"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

lunes, 27 de junio de 2022

Las estrellas que nunca jugaron un Mundial

Los mejores jugadores de fútbol del mundo se consagran cada día, en cada partido de liga o de Copa, en cada eliminatoria, temporada a temporada, pero tienen la oportunidad única de subir al Olimpo cada cuatro años en los Mundiales, la posibilidad de alcanzar la gloria eterna para unos futbolistas que ya eran grandes en sus clubes y que asumen el reto de ser los mejores defendiendo contra el resto del mundo los colores de su selección, jugando con los suyos, jugando para los suyos. Hay muchísimos futbolistas que han pasado a la historia del fútbol por sus Mundiales memorables, los hayan ganado o no, y que han inscrito su nombre en letras mayúsculas en la historia de la Copa del Mundo.

El Mundial de Uruguay fue el de José Nassazi, el defensa charrúa del Club Atlético Bellavista, y también el de Pedro Cea, de Nacional. Cuatro años más tarde, en Italia, pasaron a la historia Schiavo, el goleador más importante de la historia del Bolonia, y Giuseppe Meazza, la estrella del Inter de Milán, que repetiría entre los mejores del mundo en Francia 1938, junto a su compatriota Piola, entonces en la Lazio, y, por supuesto, Leónidas, el Diamante Negro brasileño.

En el Mundial de 1950 estaban destinados a hacer historia Ademir, Jair, Baltazar, Chico, Zizinho o Barbosa, pero quienes la escribieron en letras mayúsculas fueron el Negro Andrade, Ghiggia y Schiaffino, que certificaron el Maracanazo.

Algo parecido pasó en Suiza en 1954 cuando los germanos Morlock, Rahn, el meta Toni Turek o el capitán Fritz Walter dejaron sin corona a los Mágicos Magiares, el equipo más potente del momento conformado en ataque por estrellas como Kocksis, Puskas, Hidegkuti y Cziborg el día del Milagro de Berna.

El Mundial de Suecia de 1958 será por siempre el de Pelé y el de los goles del francés Fontaine. Como el del 62 será el de Garrincha. El 66 será el del Bobby Charlton y el de Eusébio, “La Pantera Negra”, como el del 70 es el de la Brasil de los 5 dieces al completo y el del 74 es el de Beckenbauer y Müller, pero también el de Cruyff, aunque no pudiera ganarlo al frente de su Naranja Mecánica.

El Mundial de 1978, el del dolor y la gloria, será el de Kempes, como el del 82 será el de Paolo Rossi, a la par que el de Sócrates, Zico, Jordao y Platini, aunque ni los brasileños ni el galo levantaran al cielo de Madrid la Copa del Mundo.

El Mundial de México 86 será el de Maradona por los siglos de los siglos. Y de nadie más, porque el Barrilete Cósmico no permitió que nadie le hiciera sombra en esa cita.

Y así podríamos seguir hasta la actualidad, incluyendo a un sinfín de estrellas que el Mundial agigantó aún más: Lothar Matthäus en Italia 90, junto al sorprendente Schillacci y al inimitable camerunés Roger Milla; Romario, Bebeto y Roberto Baggio en tierras norteamericanas en 1994; Zidane, con el permiso de Davor Suker, en Francia 98; Ronaldo en 2002; Cannavaro en 2006; los españoles Iniesta y Villa y el uruguayo Diego Forlán en 2010; Klose y toda Alemania en 2014 junto a Messi que se quedó con la miel en los labios en Brasil; y Griezzman y Mbappé en la cita de Rusia de 2018 junto a los imperiales croatas Modric, Rakitic y Perisic, que se plantaron contra todo pronóstico en la final de un torneo vibrante.

