En la historia de la Copa del Mundo siempre ha habido partidos que se han convertido en auténticas batallas campales en las que los protagonistas han actuado más como gladiadores, luchadores profesionales, mamporreros a sueldo o auténticos cuatreros que como futbolistas.
Sobre todo en las primeras épocas, cuando no había tantas cámaras de televisión (o directamente ninguna) cubriendo al detalle todo lo que sucede en el rectángulo de juego, cuando no había tarjetas para controlar el ímpetu de los jugadores, cuando no había cambios y salía a cuenta lesionar a algún buen jugador del equipo rival o cuando el ambiente amedrentaba (también al árbitro) tanto o más que la propia calidad de los jugadores rivales.
Algunas de estas batallas han quedado registradas en la memoria colectiva y han pasado a la historia con nombre y apellidos. Siempre "Batalla" y detrás el nombre del sitio donde se produjo. Fácil, limpio, sencillo y netamente comprensible.
O la Batalla de Santiago en la primera fase del Mundial de 1962 entre Chile e Italia.
O la Batalla de Belgrado en el partido decisivo de la fase de clasificación para el Mundial de 1978 entre Yugoslavia y España.
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Los carabineros sacan a Ferrini del campo en la Batalla de Santiago de 1962. |
Ya en el siglo XXI y con el fútbol convertido en un espectáculo de masas controlado al detalle por infinidad de cámaras de televisión y analizado gesto a gesto en cada rincón del planeta parecía que el tiempo de estas batallas callejeras barriobajeras y pendencieras había pasado. Pero nada más lejos de la realidad. La esencia, testaruda, siempre permanece.
Que se lo digan a los que presenciaron (en directo o en sus casas) la Batalla de Núremberg. En el Mundial de Alemania. Antes de ayer, como quien dice.
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25 de junio de 2006. Frankstadion de Núremberg. El árbitro ruso Valentín Ivanov coge la pelota y sale el primero por el túnel de vestuarios, escoltado por sus leales asistentes Nikolay Golublev y Evgeni Volnin y precediendo a los futbolistas de Países Bajos y Portugal, que, a priori, protagonizan uno de los choques estrella de los octavos de final del Mundial de Alemania 2006.
Ambas selecciones se encuentran quizá demasiado pronto, pero así es la Copa del Mundo. Portugal se impuso con cierta solvencia en un grupo trampa en el que competían también Angola, Irán y México. Los de Luis Felipe Scolari vencen con sufrimiento en su debut ante Angola (1-0) y resuelven en la segunda mitad el partido ante Irán (2-0) para jugarse la primera plaza del grupo ante México en la última jornada. Y los portugueses, que ven en el horizonte a Argentina o a Países Bajos, vencen por 2 a 1 para pedirse a los neerlandeses en octavos.
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El once portugués que debutó ante Angola en el Mundial 2006. |
Los neerlandeses también han cumplido, aunque sin estridencias. Ni para bien ni para mal. Aunque el grupo de Países Bajos era, a priori, bastante más complicado. La Oranje venció a Serbia en el debut con gol de Robben y eliminó definitivamente a la Costa de Marfil de Didier Drogba derrotándola en el segundo encuentro (2-1).
En el partido que decidía el campeón del grupo los holandeses empataron sin goles ante una Argentina que también venía de vencer a los africanos (2-1) y machacar sin piedad a los serbios (6-0). El cero a cero final dio el primer puesto a Argentina, que se enfrentaría a México en octavos de final. La Naranja Mecánica, a Núremberg a verse las caras con la Seleçao das Quinas.
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El once neerlandés que se midió a Argentina. |
Portugal tiene una selección temible. Es la actual subcampeona de Europa (batacazo mediante ante Grecia en la final de Lisboa de 2004) y destacan por encima de todos Luis Figo y un jovencísimo Cristiano Ronaldo. Pero también están Deco, Maniche, Pauleta o Costinha. Un equipazo de mediocampo en adelante que Scolari, campeón del Mundo con Brasil en 2002, pretende equilibrar para no descompensarlo demasiado detrás.
