"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

jueves, 23 de junio de 2022

Corea del Norte humilla a Italia en el Mundial de Inglaterra 66

El 19 de julio de 1966, el estadio de Ayresome Park de Middlesbrough se preparaba para el último partido del grupo D, un choque, en principio, desigual, que enfrentaba a Italia y a la debutante y desconocida Corea del Norte. El vencedor acompañaría a la Unión Soviética rumbo a los cuartos de final, mientras que el que perdiera haría las maletas y cogería el avión para volver a casa. 

Nadie antes del encuentro pensaba que la sorpresa fuera posible. Ni siquiera los norcoreanos, que no tenían alojamiento previsto más allá de la fase de grupos. Pero el fútbol es un misterio y los casi 18.000 espectadores que se dieron cita en el Ayresome Park estaban a punto de presenciar una de las sorpresas más grandes de la historia de la Copa del Mundo.

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A Italia la entrenaba Edmondo Fabbri y se había presentado en el torneo con una selección joven y muy talentosa que tenía la obligación de lavar la imagen transalpina después del fracaso de Chile 62, cuando hicieron las maletas en la primera fase con la vergonzosa carga de la Batalla de Santiago también dentro.

Albertosi, el portero de la Juve; Facchetti, el lateral izquierdo del Milan y uno de los mejores de Europa en ese momento; Bulgarelli, el capitán de la selección y del Bolonia y uno de los mejores triquartistas del calcio; Gianni Rivera, atacante del Milan, campeón de Europa en 1963 y Balón de Plata por detrás de Yashine en 1964, o Sandro Mazzola, delantero del Inter de Milan, conformaban un equipo temible que, para más inri, jugaba al ataque y tenía a los futbolistas de más calidad siempre sobre el terreno de juego. Así que nada hacía pensar que los de Fabbri fueran a tropezar ante unos desconocidos norcoreanos que se habían presentado en el torneo por primera vez en la historia merced a un cúmulo de circunstancias.

Y es que para el Mundial de 1966 la FIFA había decidido repartir las plazas entre los distintos continentes de la siguiente manera: 10 para Europa (contando a la anfitriona Inglaterra), 4 para Sudamérica (contando a la campeona Brasil), 1 para Centroamérica y Caribe y 1 a repartir entre África, Asia y Oceanía. Es decir, que después de disputarse una fase de clasificación extenuante, los campeones africanos, asiáticos y oceánicos habían de jugarse entre ellos una sola plaza para poder estar en el Mundial. Entonces los africanos, con la doble Campeona de África, Ghana, a la cabeza de la rebelión, decidieron plantarse. Y también lo hicieron la mayoría de las selecciones asiáticas y oceánicas, que consideraban los cupos planteados por la FIFA como una ofensa, una vergüenza y un desprecio a sus federaciones. Un boicot en toda regla que daría sus frutos porque para el Mundial de México 1970 África tendría una plaza asegurada y Asia, otra.

Pero para el Mundial del 66 solo Corea del Norte y Australia se apuntaron a la fase de clasificación y la FIFA dictaminó que jugarían entre ellas una eliminatoria a doble partido en terreno neutral. Los dos encuentros se jugaron en Camboya y ambos se los llevó el combinado norcoreano, que venció 6 a 1 y 3 a 1 a los “socceroos” para meterse directamente, y por primera vez, en la fase final de una Copa del Mundo.

A los norcoreanos no los conocía nadie entonces. Tras la II Guerra Mundial, Corea había quedado dividida por el paralelo 38 entre la República de Corea (Corea del Sur) y Corea del Norte. Capitalista la primera y comunista la segunda. Bajo influjo americano la del Sur y en la órbita soviética la del Norte. Y, claro, la cosa no podía ir bien. Y llegó la guerra de Corea (1950-53), un conflicto sangriento que se cobró la vida de más de tres millones de civiles, que refrendó definitivamente la partición y que apartó un poco más a Corea del Norte de los ojos del resto del mundo.

La selección norcoreana se presentaría en Inglaterra con un equipo conformado por jóvenes militares, ya que nadie que no formara parte del Ejército podía ser elegido para la selección nacional. Así que el método estaba claro: a los mejores jugadores de fútbol se les daba un grado en el Ejército o a los militares que mejor jugaban al fútbol se los incluía en la selección. Y todo arreglado a mayor gloria del Líder Supremo. Pero es que ni ese detalle se sabía siquiera en Occidente, ya que durante muchos años se especuló con que Pak Doo Ik, el autor del tanto que eliminó a Italia, era odontólogo. 

Pero no adelantemos acontecimientos...

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El sorteo, caprichoso como siempre, deparó un grupo formado por la Unión Soviética, Italia, Chile y Corea del Norte. Así que Middlesbrough acogería de una tacada un partido entre dos equipos comunistas, el maestro y el discípulo, y también la reedición de la Batalla de Santiago entre Chile e Italia que, afortunadamente, esta vez no fue tal.

El grupo lo abrieron los norcoreanos ante la Unión Soviética y los subcampeones de Europa vencieron con comodidad por 3 a 0 en un partido en el que los debutantes asiáticos pagaron cara su inexperiencia en este tipo de competiciones internacionales. Los norcoreanos, animosos, pequeños, ágiles e infatigables, no dejaron de correr en todo el partido, aunque les sirvió de poco ante el potencial físico, técnico y táctico de los soviéticos. Malofeyev abrió y cerró la cuenta, mientras que el segundo tanto lo marcó Banishevski.

Los italianos, por su parte, se vengaron de los chilenos ganándoles claramente por 2 a 0 con tantos de Mazzola y Barison, para dejar claro que soviéticos y transalpinos eran los auténticos y únicos candidatos a pasar a los cuartos de final y meterse en la lucha por el título.

En la segunda jornada, donde se dirimía precisamente el liderato del grupo, un gol de Chislenko le dio a la Unión Soviética una victoria de prestigio ante la azzurra, lo que metía al equipo entrenado por Nikolai Morozov directamente en los cuartos de final. Y más, después de que Chile se dejase empatar el partido en el minuto 88 ante una Corea del Norte que ya se había expulsado del todo los nervios del debut y empezaba a sorprender.

Bajo una fina lluvia, los norcoreanos corrían y corrían y corrían sin parar y miraban siempre hacia adelante para intentar empatar el encuentro y mantener viva la llama de la clasificación. Los chilenos, que trataban de sentenciar, no acababan de imponer su superioridad técnica. Pero, a falta de dos minutos, los asiáticos colgaron un balón al centro del área que un defensa despejó sin contemplaciones. El rebote lo volvió a meter dentro un jugador asiático y esta vez el despeje chileno lo empalmó desde la frontal sin miramientos el delantero y capitán Pak Seung Zin para batir al meta de la Roja, empatar el encuentro y convertirse en el primer asiático en anotar un gol en la Copa del Mundo.

A esas alturas del torneo, el público local ya se había hecho seguidor de un equipo sin seguidores (al parecer sólo habían acudido 12 norcoreanos al torneo invitados por el régimen después de ganar su pasaje en un sorteo) y al acabar el encuentro, un marinero inglés saltó al terreno de juego para levantar el brazo del goleador asiático. La imagen se convirtió en icónica y dio la vuelta al mundo.

Con el inesperado empate norcoreano, el último choque ante Italia se convirtió en una final, ya que si los asiáticos ganaban el partido, pasarían a cuartos de final. A Italia le bastaba un empate suponiendo que los soviéticos derrotaran a Chile en el partido que cerraba el choque al día siguiente (así fue, la Unión Soviética ganó 2 a 1).

En Ayresome Park el público ya iba claramente con Corea del Norte y animaba en cada acción a los asiáticos mientras los italianos ponían cerco a la meta defendida por Lee Chang Myung y tenían a los debutantes a su merced, totalmente contra las cuerdas en una primera media hora abrumadora. Pero, de repente, en poco más de 8 minutos todo saltó por los aires.

Primero llegó la lesión de Bulgarelli, que estaba jugando tocado y tuvo que abandonar el campo a falta de once minutos para el descanso. Los italianos tuvieron que jugar con uno menos a partir de ese momento, ya que en esa época no estaban permitidas las sustituciones (eso cambiaría cuatro años más tarde en el Mundial de México 70, donde también se instauraría por primera vez el uso de las tarjetas amarillas y rojas). Esa acción desconcertó a la azzurra que, de repente, empezó a sentirse incómoda ante la movilidad constante y la tremenda velocidad de los norcoreanos.

Los asiáticos aprovecharon el momento y a falta de tres minutos para el descanso pusieron el partido patas arriba. Una combinación en la parte derecha del ataque norcoreano acabó con el balón botando en la parte derecha de la frontal del área. El atacante Pak Doo Ik no se lo pensó dos veces, armó la pierna derecha y golpeó el balón con fuerza y cruzado, lejos del alcance de Albertosi. Corea del Norte acababa de adelantarse en el marcador y se iba al descanso con ventaja ante la todopoderosa Italia.

A la vuelta de los vestuarios, Corea del Norte se cerró y se encomendó a los guantes de Lee Chang Myung. Italia, con uno menos, no encontró resquicios en la defensa asiática y no supo contrarrestar con calidad el partido físico, de ida y vuelta y de desgaste que propusieron los esforzados coreanos. Así que los minutos fueron pasando hasta que el colegiado, el francés Pierre Schwinte, señaló el final del partido. La azzurra había recibido de su propia medicina. El cerrojazo norcoreano dio sus frutos y sumió a Italia en una depresión profunda, a la vez que consumaba una de las sorpresas más tremendas de la historia de la Copa del Mundo.