Por el camino también han desfilado en el gran escaparate de los Mundiales futbolistas tan importantes e imprescindibles en sus clubes como en sus selecciones, referentes como Matthias Sindelar, Josef Bican, Josef Masopust, Lev Yashine, Amarildo, Gianni Rivera, Gérson, Neeskens, Ardiles, Lato, Rummenigge, Gary Lineker, Francescoli, Van Basten, Ronaldinho, Rudi Völler, Tigana, Valdano, Rivaldo, Jurgen Klinsmann, Caniggia, Gica Hagi, Totti, Batistuta, Stoichkov, Luis Figo, Cafú, Valderrama, Diego Forlán, Bergkamp… Son incontables.

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Pero en la otra orilla, en el otro margen del río mundialista, se han quedado futbolistas sensacionales, estrellas mundiales en su época, que no es que no triunfaran en una Copa del Mundo, sino que no pudieron ni siquiera intentarlo porque no participaron jamás. Algunos, por motivos obvios, porque nacieron en países de escasa tradición futbolística. O mejor, de gran tradición futbolística, pero de escasa producción de buenos futbolistas y no pudieron clasificar a sus selecciones para una cita tan exigente como ésta.

Por eso nunca jugó un Mundial el liberiano George Weah. Porque si Liberia se hubiera clasificado para un Mundial compitiendo contra Argelia, Marruecos, Nigeria, Camerún, Egipto, Senegal, Ghana, Túnez o Costa de Marfil, a George Weah, Balón de Oro en 1995 y Mejor Futbolista Africano del Año en 1989, 1994 y 1995, habría que considerarlo poco menos que un Dios. Aún así, estuvo a punto de conseguirlo, nunca mejor dicho, porque un solo punto privó a Liberia de asistir al Mundial de Corea y Japón en 2002. Esa plaza se la llevó Nigeria.

Por eso tampoco disputó ningún Mundial otro George, el díscolo norirlandés Best. El quinto Beatle tuvo la terrible mala suerte de estar en el ocaso de su carrera en 1982, cuando Irlanda del Norte, contra todo pronóstico, se clasificó para el Mundial de España. El astro ya tenía 36 años y su estilo de vida repleto de excesos le empezaba a pasar factura, así que Billy Bingham, que se lo pensó hasta el final, decidió no convocarlo. Atrás quedaban 37 encuentros y 9 tantos con su selección. Pero, lamentablemente, ningún Mundial.

El ariete galés del Liverpool de los años 80, Ian Rush, que marcó casi 350 goles con los “Reds” y ganó 5 Ligas, 3 FA Cups, 5 Leagues Cup, 4 Charity Shields y 2 Copas de Europa, no pudo clasificar a su selección para los Mundiales de España 82, México 86, Italia 90 ni Estados Unidos 94. El magnífico delantero vistió 73 veces la casaca galesa y anotó 28 tantos. Pero nunca pudo disputar un Mundial.

Como tampoco pudo hacerlo defendiendo esa misma camiseta el magnífico extremo zurdo del Manchester United Ryan Giggs, que ganó 13 Ligas, 4 FA Cups y 2 Copas de Europa. Quizá si hubieran coincidido los dos galeses en el tiempo en plenitud de facultades sí lo habrían logrado. Giggs participó con Gales en las fases de clasificación de los Mundiales de EEUU 94, Francia 98, Corea y Japón 2002 y Alemania 2006, pero no logró nunca la clasificación. Sí pudo hacer historia desde el banquillo, ya que Giggs tomó las riendas de la selección galesa en 2018, pero fue apartado del equipo en noviembre de 2020, cuando fue acusado de agredir a dos mujeres. Finalmente, el 23 de abril de 2021 anunció su dimisión definitiva. Mientras, su colega Rob Page fue avanzando en la fase de clasificación para acabar logrando un billete histórico al Mundial de Qatar 64 años después de la última (y única) participación de Gales en una Copa del Mundo. Al final, Gareth Bale dispondrá de la oportunidad que Rush y Giggs no tuvieron.

