, que aglutinó a cariocas y paulistas y añadió a futbolista de Minas Gerais. También recuperó un 4-3-3 que convertía con frecuencia en un 4-1-2-3 en el que la posición de partida era sólo eso, de partida. Porque Saldanha no dudó en rodearse de los jugadores más talentosos y de darles absoluta libertad de movimientos en ataque. Ensanchó el campo con los laterales muy abiertos para que se incorporaran como extremos y percutieran continuamente en ataque. Retrasó al 9 para juntar mediapuntas tocadores y le dio mucha importancia al movimiento de los jugadores, a la velocidad de las acciones y al cambio constante de posiciones. En definitiva, dibujó claramente la Brasil que pocos meses más tarde levantaría la Copa del Mundo con los 5 dieces con Zagallo en el banquillo.

Los militares del régimen, mientras tanto, conscientes de que necesitaban recuperar a la selección brasileña para tener al pueblo contento y aletargado y anhelando atribuirse la gloria que supondría ganar el tricampeonato, ya habían convencido a Pelé para que volviera a la selección. Y O Rey había dicho que sí.

El que no lo tenía tan claro era Saldanha, que no veía bien al astro físicamente y prefería a Tostao en su posición, un joven humide, muy concienciado socialmente y, por encima de cualquier consideración, buenísimo jugando al fútbol. De momento, Saldanha los ponía a los dos, a Pelé y a Tostao, también a Gerson y a Jairzinho, y las cosas funcionaban perfectamente, con la clasificación en el bolsillo después de unas eliminatorias perfectas con un juego deslumbrante en el que vencieron en casa y fuera a Colombia (0-2 y 6-2), a Venezuela (0-5 y 6-0) y a Paraguay (0-3 y 1-0).

***

Fue entonces cuando a los gerifaltes del régimen y a los directivos de la federación brasileña se les encendió la bombilla. ¿Qué pasaría si Brasil ganaba el tricampeonato en México entrenada por un periodista que era comunista, que no tenía pelos en la lengua y que era muy crítico con la dictadura? Por eso, una vez solventado el problema futbolístico, con Brasil clasificada para el Mundial, se decidieron a resolver el problema que ellos mismos habían creado nombrando al seleccionador. A partir de ese instante llegaron todos los problemas de Saldanha, incluso algunos que parecía provocar él solito por su carácter indomable. Pero los que mandaban sabían de su carácter y se aprovecharon de ello para ponerle en aprietos.

Porque Joao Sin Miedo tenía un lema. “Si hablas es para decir la verdad”. Y lo aplicaba a rajatabla y allá donde fuera. Por ejemplo, el 10 de enero de 1970 se desplazó hasta Ciudad de México para el sorteo de grupos del Mundial y se llevó bajo el brazo un dossier que incluía los nombres de más de 3.000 presos políticos y cientos de personas asesinadas y torturadas por la dictadura para distribuirlo entre la prensa y las autoridades internacionales.

Tampoco se calló en una entrevista en la BBC junto al seleccionador británico, Alf Ramsey, el actual campeón del mundo. En un momento del programa, el sir inglés, con su habitual flema y pedantería, se le ocurrió dejar caer que en Brasil sólo había corruptos. Saldanha lo miró a los ojos y le espetó: “¿Y por qué cree que Scotland Yard es el cuerpo de policía más famoso del mundo? ¿Porqué aquí sólo hay monjas?”. Y al lord inglés se le quedó la sonrisa congelada en la boca.

Aunque peor fue lo de Hamburgo. Saldanha había viajado a Europa para estudiar a sus posibles rivales en la Copa del Mundo y participó en una entrevista televisiva. Allí, un alemán con ganas de gresca le preguntó si en Brasil aún mataban indios y qué pensaba del genocidio de las tribus indígenas brasileñas. Aún no había acabado el periodista alemán de saborear su osadía cuando recibió la respuesta de Joao. Una bofetada en la cara con la mano abierta y sin contemplaciones: “Nuestro país tiene 470 años de historia. En esos años murieron menos indios que en 10 minutos de cualquiera de las guerras que ustedes provocaron. Los salvajes son ustedes”. Pi, pi, pi, pi… Son los pitidos de los televisores en el momento en que quitaban el programa de antena, mientras que el teléfono de la embajada brasileña en Berlín se colapsaba porque no daba abasto con tantas llamadas pidiendo la cabeza del seleccionador brasileño.

Sí, seguramente su verborrea no ayudó a que siguiera en el cargo. Ni su peculiar respuesta a las provocaciones recurriendo a un Colt 32 dorado que solía llevar encima por si acaso. Aunque todo parecía bastante orquestado desde un sector de la prensa que, sorprendentemente, tenía hilo directo con los que gobernaban el país y la federación.

Como cuando la federación había pactado un partido de entrenamiento de la selección contra el Flamengo y su entrenador, conocido como Yustrich y más conocido aún por sus diatribas provocadoras rozando los argumentos fascistas, se despachó a gusto contra Saldanha en la prensa. Cuentan que Joao Sin Miedo se presentó en la concentración del Flamengo por la noche con su Colt 32 dispuesto a dirimir sus diferencias con Yustrich, pero, afortunadamente, no le encontró.

El caso es que la afición por decir la verdad de Saldanha le iba a jugar alguna que otra mala pasada más. Un periodista adicto al régimen que, curiosamente, no dejaba de atacar al seleccionador, publicó que el presidente Médici, un futbolero confeso, había sugerido que una buena incorporación para la selección sería la estrella del Atlético Mineiro, el delantero Darío “Maravilha”, y otro compañero de Globo TV le siguió el juego preguntando directamente a Saldanha qué opinaba sobre la “sugerencia” del presidente. Joao no se cortó: “Brasil tiene ochenta o noventa millones de hinchas que aman el fútbol. Es un derecho que tiene todo el mundo. De hecho, el presidente y yo tenemos mucho en común. Somos gauchos. Nos gusta el fútbol. Y ni yo elijo el ministerio, ni el presidente elige el equipo. Como pueden ver, nos entendemos muy bien”. Y a otra cosa.

