"El fútbol es la única religión que no tiene ateos", Eduardo Galeano

lunes, 4 de julio de 2022

Josef Bican, la leyenda olvidada del máximo goleador de la historia

En el zoo de Praga, una instalación que ocupa 45 hectáreas al norte de la capital bohemia, un señor alimenta con mimo a algunos animales. Estamos a mitad de la década de los 70. El empleado está dando de comer a los caballos de Przewalsk, una especie en peligro de extinción que encuentra en Praga una posibilidad de recuperación. Un visitante se acerca de la mano de su hijo. Siempre les han encantado los caballos y verlos de cerca les apasiona.

Cuando llegan a la altura del trabajador, el hombre suelta la mano de su hijo y lo mira descaradamente, le suenan de algo sus facciones, quizá le recuerden a alguien que conoce o conoció. No lo sabe con seguridad. De repente, otro empleado del zoo se acerca y lo saluda por su cariñoso apodo. ¡¿Cómo va eso, Pepi?!, le dice. Al visitante se le quitan todas las dudas de golpe, a la vez que se le abra mucho la boca en un gesto que no puede acabar de controlar. Su hijo lo mira sorprendido. ¿Quién es ese señor, papá?, le pregunta. El padre no responde enseguida. Está asimilando que tiene ante sí a Josef Bican, Pepi, para muchos el máximo goleador de la historia del fútbol y un auténtico mito en tierras danubianas, especialmente en Chequia, Eslovaquia y Austria.

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Josef Bican nació el 25 de septiembre de 1913 en Viena, ciudad a la que se había mudado su familia procedente de Praga tan sólo unos pocos años antes. Entonces la ciudad era la capital de un Imperio Austro Húngaro que estaba a punto de caer como un castillo de naipes. Lo haría en 1918, con el fin de la Gran Guerra, dejando en su lugar los nuevos estados de Austria, Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia.

En las calles del humilde barrio de Quellenstrasse, el pequeño Pepi, que así le llamaban cariñosamente sus conocidos, le daba patadas a una pelota de trapo. Casi siempre descalzo, para no desgastar las zapatillas y porque la familia no podía permitirse comprar unas botas. La pasión por la pelota la heredó de su padre, Frantisek Bican, quien jugó en el Hertha de Viena antes de la guerra, sobrevivió al conflicto y siguió jugando al fútbol, con la mala fortuna de sufrir un mal golpe en un encuentro que le destrozó el riñón y acabó provocándole la muerte en 1921, cuando Josef sólo tenía 8 años. Pero ni siquiera esta terrible experiencia alejó a Pepi del fútbol. Si acaso, lo acercó todavía más.

Dicen y escriben quienes lo vieron que el chico era un futbolista excelente, un jugador muy completo, muy fuerte y muy rápido. Rapidísmo. Se dice que corría los 100 metros en 10,8 segundos, tan sólo 3 décimas por encima del récord del mundo del hectómetro en aquella época. También destacan su excelente manejo del balón, delicado, suave, preciso, y una facilidad increíble para leer el juego en toda su dimensión. También tenía un buen remate de cabeza y era ambidiestro, hasta el punto de lanzar los penaltis con cualquiera de las dos piernas.

Esta joya empezó jugando, a los 12 años, en la cantera del Hertha de Viena, el equipo de su padre, y compaginaba estos partidos con otros en los que jugaba con equipos de las empresas Farbenlutz y Schustek en las que empezaba a trabajar. Hasta que el Rapid de Viena lo fichó con apenas 16 años. Del juvenil al amateur y de ahí al equipo profesional en unos cuantos meses.

La ascensión de Bican fue meteórica. Tanto, que debutó en partido oficial con el Rapid de Viena en 1931, en un partido que les enfrentaba al Austria de Viena, el equipo del mago Sindelar. La prensa de la época vendió el partido como el del choque generacional, el maestro Sindelar contra el alumno Bican. Ganó el equipo de Sindelar por 5 goles a 3. Todos los tantos del Rapid los marcó Bican. Esa primera temporada en el primer equipo del Rapid de Viena anotó 8 tantos en 10 partidos de liga y otros 5 en 4 partidos de Copa. El equipo verdiblanco había encontrado el complemento perfecto a su otra gran estrella, el delantero Franz Binder, Bimbo, que jugó toda su carrera en el Rapid y se convirtió en el máximo goleador de su historia.

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Pepi siguió marcando goles para el Rapid de Viena y jugando fabulosamente bien al fútbol, por lo que Hugo Meisl lo hizo debutar con el Wunderteam en 1933. Fue el 29 de noviembre, en Hampden Park, en la primera visita al estadio escocés de una selección no británica. El choque acabó con empate a dos y Bican no marcó, pero sí lo hizo diez días más tarde en Ámsterdam ante Holanda, cuando se estrenó como goleador con Austria. Evidentemente, Meisl se lo llevó al Mundial de Italia en 1934, donde los austríacos eran uno de los máximos favoritos para conquistar la segunda Copa del Mundo de la historia.

En Italia, el Wunderteam no pudo alzar la Copa del Mundo, aunque conseguiría la mejor clasificación de su historia. Se emparejó con Francia en la primera eliminatoria. Los galos se adelantaron en el marcador, pero un gol del indetectable Sindelar llevó el partido a la prórroga. Ahí, Shall primero y Bican después dejaron en intrascendente el gol de penalti de Verriest cuando el tiempo extra languidecía. Austria se clasificó para los cuartos de final y Bican anotaba su primer y único tanto en una Copa del Mundo.

En cuartos de final el partido ante Hungría fue duro, tenso y difícil, pero volvió a caer del lado austríaco (2-1) y el Wunderteam se citaba contra Italia en las semifinales del torneo. Pero contra el equipo de Pozzo los austríacos no pudieron vencer. Demasiados obstáculos que superar: un equipo físico y muy bien ordenado tácticamente, un público hostil, Mussolini moviendo los hilos para beneficiar a su selección y un arbitraje parcial fueron demasiada montaña para escalar. Vencieron los transalpinos con el solitario gol de Guaita a un exhausto Wunderteam. Italia jugaría y ganaría la final del Mundial ante Checoslovaquia (2-1), mientras que Austria caería en el partido por el tercer y cuarto puesto ante sus vecinos alemanes (3-2).

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A la vuelta de la Copa del Mundo, Bican conseguiría por fin el título de liga con el Rapid de Viena en la temporada 1934-35 pero, curiosamente, ése sería el cierre triunfal a su paso por el equipo verdiblanco. Por desavenencias con la directiva, Pepi se marchó al mayor rival del momento, el Admira Viena, con el que ganó dos ligas consecutivas (1935-36 y 1936-37) y conformó un equipo realmente temible.

Pero en ese instante, la vida de Josef Bican iba a dar un vuelco cuando decidió trasladarse a Sedlice (Checoslovaquia), el pueblo natal de sus abuelos. Familiar como era desde siempre, y más con la temprana muerte de su padre, no dudó un instante en mudarse a la tierra de sus ancestros para poder cuidar de su abuela. Nada más llegar, fichó por el Slavia de Praga, equipo con el que haría historia.

Atrás quedaban 71 goles en 63 encuentros con el Rapid de Viena y otros 24 en 31 partidos con el Admira. A esos habría que sumar los 14 tantos que marcó con la selección austríaca 19 partidos (entre oficiales y amistosos). Y ahí se quedaría su marca, porque Josef Bizan se nacionalizó checoslovaco y se enfundó la camiseta de su nueva selección, y más viendo que Alemania estaba a un solo paso de anexionar Austria y reclamaba que los mejores austriacos jugaran el Mundial de 1938 con la Mannschaft. Porque Bican, de origen bohemio, tenía muy claro que no jugaría nunca para la Alemania nazi. Odiaba los totalitarismos y, si podía, los combatía, aunque fuera a través del fútbol.

Lo que aún no sabía es que tampoco jugaría un Mundial con Checoslovaquia, ya que un error burocrático no le permitió nacionalizarse a tiempo para la disputa del torneo en tierras francesas, aunque él ya había debutado en un puñado de partidos con la selección y ya había hecho unos cuantos goles.

Checoslovaquia, finalmente, asistió al Mundial de Francia a defender el segundo puesto obtenido cuatro años antes, pero no pudo pasar de cuartos de final. El partido ante Holanda acabó sin goles, pero en la prórroga los checoslovacos hicieron tres para pasar a cuartos, donde esperaba la Brasil de Leónidas, Tim y Brandao. El choque fue duro, e incluso violento a ratos, y acabó con empate a uno. En el partido de desempate los brasileños impusieron su calidad para vencer por 2 a 1. Checoslovaquia, sin Bican, volvía a casa, mientras que los brasileños pagarían con creces la osadía de no alinear a Leónidas ante Italia en semifinales (2-1) y acabaron terceros tras derrotar a Suecia (4-2) en la final de consolación.

Al poco de acabar el Mundial, Hitler invadió los Sudetes y dividió Checoslovaquia en dos partes: el protectorado de Bohemia y Moravia por un lado y la República de Eslovaquia por el otro. En ese lapso de tiempo, el bueno de Bican estrenó la camiseta de otra nueva selección, la tercera para él, la de Bohemia y Moravia, con la que disputó 6 encuentros y anotó 9 tantos. De esos partidos, el más recordado por Pepi fue el que disputó en noviembre de 1939 ante la Alemania nazi, porque acabó en empate a cuatro con tres tantos suyos.

A la conclusión de la guerra, Pepi volvería de nuevo a vestir la camiseta de la selección checoslovaca, con la que acabó disputando un total de 16 partidos y anotó 18 goles, aunque, por desgracia, sin la posibilidad de disputar ningún torneo internacional en una época de dura postguerra. Cuando volvió la Copa del Mundo a Brasil en 1950, Bican ya tenía 37 años y se acababa de despedir de una selección que, además, decidió no disputar el torneo.

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El caso es que en el Slavia de Praga encajó como un guante desde su llegada para la temporada 1937-38 y firmó unos registros goleadores prácticamente irrepetibles desde el primer día que se enfundó la casaca rojiblanca. En sus dos primeras campañas anotó 61 goles y se convirtió en el máximo goleador del torneo, título que conseguiría tres veces consecutivas más, aunque el equipo no pudo levantar el título de liga. Eso vendría más tarde, a partir de 1940, cuando el conjunto sesivaní, como se le conoce al Slavia, iba a dominar con puño de hierro el campeonato sustentado en los goles de Pepi. Cuatro ligas seguidas desde 1940 a 1943 y otra más en 1947 convirtieron al equipo de la burguesía de Praga en una auténtica leyenda.

Para entonces, el nuevo régimen comunista que se estableció en Checoslovaquia ya tenía a Bican y a su equipo entre ceja y ceja. Al equipo porque siempre había representado a la burguesía de Praga en claro contraste con el Sparta, que era el club de los obreros. Al jugador porque nunca ocultó que era absolutamente contrario a los totalitarismos y que no quería saber nada ni del fascismo ni del comunismo. Además, Pepi había renunciado a fichar por la Juventus de Turín creyendo que Italia acabaría adoptando el régimen comunista después de la guerra. Se equivocó. El comunismo estaba justo en la puerta de su casa. Así que, cuando llegó el nuevo régimen, el futbolista decidió no afiliarse al partido. Y el partido decidió que un ídolo de masas que no comulgaba con sus ideas no era un buen ejemplo para el pueblo. Y se lo hizo pagar.

En 1948, el ejército había fundado un nuevo club de fútbol, el ATK Praga, más tarde Dukla Praga, que estaba condenado a ganar todos los torneos en los que participara sí o sí. Ese año, por si acaso, Bican salió del Slavia por la puerta de atrás y fichó por el Zelezarny Viktovice, el equipo de la industria del acero de Ostrava, entonces en Segunda División.

Y, por increíble que parezca, Pepi volvió a triunfar. Anotó 40 goles en 21 partidos y el equipo ascendió a Primera. El equipo era recibido en todos los estadios al grito de “Bican, Bican”, mientras las autoridades se mesaban las barbas, los bigotes y los cabellos. Todo en uno. La campaña siguiente, Pepi volvió a ser el máximo goleador de la primera división jugando en el recién ascendido Zelezarny Viktovice que, evidentemente, conservó la categoría, aunque Bican volvió a Segunda División para jugar con el Skoda Hradec Kralowe.

El motivo era simple. Demasiado ruido. Los dirigentes lo querían lejos de Praga (la propaganda lo tildaba directamente de “burgués austríaco” en tono despectivo) y el secretario del Hradec Kralowe trabajaba de contable en la planta de Skoda, así que le ofreció trabajo a Bican en la fábrica, donde se ocupó también de la educación de los aprendices. Y compaginó las dos cosas con ser entrenador y jugador del Hradec Kralowe. De repente, el equipo, como antes hiciera el Zelezarny Viktovice, llenaba todos los campos donde jugaba porque todo el mundo quería ver y ovacionar al gran Bican que, una vez más, no decepcionó: metió 60 goles en 34 partidos.

A la conclusión de esa temporada volvería al Slavia para cerrar el ciclo y colgar las botas en el equipo de su vida. Entonces, ya en 1953, al equipo le habían cambiado el nombre. Ahora era el Dynamo de Praga. Y ahí que llegó Pepi para ser entrenador-jugador. Al régimen ya no le importaba demasiado lo que hiciera el Slavia porque ya no era rival para el Dukla Praga, que ganó ese mismo año la primera de sus 8 ligas entre 1953 y 1966.

Josef Bican aguantó tres campañas más como entrenador-jugador antes de retirarse a los 42 años con un registro estratosférico: 11 temporadas en el Slavia en las que marcó 534 goles en 271 partidos y ganó 5 ligas, 3 copas y una Copa Mitropa (el germen de la Copa de Europa en los países del Este, el equivalente a la Copa Latina en el Sur del Continente). Pepi había ganado la última liga con el Slavia en la temporada 1946-47 y el club no volvería a ganar ni una sola liga más en todo el periodo comunista de Checoslovaquia. Volvió a levantar el título cuando el país se había dividido de nuevo en la República Checa y Eslovaquia. Fue en la temporada 1995-96. Habían pasado 49 años del último título.

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Al final, Josef Bican se pasó 19 años dándole patadas a un balón. Casi siempre, para meterlo en el fondo de las mallas. La Rec.Sport.Soccer Statistics Foundation (RSSSF) le atribuye un total de 805 goles en 530 partidos que le convierten en el segundo máximo goleador de la historia del fútbol. El primero, a partir de marzo de 2022, es Cristiano Ronaldo, a quien le suman 815 goles, aunque en 1121 partidos (¡¡más del doble que Pepi!!). El tercero sería Messi, con 769 en 974 partidos, y el cuarto Pelé, 769 goles en 815 partidos (48 tantos menos que Bican y 285 partidos más). Además, hemos de tener en cuenta que esta lista sólo contabiliza los goles marcados en partidos oficiales y no en los amistosos, que antes eran muchos más que ahora. Si así fuera, Pepi sumaría 1.468 goles en 918 partidos. Una cifra prácticamente inalcanzable.

La Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS) maneja otros registros, porque solo cuenta los goles marcados en partidos de la máxima categoría, o sea, de la primera división de cada uno de los países. Así, la suma de Pepi asciende a 518 goles. Sea como sea, su promedio de goles por partido está en cualquiera de los casos en torno al 1’5, lo que supone el mejor de toda la historia del fútbol (el de Cristiano Ronaldo se queda en 0’73, el de Messi en 0’79 y el de Pelé en 0’97). Eran otros tiempos, otro fútbol y otros jugadores, pero los números son los que son. Y son números de una auténtica leyenda, quizá desconocida, pero leyenda.

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Tras la retirada definitiva, compaginó el entrenamiento de diversos equipos con otros oficios tan distintos como conductor de autobuses o empleado del zoológico de Praga. Como desafecto al régimen no tenía derecho a un trabajo administrativo y se tuvo que buscar la vida. Como todos. Porque Bican fue uno de los goleadores más importantes de la historia, sí, pero también un tipo honesto, honrado y trabajador que se ganó en el campo y fuera de él el respeto y la admiración de la gente.

Mientras duró el régimen comunista en Checoslovaquia, el reconocimiento a los méritos de Bican no fue posible. Era un personaje defenestrado por el régimen y sólo se recordaba de puertas para adentro, en un rincón oculto de la memoria de quienes lo vieron jugar, lo aclamaron y lo disfrutaron, pero con la caída del Telón de Acero todo cambió. Y cambió tanto que el 8 de abril de 1998 la astrónoma checa Lenka Kotková, gran descubridora de asteroides, bautizó la roca galáctica 10634, descubierta en el Observatorio de Ondřejov, con el nombre de Josef Bican, que se convirtió, literalmente, en el primer galáctico. Bastante antes de que Florentino Pérez los hiciera famosos fichándolos para el Real Madrid.

A Josef Bican le dio tiempo a contemplar estas muestras de cariño, pero poco, porque murió en diciembre de 2001, a los 88 años, de un ataque cardíaco.

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En la primera década del siglo XXI, un señor recorre con aire sosegado el cementerio Vyšehrad de Praga de la mano de su hijo. Allí reposan los restos de personajes célebres de Praga como el premio Nobel de Química Jaroslav Heyrovský, el escritor Jan Neruda o el pintor Alfons Mucha. El niño lleva en su mano un ramo de flores. Los dos, padre e hijo, se paran finalmente ante una tumba. Honran la memoria del que allí descansa en un respetuoso silencio. El rito concluye con el niño depositando las flores en su tumba. Para Son rojas y blancas. De los colores del Slavia de Praga. Y el mausoleo es el de Josef Bican, Pepi, el gran goleador de la escuela danubiana. Porque uno no se acaba de ir del todo si tiene quien le recuerde.

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