Algo parecido le pasó a Jari Litmanen, estrella indiscutible del formidable Ajax de los 90 con el que levantó una Copa de Europa y considerado el mejor jugador finlandés de todos los tiempos. Defendió la camiseta de su selección en 137 ocasiones y marcó 32 goles, aunque no pudo hacer realidad su sueño de clasificar a Finlandia para una Mundial. Lo intentó desde el Mundial de Italia 1990 hasta el Mundial de Sudáfrica en 2010 pero, claro, nacer en Finlandia te otorga escasas posibilidades de asistir a una Copa del Mundo.

Lo que ya no resulta tan comprensible es el caso de otros jugadores que competían en selecciones tradicionalmente fuertes y eran las estrellas y los líderes de sus equipos pero que, por unas cosas o por otras, nunca pudieron mostrar su talento en la Copa del Mundo. Di Stéfano y Kubala con España, Schuster con Alemania o Eric Cantona con Francia serían algunos de los ejemplos más claros, a los que podríamos sumar al ecuatoriano Alberto Spencer o al paraguayo Arsenio Erico, auténticos cracs que tampoco disputaron nunca una Copa del Mundo.   

Pero… vayamos paso a paso.

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Alberto Spencer está considerado uno de los 20 mejores futbolistas sudamericanos del siglo XX. Y eso es mucho decir, porque está por delante de Romario, de Francescoli, de Rivellino, de Kempes, de Leónidas, de Passarella, de Valderrama… En fin, para qué seguir. 

Ese ecuatoriano ilustre anotó 451 goles en una carrera que empezó en el Club Deportivo Everest en 1953 y acabó en el Barcelona Sporting Club de Ecuador en 1972. En medio, la gloria con Peñarol, una camiseta que vistió durante 11 años, desde 1959 hasta 1970, y con la que levantó 3 Copas Libertadores, 2 Intercontinentales y 8 Campeonatos de Liga.

El goleador ecuatoriano defendió en 11 ocasiones los colores de Ecuador… y también se enfundó la celeste de Uruguay en 5 partidos, aunque siempre fueron amistosos. Y es que la Federación Uruguaya trató de convencerlo para que se nacionalizara y jugara para la Garra Charrúa, pero Spencer nunca quiso renunciar a Ecuador. 

Y a punto estuvo de clasificarse para el Mundial de Inglaterra en 1966, cuando disputó un partido de desempate ante Chile para dirimir quién acompañaría a Uruguay, Argentina y Brasil a tierras británicas. Pero Chile venció 2 a 1 y los sueños mundialistas de Alberto Spencer y de Ecuador se desvanecieron. La Tri tendría que esperar hasta el año 2002 para debutar en una Copa de Mundo.

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El paraguayo Arsenio Erico es otro de los grandes cracs sudamericanos que nunca pudo disputar un Mundial. El Duende Rojo, máximo goleador de la historia del fútbol argentino, debutó con Independiente en 1934 con solo 19 años y pronto se ganó la admiración de los aficionados. Tan bueno era que inspiró poemas, canciones y versos. Y dicen quienes lo vieron jugar que su idilio con el gol era proporcional a la elasticidad y la elegancia con la que se movía dentro del terreno de juego. 

Pero Erico no sólo nunca pudo disputar un Mundial, sino que jamás vistió la camiseta de la selección paraguaya. En aquella época no era demasiado normal que fuera seleccionado un futbolista que no jugara en la Liga de su país, pero, igualmente, Erico pidió permiso a la AFA para poder ser seleccionado por Paraguay y disputar el Sudamericano de 1937, pero la Federación Argentina no se lo dio por miedo a que Paraguay conformara una selección excesivamente potente. 

Al final, Argentina se llevó el Sudamericano del 37 y Erico jamás debutó con Paraguay. Realmente, tampoco hubiera podido disputar ninguna Copa del Mundo porque a Francia 1938 renunciaron a ir todas las selecciones sudamericanas, excepto Brasil. Después vendría la Segunda Guerra Mundial y el torneo no se disputaría hasta 1950, cuando el gran mito de Independiente ya hacía un año que se había retirado de los terrenos de juego a los 35 años.

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Un caso muy especial fue el del alemán Bernd Schuster. El exquisito centrocampista había sido el cerebro de su selección en la Eurocopa de 1980, que acabó levantando al cielo de Roma tras batir a Bélgica por dos a uno con tantos del gigantón Hrubesch (Alemania). Tenía apenas 20 años y ya fue Balón de Plata europeo por detrás de su compatriota Karl-Heinz Rummenigge. Pero el carácter de Schuster le iba a jugar una mala pasada.

Primero tuvo la mala suerte de sufrir una lesión muy grave que no le permitió jugar prácticamente nada durante el año 1982, su primera temporada en el FC Barcelona procedente del Colonia, y que le dejó fuera del Mundial de España. Pero cuando se recuperó, fue convocado para un partido de clasificación para la Eurocopa del 84 ante Albania y se negó a ir porque su tercer hijo estaba a punto de nacer. Esta negativa acompañada de una mala relación con el seleccionador Jupp Derwall, parte de la prensa y algunos compañeros le hizo tomar la decisión de no vestir más la camiseta de la Mannschaft. Tenía tan solo 23 años, pero ya se había enfundado la zamarra alemana en 21 ocasiones. No se la pondría más. 

Y eso que tras la Eurocopa del 84 despidieron a Derwall y cogió las riendas Franz Beckenbauer, que le propuso volver. El Ángel Rubio volvió a decir que no. Y se perdió la final del Mundial 82, la final del Mundial del 86 y la gloria de levantar la Copa del Mundo en Italia 90.

El mismo Schuster hablaría de su decisión en una entrevista en 2007 para la revista Líbero: “Haber dejado la selección fue una decisión dura y, probablemente equivocada, pero no tuve a nadie que me aconsejara en aquellos momentos (...) Y me perdí ganar un Mundial mínimo… Y quizá dos”. Una pena para Schuster, para Alemania y para el fútbol.

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El 12 de agosto de 1987, el seleccionador francés Henry Michel hizo debutar a un joven delantero de 21 años destinado a hacer grandes cosas en el fútbol mundial. Jugaba en el Auxerre y ese día, ante Alemania, formó en la delantera junto a Jean-Pierre Papin. Francia perdió dos a uno, pero el joven anotó el único gol de la selección del Gallo. Su nombre: Eric Cantona.

Ya en aquella época, Cantona se había ganado la fama de chico malo, rebelde, indisciplinado y polémico en unas cuantas ocasiones. El Auxerre ya le había multado por agredir a su compañero Bruno Martini en un entrenamiento y, poco más tarde, el 5 de abril de 1988, fue sancionado con 3 meses sin jugar por una entrada violentísima a Michel Der Zacharian en un partido contra el Nantes. Pese a todo, el polémico delantero metió a la selección francesa sub-21 en la final de la Copa de Europa con un doblete en semifinales ante Inglaterra. La figura de Cantona cobró otra dimensión y el delantero pidió al Auxerre que lo traspasaran a un equipo más grande. Finalmente, el Olympique de Marsella de Bernard Tapie firmaría a la gran promesa francesa para los próximos 5 años a cambio de 22 millones de francos.

Aún no había debutado con el Marsella y ya tuvo la primera polémica con el seleccionador que le había hecho debutar en la selección absoluta apenas unos meses antes. Henry Michel no le convocó para un encuentro ante Checoslovaquia y Cantona hizo unas declaraciones explosivas en las que llamaba a Michel “saco de mierda” y en las que prometió que no volvería a vestir la camiseta del Gallo hasta que Michel dejara de ser el seleccionador. La Federación Francesa le excluyó cualquier convocatoria durante un año y eso le impidió disputar la final del Europeo Sub-21 a doble partido ante Grecia. Cantona tuvo que ver por la tele cómo sus compañeros se convertían en campeones de Europa de la categoría tras empatar a cero en Atenas y derrotar a Grecia en París por tres tantos a cero.

A partir de ese momento, todo se torció para Cantona, que tuvo un sinfín de problemas en el Marsella y que hubo de salir cedido a unos cuantos equipos franceses para poder jugar. Mientras tanto, Platini se había convertido en el seleccionador de Francia y ya había pasado el año de castigo para Cantona, así que el astro galo volvió a convocar al díscolo delantero y lo intentó convertir en una pieza clave de una selección que se había quedado fuera del Mundial de Italia 90 y que había de afrontar la fase final de la Eurocopa de 1992.

Pero Cantona, que se había marchado en el verano de 1991 al recién ascendido Nimes, volvió a hacer una de las suyas. En un partido contra el Saint Ettienne, el delantero salta en el área rival pugnando por un balón con un defensa. El árbitro pita falta en ataque y Cantona, casi poseído, coge el balón con las dos manos y lo lanza contra la espalda del colegiado. El rebote le cae al pie y chuta, aunque, por suerte, no impacta en el árbitro. El jugador fue castigado con 4 partidos de suspensión, montó en cólera y llamó idiotas a los miembros del Comité de Disciplina. La Federación Francesa amplió el castigo y lo suspendió durante dos meses. Entonces, Cantona soltó la bomba: a los 25 años anunció que dejaba el fútbol.

Michel Platini, que seguía llevándolo a la selección pese a su discreta temporada en el Nimes, lo intentó convencer de que se marchara a Inglaterra para regenerarse como jugador y su asistente, Gerard Houllier, movió los hilos para conseguirle un equipo en las islas. Así fue cómo Cantona aterrizó en el Leeds United y se desligó definitivamente del Nimes en febrero de 1992. En ese final de temporada el francés se convirtió en una pieza clave para que el Leeds ganara la Liga Inglesa y también se convirtió rápidamente en uno de los ídolos de Elland Road y, evidentemente, Platini se lo llevó a la Eurocopa de 1992, aunque las cosas no le fueron bien a Francia, que empató a uno ante Suecia, sin goles ante Inglaterra y cayó derrotada en la última jornada ante la sorprendente Dinamarca para volver a casa antes de tiempo. Los daneses, increíblemente, ganaron el torneo y Cantona, que fue titular en los tres encuentros, no disputaría jamás ni una sola fase final con su selección, ni de una Eurocopa ni de un Mundial. Aunque a esas alturas él no lo sabía, claro.

De vuelta a Inglaterra, Cantona empezó la Premier en el Leeds, pero apenas 3 meses después, cuando se llevaban 13 jornada de competición, abandonó Elland Road para recalar en el Machester United, donde se convertiría definitivamente en una leyenda.

En la selección de Francia, Gerard Houllier había sustituido a Platini como seleccionador y convirtió a Cantona en el eje del ataque de la selección del Gallo en la fase de clasificación para el Mundial de Estados Unidos de 1994. Cantona jugó a buen nivel, pero los franceses sufrieron una de las derrotas más amargas de su historia al caer en el último minuto del último partido de la fase de clasificación en el Parque de los Príncipes ante Bulgaria. Inexplicablemente, después de haber liderado el grupo durante la mayoría de las jornadas, una potentísima selección francesa se volvería a quedar sin Mundial. Y Cantona, por supuesto, también.

Cayó Houllier y vino Aimé Jacquet, un seleccionador que no estaba dispuesto a consentir ni una sola indisciplina dentro del grupo que estaba formando para competir en el Mundial de 1998, para el que Francia estaba clasificada directamente por ser la anfitriona. Cantona seguía siendo el líder del Manchester United, un equipo que dominaba la Premier con puño de hierro, por lo que no sólo seguía contando para el nuevo seleccionador, sino que le dio la capitanía y galones para ser el jugador sobre el que pivotara todo el juego de ataque de Francia. Pero entonces pasó lo inesperado…

25 de enero de 1995. Shelhurst Park. Estadio del Cristal Palace. Minuto 2 de la segunda parte. Eric Cantona acaba de ser expulsado del terreno de juego por una dura entrada sobre su marcador tras un saque largo de su propio portero. Avanza por la banda en dirección a los vestuarios cuando un espectador le increpa repetidas veces. Cantona coge carrerilla y le lanza una patada voladora que deja a todo el mundo boquiabierto. El atacante francés intenta golpearlo más veces con los puños y lo tienen que parar entre dos asistentes y su propio compañero Peter Schmeichel, mientras el resto de futbolistas del United se acercan a la banda increpando al aficionado. Al parecer, el espectador había proferido insultos racistas contra el futbolista, que no se cortó.

La imagen de la agresión dio la vuelta al mundo e incluso llegó a debatirse en el Parlamento Británico. El Manchester United suspendió a Cantona para lo que quedaba de temporada y le impuso una multa de 20.000 libras, mientras que la Asociación de Fútbol le impuso una suspensión de 8 meses. Pero lo peor para el francés estaba aún por llegar: el seleccionador galo, Aimé Jacquet, lo apartó definitivamente de la selección. El único que defendió públicamente a Cantona fue su entrenador, sir Álex Ferguson, que dijo: “Si Cantona se equivocó tuvo sus razones; fue insultado de forma intolerable y reaccionó instintivamente”. El futbolista nunca se arrepintió y, de hecho, siempre ha dicho que lo volvería a hacer: “Esa patada fue el mejor momento de mi vida como futbolista: patear a un fascista no se saborea todos los días”.

El caso es que el jugador quiso salir del Manchester United al final de temporada y en el club veían su marcha con buenos ojos, pero Álex Ferguson convenció a ambas partes para que siguiera en el equipo. El atacante galo se quedó en los Diablos Rojos dos temporadas más y, a la conclusión de la Premier League de la temporada 1996-97, el 18 de mayo de 1997, Cantona anunció que se retiraba del fútbol. Estaba a punto de cumplir 31 años y en un momento dulce de su carrera, pero nadie pudo convencerle de que continuara.

El díscolo Cantona colgó las botas ante la evidencia de que Jacquet no lo iba a convocar para el Mundial de Francia, que era lo único que creía que le quedaba por hacer en el fútbol: jugar una Copa del Mundo. No lo hizo. Y Francia ganó la primera Copa del Mundo de su historia sin uno de sus mejores jugadores.

Al final, Cantona vistió en 45 ocasiones la camiseta de Francia y marcó 20 goles, aunque sólo pudo disputar la fase final de la Eurocopa de 1992. Mundiales, ninguno.

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Kubala es otro de los grandes jugadores históricos que nunca pudo disputar un Mundial. Nacido en Hungría, formó parte de los inicios de los Mágicos Magiares, con los que jugó solo 6 partidos entre 1946 y 1947, porque escapó de Hungría en 1948, justo cuando vio claro que los nuevos gobernantes no le iban a dar permiso para salir del país y ganarse la vida jugando al fútbol en Italia. Dejó en tierras magiares a su novia y a su madre y salió en un camión vestido de soldado soviético. Jugándose la vida. Y dejando atrás los inicios de una selección mágica que enamoró al mundo y que no pudo conquistarlo en el Mundial de 1954 porque se produjo el Milagro de Berna. Un Mundial en el que Kubala no pudo estar. Ni con Hungría… ni con España. Veamos por qué.

Kubala, junto a su cuñado Fernando Daucik, fundó un equipo en Italia llamado Hungarian que se dedicó a jugar partidos amistosos por Europa. En 1950 viajaron a Madrid para jugar contra el Real Madrid. Después disputaron otro partido contra la selección española y acabaron su gira por la península ibérica enfrentándose al Espanyol en el viejo campo de Sarrià. Entonces apareció en escena Pep Samitier, exjugador y extrenador del FC Barcelona, y acabó convenciendo al presidente del Barça para ficharlo a él y a su cuñado Fernando Daucik (como entrenador) por tres años. 