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Mientras los italianos eran recibidos a tomatazos en Genova, donde aterrizaron en un vuelo que trataron que fuera secreto para evitarse el bochorno, los norcoreanos hubieron de recurrir a la bondad de una congregación religiosa en Liverpool que les ofreció alojamiento en sus instalaciones para disputar el partido de cuartos de final ante la Portugal de Eusébio, la otra selección sorprendente del torneo que acababa de eliminar a Brasil, la actual campeona.

En Italia los medios de comunicación no escatimaron ni una sola crítica hacia la selección y la propia federación decidió prohibir la entrada de extranjeros en el calcio después del fracaso de la azzurra (al que había que sumar el de Chile 1962) para intentar potenciar y salvaguardar al combinado nacional. 

Mientras tanto, Corea del Norte intentaba en Godison Park prolongar su sueño y transformaba en pesadilla el de los lusos. A los 25 minutos de partido vencían 3 a 0 con goles de Pak Seung Zin, Li Dong Woon y Yang Seung Kook. Nadie se lo podía creer, pero los asiáticos, tras tumbar a Italia, estaban a un paso de meterse en semifinales y medirse a Inglaterra. Eusébio no lo permitió. El astro del Benfica anotó dos tantos antes del descanso para respirar con más tranquilidad y otros dos mediada la segunda parte para remontar el choque y bajar a los norcoreanos de la nube. José Augusto puso a falta de 10 minutos el 5 a 3 definitivo en el que fue, sin duda, uno de los mejores encuentros del Mundial de Inglaterra y, desde luego, el más emocionante.

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La actuación norcoreana en el Mundial fue tan sorprendente, que los rumores sobre cómo había sido posible su gesta se multiplicaron desde el primer minuto por toda Europa con la intención de intentar explicar lo inexplicable o, al menos, ir cerrando los huecos que dejaba una historia increíble.

Desde Italia, en un intento de abochornar aún más a los jugadores de la azzurra, se dijo que los mejores profesionales europeos habían caído eliminados con el gol de un dentista y se inventaron profesiones inverosímiles para unos jugadores a los que tildaron de amateurs. En parte era cierto, porque todos eran militares, algunos futbolistas y prácticamente ninguno profesional (entendiendo el profesionalismo a la europea), pero, desde luego, el goleador Pak Doo Ik no había hecho un empaste en su vida.

Lo cuenta él mismo en un documental realizado por Daniel Gordon en 2002, “The Game of Their Lives”, donde se reunieron algunos de los héroes norcoreanos de 1966: “Después de la guerra de Corea trabajé como obrero en una imprenta. Mientras, empecé a jugar al fútbol. En 1957 fui llamado para el equipo de Pyongyang y me hice profesional. Tenía 20 años. En 1959 me eligieron para la selección”.

Vamos, que de dentista, nada. Futbolista que, por serlo, ya era cabo en el ejército. De hecho, fue ascendido a sargento tras su brillante participación en el torneo. Poco después, se retiró de fútbol (y también del ejército) para ser profesor de Gimnasia, su auténtica vocación. Años después sería nombrado seleccionador y lo cierto es que es una celebridad en el país.

El otro gran rumor cuenta que los italianos se quejaron a la FIFA antes de marcharse del Mundial por la puerta de atrás acusando al seleccionador asiático de cambiar a los once jugadores en el descanso de cada partido aprovechando su parecido físico y la incapacidad de los europeos para reconocerlos. En fin…

Pero el súmmum es la historia que circula sobre que los jugadores fueron castigados severamente al volver al país por el Líder Supremo, llegando incluso a encerrar a algunos de ellos en un gulag. ¿Por qué? Pues porque se pegaron una juerga importante en un pub después de la victoria ante Italia donde no faltaron ni alcohol ni mujeres, algo imperdonable por lo que suponía para la imagen de Corea del Norte en el mundo.

Parece ser que todas estas historias son grandes bulos. Todas ellas.

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En realidad, los jugadores fueron recibidos como héroes a su vuelta al país e incluso hoy son considerados ídolos por sus compatriotas. Tampoco es extraño, porque Corea del Norte en 1966 fue la primera selección asiática que se clasificó para los cuartos de final de una Copa del Mundo, un hito sólo superado, 36 años después, por sus vecinos de Corea del Sur en el Mundial 2002, cuando llegaron a semifinales y acabaron cuartos en un torneo marcado por la polémica.

De hecho, Corea del Norte habría de esperar 44 años para disputar otra fase final de una Copa del Mundo. Lo hizo en Sudáfrica 2010 y no pudo ni acercarse siquiera a la gesta de Inglaterra 1966. Compartir grupo con Brasil, Portugal y Costa de Marfil tampoco ayudó. Y ahí sí es más probable que el Líder Supremo no estuviera especialmente contento con el papel de sus jugadores.

Pero eso es otra historia...

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