La Copa del Mundo nació en 1930, tras el impulso casi único de un hombre obsesionado por el fútbol. Un hombre que se había encargado de llevar el deporte rey a las Olimpiadas, pero que siempre defendió que el balompié necesitaba un torneo propio que coronara a la mejor selección del mundo cada cuatro años. Esa especie de visionario se llamaba Jules Rimet, era francés y ostentaba en ese instante el cargo de presidente de la FIFA.
Pero al "invento" de Jules Rimet le faltaba un gran trofeo, una Copa que premiara a la mejor selección del mundo cada cuatro años. Así que la FIFA le encargó su creación a Abel Lafleur, escultor y medallista francés, quien diseñó un trofeo de plata esterlina chapada en oro, con una base azul de lapislázuli. Era una copa octogonal sostenida por una figura alada que representaba a la diosa griega de la Victoria, llamada Niké. Medía 35 centímetros de altura y pesaba 3,8 kilogramos.
De hecho, la Copa se llamó inicialmente Victoria, aunque posteriormente cambió de nombre para tomar el de su creador (el de la competición, se entiende, no el del trofeo) en el congreso que la FIFA celebró en Luxemburgo en 1946 y donde también se decidió que habría Mundial en 1950 y que se disputaría en Brasil.
Desde entonces todo el mundo la conoció como la Copa Jules Rimet y permaneció "en activo" desde 1930 hasta 1970, porque se había estipulado que la primera selección que consiguiera levantarla en tres ocasiones se la quedaría en propiedad.
En esos cuarenta años que van de 1930 a 1970, y teniendo en cuenta que la Segunda Guerra Mundial impidió la celebración de los Mundiales de 1942 y 1946, tan sólo cinco selecciones pudieron levantar la Copa Jules Rimet.
Lo hizo Uruguay en dos ocasiones (1930 y 1950).
Las mismas que Italia (1934 y 1938) y Brasil (1958 y 1962).
Alemania (1954) e Inglaterra (1966) también tuvieron el privilegio de ganarla.
Ambas selecciones habían ganado ya dos Mundiales previamente y quien venciera aquel memorable partido en el estadio Azteca se quedaría para siempre con la Copa Jules Rimet.
Se la quedó finalmente Brasil al vencer con rotundidad a los italianos (4 a 1) en una auténtica exhibición de los 5 Dieces.
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Carlos Alberto levanta la Copa Jules Rimet en 1970. |
Pero como casi todo en esta vida, no fue para siempre, ya que la Copa Jules Rimet fue robada en Río de Janeiro en diciembre de 1983. Cuatro delincuentes argentinos fueron juzgados y condenados por el robo, pero de la Copa nunca más se supo.
Apuntan a que acabó fundida y transformada en lingotes.
Pero sólo es una hipótesis.
La Confederación Brasileña mandó hacer una réplica en 1984 a partir de la Copa que guardaba la FIFA (y que, a su vez, era también un réplica perfecta de la original). De hecho, hay quien dice que ésta es la original y no la que se robó en Brasil, pero eso no se puede comprobar de ninguna manera y, por eso mismo, también es sólo una hipótesis.
Una más.
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Pero antes de su trágico fin, probablemente fundida, la Copa Jules Rimet hubo de superar multitud de vicisitudes. La primera de ellas fue sobrevivir a la II Guerra Mundial.
La Copa la había ganado Italia en 1938 y se quedó allí durante la guerra. El vicepresidente de la FIFA, el italiano Ottorino Barassi, sacó el trofeo en secreto de su tumba en el interior de un banco de Roma y lo escondió en una caja de zapatos debajo de su cama para impedir que los nazis se apoderaran de él.
Y, pese a lo rudimentario del plan, lo consiguió.
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Ottorino Baressi presenta la Copa Jules Rimet en el Mundial de 1950. |
En 1950 volvió la Copa del Mundo y allí estaba el trofeo, al que le tocó ser testigo mudo del Maracanazo que sumió a toda Brasil en un mar de lágrimas.
Y fue pasando el tiempo sin excesivos contratiempos. La levantó Alemania en Suiza en 1954 y Brasil en Suecia en 1958 y en Chile en 1962. Hasta que llegó el año 1966.
Año de Mundial.
Año de Inglaterra.
Año en el que se esperaba que "el fútbol volviera a casa".
Y volvió.
Pero antes lo hizo la Copa Jules Rimet, que llegó el 20 de marzo de 1966, a apenas cuatro meses del inicio del Mundial, para ser exhibida en el Salón Central de Westminster, en Londres. En un momento de asueto, el guardia de seguridad salió a por un café y la perdió de vista. Cuando volvió a mirar, la Copa ya no estaba.
Scotland Yard se movilizó en su intento por encontrarla, aunque sólo fuera para evitarle una vergüenza mundial a Inglaterra. Pero las pesquisas no daban resultados.
Y cuando nadie daba un duro por recuperarla, el perro más famoso de Inglaterra a partir de ese día, Pickles, la encontró envuelta en un periódico en un seto de un jardín suburbano de una zona de Londres llamada Upper Norwood cuando su amo lo sacó a dar un paseo.
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Pickles encontró la Copa Jules Rimet y los ingleses suspiraron aliviados. |
En ese momento, la FIFA decidió hacer una réplica en secreto para poder utilizarla en exhibiciones posteriores. De hecho, esta Copa se exhibe en el Museo Nacional de Fútbol en Preston (Inglaterra) desde que los brasileños se quedaron la original en 1970.
Y es que a partir del Mundial de Alemania de 1974, las selecciones jugaban ya por un nuevo trofeo, la Copa del Mundo, sin ningún otro apellido más, diseñado por el italiano Silvio Gazzaniga.
Esta Copa del Mundo nadie se la puede quedar en propiedad. La guardan las federaciones de las selecciones ganadoras durante los cuatro años posteriores a su triunfo, la devuelven en perfecto estado para el siguiente Mundial y entonces reciben una réplica.
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De la Copa Jules Rimet a la Copa del Mundo de Gazzaniga. |
Aunque el nuevo trofeo también ha tenido sus momentos malos.
Por ejemplo, tras el Mundial de Alemania 2006. Y es que los campeones italianos no cuidaron la Copa del Mundo demasiado bien durante las celebraciones, ya que Fabio Cannavaro, el capitán de Italia, fue fotografiado sosteniendo un pedazo de malaquita que se había desprendido de la base del trofeo.
Pero tranquilos, la Copa del Mundo fue reparada y los italianos la presentaron en perfectas condiciones en el Mundial de Sudáfrica de 2010 para que la acabara levantando España.
Y así, sin sorpresas desagradables, hemos llegado hasta hoy en día.
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