Aún así, la FIFA no le dejaba jugar competiciones oficiales y se pasó un año entrenándose, pero sin jugar. La solución la encontraron Samitier y Armando Muñoz Calero, presidente de la Federación Española de Fútbol (y después representante de España en la FIFA): nacionalizarían a Kubala para que, al menos en las competiciones jugadas en España, Hungría no pudiera impedir que el magiar disputara partidos oficiales.

Hubo una campaña en los medios de comunicación más importantes del país aduciendo que era un refugiado político y que tenía derecho a la nacionalización y así se hizo: en mayo de 1951 Kubala se bautizaba primero y se nacionalizaba después en Águilas (Murcia), pueblo natal del presidente de la Federación que ejerció de padrino de bautismo.

Kubala debutó con derrota (1-0) en la selección española el 5 de julio de 1953 en un amistoso en Buenos Aires, mientras Hungría solicitaba la suspensión del jugador y la FIFA le pedía a Hungría una argumentación detallada para la suspensión basada única y exclusivamente en argumentos deportivos y no políticos. Mientras los magiares no enviaban ese documento, Kubala jugaba con España. Y volvió a hacerlo en otro amistoso ante Inglaterra el 21 de octubre de 1953 que acabó con empate a 4 con 2 tantos de Kubala.

Pasó el tiempo y llegó el momento de disputar la eliminatoria ante Turquía para poder estar en el Mundial de Suiza. El 6 de enero de 1954, en Chamartín, España venció a los otomanos por 4 a 1 sin Kubala. El segundo partido sería en marzo en Estambul y ahí sí estaría Kubala. Pero la selección española jugó uno de los peores partidos que se le recuerdan y perdió por un gol a cero. Así que debería jugarse un partido de desempate en terreno neutral para dilucidar qué selección viajaría a Suiza para el Mundial. El choque se disputaría en Roma tres días después.

Cuando todo estaba preparado para el partido y con los jugadores en los vestuarios llegó un telegrama de la FIFA donde se decía que Kubala no podía jugar. El magiar se desvistió y Pasieguito entró por él en el terreno de juego. España y Turquía empataron a dos en el tiempo reglamentario y el partido se fue a la prórroga. En el tiempo extra, el colegiado anuló un gol a España y todo acabó así, 2 a 2. ¿Cómo resolverían qué selección estaría en el Mundial? Mediante un sorteo.

Se sacó un trofeo de las vitrinas del estadio. Se metieron dos papelitos en el trofeo con los nombres de Turquía y España. Se llamó a una mano inocente, en este caso un chiquillo llamado Franco Gemma. Se le vendaron los ojos y el chaval metió la mano en la copa. Sacó un papel. Lo desdoblaron. El nombre: Turquía.

Lo peor de todo es que en el supuesto telegrama de la FIFA no ponía directamente que Kubala no pudiera jugar. Estaba escrito en francés y decía: “Atención equipo español sobre la situación jugador Kubala”. Además, nadie supo explicar nunca de dónde salió ese telegrama y qué institución lo envió exactamente. Se montó un buen lío a posteriori con dimisiones en la Federación Española de Fútbol, pero ni España ni Kubala estuvieron en el Mundial 54.

Y tampoco se clasificaron para el Mundial de Suecia de 1958, ya con Di Stéfano también nacionalizado. Así que Kubala volvía a quedarse de nuevo sin Mundial. Para el de Chile en 1962 sí se clasificó España, pero el Húngaro Errante ya había colgado las botas.

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Alfredo Di Stéfano no las había colgado todavía. Pero tampoco pudo disputar el Mundial. Ni el de Chile ni ningún otro.

El astro argentino debutó con la albiceleste el 4 de diciembre de 1947 ante Bolivia en un partido del Sudamericano de 1947. Jugaría cinco encuentros más en el torneo, marcaría 6 tantos y se alzaría con el título. Sería el único que ganaría a nivel de selecciones en un año mágico para él, ya que también fue el máximo goleador de la liga argentina con 27 tantos y salió campeón con River.