Pero aún había otro punto tenso, otro clavo ardiendo que ni la Dictadura ni la Federación podían ni querían pasar por alto. Saldanha estaba meditando si contar o no con Pelé para el Mundial. Decía Saldanha que Pelé no estaba para jugar por culpa de problemas de visión y de una condición física precaria y, además, no quería descansar, quería jugar siempre. Así lo explicaba el seleccionador: “En los 17 partidos que disputó con la selección brasileña, Pelé siempre estuvo mal. En los partidos nocturnos, mucho más. El criollo perdió por completo su visión de campo. Le expliqué al médico que en cuanto Pelé volviera a su mejor forma física, tendría la oportunidad de volver al equipo, pero tal como estaba, me parece que ya no le sería posible. Personalmente, Pelé no tiene nada que ver con eso. Si tiene un problema físico no es culpa suya. Yo jamás podría acusarlo de mala voluntad conmigo”.

Claro, los medios de comunicación dispararon todo su arsenal contra Saldanha sacando sus palabras de contexto y distorsionando el mensaje. Acusaron al entrenador de llevarse mal con el astro y querer borrarlo de la lista, cuando al que querían borrar todos a esas alturas de la película era a Saldanha. Pero los aficionados se creyeron el mensaje y Pelé era Pelé. O Rei. Intocable. Las victorias de Saldanha, el cambio de aire de la selección, la vuelta del fútbol samba y la posibilidad del tricampeonato pasaron a un segundo plano. No sin Pelé. Aunque Pelé había disputado con Joao todos los partidos de las eliminatorias y “sólo” había sido suplente en un amistoso.

El caso es que era cierto que Pelé tenía problemas de vista, aunque los tenía desde el Mundial de 1958 y eso no le impidió ser el mejor jugador del torneo con 17 años. Como tampoco le impediría ser uno de los referentes de la selección que, en apenas 3 meses, se iba a proclamar tricampeona del Mundo en México 70 asombrando al mundo con su juego. Pero que tenía problemas de vista que se fueron agravando con la edad es indiscutible.

***

Con todo ese cóctel en la coctelera, la “renuncia” de Saldanha ya no sorprende tanto y, aunque cada una de las razones por sí solas podrían bastar para acabar con la destitución de cualquiera, lo cierto es que son muchas las voces que se alzan contra las teorías cercanas al poder de que fue Saldanha mismo con sus actitudes quien se autodestruyó.

Carlos Ferreira Vilarinho, autor del libro “Quién destruyó a João Saldanha” y el periodista André Iki Siquiera, autor de la biografía “João Saldanha, una vida en juego” y director del documental “João” junto con Beto Macedo (2008) apuntan en la misma dirección. El presidente Médici, a través de su ministro de educación y cultura, Jarbas Paxarinho, decidieron la “renuncia” inminente del técnico porque Saldanha se había convertido en un problema de estado. No podían permitir que el éxito que buscaban y podían conseguir en México se lo atribuyera el pueblo a un entrenador comunista con una inmensa capacidad de crítica y la imagen que eso supondría para su régimen a nivel nacional e internacional. Así que le hicieron “renunciar”.

André Iki Siqueira dice literalmente: “No tengo ninguna duda de que Joao fue apartado del mando de la selección por los militares, pero no hay documentos que acrediten una orden de Médici, a quien Joao consideraba el mayor asesino de la historia del país, además de perpetrar secuestros y torturas. Joao siempre denunció esto, incluso mientras dirigía la Seleção. El éxito de Joao en la selección se convirtió en un problema de Estado”.

***

Tras la salida de Saldanha, Havelange llamó a Mario Zagallo, “el Lobo”, que tenía entonces 38 años y no sólo había ganado como jugador los Mundiales de 1958 y 1962, sino que había sido compañero de algunos de los jugadores actuales. Zagallo, práctico como pocos, reunió a los mejores jugadores de ataque, a los llamados 5 dieces, y estudiaron la manera en la que pudieran jugar todos juntos. Fue continuista con el modelo de Saldanha, pero incluyó a Rivellino, que no era santo de la devoción de Joao, y, por supuesto, mantuvo a Pelé en el once. También incluyó a Clodoaldo en el centro del campo para equilibrar con su posicionamiento y su despliegue físico un equipo que podía parecer descompensado. La base de Saldanha, con un poquito de pimienta de Zagallo para pasar a la historia del fútbol mundial.

Y sí, por si os lo estabais preguntando, Zagallo sí que convocó a Darío “Maravilha”, la figura del Atlético Mineiro que quería el presidente. Pero luego no jugó ni un solo minuto en el torneo. La mano izquiera de Zagallo que Saldanha ni tuvo ni quiso jamás tener.


***

Joao Saldanha se fue de la selección sin hacer demasiado ruido por respeto a los jugadores, a los que recomendó que no hicieran nada que pudiera perjudicarles de cara al Mundial. Y volvió a la prensa, a sus ácidos análisis futboleros y a su posición claramente crítica con la dictadura. Y así murió. Fiel a sus ideas. Y trabajando a los 73 años. Porque falleció en Roma, después de ver en directo y comentar para los medios de comunicación la semifinal del Mundial 90 entre Italia y Argentina.

No hay comentarios: