"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

martes, 5 de abril de 2022

Uruguay 1930 (3). Semifinales con aroma criollo

Argentina acaba con el sueño americano en Uruguay 1930
La semifinal que iba a enfrentar a Estados Unidos y Argentina en el mundial de Uruguay de 1930 se calentó muy pronto. Todo empezó con las declaraciones del capitán de Chile, Guillermo Subiabre, que, después de perder por 3 a 1 ante la albiceleste, declaró que los norteamericanos ganarían a los porteños por su condición física y por la falta de defensa de los argentinos. Sus palabras pronto las secundaron algunos medios de comunicación y la guerra entre dos escuelas y dos estilos futbolísticos distintos estaba servida.

De hecho, La Prensa, un diario liberal conservador de Argentina, después de la clara victoria de Estados Unidos ante Paraguay (3 a 0) definía a los norteamericanos como un equipo de atletas que se dedicaban a jugar al futbol y se preguntaba su serían así los jugadores de fútbol del futuro (¿A qué este debate suena mucho? Pues ya se debatía en julio de 1930).

Parece ser que tantas muestras de admiración acabaron calando en un combinado estadounidense que llegó a creerse que podía vencer con facilidad a los subcampeones olímpicos y el propio W. Cummings, asistente del seleccionador, que cuando llegó a Uruguay había manifestado que venían al torneo a aprender de sus hermanos sudamericanos, proclamó después del sorteo de semifinales que ganarían a los argentinos.

El caso es que, entre unos y otros, consiguieron picar a las dos selecciones del Río de la Plata. Los diarios uruguayos, pese a la demostrada animadversión hacia los argentinos, hablaban de lucha de estilos, el preciosista contra el físico, el de las genialidades y la versatilidad contra la rigidez táctica y apostaban por la albiceleste que, a fin de cuentas, jugaban como ellos. Mientras, los diarios argentinos titularon la previa de la semifinal con un categórico: “¡Vamos a ver quién gana!”. Al final, el partido generó tanta expectación que el ejército uruguayo se desplegó por el estadio Centenario en previsión de problemas de seguridad.

Al final hubo más publicidad que partido, ya que sobre el terreno de juego los argentinos se comieron a los norteamericanos, aunque no fue tan sumamente fácil como indica el 6 a 1 final.

Los 72.000 espectadores que se congregaron en el Centenario tardaron 20 minutos en ver el primer gol argentino, convertido por el medio defensivo Luis Monti, que fue el que se encargó de desactivar los intentos de ofensiva norteamericana durante todo el encuentro. En la segunda parte, los yanquis pagaron el esfuerzo de correr y correr detrás de la pelota y los argentinos fueron marcando un gol tras otro hasta completar la media docena (dos de Stábile, otro dos de Peucelle y otro de Scopelli). Jim Brown anotaría el del honor en el minuto 89.

Argentina, tal como pasó dos años antes en la Olimpíadas de Ámsterdam, se enfrentaría con Uruguay en la gran final, con ganas de revancha y con ansia por convertirse en la primera selección campeona del mundo de fútbol. Los norteamericanos, en cambio, se marcharon orgullosos para casa y ya podían estarlo porque, aunque ellos no lo sabían entonces, acababan de conseguir la mejor clasificación de una selección de Estados Unidos en toda la historia de los Mundiales.

Uruguay se cita con Argentina para dirimir el primer campeón del Mundo
80.000 espectadores poblaron las gradas del estadio Centenario el 27 de julio de 1930. Estaba en juego la clasificación de Uruguay para la final del primer Mundial de fútbol. Una final donde ya esperaba el eterno enemigo, Argentina, que había apalizado a los Estados Unidos en ese mismo escenario el día anterior. Ante los uruguayos se plantó la competitiva selección de Yugoslavia, que representaba a la perfección el estilo de juego de la Europa central, un equipo sin nada que perder y con ganas de dar la sorpresa.

De hecho, el partido empezó muy mal para los anfitriones, ya que a los 4 minutos, el yugoslavo Vujadonovic aprovechó un rebote para adelantar a su equipo. Y en plena crisis de juego charrúa, los yugoslavos volvieron a marcar cinco minutos más tarde, pero el árbitro brasileño Almeida Rego anuló el tanto y los balcánicos se descentraron. Empezaron a protestar enérgicamente y se fueron poco a poco del partido mientras Uruguay respiraba e iba encerrando poco a poco a los yugoslavos en su área con su juego vertiginoso, rápido y combinativo.

A los 18 minutos, el mítico Pedro Cea, el Vasco, empataba la semifinal (le llamaban el “empatador olímpico” porque suyos fueron los tantos que empataron partidos complicados en los dos juegos olímpicos que después Uruguay acabó remontando para ganar) y un suspiro de alivio recorría las gradas del Centenario que se transformaría en un estallido de alegría dos minutos más tarde cuando Anselmo marcaba el 2 a 1 y ponía por delante a los anfitriones. El mismo Anselmo volvería a marcar 11 minutos más tarde para allanar del todo el camino de los charrúas hacia la gran final.

La segunda parte fue un mero trámite. Los yugoslavos se quejaban amargamente en cada jugada y los uruguayos cada vez creaban más peligro. Iriarte hizo el cuarto y el Vasco Cea anotó dos goles más para cerrar la cuenta con el 6 a 1 final.

Demasiado castigo para una Yugoslavia valiente que no superó nunca el que siempre ha considerado un arbitraje indecente. De hecho, los yugoslavos se negaron a jugar el partido por el tercer y cuarto puesto ante Estados Unidos y cerraron con la semifinal su participación en el primer mundial de la historia. A los uruguayos, en cambio, aún les quedaba por disputar La Batalla del Río de la Plata.

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