Pero la alegría no duró demasiado. En 1948 los futbolistas profesionales argentinos se declararon en huelga y la AFA obligó a los equipos a que acabaran el torneo con jugadores amateurs. El gobierno de Perón solucionó la cuestión prácticamente un año más tarde, en mayo del 49, y lo hizo con un decreto que imponía un tope salarial a los futbolistas profesionales que éstos consideraron totalmente indigno e inaceptable. Entonces le llegó a Di Stéfano (y a otros futbolistas) una oferta de Colombia, que no estaba afiliada a la FIFA, prácticamente irrechazable. 

La Saeta Rubia se marchó a jugar a Millonarios mientras la selección argentina renunciaba a participar en el Mundial de Brasil de 1950 debido a sus graves desavenencias con la Confederación Brasileña de Fútbol, organizadora del torneo, y también porque sin profesionales defendiendo la albiceleste era poco probable desempeñar un buen papel en el campeonato.

Di Stéfano ya no volvería a jugar más en Argentina. Porque de Millonarios cruzaría el charco para jugar en el Real Madrid. La Saeta fichó por el equipo merengue en febrero de 1953 y, al igual que Kubala años antes, se nacionalizó español. Di Stéfano lo hizo en 1956 y, desde ese instante, defendió también la camiseta roja de la selección española.

El debut con España fue en enero de 1957 en un amistoso ante Holanda. Los españoles vencieron por 5 a 1 y la Saeta anotó tres goles. Se oteaban buenos tiempos para los ibéricos… Pero nada más lejos de la realidad. Un equipo en el que se juntaban en la delantera Di Stefano, Kubala, Luis Suárez, Gento y Miguel con el plus de un portero como Ramallets bajo los palos, empató ante Suiza en Madrid para dejar la clasificación para el Mundial de Suecia totalmente en el aire. Y es que todo lo que no fuera ganar los dos partidos a los helvéticos era complicarse la vida ante la visita a Escocia, que es lo que pasó. 

Porque España cayó 4 a 2 en Glasgow atosigada por el juego directo de los británicos y la pasión desbordada de su afición y después, las goleadas por 4 a 1 ante los suizos en Berna y ante los escoceses en Madrid ya no servirían para nada. Uno de los mejores equipos de la historia de España se quedaría sin jugar el Mundial que consagraría a Brasil y a Pelé como la nueva potencia futbolística mundial.

A Di Stéfano aún le quedaba una última oportunidad de disputar un Mundial, el de Chile 62. España, entrenada por Helenio Herrera, había hecho buenos los pronósticos en la fase de clasificación batiendo a Gales a doble partido y después a Marruecos para plantarse en Chile con ganas de hacer un gran Mundial. A esa selección la llamaban la ONU porque la integraban el argentino Di Stéfano, el húngaro Puskas, el paraguayo Eulogio Martínez y el uruguayo Santamaría.

Pero Di Stéfano, finalmente, no podría disputar el Mundial. En el penúltimo partido de preparación se lesionó en la espalda. Viajó con el equipo y lo inscribieron también en la competición, pero conscientes de que no jugaría. Y, evidentemente, no jugó. Y España se volvió para casa en la primera fase, con derrotas ante Checoslovaquia (0-1) y Brasil (1-2) y una victoria insuficiente ante México (1-0). Aunque siempre le quedará el consuelo de que fue eliminada por las dos selecciones que acabarían jugando la final del torneo (y que se llevaría la Brasil de Garrincha tras ganar a Checoslovaquia por 3 a 1).

Alfredo Di Stéfano jugó 6 partidos con la albiceleste y marcó 6 goles, todos en el Sudamericano de 1947. Diez años más tarde debutó con España, con la que jugó 31 partidos y marcó 23 goles. Está considerado uno de los tres mejores jugadores de la historia del fútbol junto a Pelé y Maradona. Pero la Saeta nunca disputó un Mundial... 

Y es que, a veces, nos olvidamos de que disputar una Copa del Mundo está al alcance de muy pocos. Y ganarla, de muchísimos menos.

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