En Holanda se sienta en el banquillo como seleccionador el gran Marco Van Basten. A sus órdenes Robben, Sneijder, Van Persie y Dirk Kuyt ponen la calidad en ataque, con el veterano Phillip Cocu en la sala de máquinas. Y junto a él en el banquillo aún se guarda un poquito más pólvora con la presencia de Van Nistelrooy o Rafael Van de Vaart.
Los espectadores se relamen. Creen estar a punto de presenciar un auténtico espectáculo. No van nada desencaminados. Aunque quizá no será exactamente la clase de espectáculo que esperaban.
Porque a veces nada es lo que parece.
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Y eso que el partido empezó con un ritmo trepidante. Cuando apenas se llevaba un minuto de juego, a Van Bommel le dejó Kuyt una pelota franca en el borde del área que acabó rematando fuera por muy poco. El gran partido acababa de empezar. El otro, también….
Porque el mismo Van Bommel, nada más sacar Ricardo de portería tras su lanzamiento ligeramente desviado, se fue a buscar por detrás a un Cristiano Ronaldo que acababa de tocar su primer balón en el encuentro. El mediocentro neerlandés lo cazó abajo en su tobillo izquierdo, sin ninguna posibilidad de tocar la pelota, y Boulahrouz, por si acaso, le dio un balonazo en la espalda cuando el joven portugués retozaba por los suelos. El árbitro ruso le mostró la primera cartulina amarilla a Van Bommel, que en apenas dos minutos ya había sido capaz de ofrecernos lo mejor y lo peor de su repertorio.
Pero el partido no había hecho más que comenzar…
Cinco minutos más tarde, el balón quedó botando en el centro del campo y hacia allá que se fue Cristiano para controlarlo con la rodilla y bajarlo al césped. No esperaba la contundencia de un desatado Boulahrouz, que salió de su zona defensiva sólo para clavarle los tacos a la altura de la ingle. Por supuesto, el balón no estaba ahí ni por asomo. Boulahrouz vio la tarjeta amarilla y Cristiano recibió asistencia médica. Siguió en el terreno de juego, pero renqueante, hasta que se tuvo que marchar cojeando y cariacontecido pasada la media hora de juego.
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Boulahrouz, justo en el momento de cazar a Cristiano Ronaldo. |
Pero todo llegará, no adelantemos acontecimientos…
Porque, claro, los neerlandeses fijaron el objetivo en Cristiano Ronaldo desde el principio (hay quien dice que era una orden directa del mismísimo Van Basten), pero quizá se olvidaron de que en Portugal también jugaba un tal Carvalho. O un tal Costinha. O un tal Nuno Valente. O el mismo Maniche. Es verdad que Fernando Couto ya se había retirado y que Pepe aún era un proyecto de jugador y no estaba presente, pero a esos otros no les hizo falta mucho más para apuntarse al juego sucio propuesto por los tulipanes.
En el minuto 18, Maniche levantó a Robben trabándolo por detrás al llegar un poco tarde. Cuando el árbitro ruso asomó con la tarjeta amarilla en la mano, Maniche levantó los brazos en alto como un loco protestando no se sabe muy bien qué. Porque matarlo no lo había matado, pero rascarle un poco abajo sí.
Pese a ello, el mismo Maniche fue capaz de hacer aquello para lo que se supone que se habían vestido de corto todos los futbolistas: jugar al fútbol, buscar la portería contraria e intentar hacer un gol más que el rival. Y en la efervescencia de la batalla, el centrocampista luso lo hizo para poner por delante a su equipo.
Corría el minuto 22 cuando Deco, tirado al costado derecho del ataque luso, recibió de Cristiano Ronaldo y le metió un pase raso y preciso a Pauleta en el punto de penalti. El delantero protegió la pelota de espaldas a portería y la dejó rasita para la llegada de Maniche desde atrás, que hizo dos amagos seguidos para sentar a dos defensores neerlandeses y sacar un disparo potente y colocado que Van der Sar ni siquiera pudo ver.
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Van der Sar no pudo hacer nada ante el remate de Maniche. Foto Nicolas Asfouri / AFP Photo. |
Uno a cero para Portugal en medio del fragor de la batalla.
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Porque a partir de ese instante, con Cristiano aún renqueante pero sin decidirse a abandonar el terreno de juego, Portugal decidió que con el uno a cero ya podía repartir leña sin miramientos y con tranquilidad. Ojo por ojo y diente por diente. Sobre todo, si vas ganando.
Y apareció Costinha para deslizarse cuatro o cinco metros sobre el césped y lanzarse a por Cocu con los dos pies por delante. El neerlandés quitó la pelota de en medio con un regate, pero no pudo evitar la tremenda tarascada. Así que Costinha cortó una contra de libro de muy mala manera y se ganó otra justísima amarilla. Corría el minuto 31 y ya iban cuatro. Dos para cada equipo. Todas de un ocre oscuro, anaranjado, tirando a rojizo.
Ése fue el momento que aprovechó Cristiano Ronaldo para salir del campo. Después de pasarse veinticinco minutos cojeando y visitando la banda para echarse mejunjes en el muslo, se echó al suelo definitivamente, se puso las manos en la cara, llegó el masajista, constató lo inevitable y lo acompañó de la mano hasta la línea de banda para que dejara su sitio a su compañero Simao. Países Bajos había conseguido su primer objetivo: eliminar a Cristiano.
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Cristiano Ronaldo abandona el campo lesionado. Foto Odd Andersen / AFP Photo. |
El otro, el de ganar el partido, no estaba aún encauzado con el uno a cero abajo en el marcador y con los portugueses enrabietados al ver salir del terreno de juego a uno de sus mejores jugadores cosido a patadas. Unos portugueses encorajinados y con ganas de seguir con una bronca que, hay que decirlo todo, comenzaron los neerlandeses.
Pero todo les hubiera salido redondo a los tulipanes si el árbitro ruso Valentín Ivanov (o su asistente) hubiera señalado penalti sobre Arjen Robben en la penúltima jugada antes de pasar por los vestuarios. Gio Van Bronckhorst metió un centro desde la izquierda al primer palo y por ahí aparecieron Kuyt y Carvalho para ir los dos abajo a por el balón. Cayeron ambos rodando por el suelo en la disputa, pero Kuyt tocó el balón con la punta de la bota y lo metió hacia atrás, al punto de penalti, donde apareció Robben para intentar controlarlo y quedarse solo ante Ricardo.
No le dio tiempo.
Porque por detrás llegó un tren de mercancías llamado Nuno Valente que levantó la pierna por encima de la cabeza del atacante Oranje y la dejó caer cruelmente para golpearle el pecho con su bota de tacos de aluminio. El delantero giró como una peonza con la mano cosida al pecho hasta caer desplomado en el suelo.
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Patadón de Nuno Valente a Robben. |
¡Falta clara!, dijo el colegiado con la mano levantada. Pero a favor de Portugal.
Y aquí paz y después gloria…
Eso sí, como los neerlandeses son muy aplicados tomaron buena cuenta de cómo se da una buena patada voladora en el pecho de un contrario y pusieron en práctica esa magnífica jugada cuatro años más tarde. Fue en la final del Mundial de Sudáfrica, cuando De Jong le clavó los tacos en el pecho a Xabi Alonso ante la mirada ojiplática de otro árbitro de prestigio llamado Howard Webb.
Si es que las cosas hay que entrenarlas, carajo. Si no, no salen bien.
Pero entonces, cuando todos esperaban que el colegiado decretara el descanso, a Costinha se le fue la cabeza un poquito más. Pensando que si no habían pitado penalti en la jugada anterior podrían hacer ya cualquier cosa, no se le ocurrió mejor idea que cortar con la mano totalmente extendida un pase en el centro del campo.
Y por ahí sí que no pasó el bueno de Valentín Ivanov, que no vio la patada voladora de Valente, pero sí la clarísima mano de Costinha, y le enseñó la segunda amarilla para mandarlo a la caseta definitivamente antes de enviar también al resto a descansar.
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Costinha vio dos amarillas en apenas quince minutos. |
El fútbol, que a veces es inquietante y misterioso.
Y los futbolistas, que a veces es difícil saber qué tienen en la cabeza…
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Tras el paso por los vestuarios, parecía que las aguas se habían calmado un poco. Países Bajos, ahora sí, salió con todo a por el empate. Por un momento se olvidó de pegar e intentó jugar. El público lo agradeció. Y el fútbol también. De hecho, el fútbol estuvo a punto de premiar ese cambio de actitud con el tanto del empate. Primero con un cabezazo de Kuyt que atrapó abajo Ricardo sin muchos problemas. Y después cuando Cocu se encontró con un mal despeje de Nuno Valente dentro del área portuguesa y se marcó una tremenda volea que se estrelló con violencia contra el larguero,
Pero el fuego de artificio neerlandés se acabó pronto. Y a los cinco minutos volvió el fuego real. El centrocampista Petit, que había sustituido a Pauleta tras la expulsión de Costinha, agarró por la espalda a Van Bommel y lo tiró al suelo para ganarse otra amarilla tan clara como innecesaria. Pero la acción sirvió para descentrar un poco a la Naranja Mecánica y volver a caldear un ambiente que tornó en infierno unos cuantos minutos más tarde.
Fue en una jugada de Deco, que condujo por la frontal del área buscando el disparo hasta que se encontró con un patadón a destiempo de Van Bronckhorst. Amarilla y falta peligrosísima en la frontal del área para los portugueses.
Pero, claro, antes de tirarla, había que liarla un poco. Así que llegó Van Bommel para coger el balón y Figo, que ya tenía su matrícula apuntada, acudió presto y veloz para darle un cabezazo. Fue ligero, pero, al parecer, lo suficientemente fuerte como para que el metro ochenta y siete de Van Bommel se desparramara por el suelo casi a cámara lenta. Amarilla para Figo y tángana de las de toda la vida.
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Van Bommel y Figo cabeza con cabeza, retándose. Getty Images. |
Los neerlandeses no quedaron nada contentos con la actitud de Figo ni con la decisión del colegiado de dejar el cabezazo sólo en amarilla, así que Boulahrouz decidió que era el momento de ajustar cuentas y en una carrera con el extremo luso sacó el codo a pasear para golpearle en la cara al ir y al volver..
Quizá pensaba que el árbitro, después de pasar tantas cosas por alto, no se atrevería a expulsarlo… Y, efectivamente, no lo hizo. Pero sí le mostró una amarilla que era la segunda. Así que dejó a su selección con diez para igualar las fuerzas. Y volvió a liarse sobre el césped, con golpes, empujones y conatos de pelea en los banquillos de ambas selecciones. Al final salió bastante enfadado del campo Boulahrouz, aunque no le consta a nadie que fuera consigo mismo por su tremenda estupidez.
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Expulsión de Boulahrouz en medio de una batalla campal. Getty Images. |
De todas formas, a esas alturas del partido al colegiado Ivanov ya le fallaban las piernas, le temblaban las manos, le dolía el estómago, la cabeza le daba vueltas y sólo se preguntaba qué había hecho él para merecer esto.
Pero así es la vida… ¡Que se hubiera metido a notario!
Además, por mucho que mirara su reloj, el tiempo no pasaba más rápido y aún quedaban veinte minutos de partido. Un mundo, vaya.
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Y en esos últimos veinte minutos no cambió en absoluto la decoración. De hecho, el partido se hizo más áspero y más rocambolesco si cabe. Como muestra, un botón.
Sneijder se acercó al balcón del área portuguesa y enganchó un balón que venía despedido desde el área portuguesa. Soltó un tremendo latigazo marca de la casa buscando la portería de Ricardo, pero Carvalho fue al suelo con todo y taponó el disparo, con la mala suerte de que Sneijder se le cayó encima. El balón salió disparado treinta metros hacia la portería neerlandesa y lo controló Deco para plantarse en el área de la Naranja Mecánica en un contragolpe velocísimo que tenía pinta de letal. Pero Ivanov, del todo aturdido, había parado el juego para que atendieran… ¡a Carvalho! Y Deco, claro, no se lo podía creer.
Y aún se sorprendió más por lo que vino después. Que fue que el colegiado decretó un bote neutral. Figo, esperando que los neerlandeses le devolviesen amablemente la pelota, no la disputó y se encontró con que la Naranja Mecánica empezó a construir el ataque sin ninguna intención de devolver el esférico a nadie. Al enemigo, ni agua…
Entonces Deco, temperamental como pocos, decidió que por ahí no pasaba y le metió un tremendo patadón por detrás a Heitinga que se saldó con otra amarilla muy anaranjada y la enésima tángana. Esta vez con Sneijder erigiéndose en protagonista al empujar al portugués Petit, a quien le decía Heitinga que se levantara, que tampoco era para tanto.
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Sneijder se encara con Petit mientras lo frenan los portugueses. |
Amarilla pues para Sneijder y también para Rafael Van der Vaart, que se dedicó a empujar a diestro y siniestro y, de paso, a protestarle al pobre Ivanov, que bastante tenía con lo que tenía y a quien ya no le cabía el nombre de los amonestados por detrás de la cartulina.
Aún tendría que hacer la letra más pequeñita para apuntar unas cuantas más. A Ricardo, el meta portugués, por perder tiempo. A Valente, por una caricia a un neerlandés despistado. Y la más absurda de todas. La segunda a Deco, que había decidido, por alguna misteriosa razón, irse definitivamente del partido en apenas cinco minutos.
Con una amarilla que había sido casi roja en el zurrón, no se le ocurrió otra cosa que retener el balón con la mano para perder tiempo cuando le pitaron una falta. Cocu llegó corriendo a por la pelota y el portugués se la escondió primero y la lanzó al suelo después. Cocu, enfadadísimo, forcejeó con Deco y lo tiró al suelo. Entonces apareció Ivanov y le enseñó la segunda amarilla al portugués.
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Deco se autoexpulsa inexplicablemente. |
Faltaban trece minutos y un futbolista experimentado como Deco dejaba con nueve a su selección en los octavos de final de un Mundial y ganando uno a cero. Ver para creer. De hecho, aún se estaba Deco aposentando en la grada cuando Kuyt le ganó la posición a los dos centrales portugueses, encaró totalmente solo a Ricardo y lanzó al muñeco en la mejor ocasión de Países Bajos en todo el partido.
Pero Portugal resistió.
Entre otras cosas porque la Naranja Mecánica decidió no serlo en el momento decisivo y se inclinó por jugar a algo que, históricamente, nunca le ha dado buenos réditos. Así que no hubo manera de meterle mano al entramado defensivo portugués, pero aún le dio tiempo a Van Bronkhorst a caer en la desesperación y propinarle un patadón a Maniche que le costó la segunda amarilla y la expulsión ya con el tiempo cumplido.
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Van Bronkhorst se sumó a la fiesta de las expulsiones. |
Para facilitar un poco más la resistencia lusa, supongo que sería.
O para equilibrar las cosas… vete tú a saber.
Porque a veces nada es lo que parece.
