"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

miércoles, 16 de marzo de 2022

Just Fontaine sacó su fusil en Suecia 1958

Cada cuatro años, a medida que se acerca el Mundial de fútbol, nos acordamos de un jugador único que prácticamente pasó desapercibido en su día, pero que, a medida que pasaban los torneos, su rendimiento y sus goles acabaron por valorarse en su justa medida.

Y es que este delantero nacido en 1933 en Marrakech (entonces Protectorado francés) anotó 13 tantos en los seis partidos que disputó con Francia en la Copa del Mundo de Suecia en 1958, una cifra que nadie ha alcanzado en ningún torneo posterior. Además, marcó en todos los encuentros que disputó y se consagró como máximo artillero por delante de Helmut Rahm, el delantero de Alemania que le había dado la Copa del Mundo en 1954, y del debutante Pelé, que a sus 17 años había maravillado al mundo y había sido uno de los culpables de que Brasil se alzar con su primer título mundialista. Pues bien, Rahm y Pelé, que hicieron un torneo superlativo, anotaron 6 tantos cada uno. Sumando los goles de ambos no hubieran alcanzado los 13 de Fontaine.

Pero, ¿quién era ese jugador que se presentó en Suecia para destrozar las redes de todos sus rivales? ¿Cómo es que casi nadie reparó en él antes del torneo? 

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Just Fontaine, que había empezado a jugar a fútbol en Marrakech a los 15 años y se había hinchado a meter goles, fichó por el OGC Niza en 1953 y, a los 20 años, empezó a despuntar como uno de los goleadores más importantes de Francia. Tanto es así, que el Stade Reims, que había ganado la liga en la temporada 1954-55 y había llegado a la primera final de la Copa de Europa ante el Real Madrid en 1956, decidió ficharlo (junto a otros delanteros franceses que empezaban a despuntar) para cubrir la marcha de su estrella Raymond Kopa al conjunto merengue.

Fontaine metió 30 tantos en su primera temporada y 34 en la segunda para ayudar al Stade de Reims a proclamarse campeón de Liga y de la Copa de Francia, convirtiéndose a la vez en el máximo artillero de las dos competiciones.

Pero si Just Fontaine fue seleccionado para disputar el Mundial de Suecia fue a causa de la lesión de un compañero suyo del Stade de Reims, René Bliard, que se rompió un tobillo poco antes del inicio de la Copa del Mundo. ¿Y cómo es que Fontaine estaba por detrás de su compañero de equipo en los planes del seleccionador Albert Batteux? La respuesta no es sencilla.

Just se había lesionado el menisco en diciembre de 1957 y había tenido que operarse. No volvería a pisar el césped hasta febrero de 1958, con el mundial a la vuelta de la esquina. Además, el ataque francés estaba claramente formado y engrasado con la presencia estelar de Raymond Kopa, el pequeño Napoleón. A Kopa lo secundaban Jean Vicent en el extremo izquierdo, Roger Piantoni partiendo de la media punta izquierda, el joven Maryan Winieski en el extremo derecho y Bliard en el centro del ataque. Excepto Kopa, que jugaba en el Real Madrid desde 1956, el resto de los componentes de la delantera francesa jugaban juntos en el Stade Reims. Curioso. Porque el seleccionador francés, Albert Batteux, era también el entrenador del Stade Reims y la decisión que tomó fue simple: había que quitar a uno de sus cinco delanteros del club para incorporar a Kopa, que era la estrella del equipo, y sentó a Fontaine. Pero cuando se lesionó Bliard, lo sustituyó por el mismo Just Fontaine, sin cambiar el dibujo y sin dejar de juntar a 5 delanteros que se conocían a la perfección y jugaban prácticamente de memoria.

El caso es que dicen las malas lenguas que Fontaine se presentó al final en Suecia con unas botas que ya tenían demasiado camino recorrido y cuando el seleccionador le comunicó que sería titular en el partido del debut ante Paraguay, el delantero le pidió prestadas las botas a su compañero Stéphane Brue, que no iba a jugar. Ya no se las quitaría en todo el torneo y con ellas anotaría los 13 famosos tantos.

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Los tres primeros goles se los llevó Paraguay, que debutaba en un Mundial y que, pese a lo rotundo del marcador final (7-3), vendió muy cara su derrota. Amarilla adelantó a los guaraníes en el minuto 20 de partido, pero Fontaine le dio la vuelta al marcador en apenas 10 minutos con dos tantos recogiendo dos preciosos pases a la espalda de la defensa y definiendo como nadie ante el portero. Pero Amarilla volvió a empatar en encuentro al transformar un penalti al filo del descanso y, tras el paso por los vestuarios, los paraguayos se adelantaron de nuevo con un tanto de Jorge Romero. Por suerte para los franceses, Piantoni igualó a tres tan sólo 2 minutos después y se desató la tormenta goleadora de “los Blues”. Wisnieski, Fontaine, Kopa y Vicent anotaron cuatro tantos en 22 minutos para noquear a la brava selección sudamericana.

El segundo encuentro enfrentaba a los franceses con su bestia negra, Yugoslavia, que les había apeado en la fase clasificatoria del Mundial de 1950 y que les había dejado fuera de los cuartos de final del Mundial de 1954 tras ganarles en la fase de grupos.

Fontaine adelantó a los franceses a los cuatro minutos con un remate de zurda dentro del área pequeña, pero los yugoslavos empataron a los 16 minutos y se pusieron por delante mediada la segunda parte. Merecieron algún tanto más los eslavos, pero no definieron y, a falta de 5 minutos, Fontaine recogió una pelota al borde del área grande y empató el encuentro con una vaselina ante la salida del meta yugoslavo. Era su segundo tanto del día y el quinto en los dos partidos que se llevaban de torneo. Pero cuando todo parecía condenado al empate, Toza Veselinovic hizo el 3 a 2 que obligaba a los galos a jugarse el todo por el todo ante Escocia en la última jornada.

Los escoceses habían empatado en la primera jornada contra Yugoslavia y habían caído por 3 a 2 ante Paraguay, por lo que una victoria aún les daría opciones de pasar a cuartos de final. Pero los franceses no lo iban a permitir y en la primera parte resolvieron el duelo con un gol de Kopa y el sexto de Fontaine en el torneo. El delantero porfió con su marcador para ellevarse la pelota y batir al meta de disparo cruzado. Escocia recortó distancias en la segunda parte, pero el marcador se mantendría ya inamovible en el 2 a 1.

Francia se clasificaba para cuartos de final donde se mediría a la sorprendente Irlanda del Norte, que se había clasificado como segunda en un grupo complicadísimo con rivales tan fuertes como Alemania, Checoslovaquia y Argentina. Los norirlandeses, en su primera participación en un Mundial, hubieron de jugar un partido de desempate ante Checoslovaquia para dilucidar quién acompañaría a los campeones del mundo, Alemania, a los cuartos de final. Ganaron los norirlandeses por 2 a 1, aunque ese choque redujo sus posibilidades ante los franceses, ya que tuvieron 3 días menos de descanso y un viaje eterno hasta Norrköping, donde los galos hacía cinco días que esperaban. Los cuartos de final no tuvieron historia. Los franceses apabullaron a sus rivales y ganaron por 4 tantos a cero, el segundo y el tercero de Just Fontaine.

Pero las semifinales serían otra historia. Allí esperaba una Brasil que había despertado la admiración de todos durante el torneo. Los diarios europeos hablaban de la magia del extremo derecho, Garrincha, del todo incontrolable, del juego maravilloso de Didí y de la calidad del sorprendente Pelé. Eso sí, todos le daban una posibilidad a Francia, ya que consideraban que esas mismas individualidades brasileñas podían ser su condena por su incapacidad para jugar en equipo tal como hacían las selecciones europeas.

El partido empezó eléctrico, con un gol de Vavá a los 2 minutos que contrarrestó el máximo artillero del torneo, Just Fontaine, con otra diana 7 minutos más tarde. Recogió una pelota dentro del área, recortó al portero y anotó el primer tanto que recibía la canarinha en todo el torneo. Brasil acusó el golpe, pero sólo estuvo grogui unos cuantos minutos. Poco a poco, los artistas brasileños desarbolaron a los europeos y Didí volvió a poner a los sudamericanos por delante a los 39 minutos.

Tras el paso por vestuarios, Pelé elevó el jogo bonito a la categoría de arte y dio una auténtica exhibición con tres tantos preciosos. Vicent anotó casi al final para maquillar el resultado: 5 a 2 y los brasileños disputarían su segunda final de una Copa del Mundo tras el Maracanazo del 50 y se enfrentarían a Suecia, la anfitriona. Repetirían el 5 a 2 ante Francia para levantar la Copa.

Mientras, los galos afrontaron el partido del tercer y cuarto puesto ante Alemania como una oportunidad extraordinaria de cerrar bien un torneo donde habían sido protagonistas por primera vez en su historia y la verdad es que germanos y franceses ofrecieron un espectáculo magnífico en un partido que siempre ha resultado del todo intrascendente. El caso es que los franceses derrotaron por 6 a 3 a los campeones del mundo del 54 y Fontaine anotó otros 4 tantos para acabar el Mundial con 13 dianas, cifra jamás superada en un solo torneo.

Al goleador francés le regalaron un fusil, que era el obsequio que tenía reservado un periódico sueco para el máximo goleador de la cita mundialista. Y se volvió a Francia con el arma y con la sensación de haber perdido una oportunidad histórica de ser campeón del mundo. Porque ni a Fontaine, ni a ninguno de sus compañeros, les importó demasiado eso de ser los máximos goleadores. Ellos sólo querían alzar la Copa del Mundo y no fue posible.

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Después del Mundial, Fontaine siguió goleando en el Stade Reims y en la selección. En la temporada 1958-59 el equipo no rindió en la liga como se esperaba, pero alcanzaron la final de la Copa de Europa y se la disputaron al Real Madrid, quien hubo de sufrir mucho para ganar por dos goles a cero al equipo de Fontaine.

Al año siguiente, el Stade Reims volvió a ganar de nuevo la Liga con 28 goles de Fontaine, pero el 20 de marzo de 1960 sufrió una durísima entrada en un partido ante el Sochoux y el resultado fue doble fractura de tibia y peroné. Lo operaron, inició el proceso de recuperación y reapareció el 1 de enero de 1961 en un partido ante el Limoges… y se volvió a romper por el mismo sitio. Aún intentaría recuperarse de nuevo y jugó con Francia un partido de clasificación para el Mundial de Chile 62, pero ya no era el mismo, la pierna no le respondía y decidió retirarse oficialmente el 5 de julio de 1962. Tenía sólo 29 años. Y se marchó con su fusil de la Copa de Mundo a cuestas y el zurrón cargado de goles: 30 en 21 partidos con la selección francesa y 145 en 152 partidos con el Stade Reims.

Just Fontaine no volvió a disputar ningún Mundial más, pero dejó una huella imborrable en el de Suecia 58 que solo empezó a reconocerse a medida que pasaban las Copas del Mundo y nadie era capaz de superar su magnífico registro de 13 goles en un mismo torneo. Y marcó en todos los partidos. Y no lanzó ningún penalti. Y cada cuatro años nos volvemos a acordar de su nombre.

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