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Al final, el choque acabó uno a cero para Portugal, que se vería las caras en cuartos de final contra Inglaterra. Sin Costinha y sin Deco, pero con Cristiano Ronaldo recuperado para enfrascarse en cuentas pendientes con su excompañero Wayne Rooney y con el meta Ricardo en estado de gracia para darle la clasificación a Portugal para las semifinales tras un empate sin goles en otro partido gris y defensivo de dos selecciones de renombre.
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Los portugueses celebran su triunfo en los penaltis ante Inglaterra. |
En las semifinales se las verían con la Francia del renacido Zinedine Zidane y ese escollo ya fue insuperable para un equipo con grandes estrellas en ataque que jugaba siempre a atacar lo menos posible y que, pese a todo, logró su mejor clasificación histórica en una Copa del Mundo al acabar en la cuarta posición tras caer derrotado en la final de consolación por Alemania (3-1).
Los jugadores de Países Bajos todo esto lo vieron por televisión. Pero debieron quedar contentos con su actuación porque cuatro años más tarde decidieron jugar la final de un Mundial de forma parecida a como lo hicieron en Núremberg. Es decir, preocupándose más por cazar sombras a patadas que por jugar a fútbol. Y remaron mucho, pero acabaron muriendo en la orilla… otra vez… aunque esta vez jugando contra sus propios principios, que seguramente sea la forma más triste de caer.
De todas formas, el 25 de junio de 2006 neerlandeses y portugueses pasaron a la historia por protagonizar la llamada Batalla de Núremberg, que acabó convirtiéndose en el choque con más tarjetas de la historia de los mundiales. Nueve amarillas para Portugal, siete para Países Bajos y dos rojas por acumulación de amonestaciones para cada uno de los contendientes.
En definitiva, uno de los choques más violentos de la historia del fútbol moderno. Perpetrado en un escaparate inigualable como es un Mundial y protagonizado por futbolistas a los que se les supone una calidad superlativa y que entre todos se marcaron la friolera de 114 faltas en 90 minutos, unas cuantas de ellas directamente brutales.
Aún deberíamos darle las gracias al colegiado Ivanov, que mostró amarillas en vez de rojas porque no quiso quedarse solo sobre el césped. O porque no quiso pasar a la historia como el primer árbitro que suspendía un partido de una Copa del Mundo por no disponer de jugadores suficientes.
O simplemente porque era daltónico. Que nunca se sabe…
Porque a veces nada es lo que parece.
Si no que se lo digan a Scolari y a Van Basten, que se despacharon a gusto en rueda de prensa, sin siquiera mostrarse un poquito avergonzados por el espectáculo que habían ofrecido sus futbolistas en el encuentro.
Al brasileño le faltó pedir para los suyos una estatua en cada plaza de cada pueblo portugués por haber defendido la patria con pundonor y coraje, mientras que el holandés le echó la culpa al árbitro de que no se jugara prácticamente nada durante un segundo tiempo que fue un caos. De su planteamiento en el primero, mejor nos olvidamos.
Para mear y no echar gota.
El caso es que el mismo Joseph Blatter, presidente de la FIFA en ese momento, declaró que el árbitro Ivanov no estuvo a la altura de los jugadores y que debería haberse sacado una amarilla a sí mismo por su mala actuación.
Aunque después se arrepintió, se retractó de sus palabras y prometió disculparse con el colegiado de manera oficial… Pero nunca lo hizo. Además, ya era tarde. El mal ya estaba hecho. Porque para Ivanov, que cumplía 45 años ese mismo verano y, por tanto, debía jubilarse como árbitro, ése fue su último partido internacional.
Lo que tampoco llegó a hacer nunca Blatter es declarar qué merecía él por su nefasta y oscura gestión al frente de la FIFA. Quizá si lo hubiera juzgado el bueno de Ivanov la cosa se hubiera quedado en una simple tarjeta amarilla.